Bitácora
Innovar socialmente es transformar nuestras maneras de ver y hacer para producir un cambio profundo en nuestras prácticas sociales y culturales. Un camino donde se construyen nuevos espacios y valores. Y a veces, un modo de sanar las heridas de la sociedad. Esto ocurrió el pasado domingo en el centro de Valencia con Zapatos Rojos. Una acción que nació en 2009 en la Ciudad de Juárez (México) de la mano de la artista Elina Chauvet, con 33 pares de zapatos donados para visualizar los crímenes y desapariciones de mujeres en la zona. Un llamado a una poderosa innovación social para erradicar el feminicidio.
La artista Elina Chauvet decidió canalizar el sufrimiento ante la muerte de su hermana –asesinada por su pareja en Chiapas- a través de la pintura primero y poco después a través de Zapatos Rojos. Una exposición llevada a cabo por primera vez en Ciudad Juárez el 20 de agosto del año 2009 con 33 pares de zapatos donados por mujeres del lugar, muchas de ellas familiares de mujeres desaparecidas y víctimas de violencia de género. El proyecto se convirtió en una instalación itinerante abriendo un espacio de catarsis para un dolor compartido en muchos lugares del mundo, recorriendo varias ciudades de México y otros países, como Argentina, Italia, Reino Unido, Canadá y España.
El juego
'Abrí los ojos y miré el reloj colocado encima de la mesita, las tres de la mañana y aún no había vuelto. De repente, un estruendo sonó en la habitación de al lado donde dormían los niños. Pensé lo peor. ¿Y si había llegado? ¿Y si había vuelto a beber? ¿Y si esta vez no le bastaba con pagarla conmigo?
Él me quería. Me quiere desde hace ya seis años, pero, se había vuelto difícil convivir con alguien tan torpe como yo. Soy un despiste y lo hago todo mal. Es un milagro que me soporte.
Mis pensamientos se acallaron de golpe, cuando oí a Marta llorar. Mi respiración se fue acelerando, no le iba a permitir que les hiciera daño a ellos. Sin pensarlo, cogí lo primero que pasó por mi vista: el trofeo de tenis de mi marido. Me dirigí cargada de impotencia a la habitación, dispuesta a todo cuando abriese la puerta.
Agarré el pomo y cuando mi vista inspeccionó la habitación, Marta estaba con mis zapatos rojos y los labios pintados en una esquina de la habitación y Alejandro pegándole con un estuche. Me abalance sobre ella, recibiendo yo el golpe en el antebrazo.
-¿Por qué pegas a tu hermana? ¿Qué hacéis? - Marta levantó la cabeza desde mi pecho y se limpió las lágrimas con la manga del pijama; a la vez que, con los zapatos nueve tallas más grandes, andaba hacia su hermano.
-Solo estábamos jugando...
-¿A qué?
-A mamás y papás'.