NEGOCIACIÓN: Blas Lara

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En situaciones concretas y con miembros de la familia, con los amigos, en los negocios, ¿qué actitud de principio mantener? ¿La del perdón, la bondad, la empatía, o la de la firmeza y el despliegue del poder y la fuerza de que se disponga?



Argumento práctico en favor de la estrategia de la bondad: Más se consigue con una gota de miel que con un barril de hiel.
Argumento más metafísico en favor de la estrategia del poder: La ineluctable e inmisericorde ley de lucha en la vida. Como decía Nietzsche haciendo la apología de poder: “Cada vez que encuentro la vida encuentro una voluntad de poder”.
Por convicciones personales, algunos intentamos mantener unas actitudes de principio en nuestras relaciones con los demás. Pero no siempre es fácil ser consecuente con nuestras normas de vida. ¿Pueden tener valor absoluto esas normas?

EFICACIA VERSUS ETICA
¿Qué es más eficaz en las relaciones entre personas, la empatía o la fuerza del poder?
Se dirá con razón: la eficacia es una cosa, la ética otra.
Conocemos personas para las que sola la eficacia cuenta, y hasta puede que nos hayamos cruzado con alguna que otra rara avis para quien de verdad, y no de palabra, sola la ética cuenta.
La pregunta de hoy es si tiene sentido asumir una regla general de vida.
Una tal actitud - de hecho una metaestrategia - es la del Sermón de la Montaña, el mensaje cristiano del amor universal. No el ojo por ojo y el diente por diente, sino ofrecer la otra mejilla al que da una bofetada.
¿La empatía puede ser regla de vida? En nuestro tiempo hemos elevado al estatuto de héroes de ejemplaridad universal a personas como Gandhi, o la Madre Teresa.
En el plano de la teoría, pocos admitirían el poder como regla general de comportamiento. Porque nadie va a considerar como universalmente ejemplares a hombres que han ejercitado el poder como Napoleón, y menos aún a Hitler o a Stalin. Ni siquiera a Henry Ford. Pero cunde mucha hipocresía. Detrás de muchas ventanillas, debajo de muchas togas, uniformes y batas blancas, laten dictadorzuelos en potencia que usan cuanto pueden su particular parcela de poder.

Las formas bastardas del amor
La tan luminosa y limpia noción de amor cristiano y de bondad es como el cristal. Se empaña fácilmente.
No se la debe confundir con las actitudes de paños calientes blanduchas o paternalistas.
La bondad no debe ser un fácil camuflaje para la cobardía. Hay gente que no son malos, porque serlo no está a su alcance. Se necesita un cierto grado de inteligencia y de coraje para jugar a la larga el papel del duro.
La bondad puede también ser un tapujo para la pereza. Una forma barata de no comprometerse con la vida.
(Una curiosidad lingüística: la palabra “pánfilo”, viene del griego “pan” y “filos”, es decir, el que quiere a todo el mundo. La sabiduría popular la ha hecho deslizar semánticamente hasta significar “ el bondadoso bobo”).
Es absolutamente importante dejar bien claro que esas formas bastardas de bondad mal comprendida no permiten avanzar en la vida.
Estoy pensando en el lema americano: “Getting things done”, que las cosas lleguen a hacerse. Cualquiera que haya ejercido responsabilidades en la empresa o en las instituciones públicas, verá de lo que hablo. Una persona responsable no puede permitirse, ni permitir a otros, ni debilidades ni desidia, si se han alcanzar los cometidos razonables en la sociedad y en la empresa. Y hasta en el seno mismo de la familia.
Repetiré yo aquí, como tantos otros, la manoseada cita de Heráclito: “La guerra es el padre de todas cosas “. La creación de nuevas realidades económicas y empresariales requiere espíritu de lucha.
Pero también es cierto que sería impensable una sociedad humana convertida en una jauría de lobos. Como también es éticamente inadmisible la figura de unos pocos lobos en medio de un rebaño de corderos mansos, pasivos o adormilados. Figura que se acerca bastante a la realidad.

Distinguiendo

Bondad y poder, ¿son siempre compaginables en la práctica? ¿Pueden darse juntos en las relaciones entre personas?
Habrá quien responda: en unas circunstancias lo adecuado es la bondad y en otras la fuerza.
Quizás haya que considerar por un lado las negociaciones comerciales o políticas, y por otro las interacciones personales en el círculo familiar y social.
Y habrá tal vez que distinguir también entre la moral del individuo y la moral de las colectividades.

