El éxito de la innovación colaborativa y la buena salud de los ecosistemas de innovación dependen de marcos de actuación que favorezcan el encuentro entre sus múltiples actores. El pasado 21 de noviembre el Ayuntamiento de Valencia promovió la firma del Pacto Local por la Innovación, renovando el compromiso adquirido en un pacto anterior. ¿La principal diferencia? La inclusión de la sociedad civil junto a otros actores del eco-sistema de innovación y el énfasis en la innovación social como una poderosa herramienta de transformación social.
Cartel frente a la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia invitando a la participación ciudadana
El Pacto Local por la Innovación fue mucho más allá de sellar la voluntad de cooperación en el todavía fragmentado ecosistema valenciano de innovación: dio protagonismo a la sociedad civil. El documento renovaba el compromiso de otro pacto firmado en 2012 dando cuenta de los últimos cambios y asumiendo el propósito de convertir a Valencia 'en un referente de ciudad sostenible, equitativa, integradora, accesible y culturalmente activa'. ¿Está este pacto alineado con los cambios que vienen produciéndose y las aspiraciones de los diferentes sectores en materia de innovación?
Hablando de futuribles: Valencia como un gran laboratorio urbano de innovación social
Aunque la propuesta gubernamental puso en el centro la innovación en sentido amplio, mostró una clara orientación hacia la innovación social, incluyendo cambios en los programas, agencias e instituciones. El principal objetivo: fortalecer el ecosistema innovador valenciano con una mayor implicación ciudadana, transformando las relaciones y las prácticas sociales hacia una gobernanza más participativa. Un marco de actuación que aúna la concepción de smart city con tecnologías orientadas a la resolución de las necesidades sociales y la inclusión social. En palabras del alcalde Joan Ribó, se trata de ‘innovar, crear, desarrollar, poner los frutos de la inteligencia, del trabajo, del conocimiento, en beneficio de las personas, contando con ellas, buscando su participación y su implicación con la incorporación de las entidades que representan a la sociedad civil’.
En el encuentro previo a la firma varios ponentes fueron mostrando diferentes enfoques de la innovación con una característica común: la referencia a la innovación social o la tecnología pensada desde la necesidad de generar un impacto social y mejorar la vida de la gente. Se plantearon cuestiones sobre cómo implementar y favorecer cambios en las prácticas sociales desde las instituciones públicas que realmente den respuesta a las prioridades del territorio o cómo ‘replicar’ buenas prácticas adaptadas a los contextos específicos de Valencia.
Se comentaron ejemplos de cómo ‘producir’ innovación social y de empresas sociales en muchos campos (muchos de ellos de la ciudad de Barcelona). Se habló sobre el papel de las tecnologías blandas para mejorar las relaciones y los procesos colaborativos y de los laboratorios ciudadanos y de las dinámicas sociales mediadas por las TIC, del ‘empowering everyone to innovate’ presente en los Catlabs y la red europea de living –labs ENoLL (European Network of Living-Labs ) y también de inversión y recursos financieros, como Quadruple Helix Cohesion Funds 2014-2020 y las estrategias regionales de I+D e innovación anivel euroepo (Research and Innovation Strategies for Smart Specialisation ). La tarde contó con un vibrante debate entre los representantes de los diferentes sectores en cuatro grupos de trabajo sobre los bloques temáticos: movilidad urbana, energía, agroalimentación, salud y cultura.
¿Será Valencia un Silicon Valley social?
¿Será Valencia un Silicon Valley social?
En la lucha cotidiana por la supervivencia, el virus del emprendimiento se está expandiendo y el pesimismo de la crisis –aún palpable en una geografía de calles con negocios cerrados- está siendo reemplazado por el optimismo y la búsqueda de oportunidades.
