CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero


15,1 Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el cual permanecéis firmes, 2 por el cual también sois salvados, si lo guardáis tal como os lo prediqué... Si no, ¡habríais creído en vano!


Pablo sabe, por los informes orales recibidos de “los de Cloe” (familiares o amigos) que algunos en Corinto niegan la resurrección, probablemente porque pertenecen al grupo de los “espirituales” y saben que el cuerpo no es más que la cárcel del alma (inmortal por sí misma) o un obstáculo para su actividad. Estos opinan que la resurrección es imposible. En este caso, tampoco hubo resurrección de Cristo. Por consiguiente, no hubo redención, ya que la muerte de Cristo sin resurrección no es nada… los que creen en la resurrección son unos infelices; y los que la predican –Pablo entre ellos- unos mentirosos

Pablo responde con la afirmación solemne de una doctrina tradicional, fundada en testigos visuales de las apariciones del Resucitado, por lo que sabe que es doblemente verdad: por sí misma y por los testigos. La resurrección de Cristo es la certificación de la victoria de éste sobre los enemigos del género humano: la Muerte y la materia, la “carne”.

Pablo sale también al encuentro de las dificultades que los griegos ilustrados tienen contra la doctrina común judía –farisea- de la resurrección de los cuerpos (según la concepción dualista del ser humano, compuesto de alma inmaterial y cuerpo material, sólo la primera se salva; el segundo, como toda materia, se corrompe), sosteniendo que éste será transformado, de modo que sea un perfecto acompañante de las funciones y actividad del alma en la el paraíso, o reino definitivo de Dios para sus fieles.


3 Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; 4 que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras


Pablo reitera aquí la doctrina tradicional recibida por tradición. Aquí sí que vale (recordemos: no en el caso de la institución de la Eucaristía) la fórmula “recibí” – “transmití” para designar una tradición comunitaria: no se dice expresamente que el Apóstol sabe “porque lo ha recibido del Señor (11,23).

La doctrina tradicional tiene tres proposiciones:

• Murió por nuestros pecados, según las Escrituras
• Fue sepultado (se sobreentiende también “según las Escrituras”
• Resucitó al tercer día, según las Escrituras

Pero Pablo no cita ninguna. Probablemente se refiere a textos del Antiguo Testamento que ya en ese momento utilizaban los escribas o intérpretes cristianos aplicándolos a Jesús –sin otra razón que así se lo dictaba el Espíritu a su inteligencia- para “probar” la resurrección de éste. Probablemente a Isaías 53:


8 Tras arresto y juicio fue arrebatado, y de sus contemporáneos, ¿quién se preocupa? Fue arrancado Tras arresto y juicio fue arrebatado, y de sus contemporáneos, ¿quién se preocupa? Fue arrancado 9 y se puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba “10 Mas plugo a Yahvé quebrantarle con dolencias. Si se da a sí mismo en expiación, verá descendencia, alargará sus días, y lo que plazca a Yahvé se cumplirá por su mano. Isa 53:11 Por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará. Por su conocimiento justificará mi Siervo a muchos y las culpas de ellos él soportará. Isa 53:12 Por eso le daré su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes. ”


A la verdad el texto de Isaías es bastante oscuro, pues no menciona expresamente la resurrección, sino que la da a entender por sus efectos. Sólo dice claramente que el “siervo de Yahvé” (o bien un rey futuro, justo, de la estirpe de David, o bien la representación corporativa del pueblo de Israel, que sufre [casi] hasta la muerte pero acaba victorioso) “muere”, es decir un estrepitoso fracaso, que acepta voluntariamente. No sólo eso, sino que ofrece su sufrimiento en expiación de los pecados de los malvados. Luego, por la ayuda y poder de Yahvé, el Siervo prospera, tiene descendencia y vive una vida feliz larga en días. Su sufrimiento es la salvación de todo el pueblo.

Los cristianos vieron en estas oscuras y enigmáticas predicciones un anuncio claro de la muerte salvadora del mesías Jesús, de su sacrificio expiatorio por los pecados de toda la humanidad, no sólo por Israel, y la prueba de que la resurrección de Jesús por Dios estaba predeterminada desde siempre.

El ejemplo más claro es 1 Pedro 2,22-25:

“22 El que no cometió pecado, y en cuya boca no se halló engaño; 23 el que, al ser insultado, no respondía con insultos; al padecer, no amenazaba, sino que se ponía en manos de Aquel que juzga con justicia; 24 el mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados. 25 Erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas.”

En la antigüedad una de las pruebas más fuertes de la verdad de una religión, o de un acontecimiento religioso, era la prueba de la profecía, tanto para griegos y romanos –que creían en sus vates y adivinos inspirados por los dioses- como entre los judíos.

Otras predicciones de la resurrección de Jesús estaban –según los primeros cristianos en los Salmos. El ejemplo más claro es el empleo del Salmo 16,8-11, citado según la traducción de los LXX, en el primer discurso de Pedro en Pentecostés, 50 días después del domingo en el que –según la fe- había resucitado Jesús:

“25 porque dice de él David: Veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que está a mi derecha, para que no vacile. 26 Por eso se ha alegrado mi corazón y se ha alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará en la esperanza 27 de que no abandonarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción. 28 Me has hecho conocer caminos de vida, me llenarás de gozo con tu rostro. 29 «Hermanos, permitidme que os diga con toda libertad cómo el patriarca David murió y fue sepultado y su tumba permanece entre nosotros hasta el presente. 30 Pero como él era profeta y sabía que Dios le había asegurado con juramento que se sentaría en su trono un descendiente de su sangre, 31 vio a lo lejos y habló de la resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en el Hades ni su carne experimentó la corrupción. 32 A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos.”


Seguiremos en la próxima nota.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

En el otro blog, de “Religiondigital”, el tema es:

“No hay implicaciones políticas en el Reino de Dios. La "tendencia" o "sesgo" del Evangelio de Marcos”

Saludos de nuevo.



Lunes, 1 de Febrero 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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