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Va a cundir la tentación de apretar las clavijas a los trabajadores.
La empresa ha asegurado, y asegura hoy, el pan y el trabajo al precio de un sacrificio más o menos grande de la libertad y el tiempo individuales. Ahora las nuevas circunstancias empujarán a vender más aún de esa libertad para tener pan y trabajo. Dispuestos a lo que sea con tal de tener cubiertas las necesidades básicas de la familia.
Con todo ello, ¿va a emerger de la crisis una nueva empresa? ¿Hay razones para pensarlo? ¿Estaríamos frente a una ruptura de civilización? O ¿ese tipo de discurso es pura grandilocuencia y palabrería exagerada?
Democratización contra eficacia
Nadie se atrevería hoy a declararse abiertamente contra la tendencia histórica de i[democratización creciente ] que se constata en la política desde la Revolución francesa. Sin embargo en la gestión de las empresas, por razones de eficacia económica, se preservan y hasta tienden a reforzarse ciertas estructuras de gobierno que son claramente dominadoras y pre-revolucionarias.
El factor eficacia ha constituido durante la segunda mitad del siglo XX una utopía de la racionalidad, un orden científico pre-construido, para gobernar la acción colectiva y en particular la acción empresarial. A ese orden y esa optimización tendían algunas disciplinas como la Investigación Operativa y la ciencia empresarial. (Me refiero por ejemplo a Taylor o a Fayol y a las ya más recientes Teorías de la Organización).
Totalmente en el lado opuesto, la democratización resulta de la aspiración radical del hombre a conquistar su libertad y autonomía. A eso se orienta la ecología humana. El hombre quiere construir su vida y no que se la hagan, que no se la impongan, ni se adueñen de ella por un plato de lentejas. Pero quizás sea eso un imposible sueño prometeico. Un sueño de auto-realización y dominio de su propia vida que en definitiva y muy concretamente es poder disponer del tiempo que es lo único que tiene cada ser humano. No tener que dejar su autonomía por las mañanas a la puerta del trabajo para no recuperarla hasta la tarde. Salir de formas más o menos edulcoradas de esclavitud en el trabajo de la empresa, esa es la aspiración democrática.
Durante estos últimos años, al menos en el discurso oficial español, se ha venido reivindicado la libertad. Pero, hay que preguntarse tristemente, ¿qué queda hoy en plena crisis a la vuelta de tan altas aspiraciones, sino las ruinas polvorientas de los castillos en el aire y sueños frustrados?
En resumen. La situación es que en este momento, en la profunda crisis sistémica que atravesamos, nos vemos atrapados en tenaza por el dilema de democratización contra eficacia.
¿Podemos ofrecer unos atisbos, de lo que debe ser la empresa nueva?
La situación hoy
Existen hoy presiones internas en el seno de la empresa para modificarla, pero se dan ante todo presiones externas. Cambios indispensables de la filosofía política, valores nuevos que hay que sembrar, y problemas concretísimos que somos incapaces de resolver con las estructuras y finalidades actuales. (Como la maximización exclusiva del valor en Bolsa de la empresa).
Me parece importante marcar al menos unos parámetros esenciales entre los que la empresa nueva ha de moverse.
Plano teórico
No se trata de dar recetas, entre otras cosas porque en esta pandemia cada enfermo, cada tipo de empresa, necesita una terapia que le sea propia. Se trata de recordar un par de orientaciones generales para los responsables de gestión.
Hablando en el plano teórico el discurso abstracto sobre la empresa es difícil de alojar y de señale en qué dominio del saber tiene que situarse, si entre la sistémica, la cibernética, la sociología,…
Para estudiar la empresa decir que es un sistema es decir bien poca cosa. Es poco más que decir que es una entidad
Las finalidades de las empresas.
Me parece muy importante reconsiderar y regenerar las sanas finalidades de las empresas. Hubo un tiempo en que se trató de producir más y mejor. Los más altos dirigentes procedían del sector técnico. Después se trató de vender, diseñar nuevos productos innovadores y conquistar mercados. Los hombres de marketing subían al poder. Ahora el centro de gravedad se ha desplazado hacia las finanzas. El objetivo es maximizar el valor bursátil, y para ello se forman conglomerados no necesariamente homogéneos de empresas a las que se compra, con tal de obtener rendimientos record.
Cambio de paradigma
Rectificar las finalidades e inmediatamente ver las maneras de alcanzarlas.
Para ello, consideramos frente a frente:
1) Por un lado la eficacia mecánica, tayloriana, del (mal) llamado management científico, que tiende a contemplar la empresa como un sistema de entradas (materias, energía, trabajo humano, dinero), y salidas (bienes y productos). El todo es una mecánica de relojería compleja y el buen dirigente es el que sabe hacer funcionar de manera óptima el sistema de entradas y salidas.
