CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
El Apocalipsis. Pautas literarias de lectura (476)
Hoy escribe Antonio Piñero

La postal de hoy, complementada con otras observaciones, al final y netamente separadas es la transcripción de la presentación pública del libro de Lourdes García Ureña, cuya ficha es:

El Apocalipsis. Pautas literarias de lectura. Con prefacio de Adela Yarbro-Collins. CSIC, Madrid, 2013, 231 pp. Colección “Textos y estudios ‘Cardenal Cisneros’ de la Biblia Políglota Matritense, nº 79. ISBN: 978-84-00-09719-6. Precio 28 euros.

Señoras y Señores:

Como algunos de Ustedes saben, llevo muchos años estudiando el Nuevo Testamento, e incluso he dedicado un capítulo de un libro mío al Apocalipsis desde el punto de vista de la exégesis y de la historia. Creía sinceramente que podía decir que conocía algo de este enigmático libro que cierra el Nuevo Testamento… ¡hasta que he leído el libro de la Profesora García Ureña! ¡Dios mío!, me dije al terminar… Pero ¿había tantas cosas en el Apocalipsis? ¿Se pueden dar tantas pautas de lectura, y tan valiosas, solo desde el punto de vista literario? ¡Qué cantidad de detalles se me habían escapado y que ahora percibo! Y eso que lo he leído siempre el libro en su lengua original, el griego. Opinaba que sabía. ¡Pero ahora caigo en la cuenta de cuánto ignoraba! Este cambio de la obscuridad a la luz se lo debo al volumen que presentamos.

Es un libro magnífico, en verdad, en el que la autora ha condensado y destilado muchísimo acumen crítico, mucho de sentido común para analizar y ordenar un material abigarrado y enorme, a la vez que nos ha presentado en él, muy bien digerida, una buena cantidad de bibliografía moderna, no sólo sobre el Apocalipsis en sí –pienso que ha leído todo lo esencial— sino también sobre otros muchos libros de exégesis del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento y de teología en general, y en especial sobre teoría literaria y los géneros, sobre la novela y el relato corto y los cuentos, sobre teoría del discurso, sobre teatro griego, sobre retórica, etc. Este libro que presentamos se basa precisamente en la aplicación de los mejores estudios actuales de teoría del discurso y del relato.

Y ahora vayamos a lo concreto. ¿Qué es y qué representa este libro? Voy aquí a ser breve, pues en la descripción del volumen sé que la autora misma va a emplear una buena parte de su exposición. Ante todo este libro es la demostración de que el Apocalipsis es una obra literaria de elevada factura. El que lo escribió no era solo un vidente, sino también un excelente literato que sabía cómo hacer para narrar bien, para transmitir un mensaje nítido, para emocionar, conmover, en casos aterrorizar y en la mayoría, consolar a sus lectores u oyentes, para guiarlos a prepararse para lo que va ser el fin, de lo cual está él convencido ¡Hay que estar bien dispuestos… y los fieles a Jesús pueden consolarse ya por para ellos el final es absolutamente feliz! Este es en síntesis el mensaje.

El libro de la Prof. García Ureña expone las pautas de lectura –las líneas según las cuales debe leerse el Apocalipsis-- sirven para comenzar a entender este libro. La autor revela que las pautas generales se hallan al principio del Apocalipsis mismo en 1,1-3: a) es una revelación celeste sobre Jesucristo; b) otorgada por Dios mismo ; c) a sus siervos, y en concreto a Juan sobre aquello que es preciso que ocurra de inmediato; d) y una revelación que es veraz.

Y a partir de estas claves, nuestra autora desvela las estrategias literarias empleadas por el autor para comunicar la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo sobre lo que va sucederá al final de la historia; sencillamente para aclarar cómo expone el autor del Apocalipsis que los malvados aquí en la tierra pierden la batalla final y decisiva, junto con su jefe Satanás; cómo ganan los buenos, los que están con Dios, y cómo será la espléndida felicidad futura que les espera. Algo maravilloso porque el paraíso futuro será algo absolutamente nuevo y resplandeciente. El universo antiguo se encogerá, desaparecerá como se va disminuyendo de tamaño un rollo de pergamino y se tira a la papelera por inservible, y en su lugar aparecerá una nueva tierra, un nuevo cielo, y ante todo una nueva y maravillosa Jerusalén…, donde van a habitar por siempre los justos y, finalmente, cómo el autor impulsa a sus lectores a emprender desde ese mismo momento de la lectura la peregrinación definitiva para entrar y habitar permanentemente en esa ciudad maravillosa.