Valencia se sumó a la competición por un puesto en los rankings de ciudades más innovadoras, principalmente gracias al esfuerzo del tejido empresarial y del ámbito investigador y académico que le permitió obtener en 2011 el distintivo de Ciudad de la Ciencia y la Innovación del Ministerio de Ciencia e Innovación. En poco más de cinco años a las instituciones existentes se han sumado agendas y programas de nuevas organizaciones invitando a ejercicios de creatividad e innovación colectivas, como la Fundación Inndea y la Comunidad VITemprende , encuentros en Las Naves , creación de aceleradoras de start-ups como BBooster ,
Plug&Play, Momentum.do (ahora renombrada como Demiunstartups) o Socialnest , la gigantesca Lanzadera en el puerto que aspira a ser un gran polo de emprendimiento en el Mediterráneo, la estratégica apertura en pleno centro peatonal de Valencialab de Florida Universitaria o del Berklee Valencia Campus en el corazón de la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
Espacios albergando aulas de emprendimiento e incubadoras de ideas han ido apareciendo en formas auto-organizadas y también en zonas neurálgicas de generación de conocimiento científico y tecnológico, especialmente en las universidades públicas valencianas. La colaboración se ha hecho patente en proyectos como el Valencia International Campus of Excellence , donde formo parte del Microcluster de Excelencia Diseño, Fabricación y Comercio de Productos Sostenibles ...aunque no participé en ningún proyecto. Las infraestructuras de universidades y centros de investigación van siendo cada vez más flexibles ante las nuevas exigencias del emprendimiento y la innovación colaborativa.
Algunos cambios en la city valenciana son muy evidentes, otros pasan más desapercibidos. Lo noté, por ejemplo, cuando una vecina que paseaba a su perro me preguntó por qué se veía entrar y salir tanta gente de un espacio de co-working al lado de su casa. Como ella, me sorprende la aparición de nuevos espacios que son ‘caldo de cultivo’ de la innovación... no sólo en el centro sino en los barrios. Es común ver a alguien buscando el cartelito que dice 'wifi' en la puerta de un bar o presenciar animadas reuniones de trabajo con el consabido despliegue de ordenadores portátiles y tablets en torno a humeantes tazas de café.
Términos inusuales y hasta inexistentes un par de décadas atrás se mezclan a otros habituales en círculos especializados y pasan a la jerga popular. En restaurantes y peluquerías conversamos sobre coaching para emprendedores y las características de un buen CEO y ya no suena tan raro oir palabras como capital riesgo e inversión, crowdfunding, business angel o hasta en la verduleria alguien nos comenta qué es esto de hacer dropshipping.
Algunas voces críticas hablan de una 'burbuja de start-ups', pero tal como mostró Javier Megias, CEO de Startupexplore en el reciente Congreso Nacional de Business Angels , el hub de Valencia destaca por su rápido crecimiento y ocupa el tercer puesto luego de Madrid y Barcelona. Sin embargo, es importante señalar que la movida 'start-upera' a veces dista de estar orientada a la innovación social. En este sentido el mapa de innovación valenciano se completa con otra transformación importante, la producida por los movimientos 'underground' de la ciudad, los de la economía colaborativa, social y cultural que están cambiando su fisonomía de la ciudad, como puede apreciarse en los barrios de Rusafa, Benimaclet, entre otros, o las recientes ediciones del foro de innovación social. Se trata muchas veces de innovaciones ocultas, con impacto a nivel local, que pugnan por ganar visibilidad pero que indudablemente están acelerando el pulso de la innovación social, cultural y produciendo cambios institucionales. Son laboratorios impulsados por el talento de la gente donde también hay tecnología y conexiones entre lo local y lo global... pero con menor obsesión por la escalabilidado o el alcanzar un buen ROI. Más bien la escalabilidad a veces representa un problema desde el punto de vista de la gestión, como en el caso de las redes de cooperativas de consumo.
Recordé un artículo donde el vicepresidente de la Fundación de los Premios Jaume I, Vicente Boluda, hacía un llamamiento a 'toda la sociedad' para que 'se tomara más en serio el compromiso con el mundo de la ciencia, la investigación y la empresa'. El empresario recalcaba que en España en general y en la Comunitat Valenciana en particular 'somos expertos en buscar elementos de separación que no hacen más que debilitarnos'. Hoy por hoy Valencia está apostando por la innovación colaborativa, en un contexto en el que España se sitúa en la posición 19 de la lista de países innovadores de acuerdo al último European Innovation Scoreboard 2016 , bajando lugares respecto a años anteriores, detrás de Portugal y Malta. Un zapping por las distintas sedes que participaron del mega--evento Global iMasT puso de manifiesto las diferentes formas de pensar y los obstáculos existentes para la innovación cross-sectorial, llegando a plantear la necesidad de un Pacto de Estado para impulsar y articular la innovación en España.
