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Hay motivos para indignarse y no solamente en el área de la política.
Las ganancias excesivas de algunos, cuando hay tanto paro y tanta necesidad, son motivo más que justificado para indignarse. En nuestros días, los que comercian con el dinero y no con mercancías, los especuladores, son los grandes beneficiarios de la crisis.
Mediocridad
¿Merecen esas altas ganancias? Contrariamente a lo que muchos creen, esas personas que detienen hoy el poder de las finanzas no tienen ni la inteligencia ni la formación que corresponden y justificarían, si eso fuera posible, sus elevadas ganancias. Esta es mi propia experiencia y de ella doy testimonio: cuando repaso mentalmente los perfiles de personas que he conocido en la empresa y en la universidad y que llegaron a altísimos puestos, no hallo las cualidades excepcionales de una inteligencia deslumbrante. Sus ascensiones se explican más bien por una conjunción de factores, frecuentemente el azar, las simpatías y fidelidades personales, las afinidades ideológicas, maniobras políticas, etc. (1)
Ocupan estas personas unos puestos desde los que les es posible aprovecharse de los desarreglos de una sociedad que funciona mal, porque está mal estructurada y que deja coladeros libres de regulación y control. La causa de los enormes desajustes de nuestra sociedad es en primer lugar, la increíble carencia de pensadores que orienten y guíen con argumentos intelectuales y morales indicando límites a los excesos. La segunda causa es que la sociedad carece igualmente de políticos capaces de marcar e imponer el respeto a esos límites.
Inteligencia e información son dos cosas muy diferentes
Si no son tan inteligentes los financieros, ¿qué conocimientos excepcionales poseen? Gracias a los puestos que ocupan poseen la información privilegiada sobre el funcionamiento de los sistemas sociales ,y además poseen los datos y las cifras a los que el común de mortales no tiene acceso. La gente ordinaria carece de datos y vive implicada en sistemas administrativos de los que no entiende nada en absoluto, y en la que siente profundamente extraña. Un pequeño ejemplo: ¿Qué van a entender del significado real de los movimientos de dinero de nueve o diez cifras (cientos o miles de millones de euros), las personas que se mueven entre tres o cuatro posiciones (cientos o miles)?
Como además no hay acceso ni transparencia en la información, no puede haber controles sociales eficaces de las demasías. Desproporciones y desarreglos que dan pie a ganancias desmesuradas, los hay en determinadas áreas de la sociedad. Sucede lo mismo, a otra escala, en la medicina, en las aseguradoras, los abogacía, etc. El misterio, la lejanía, la opacidad, son cortinas de humo conscientemente utilizadas para cubrir los excesos y los abusos. Consiguientemente, la sociedad ignorante y además perezosa, no puede ejercer control sobre los abusos de poder ni sobre los flujos de dinero.
¿Control por las leyes?
Y no hay que hacerse ilusiones. Una sociedad que ha perdido freno y autocontrol ético no funciona con las solas leyes. La legislación viene siempre tarde, si es que algún día ve la luz y las leyes se aplican siempre con retraso y tras lentos y fatigosos procesos.
Lo que realmente se necesita son cambios en profundidad. Cambios de estructura y mejora de instituciones.
¿Qué cambios?
Indignarse está muy bien. Es el principio de todo, porque hay todas las razones del mundo para sublevarse. ¿Pero cómo hacer? ¿Con la revolución? Es un símbolo, pero ¿hay que empezar matando en un sótano de Ekaterinburg, a las jóvenes hijas del zar y al pobre zarévich? ¿Hay que quemar todas las construcciones sociales existentes, sin dejar ni rastro de ellas? No. La historia tiene sus ritmos ,sus tiempos de metabolización de las ideas, y sus pausas que no se pueden violentar.
En el fondo hay una intensa y extendidísima crisis de valores. (Pero, ¿qué altura intelectual y moral se le puede pedir de a los lectores de algunos semanarios muy populares, y –pido mil perdones a los que pagan cientos de euros para ver a veintidós señoritos corriendo detrás de un balón?).
Una crisis de valores morales
Seguro. Pero a ver prácticamente quién reimplanta esos valores y cómo lo hace.
Habría que empezar al menos por lo que es posible. Sancionar, pero de verdad y prontamente, los abusos y las ganancias excesivas que saltan a los ojos. Sancionar sin timideces ni escrúpulos. Hay que decir alto y fuerte que las ganancias y beneficios excesivos son absolutamente inmorales. Los que ganan en demasía conocen muy bien el Principio de la Suma Nula en Teoría de Juegos: « Si la suma del dinero es constante, para que haya algo de más en un bolsillo tiene haber algo de menos en el otro bolsillo» En la sociedad en general, cuando hay mucho de más en unas manos es que hay de menos en muchas otras. La rapiña se oculta mejor cuando son muchas las víctimas. Se nota menos. Y eso es muy inmoral. Es escandaloso. Yo lo puedo decir porque he conocido de cerca a estas personas, que no son ni especialmente inteligentes ni viven abrumadas por demasiadas preocupaciones morales.
A la merced de esas personas está nuestra sociedad.
NOTA
(1) Se trata bien entendido, de experiencias personales, pero no tengo miedo de generalizar, al menos para mi uso propio, porque mi muestra estadística es amplia, se extiende a varios países y a varias décadas.
Blas Lara
Domingo, 9 de Octubre 2011 - 22:36
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Blas Lara
Actividades profesionales ejercidas: Catedrático de la universidad de Lausanne, Jefe del departamento de Informática, Investigación Operativa y Estadística de Nestlé (Vevey). Libros principales: The boundaries of Machine Intelligence; La decisión, un problema contemporáneo; Negociar y gestionar conflictos.
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