CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero


La historia antigua se construye por medio del análisis de los testimonios que nos han legado los siglos. Estos son textos –bien propios de un personaje, bien ajenos redactados por amigos o enemigos– restos arqueológicos y numismáticos. Muchas veces, la mayoría, estas bases son escasas. Pero no se pueden construir hipótesis interpretativas de lo ocurrido sin algún testimonio/prueba de este tipo. No valen especulaciones fantasiosas sin base alguna. Por ello ofrecemos a continuación los textos más importantes que han llevado a la construcción de la historia del concepto de reencarnación/transmigración en el cristianismo antiguo. El lector puede así hacerse una idea propia del estado de las fuentes y quizás obtener sus propis conclusiones


1. Eusebio de Cesarea, Vida de Constantino 3,13 (hacia el 340; publicada póstumamente y sin revisión por el editor)

“Cuando se hubo determinado la fecha para la apertura del concilio (de Nicea, año 325), en el que se debía buscar solución a temas conflictivos (...) los convocados entraron en la sala central del palacio imperial y (...) fueron ocupando sus asientos según jerarquía. Una vez sentada toda la asamblea en decoroso concierto, la concurrencia guardó silencio a la espera de que apareciera el emperador. Entraron primero, uno tras otro, tres escoltas. Iba precedido, al llegar, de fieles amigos. Se pusieron todos de pie a una señal que indicaba la entrada del Emperador, mientras que éste avanzaba en medio, cual celeste mensajero de Dios, luciendo reluciente vestidura como con centelleos de luz relumbrando con los fúlgidos rayos de la púrpura y adornado con el límpido lustre del oro y las piedras preciosas”.

2. Eusebio de Cesarea, Vida de Constantino 3,21-22

“Por el mismo tiempo se cumplió el vigésimo aniversario de su subida al trono. Mientras que en otras regiones se hacían celebraciones públicas, el Emperador en persona presidió un banquete en homenaje de los ministros de Dios (...). No faltó ningún obispo al festín imperial. El evento resultó de una magnificencia superior a cualquier intento de descripción. Lanceros y hoplitas con las hojas de sus espadas desenvainadas, vigilaban en círculo los accesos al palacio, por en medio de ellos pasaban libres de temor los hombres de Dios y penetraban en la parte más interior de la mansión. Mientras algunos se tendían junto a él, otros se recostaron en los butacones de madera instalados en ambos lados. Uno podría imaginarse que se estaba representando una imagen del reino de Cristo y que lo que estaba ocurriendo era un sueño y no una realidad (...). (22) (Los obispos) hicieron su camino de vuelta con regocijo y desde entonces predominó en todos un único sentir en sintonía con el Emperador, fundiéndose en un solo cuerpo los que desde hacía mucho tiempo se habían mantenido segregados”.

3. Justino Mártir (hacia 150), Diálogo con Trifón 4,4 -5,1

Dime sólo una cosa: –¿Ve el alma a Dios mientras está en el cuerpo o cuando se ha separado de él? (5) –Mientras el alma está en forma de hombre, le es posible, le digo, acceder mediante la inteligencia, pero especialmente, una vez que se ha liberado del cuerpo y ha llegado a ser ella misma según ella misma, alcanza aquello que amó todo el tiempo. –¿Se acuerda también de eso cuando ha vuelto de nuevo al hombre? –Me parece que no, le dije. –¿Qué ventaja hay para las almas que han visto o qué provecho añadido tiene sobre el que no lo ha visto el que ha visto si no se acuerda de nada de lo que vio? (6). No puedo responderte, dije yo. –¿Qué padecen, dijo, las almas que son consideradas indignas de esta visión? –Viven encarceladas en cuerpos de fieras y ése es el castigo. –Y ¿saben que viven en esos cuerpos porque pecaron? –Pienso que no. (7) Según parece éstas no obtienen ningún provecho por el castigo. Diría que ni siquiera sufren un castigo si no toman conciencia del castigo. –Pues no. -Pues ni las almas ven a Dios ni transmigran a otros cuerpos, pues sabrían que de ese modo son castigadas y temerían hacer cualquier tipo de falta en lo sucesivo (...). (5.1) –Pues aquellos filósofos, en efecto, nada saben sobre estas cuestiones pues ni siquiera pueden decir qué es el alma. –Parece que no.

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero

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Nota: como hemos indicado ya varias veces, esta postal es parte del capítulo del libro editado por Alberto Bernabé, Madayo Kahle y Marco Antonio Santamaría (eds.), con el título “Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente”, Abada Editores, Madrid, 2011.

Jueves, 6 de Octubre 2016


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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