Sabemos que los pactos pueden acabar vacíos de contenido si no se hacen tangibles en la práctica. Asimismo, somos conscientes de que el conocimiento científico es indispensable, pero por sí solo no puede informar el proceso de resolución de problemas complejos, con fuertes elementos de incertidumbre y contextualidad. Es necesario un proceso de negociación donde el conocimiento sea resultado de la 'generación colectiva de sentido' entre todos los sectores.
Valencia, como todas las ciudades, se construye, construye y es construida en una compleja dinámica entre planificación y acción donde sus habitantes somos co-autores voluntarios o involuntarios. Este Pacto brinda la oportunidad de dialogar e innovar colaborativamente, pero el resultado dependerá del grado en que se generen espacios de encuentro y se superen las actuales fragmentaciones entre los sectores público, privado y sociedad civil, entre la falsa dicotomía de 'lo tecnológico versus lo social'. De nosotros depende que desempeñemos el papel de testigos indiferentes, invitados y observadores de paso, participantes más o menos activos o co-creadores de nuevas realidades. Y quizás, ¿por qué no? De hacer posible un Silicon Valley social.
Valencia se sumó a la competición por un puesto en los rankings de ciudades más innovadoras, principalmente gracias al esfuerzo del tejido empresarial y del ámbito investigador y académico que le permitió obtener en 2011 el distintivo de Ciudad de la Ciencia y la Innovación del Ministerio de Ciencia e Innovación. En poco más de cinco años a las instituciones existentes se han sumado agendas y programas de nuevas organizaciones invitando a ejercicios de creatividad e innovación colectivas, como la Fundación Inndea y la Comunidad VITemprende , encuentros en Las Naves , creación de aceleradoras de start-ups como BBooster ,
Plug&Play, Momentum.do (ahora renombrada como Demiunstartups) o Socialnest , la gigantesca Lanzadera en el puerto que aspira a ser un gran polo de emprendimiento en el Mediterráneo, la estratégica apertura en pleno centro peatonal de Valencialab de Florida Universitaria o del Berklee Valencia Campus en el corazón de la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
Espacios albergando aulas de emprendimiento e incubadoras de ideas han ido apareciendo en formas auto-organizadas y también en zonas neurálgicas de generación de conocimiento científico y tecnológico, especialmente en las universidades públicas valencianas. La colaboración se ha hecho patente en proyectos como el Valencia International Campus of Excellence , donde formo parte del Microcluster de Excelencia Diseño, Fabricación y Comercio de Productos Sostenibles ...aunque no participé en ningún proyecto. Las infraestructuras de universidades y centros de investigación van siendo cada vez más flexibles ante las nuevas exigencias del emprendimiento y la innovación colaborativa.
Algunos cambios en la city valenciana son muy evidentes, otros pasan más desapercibidos. Lo noté, por ejemplo, cuando una vecina que paseaba a su perro me preguntó por qué se veía entrar y salir tanta gente de un espacio de co-working al lado de su casa. Como ella, me sorprende la aparición de nuevos espacios que son ‘caldo de cultivo’ de la innovación... no sólo en el centro sino en los barrios. Es común ver a alguien buscando el cartelito que dice 'wifi' en la puerta de un bar o presenciar animadas reuniones de trabajo con el consabido despliegue de ordenadores portátiles y tablets en torno a humeantes tazas de café.
Términos inusuales y hasta inexistentes un par de décadas atrás se mezclan a otros habituales en círculos especializados y pasan a la jerga popular. En restaurantes y peluquerías conversamos sobre coaching para emprendedores y las características de un buen CEO y ya no suena tan raro oir palabras como capital riesgo e inversión, crowdfunding, business angel o hasta en la verduleria alguien nos comenta qué es esto de hacer dropshipping.
No obstante, estos cambios responden a diferentes 'lógicas' y ‘movimientos’ en la ciudad, no siempre conectados ni dispuestos a formar parte de un mismo ecosistema de innovación.