Expandir las pautas de lectura y sus estrategias consiste en el desciframiento y exposición del método cómo hace el autor para conseguir el efecto que sus lectores estén ciertos de ese final feliz, lo apetezcan y se sientan entre los elegidos. Ahora bien, sólo hay dos sistemas para lograr hacerse con el conocimiento de estas estrategias; o bien buscamos y hallamos nosotros mismos esas claves a base de muchísimas lecturas, a menudo a ciegas, o bien tiene que venir otra persona que haya pasado ya por esa experiencia y nos las comunique sabiamente. Y este es en resumen el libro que presentamos. El lector moderno necesita ayuda para comprender un texto escrito hace casi veinte siglos con una mentalidad muy distinta a la suya y la autora ofrece magistralmente esa ayuda. Por ejemplo, la primera pauta estratégica: el lector de hoy no debe leerlo en silencio, sólo para sí mismo: se trata de literatura para ser escuchada, más que leída por uno mismo, y se trata también de un libro pensado no sólo para que haya un lector y oyentes en una sala apropiada, sino que esos oyentes deben estar reunidos en una asamblea litúrgica donde se va a proclamar la palabra divina y donde se va a dar testimonio de cómo obró y obrará Jesucristo a favor de sus fieles… ¡que son ellos!

Destaca el libro como el escritor ha sido testigo de lo que ha visto, o de gran parte de ello, y también de lo que ha oído. Se le han presentado ante sus ojos dos escenarios, el cielo y la tierra, alternándose, y él ha visto como en un gran teatro no lo que ha pasado ya, sino lo que va a pasar pronto. Consecuentemente el volumen analiza cómo el autor hace para describir lo que ve y todo lo que oye --cómo se mueven las figuras, sus características, sus cualidades, sus vestimentas y colores, su actuación, qué voces, sonidos, ruidos agradables o temerosos rodean a la acción--, o bien por qué de repente el autor pasa del relato a un estilo directo: los personajes no aparecen sólo descritos pasivamente sino que a veces hablan y el libro transmite directamente lo que dicen. Se trata entonces de un drama, no de un relato. La autora investiga cómo se engarzan, pues, las partes narrativas del texto con los diálogos y cómo esta mezcla puede unirse en un género literario preciso, como veremos en seguida.

Estudia también la autora de nuestro libro, detenidamente, cómo son las visiones del autor del Apocalipsis. ¿Se pueden dividir en clases, según lo que ve y lo que oye? ¿Cuáles son las características en las que el lector u oyente debe fijarse? ¿Por qué y cómo intervienen seres celestiales, ángeles sobre todo, o Jesucristo o Dios Padre mismo, explicando lo que ocurre o va ocurrir? ¿Cómo describe el vidente los lugares que aparecen en el relato? ¿Por qué se detiene y recrea el autor en los colores e insiste sobre todo en el blanco y en el rojo? ¿Qué técnicas emplea para hacer sensibles los sonidos, que desempeñan un papel importantísimo en el Apocalipsis? Es decir, ¿cómo logra crear una auténtica atmósfera sonora que conduce al lector/oyente al espanto o a la admiración? ¿Es el estilo del Apocalipsis obra de puro gabinete literario, de un autor encerrado entre cuatro paredes, él y su imaginación, o bien el propio de la literatura del pueblo, literatura oral, esa que se transmite popularmente por obra de bardos o aedos que emplean ciertas fórmulas estereotipadas para conseguir los efectos pretendidos? Y, aunque la autora sostiene que se trata más bien de literatura oral, ¿no hay partes que se parecen más a una pieza de teatro, a un drama en concreto, con técnicas que ya encontramos en la tragedia griega, como por ejemplo, la aparición de un heraldo o mensajero que cuenta cosas o anuncia lo que va a ocurrir? ¿Cómo se une una cosa con la otra? Y lo que es más curioso, ¿por qué aparecen coros, como en la tragedia griega, que entonan himnos, con su propia melodía, y que parecen ser como la respuesta del público que participa en lo que se cuenta precisamente a través de la figura de ese coro? ¿Cómo sabemos que esos coros cantaban y cómo podemos intuir que los lectores del momento sabían la melodía con la que iba la letra de lo que cantaban?

