Bitácora
30/11/2007
Las redes sociales alcanzan cada vez más pujanza. Su valor crece en todos los campos.
Todo ello tiene un gran bagaje teórico detrás, como las teorías sobre el mundo pequeño, de Duncan J. Watts y Steve Strogatz, propiedad de aquellas redes en las que, “a pesar de existir un numero de nodos, es posible encontrar sendas cortas que conecten dos nodos cualesquiera”, o la de los seis grados de separación, del escritor húngaro Frigyes Karinthy, “la teoría de que cualquiera en la Tierra puede estar conectado a cualquier otra persona en el planeta a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios”.
Hoy, lo que se llama la nueva generación de las redes sociales es un fenómeno mundial en auge. Su popularización llega al punto en que se ha llegado a decir que, por lo mismo, son cada vez menos redes y menos sociales. Pero el hecho es que pueden acabar en la aparición de algún tipo de estructura social. De hecho, el papel de la red social pasa a un segundo plano y es solo una característica muy relevante de determinados servicios. Algunos de estos servicios tienen como foco principal precisamente la creación y mantenimiento de una estructura social.
Informática social
Al mismo tiempo, la web 2.0 reinventa la manera en que la información circula por la red, dando lugar a la que se denomina informática social. Un cerebro social compartido que permite poner en común conocimientos y negocios. Internet se transforma cada vez más de ser un archivo de datos a cumplir la función real de red para la que fue creada, lo que potencia enormemente su uso creativo. Entre sus atributos están la instantaneidad y la coordinación sin jerarquización. Se empieza a hacer realidad lo que nosotros llamamos sociedad multifocal en los años 80 y 90*.
El teletrabajador tiene que aprender a moverse en este nuevo contexto social, porque estas redes potencian extraordinariamente el papel de toda la información. Es más, si hay una actividad que más pueda aprovecharse de las redes sociales es la del teletrabajo. En particular la del teletrabajo emprendedor, la del telemprendedor.
Pero el concepto que pretendemos resaltar aquí es el de la telempresa, y sobre todo, el de la telempresa transnacional, donde cada nodo, repartido entre distintas naciones, puede captar, o compartir, una parte del mercado en un sector, una industria, un idioma o cualquier otro rubro relevante. Hablamos de una telempresa en forma matricial en la que los distintos nodos pueden repartirse las tareas y, todos juntos, constituir un potencial que no sería posible por separado. Un nodo lleva las cuestiones económicas: precios, facturación, contabilidad, cobros. Otro núcleo puede coordinar las cuestiones de marketing.
Otro, las jurídicas: contratos de todo tipo, con clientes, proveedores, teletrabajadores, sin olvidar que estamos hablando de prácticas a nivel multinacional, con lo que ello implica de derecho comparado. O bien, pueden darse todas estas funciones en varios nodos, o en todos, siempre que exista la adecuada coordinación y se pueda mostrar a los clientes una unidad de actuaciones, normas, criterios y comportamientos.
Los requisitos fundamentales son la creatividad, el perfecto conocimiento de las materias de que se ocupa cada nodo, y cada especialista dentro de él, los conocimientos técnicos para considerar a la red como el medio propio de cada uno y, quizás el más importante, la fiabilidad para poder actuar todas las cosas en común. No hay otro modo mejor de que la telempresa aproveche toda la experiencia de la organización de los grupos sociales a través de Internet, aportada por los nuevos conceptos y la tecnología.
Editado por
Francisco Ortiz Chaparro
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