2) Y por otro lado se puede ver la empresa como un sistema biosocial. Que no niega necesariamente la realidad mecánica ni la eficacia mecánica subyacentes. Pero que no reduce la empresa a eso. Al contrario, integra todo lo posible las vidas de los empleados en su diversidad de planes, su desarrollo personal y sus legítimas aspiraciones. La empresa es cosa de todos, cada uno en su lugar.
Algunas ideas concretas
La economía entera debiera orientarse a la producción real de bienes y servicios auténticos.
Insistir en la producción interna de los países, orientándolos más a la autosuficiencia y a minorar la dependencia de las importaciones. Por ejemplo resucitando la agricultura.
Ya que la empresa es cosa de todos los que trabajan en ella, el empleado no es como una pieza de coche que se quita y se pone. Si alguien tiene que ser despedido, no es como quien se corta el pelo sino que se arranca una muela.
Comprometer personalmente a los empleados en la gestión, con organigramas nuevos. Organigramas que privilegien la horizontalidad contra los arcaicos sistemas piramidales de poder.
Correlativamente, las estructuras organizacionales del trabajo se basarán más en los grupos constituidos en torno a los proyectos y menos en la antigua fragmentación de las funciones por divisiones (comercial, producción, ingeniería, finanzas, etc.).
Pero para ello es necesario desplazar las finanzas de su rol principal y exclusivo como lo es ahora en la filosofía, en la política y en la práctica de la empresa.
Esos rasgos, algo abstractos, pero importantes prefiguran la nueva empresa ideal de la pos crisis.
Verdad es que cuando el fuego se declara en una sala de teatro, solamente el orden más estricto en la evacuación de las personas permitirá salvar las vidas.. Pero el orden rígido impuesto es transitorio y debe ser circunscrito en el tiempo.
Hay que tenerlo en cuenta también en la grave circunstancia presente. Dada la situación de crisis, como cuando hay una emergencia, se aplica momentáneamente el paradigma del incendio.
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La empresa ha asegurado, y asegura hoy, el pan y el trabajo al precio de un sacrificio más o menos grande de la libertad y el tiempo individuales. Ahora las nuevas circunstancias empujarán a vender más aún de esa libertad para tener pan y trabajo. Dispuestos a lo que sea con tal de tener cubiertas las necesidades básicas de la familia.
Con todo ello, ¿va a emerger de la crisis una nueva empresa? ¿Hay razones para pensarlo? ¿Estaríamos frente a una ruptura de civilización? O ¿ese tipo de discurso es pura grandilocuencia y palabrería exagerada?
Democratización contra eficacia
Nadie se atrevería hoy a declararse abiertamente contra la tendencia histórica de i[democratización creciente ] que se constata en la política desde la Revolución francesa. Sin embargo en la gestión de las empresas, por razones de eficacia económica, se preservan y hasta tienden a reforzarse ciertas estructuras de gobierno que son claramente dominadoras y pre-revolucionarias.
El factor eficacia ha constituido durante la segunda mitad del siglo XX una utopía de la racionalidad, un orden científico pre-construido, para gobernar la acción colectiva y en particular la acción empresarial. A ese orden y esa optimización tendían algunas disciplinas como la Investigación Operativa y la ciencia empresarial. (Me refiero por ejemplo a Taylor o a Fayol y a las ya más recientes Teorías de la Organización).
Totalmente en el lado opuesto, la democratización resulta de la aspiración radical del hombre a conquistar su libertad y autonomía. A eso se orienta la ecología humana. El hombre quiere construir su vida y no que se la hagan, que no se la impongan, ni se adueñen de ella por un plato de lentejas. Pero quizás sea eso un imposible sueño prometeico. Un sueño de auto-realización y dominio de su propia vida que en definitiva y muy concretamente es poder disponer del tiempo que es lo único que tiene cada ser humano. No tener que dejar su autonomía por las mañanas a la puerta del trabajo para no recuperarla hasta la tarde. Salir de formas más o menos edulcoradas de esclavitud en el trabajo de la empresa, esa es la aspiración democrática.
Durante estos últimos años, al menos en el discurso oficial español, se ha venido reivindicado la libertad. Pero, hay que preguntarse tristemente, ¿qué queda hoy en plena crisis a la vuelta de tan altas aspiraciones, sino las ruinas polvorientas de los castillos en el aire y sueños frustrados?
En resumen. La situación es que en este momento, en la profunda crisis sistémica que atravesamos, nos vemos atrapados en tenaza por el dilema de democratización contra eficacia.