En una palabra, si queremos entender cómo funciona por dentro, literariamente, el Apocalipsis, el libro de la Profesora García Ureña nos lo dice con gran pedagogía y orden: nosotros lo aprendemos y luego al leer el Apocalipsis, comprendemos.

¿Qué cosas son las más importantes que creo haber aprendido gracias estudio de García Ureña y que opino debo transmitir a ustedes ahora? O dicho de otro modo, ¿qué es lo que más me ha llamado la atención al leer ese libro? Pienso que, ante todo, algo para muchos sorprendente y en lo que yo no había caído en la cuenta hasta el momento: la mejor descripción de lo que es, literariamente hablando, el Apocalipsis es decir que este libro tiene la estructura literaria de un “cuento”, o “relato breve” magistral, por si algunos piensan exclusivamente en cuentos para niños. El cuento es la forma o género literario que mejor se acomoda al conjunto del libro, y es mejor considerarlo así que definirlo como “un conjunto de visiones” o algo parecido. Y para realzar en qué sentido emplea el vocablo “cuento” la Profesora García Ureña tengan ustedes en cuenta que el Premio Nobel de este año ha sido concedido a Alice Munro por sus magníficos volúmenes de cuentos o relatos breves. La inmensa mayoría de los grandes literatos modernos –y ahora está muy en boga el gran Chejov ruso-- ha escrito cuentos, o relatos breves no precisamente para niños por los que son famosos.

Según la Prof. García Ureña, el Apocalipsis tiene todas las características de un cuento: intervienen no sólo personajes humanos, sino sobrenaturales, Dios, los ángeles, Satanás; aparecen animales casi personificados, como langostas, o totalmente, como el Cordero, que es Jesucristo; tiene un gran protagonismo una gran fiera con siete cabezas y diez cuernos; los caballos tienen a veces más realce y protagonismo que sus jinetes. Y segundo, y muy importante: el escenario y el tiempo aparecen en una dimensión absolutamente fantástica, como en los cuentos. Los lugares de la acción van cambiando: el cielo y la tierra se alternan (Así,1-3: tierra; 4-5: cielo; 6,1-7,8: tierra; 7,9-17: cielo; 8,1-11,14: tierra; 11,15-19: cielo; 12-14: tierra;15: cielo;16-18: tierra;19: cielo; 20: tierra; 21,1-22,5: cielo y tierra). Lo que va a pasar sobre la tierra acontece o se dice antes en el cielo. El tiempo es una veces el presente y otras el futuro. Por tanto, los personajes y el espacio y el tiempo desempeñan papeles de fantasía como no pueden hacerlo en una novela o en una pieza de teatro normal. Estamos en una estructura de cuento, en la que no importa sólo lo que pasa, a veces importa poco o menos, sino el mensaje, todo lo que se quiere transmitir por medio de la descripción y acciones fantásticas. En el caso del Apocalipsis se trata de un cuento en donde, en mi opinión y en la de otros, las escenas importantes se repiten tres veces para lograr una intensidad pedagógica y emopcional: los tres ciclos de los sellos, las trompetas y las copas son lo mismo, solo que dibujado tres veces con detalles distintos. Un cuento también es donde los números y su significado tienen una importancia notable. Es uno de los patrones dominantes la repetición de unidades numéricas. El número principal es el siete: 1,4ss: siete comunidades a las que el autor dirige siete cartas;1,4 y 11,15 siete espíritus o ángeles; 2,1: siete candelabros de oro y siete estrellas; 4,1-8,1: siete sellos; 5,6: siete cuernos y siete ojos; 8,7-12; 9,1-21; 11,15-19: siete trompetas; 10,3: siete truenos; 11,13: muerte de siete mil personas; 12,3: siete cabezas; 14,1-15,5: siete visiones sobre la llegada del Hijo del hombre; 15,5-16,21: siete copas llenas de desgracias. El significado del siete es la plenitud. Y hay más número importantes como el cuatro… ¡el de los jinetes!

