Bitácora
06/10/2007
En el artículo anterior nos ocupamos del Seminario sobre Telecentros e Inclusión social celebrado en Santiago de Chile, el 10 y 11 de septiembre de este año. Una vez examinadas sus exposiciones y debates podemos concluir:
El fenómeno de los telecentros ha adquirido mucha pujanza en Ibaroamérica desde hace unos diez años. Sus impulsores son, fundamentalmente, los gobiernos, que los han considerado como una iniciativa importante dentro de las políticas de agenda digital que vienen adoptando. Las ONGs son también muy activas en la promoción de telecentros y han puesto en marcha una cantidad muy considerable de ellos. También las empresas, como Telefónica, han promovido y promueven telecentros en la región.
Esta proliferación ha tenido unos efectos muy importantes en el campo de la alfabetización digital, aunque a niveles muy incipientes. Es decir, se ha “enseñado” a muchas personas lo que es una computadora y parte de las potencialidades que ofrece su utilización, pero la escasa duración de la mayor parte de los cursos y la falta de continuidad restan notablemente productividad a estos esfuerzos de alfabetización.
Esto ejerce más influencia por cuanto que ha proyectado una imagen distorsionada de los telecentros. El telecentro no puede limitarse a alfabetizar, pues eso le convierte en una instancia más de enseñanza, aunque sea especializada. Esta confusión de objetivos es un hecho importante en la región.
Como otra consecuencia más, la actividad única de afabetización que ejercen una parte muy considerable de los telecentros de la región les lleva a equiparar el origen de sus fuentes de financiación con el resto de las actividades de enseñanza de los estados, lo que, por una parte, les convierte en competidores incómodos de los centros educativos consolidados y, de otra, les hace olvidarse de fuentes de financiación alternativas, lo que hace que la vida de muchísimos de estos telecentros sea muy precaria.
Financiación y autofinanciación
En el Seminario se expresaron multitud de preocupaciones sobre las fuentes de financiación pero, desafortunadamente, no se expresó prácticamente ni una sola idea sobre la autofinanciación a través del emprendimiento. Sin embargo, consideramos que el auténtico telecentro es el que surge como un emprendimiento que pretende servir a una comunidad mediante la rentabilidad de sus actividades. Puede necesitar alguna subvención al comienzo y ello justifica, además, que devuelva parte de esa contribución en forma de formación de la población de su entorno. Pero la sostenibilidad no puede depender perennemente de las subvenciones. Y esa idea, repetimos, no se manifestó ni una sola vez.
Esta es la causa de que se esté constatando, según los asistentes, un descenso notable de los fondos dedicados a la creación y mantenimiento de telecentros, tanto por parte de los gobiernos como por la de los organismos multilaterales. El representante del Banco Interamericano de Desarrollo expresó concretamente que la institución se había replanteado esta línea de trabajo porque los telecentros no habían satisfecho las expectativas con que se financiaron.
Otro problema es la falta de preparación de los promotores y personas a cargo de los telecentros, lo que viene motivado también porque la escasez de recursos no permite la contratación de buenos profesionales, y suelen estar en manos de voluntarios que realizan una labor tan meritoria como escasamente productiva.
La falta de conectividad, sus deficiencias o su coste ocuparon también un lugar destacado en los debates, con manifestaciones tremendamente críticas, en ocasiones. Fue interesante observar cómo, para los representantes de los telecentros, las culpables son siempre las operadoras, sin que nadie se plantease que muchos gobiernos disponen de fondos cuantiosos debidos al sector y que no se invierten en reparar estas deficiencias..
En resumen, los telecentros en Iberoamérica parecen estar en un punto de inflexión: Las subvenciones públicas o semipúblicas decaen y no se vislumbra que exista cultura, mentalidad, preparación ni disposición a adoptar posturas de emprendimiento y riesgo que permita a los telecentros funcionar como lo hacen los de Europa y Asia.
Hay mucho entusiasmo, trabajo y en ocasiones casi hasta heroísmo, pero es absolutamente necesario encauzarlos hacia la búsqueda de la rentabilidad.
Editado por
Francisco Ortiz Chaparro
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