¿Podemos ofrecer unos atisbos, de lo que debe ser la empresa nueva?
La situación hoy
Existen hoy presiones internas en el seno de la empresa para modificarla, pero se dan ante todo presiones externas. Cambios indispensables de la filosofía política, valores nuevos que hay que sembrar, y problemas concretísimos que somos incapaces de resolver con las estructuras y finalidades actuales. (Como la maximización exclusiva del valor en Bolsa de la empresa).
Me parece importante marcar al menos unos parámetros esenciales entre los que la empresa nueva ha de moverse.
Plano teórico
No se trata de dar recetas, entre otras cosas porque en esta pandemia cada enfermo, cada tipo de empresa, necesita una terapia que le sea propia. Se trata de recordar un par de orientaciones generales para los responsables de gestión.
Hablando en el plano teórico el discurso abstracto sobre la empresa es difícil de alojar y de señale en qué dominio del saber tiene que situarse, si entre la sistémica, la cibernética, la sociología,…
Para estudiar la empresa decir que es un sistema es decir bien poca cosa. Es poco más que decir que es una entidad
Las finalidades de las empresas.
Me parece muy importante reconsiderar y regenerar las sanas finalidades de las empresas. Hubo un tiempo en que se trató de producir más y mejor. Los más altos dirigentes procedían del sector técnico. Después se trató de vender, diseñar nuevos productos innovadores y conquistar mercados. Los hombres de marketing subían al poder. Ahora el centro de gravedad se ha desplazado hacia las finanzas. El objetivo es maximizar el valor bursátil, y para ello se forman conglomerados no necesariamente homogéneos de empresas a las que se compra, con tal de obtener rendimientos record.
Cambio de paradigma
Rectificar las finalidades e inmediatamente ver las maneras de alcanzarlas.
Para ello, consideramos frente a frente:
1) Por un lado la eficacia mecánica, tayloriana, del (mal) llamado management científico, que tiende a contemplar la empresa como un sistema de entradas (materias, energía, trabajo humano, dinero), y salidas (bienes y productos). El todo es una mecánica de relojería compleja y el buen dirigente es el que sabe hacer funcionar de manera óptima el sistema de entradas y salidas.
2) Y por otro lado se puede ver la empresa como un sistema biosocial. Que no niega necesariamente la realidad mecánica ni la eficacia mecánica subyacentes. Pero que no reduce la empresa a eso. Al contrario, integra todo lo posible las vidas de los empleados en su diversidad de planes, su desarrollo personal y sus legítimas aspiraciones. La empresa es cosa de todos, cada uno en su lugar.
Algunas ideas concretas
La economía entera debiera orientarse a la producción real de bienes y servicios auténticos.
Insistir en la producción interna de los países, orientándolos más a la autosuficiencia y a minorar la dependencia de las importaciones. Por ejemplo resucitando la agricultura.
Ya que la empresa es cosa de todos los que trabajan en ella, el empleado no es como una pieza de coche que se quita y se pone. Si alguien tiene que ser despedido, no es como quien se corta el pelo sino que se arranca una muela.
Comprometer personalmente a los empleados en la gestión, con organigramas nuevos. Organigramas que privilegien la horizontalidad contra los arcaicos sistemas piramidales de poder.
Correlativamente, las estructuras organizacionales del trabajo se basarán más en los grupos constituidos en torno a los proyectos y menos en la antigua fragmentación de las funciones por divisiones (comercial, producción, ingeniería, finanzas, etc.).
Pero para ello es necesario desplazar las finanzas de su rol principal y exclusivo como lo es ahora en la filosofía, en la política y en la práctica de la empresa.
Esos rasgos, algo abstractos, pero importantes prefiguran la nueva empresa ideal de la pos crisis.
Verdad es que cuando el fuego se declara en una sala de teatro, solamente el orden más estricto en la evacuación de las personas permitirá salvar las vidas.. Pero el orden rígido impuesto es transitorio y debe ser circunscrito en el tiempo.
Hay que tenerlo en cuenta también en la grave circunstancia presente. Dada la situación de crisis, como cuando hay una emergencia, se aplica momentáneamente el paradigma del incendio.
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Blas Lara
Lunes, 5 de Diciembre 2011 - 21:47
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Editado por
Blas Lara
Actividades profesionales ejercidas: Catedrático de la universidad de Lausanne, Jefe del departamento de Informática, Investigación Operativa y Estadística de Nestlé (Vevey). Libros principales: The boundaries of Machine Intelligence; La decisión, un problema contemporáneo; Negociar y gestionar conflictos.
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