CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Conclusiones (C): Un sencillo experimento.Si se hace quedará uno convencido.   “Jesús y la resistencia antirromana” (LXXIII)
 
Foto: C. F. D. Moule, colega de E. Bammel en el ataque más furioso y decidido –pero no por ello más objetivo– contra la hipótesis de un Jesús sedicioso.

Hoy escribe Antonio Piñero

Escribí el día anterior que en las “Conclusiones” del artículo de Fernando Bermejo, que hemos comentado largamente, voy a intervenir poco, ya que me parece mucho más importante, e impactante, dejar que se oiga la voz del autor. Algunos de los lectores se molestará por la ironía del estilo bermejiano, y por su batería de alusiones a sus adversarios, que algunos interpretarán como maliciosas. Pero el estilo es el hombre y no puede cambiarse.
 
«Un sencillo experimento mental es suficiente para comprender el alcance de la mistificación que prevalece en los estudios sobre Jesús. ¿Qué pasaría si el referente del material sedicioso disponible fuera sobre otro judío cualquiera del primer siglo? La respuesta es obvia. Si sólo la mitad de las textos y pruebas que tenemos acerca del Jesús sedicioso fueran testimonios referidos a cualquier otro judío de su época, el mundo académico habría llegado mucho tiempo atrás, y por unanimidad, a la conclusión de que tal sujeto era un insurrecto, y habría excluido como la cosa más improbable –por no decir ridícula y estúpida– cualquier idea de él de que era una suerte de pacifista. 
 
»Ahora bien, debido al significado religioso de Jesús para millones de nuestros contemporáneos (incluyendo la mayoría de los que presumen de hacer investigación puramente histórica sobre él), se hace de Jesús algo extraordinario y único. Se convierte así Jesús en un objeto de admiración y ante él se rinden otras ideas. Por ello puede decirse hoy día que  la investigación histórica sigue siendo, para la mayoría que compone el gremio de estudiosos de Jesús, “la criada de la teología” (recordemos el dicho de la filosofía escolástica medieval que “la filosofía es la criada de la teología”). Y ello ocurre hasta tal punto que la hueste de los estudiosos no ha eliminado –y presumiblemente nunca eliminará– la cera teológica que tapona sus oídos. Esta realidad –la de hacer de Jesús algo único– es suficiente para explicar por qué la hipótesis de un Jesús sedicioso –que de otro modo habría sido considerado la más plausible– es considerada por la mayoría como la más inverosímil y extravagante.
 
»La represión constante que existe en el ambiente de la investigación histórica me impide albergar la ilusión de que esta vez vaya a suceder de otro modo. Mantener alguna brizna de esperanza en este sentido sería peor que mera ingenuidad. En nuestro caso se podría decir lo que Christophe Batsch escribió sobre  el “pacifismo” de los esenios: “Incluso entre los espíritus mejores y los mejor formados en la crítica histórica la fuerza de la idea continuamente repetida y recibida de que los esenios eran totalmente pacíficos continúa imponiéndose a la evidencia documental”: “Le pacifisme des esseniens, un mythe historiographique” (El pacifismo de los esenios, un mito historiográfico): Revue de Qumran 83, 2004, pp. 457–468; la cita corresponde a la p. 457).
 
»La noción de Jesús como el “Príncipe de la Paz” ocupa un lugar preponderante en la conciencia de la humanidad, y el reino de los estudiosos no es una excepción. Obsérvese el caso de un ilustre aramaísta, Matthew Black, que comenta el siguiente texto de Mateo:
 
“No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y los enemigos de cada uno serán los que conviven con él” (10,34-36)
 
con las palabras que siguen: “Este pasaje no parece un dicho auténtico del Príncipe de la Paz” (‘“Not peace but a sword”: Matt 10:34ff; Luke 12:51ff’, in Bammel and Moule (eds.), Jesus and the Politics of his Day, pp. 287–94, 290; libro citado en la postal del día anterior).
 
»Sin embargo, espero al menos que todo lo escrito en este largo ensayo sea útil para los estudiosos honestos y autocríticos. Espero que se den cuenta de que sus declaraciones despectivas sobre la hipótesis de un Jesús sedicioso (y sobre sus defensores) no son otra cosa que ilusión y autoengaño y el resultado de la pura ignorancia voluntaria. Me atrevo a decir que hay que perdonar a la gente que se atreve a hacer dichas declaraciones tan despectivas sobre nuestra hipótesis porque, al parecer, “no saben lo que están diciendo” (Lc 23,34). Espero que tras la lectura serena de todo lo escrito en las pasadas páginas sea quizás más fácil que la investigación que prevalece en la actualidad caiga de una vez en la cuenta de las inquietantes implicaciones que tiene el rechazo o la ignorancia del material sedicioso que hay en los Evangelios».
 
El próximo día no tendremos mejor cosa que hacer que explicitar cuáles son estas ominosas implicaciones de la negativa a considerar la hipótesis de un Jesús sedicioso que afectan a la comprensión histórica de Jesús.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.ciudadanojesus.com 

Domingo, 16 de Abril 2017


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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