Conclusiones provisionales

• Adoptar como posición de vida la ley cristiana del amor es claramente no pertinente en determinadas ocasiones. Por ejemplo, ante el malintencionado, ante la persona de mala fe. Entonces no sirve el clavel contra el fusil.
• El panorama interior de las empresas y sus redes de relaciones entre colaboradores, nunca han sido tan degradadas y tan tensas como lo son hoy. Muchos piensan que es efecto de la ley de la fuerza predicada por las Escuelas de Business Administration americanas y difundida en la empresa por los consultores del mismo origen.
• Un cierto grado de altruismo es necesario hasta en la empresa, aunque solo sea para facilitar la fluidez de las relaciones, fluidez necesaria para una eficaz colaboración entre empleados.
• En otro plano más radical. Ya se sabe que el amor desinteresado de los padres a los hijos es una precondición indispensable para la continuación de la vida. Para que el planeta tierra siga girando en torno a sí mismo.

Por consiguiente …

• No se puede preconizar o prescribir el amor o la fuerza como reglas de vida universales y con valor absoluto para todo el mundo.
• Nadie tiene derecho a ejercer el poder sin cortapisas. Por el contrario, cada uno tiene derecho a optar por la generosidad sin medida - la más alta elegancia del espíritu- sin que por ello se le tache de imbécil.
• El término empatía me parece más adecuado que el de bondad o amor, porque estos últimos están contaminados.
• La noción de empatía puede más fácilmente entrar en coalición con la de energía, sustituto menos nietzscheano y noción más suave que la de ejercicio del poder.

ELEGANCIA Y JUEGO LIMPIO

Yo estoy por el fair play inglés. Es también una actitud general ante los demás, como la del amor cristiano o la del ejercicio deshinbido del poder. No es un concepto tan radical. Es una posición más moderada, más realista. El “fair play o juego limpio” es un concepto deportivo de la vida en la sociedad. Una forma de aristocracia del espíritu.
El juego limpio excluye la malicia. Pero acepta la obligada competencia al mismo tiempo que exige el respeto a las reglas del juego. Ganar a otro según las reglas es legítimo, incluso en boxeo. Aunque los golpes no sean precisamente manifestaciones de bondad. Pero aplastar sin misericordia al enemigo es “disgusting”, inelegante y por consiguiente inaceptable.
¿Cómo podría alguien no estar de acuerdo con esta noción de juego limpio? Argumentarían algunos que la vida no es un juego. Precisamente lo es en última instancia. La idea de juego conlleva un concepto metafísico de la existencia. Una suerte de cinismo, una relativización de los valores efímeros. Implica un sabio distanciamiento de las cosas, que además es tan útil para jugar racionalmente, sin dejarse llevar por emocionalidades malsanas y contraproductivas para obtener resultados.
El fair play no es incompatible con la empatía. Se compite mientras se juega, pero hay cosas tan serias como la dignidad, el dolor y la miseria de los demás con las que no se puede jugar.
La elegancia espiritual de jugar siempre limpio puede ser un ideal de vida. No tan extremista o utópico como la bondad universal o la lucha sin límites por el poder. Es más moderado, más realista. Más inglés también. Y es que nosotros, los europeos del sur, fácilmente nos revestimos de coraza y casco, y empuñamos la lanza quijotesca para defender las grandes nociones abstractas de justicia, amor del prójimo y caridad. Pero no nos engañemos. Esas sublimes actitudes las guardamos sobre todo para la teoría. Porque los criterios que gobiernan nuestra práctica del cada día no son tan gloriosos. De ahí una esquizofrenia radical en la estructura mental del homo ibericus. Me quedo con un modesto fair play, definitivamente, aunque sea british.



Blas Lara Martes, 6 de Julio 2010 - 19:06



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Blas Lara
Blas Lara
Actividades profesionales ejercidas: Catedrático de la universidad de Lausanne, Jefe del departamento de Informática, Investigación Operativa y Estadística de Nestlé (Vevey). Libros principales: The boundaries of Machine Intelligence; La decisión, un problema contemporáneo; Negociar y gestionar conflictos.

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