En fin podría seguir explicando otras muchas cosas que me han llamado la atención y que he aprendido, como por ejemplo que el que narra, el vidente Juan, es a la vez narrador y personaje de la historia que se relata; cómo mezcla profundos saberes del Antiguo Testamento y de la apocalíptica judía con la cultura griega, etc. Y una cosa importante, he caído en la cuenta de que quien quiera traducir bien el Apocalipsis tiene que leer este libro de la Prf. García Ureña. La precisión en las versiones de los adjetivos, en especial, de los sonidos, y de las características que adornan a personajes y cosas es asombrosa por lo exacta y precisa. Fijándose bien, aquí también se aprende mucho.

Pero quiero concluir y dar el protagonismo debido a la autora: al acabar el libro, leído por mí con gran detenimiento, he sentido que me ha sabido a poco; he querido seguir leyendo, pero no había más páginas. He llegado entonces a la conclusión de que es absolutamente preciso que la autora escriba la segunda parte de este libro. Aquí ha expuesto y explicado el método literario del autor del Apocalipsis. Digamos el sistema de su gabinete literario donde recoge y elabora todos los ecos de la literatura oral. O en otras palabras: cómo lo hizo el autor. Cierto: conocer el método de composición es imprescindible para comenzar a entender el Apocalipsis. Pero ahora desearía que la autora escribiera el segundo libro con la idea de transmitir con más detalle el contenido, es decir, la exégesis y explicación más detenida del mensaje, dando ya por supuesto que sabemos cómo el autor ha logrado escribirlo. La autora es una experta, doctora en Filología Clásica y en Teología, ¿quién mejor?

Ahora tiene por delante la tarea de explicar en detalle el mensaje: ¿qué dijo exactamente el enigmático autor? Tanto para los lectores de finales del siglo I como para el presente. ¿Cuál es con exactitud su contenido teológico? ¿Es el semi anónimo autor, Juan de de Patmos, un discípulo de Pablo? Por cierto, estoy seguro de que así es, por extraño que parezca a algunos, pues a pesar de ser un libro embebido casi al cien por cien en el Antiguo Testamento y en la literatura apocalíptica judía, los rasgos fundamentales de su interpretación de la figura y misión del Mesías, del valor salvífico de su muerte y resurrección, son totalmente paulinos. Y por eso entró en el canon del Nuevo Testamento, por con ello se acomodaba a sus líneas geneales de interpretación de Jesús. Y por ello la lectura denominada “canónica” –es decir la exégesis apoyada en otros libros del Nuevo Testamento, que es también fundamentalmente paulino—es correcta en este caso. No en vano el Cordero, Jesucristo, figura central del Apocalipsis, se inspira en el dictum paulino “Cristo nuestra Pascua ha sido inmolado” (1 Cor 5,8).

Pero hay muchos más temas a desarrollar en la futura segunda parte: ¿cómo entender la profecía del Apocalipsis: ¿es un libro circunstancial? ¿Una profecía para un momento determinado y solo para ese momento? ¿Es una profecía que no se cumplió, y por tanto queda sin valor? O lo tiene fuera de su época… ¿Es lícito trasladar su mensaje circunstancial a un final de los tiempos indeterminado…, sea este cuando sea? ¿En qué sentido es interpretable como clave de personajes y circunstancias concretas de ese final? ¿Es un código secreto como lo entiende tanta gente…, por cierto de un modo ignorante y grosero. ¿Por qué es tan cruel el Apocalipsis con los enemigos y vaticina tanta destrucción? ¿Dónde está la misericordia divina? ¿Qué hacer con su doctrina del milenio, con esos años de reino de Dios y de su Mesías en la tierra, convertida en Jauja durante mil años? ¿Por qué ya Dionisio de Alejandría atacó no sólo la lengua sino la doctrina del milenio? ¿Por qué el libro no fue declarado plenamente canónico en la Iglesia oriental hasta el siglo X? Y muchos más temas interesantes. La sabiduría de la Maestra puede abordar estas y otras cuestiones análogas, que dada la maestría con la que se ha enfrentado al método, no dudo que será también un éxito cuando se enfrente al contenido.

