MARKETING: Javier Barranco

En el artículo anterior analizábamos, desde la óptica del Marketing Político, la responsabilidad que tienen los partidos y la clase política, en general, en el creciente desprestigio del actual sistema político y en el descontento que se está generando en grandes estratos de la población, en especial en los más formados.

En éste vamos a tratar del programa electoral, es decir de ese contrato social que acuerdan cumplir los candidatos con sus votantes. Debería ser uno de los pilares del Marketing Electoral, en especial en el tiempo que dura la Campaña, ya que en él se recogen las bases doctrinales del partido y el plan de actuación de éste, en caso de ganar los comicios.

A diferencia de los mítines, entrevistas u otro tipo de eventos que se difuminan en el tiempo, los programas, al reflejar, por escrito, la visión que las organizaciones políticas tienen acerca de las necesidades y deseos de los ciudadanos, se constituyen en testigos silenciosos de lo que se prometió y de lo que no se cumplió.

Por eso el programa sigue siendo fundamental. Lo que ha cambiado es el interés de los potenciales votantes acerca de él; o mejor dicho, lo que se ha incrementado es la pereza mental de los mismos a leerlos, ya que los ciudadanos, gracias a los nuevos canales de Comunicación, nos hemos acostumbrado a los medios audiovisuales; estamos en una Sociedad Audiovisual y la consecuencia es que sólo prestamos atención a lo que nos entra por nuestros ojos y nuestros oídos. Esto explica la prevalencia del voto emocional frente al racional.


2.- Los Programas Electorales

Uno de los elementos que, históricamente, más importancia han tenido en las campañas electorales han sido los programas políticos. Los partidos dedicaban, y dedican, bastante tiempo y recursos a la confección de unos programas en los que, en teoría, se recoge la esencia del partido y lo que éste va a desarrollar en el período de gobierno, si es que gana las elecciones.

El programa electoral supone bastante más que unas simples propuestas electorales, ya que, además, incorpora las metas que se pretenden lograr, así como la responsabilidad ante la Sociedad que partidos y clase política asumen en su consecución.


Sin embargo, la realidad actual es muy distinta. Una causa importante es la pereza mental e intelectual que domina a las masas de todos los países desarrollados. Las TICs nos han facilitado tanto la vida que preferimos los canales audiovisuales que nos insuflan la información por los ojos y los oídos, como por ósmosis, que esforzarnos en leer varias páginas de buenas intenciones electorales.

Otra razón de peso es que la mayoría de los programas son irreales y carentes de contenidos serios como para tomarlos en consideración. Esto es lo que ha originado el que, ahora, sean vistos como elementos secundarios de las tramoyas de las campañas, como simples trámites que la parafernalia electoral obliga a cumplir aunque todo el mundo los infravalore y los consideren material publicitario desechable.

Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que, a nivel de la Comunicación, la gente valora mucho más lo visual que lo intelectual. Nos hemos acostumbrado a ver y a oír disquisiciones sin esforzarnos en entenderlas.

Esto, llevado al plano del Marketing Electoral, implica que es necesario considerar, en la campaña, esta pereza del votante potencial; el atrofio, diría, de su capacidad de análisis, tan importante para la decisión correcta de su opción política. La conclusión de todo esto es que votamos de forma, eminentemente, emocional.

Hoy en día tiene más importancia una buena campaña de Comunicación audiovisual que un buen programa electoral que, como consecuencia de la imperante crisis de las ideologías, ha dejado de ser una guía de la gestión a realizar para convertirse, como mucho, en una pauta indicativa de algo que se cumplirá sólo parcialmente.

Parte de la culpa de esto la tienen, una vez más, los partidos y los candidatos puesto que no les preocupa que el programa electoral no se cumpla, cuando ya han sido elegidos. Es fácil encontrar disculpas: la falta de recursos económicos, como consecuencia de la crisis, o la malísima situación en la que dejaron las arcas públicas sus predecesores que, siempre, es peor de lo que imaginaban.

Recordemos la conocida frase del difunto alcalde de Madrid, Tierno Galván, cuando afirmaba que “los programas electorales se hacen para no cumplirlos”. Hoy, esta sentencia parece que ha sido asumida por la generalidad de las organizaciones políticas, con la ventaja, para ellas, de que el sistema nos obliga a esperar otros cuatro años para exigirles las correspondientes responsabilidades.



Martes, 17 de Mayo 2011 Javier Barranco Saiz
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Redactado por Javier Barranco Saiz el Martes, 17 de Mayo 2011 a las 19:32


Editado por
Javier Barranco Saiz
Javier Barranco Saiz
Licenciado en Ciencias Físicas y en Gestión Comercial y Marketing (ESIC), Javier Barranco Saiz es asimismo Master en Recursos Humanos (Instituto de Empresa). Su trayectoria profesional ha transcurrido en Orgemer Consultoría como Jefe de Investigación de Mercados y en el Grupo Telefónica como responsable en las siguientes áreas: División de Informática (Servicio de Marketing), Recursos Humanos (Estudios, Selección de Personal, Organización y Planificación), Relaciones Institucionales (Gestión Económica) y Fundación Telefónica (Gestión Económica, Marketing Social,Proyectos Sociales y Culturales,Voluntariado Empresarial). Actualmente Javier Barranco es Socio Director de Abalon Consultoría de Marketing. Ha sido profesor en los MBAs de Marketing y Recursos Humanos del Instituto de Empresa y de la Escuela Superior de Estudios de Marketing, ESEM. Ha publicado en Ediciones Pirámide, Grupo Anaya, los siguientes libros:"Tecnicas de Marketing Político","Planificación Estratégica de Recursos Humanos","Marketing Interno","Marketing Político"(2ª Edición) y "Marketing Social Corporativo". Además ha publicado artículos en" Capital Humano","Marketing y Ventas para Directivos","Revista T". Es asimismo miembro de de AEDEMO (Asociación Española de Estudios de Mercado, Marketing y Opinión) y de AEDIPE (Asociación Española de Dirección y Desarrollo de Personas).

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