Algunas voces críticas hablan de una 'burbuja de start-ups', pero tal como mostró Javier Megias, CEO de Startupexplore en el reciente Congreso Nacional de Business Angels , el hub de Valencia destaca por su rápido crecimiento y ocupa el tercer puesto luego de Madrid y Barcelona. Sin embargo, es importante señalar que la movida 'start-upera' a veces dista de estar orientada a la innovación social. En este sentido el mapa de innovación valenciano se completa con otra transformación importante, la producida por los movimientos 'underground' de la ciudad, los de la economía colaborativa, social y cultural que están cambiando su fisonomía de la ciudad, como puede apreciarse en los barrios de Rusafa, Benimaclet, entre otros, o las recientes ediciones del foro de innovación social. Se trata muchas veces de innovaciones ocultas, con impacto a nivel local, que pugnan por ganar visibilidad pero que indudablemente están acelerando el pulso de la innovación social, cultural y produciendo cambios institucionales. Son laboratorios impulsados por el talento de la gente donde también hay tecnología y conexiones entre lo local y lo global... pero con menor obsesión por la escalabilidado o el alcanzar un buen ROI. Más bien la escalabilidad a veces representa un problema desde el punto de vista de la gestión, como en el caso de las redes de cooperativas de consumo.
Recordé un artículo donde el vicepresidente de la Fundación de los Premios Jaume I, Vicente Boluda, hacía un llamamiento a 'toda la sociedad' para que 'se tomara más en serio el compromiso con el mundo de la ciencia, la investigación y la empresa'. El empresario recalcaba que en España en general y en la Comunitat Valenciana en particular 'somos expertos en buscar elementos de separación que no hacen más que debilitarnos'. Hoy por hoy Valencia está apostando por la innovación colaborativa, en un contexto en el que España se sitúa en la posición 19 de la lista de países innovadores de acuerdo al último European Innovation Scoreboard 2016 , bajando lugares respecto a años anteriores, detrás de Portugal y Malta. Un zapping por las distintas sedes que participaron del mega--evento Global iMasT puso de manifiesto las diferentes formas de pensar y los obstáculos existentes para la innovación cross-sectorial, llegando a plantear la necesidad de un Pacto de Estado para impulsar y articular la innovación en España.
Sabemos que los pactos pueden acabar vacíos de contenido si no se hacen tangibles en la práctica. Asimismo, somos conscientes de que el conocimiento científico es indispensable, pero por sí solo no puede informar el proceso de resolución de problemas complejos, con fuertes elementos de incertidumbre y contextualidad. Es necesario un proceso de negociación donde el conocimiento sea resultado de la 'generación colectiva de sentido' entre todos los sectores.
Valencia, como todas las ciudades, se construye, construye y es construida en una compleja dinámica entre planificación y acción donde sus habitantes somos co-autores voluntarios o involuntarios. Este Pacto brinda la oportunidad de dialogar e innovar colaborativamente, pero el resultado dependerá del grado en que se generen espacios de encuentro y se superen las actuales fragmentaciones entre los sectores público, privado y sociedad civil, entre la falsa dicotomía de 'lo tecnológico versus lo social'. De nosotros depende que desempeñemos el papel de testigos indiferentes, invitados y observadores de paso, participantes más o menos activos o co-creadores de nuevas realidades. Y quizás, ¿por qué no? De hacer posible un Silicon Valley social.
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Redactado por Mónica Edwards el Lunes, 28 de Noviembre 2016 a las 18:45
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Mónica Edwards
Mónica Edwards Schachter es investigadora, educadora, consultora, escritora y emprendedora, aunque prefiere definirse como una mujer apasionada por aprender y compartir proyectos para mejorar el mundo. Doctora Cum Laude por la Universidad de Valencia con la tesis doctoral ‘La atención a la situación del mundo en la educación científica’ (2003) y Especialista en Proyectos de Ingeniería e Innovación por la Universidad Politécnica de Valencia (2006). Es Ingeniera en Electrónica, Licenciada en Matemática y Física y posee Diplomas de pos-grado en Gestión del Conocimiento por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (México) y Planificación, Gestión y Evaluación de Proyectos Educativos (Universidad Nacional de Córdoba, Argentina). Con más de 20 años de experiencia en formación y consultoría, ha participado en más de 20 proyectos de investigación a nivel nacional e internacional. Es autora y co-autora de más de un centenar de publicaciones, entre libros, capítulos de libros y artículos en prestigiosas revistas científicas en temas de innovación tecnológica e innovación social, innovación colaborativa, empoderamiento, living-labs, innovación educativa, educación científica y desarrollo y evaluación de competencias, especialmente creatividad, innovación y emprendimiento. Ha recibido seis distinciones literarias en poesía y en 2004 le fue concedido el segundo premio en el Concurso de Ensayo Manuel Castillo (patronato Nord-Sud de la Universidad de Valencia) con la obra “Redes para la Paz”, publicado en 2007 por el Seminario Gallego de Educación para la Paz y la Fundación Cultura de Paz.
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