Gracias, pues, Prof. García Ureña por regalarnos este libro imprescindible. Le cedo la palabra.

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Hasta aquí la transcripción de mi presentación del libro en la Aula de Humanidades de la Universidad San Pablo- CEU de Madrid. En este Blog quiero añadir algunas pequeñas observaciones, que no tenían lugar en una presentación, pero que tienen su pequeño interés y que no empañan en absoluto el rigor y excelencia del libro presentado:

• Ya existe la edición 28ª del texto griego de Nestle-Aland. La autor debía haberla tenido en cuenta (ha escrito su libro sobre el texto de la 27ª), al menos en algunos pasajes esenciales.

• Sería necesario insistir, ya que el autor del Apocalipsis es teológicamente paulino, que no debemos traducir la palabra griega doûlos, por “siervo”, que es descafeinarla, sin por “esclavo”, con en la cartas de Pablo (Saulo -- > pasa a Paulos , “El Pequeño”, como nombre de esclavo de Dios, comprado por la sangre de Jesucristo, cambio de estado de quien antes había sido libre). En el Apocalipsis se contraponen los esclavos del Imperio (los poderosos, los comerciantes, los malvados en general) a los esclavos de Dios. Ahora se traduce “siervo”, porque esclavo suena mal… pero en la época de los primeros lectores del texto eso es lo que deseaba manifestar el autor.

• La revelación del final que el vidente proclama “nueva” sólo lo es parcialmente: el núcleo está en Pablo (1 Tes 4,13-17), pero es tan parco, escaso y conciso que casi bien merece llamarla “nueva” porque da muchísimos más datos que Pablo.

• La autora afirma que hacia el 96, fecha de composición del Apocalipsis, las 7 cartas a las 7 iglesias de Asia Menor, son como las cartas de otros apóstoles a sus comunidades. Puede ser verdad, pero lo cierto es que no se ha conservado ninguna; sólo de Pablo. Las 7 cartas del Nuevo Testamento que no son de Pablo (Sant Jud 1 2 3 Juan 1 2 Pedro) no son auténticas. Por tanto se extrapola la costumbre paulina a otros apóstoles.

• Respecto a la divinización de Jesús es interesante señalar que en el Nuevo Testamento las doxologías (acciones de gracias y de alabanza, a la vez) se hacen a Dios, no a Jesús. Pero en el Apocalipsis sí se hacen también a Jesús/ Cordero (ejemplo: Ap 1,5-6), lo cual es muy raro. Por tanto, el proceso de divinización de Jesús está muy avanzado.

• En esta línea de avance en la divinización debe señalarse que en el Apocalipsis, al estilo del libro de Daniel, siempre hay dos tronos y por tanto Dios Padre es más importante que el Cordero; éste está subordinado al Padre (monarquianismo o subordinacionismo) porque los casos en los que se menciona un solo trono (Ap 21,3; 22,1) el contexto indica en seguida que es el trono de Dios Padre y no –como se ha preendido—un trono doble, con dos asientos, en el que están sentados Dios Padre y el Cordero en pie de igualdad. Creo que hasta ese punto no llega el autor del Aocalipsis.

• Debe observarse cómo el paraíso definitivo consta no sólo de cielo, sino de tierra nueva. ¿Quién la habitará? No lo dice claramente el autor del Apocalipsis; pero nótese que el cielo/paraíso tiene connotaciones materiales. Como buen semita, Juan de Patmos –al igual que Pablo— no puede, probablemente, prescindir del cuerpo de los elegidos, aunque sea espiritual. Este rasgo “materialista”, semita, en contraste con el espíritu griego que no considera que el cuerpo, material, pueda participar de la bienaventuranza de los Acampos Elíseo, puede explicar por qué otro paraíso de una religión originada entre pueblos semitas, el islam, tenga también rasgos materiales y disfrutes incluso sexuales (huríes, etc.).

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com


Viernes, 13 de Diciembre 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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