Hace más de una década que en un ensayo que titulé Redes para la paz hablaba de la construcción de culturas donde tuvieran cabida las diferentes percepciones y modos de vivir la paz, las diversas 'paces' y formas en que deseamos desarrollarnos. Imaginaba cómo ocurriría esa perentoria innovación social reclamada en 1972 por miembros del Club de Roma en el reporte Los Límites del Crecimiento para orientarnos hacia un desarrollo más humano, integral y sostenible. Intuía cómo podríamos transformar nuestras prácticas sociales, tejer esas redes de utopía, para crear esa eu-topia, un nuevo sitio para la humanidad. Me había preguntado, sin cavilar demasiado: '¿Se está gestando una nueva sociedad global, una reformulación civilizatoria, cuyos perfiles aún no alcanzamos a definir de un modo nítido? ¿Una sociedad en la que estamos tomando plena conciencia y un conocimiento más profundo de nuestra naturaleza y nuestro papel en la evolución de la vida?'
Re-leernos a veces significa reencontramos con la percepción y el estado emocional que acompañó el nacimiento de nuestras ideas y pensamientos en un momento dado. Esto me pasó al entreabrir un ensayo que escribí hace tiempo, Redes para la Paz, y repasar un subtítulo nombrando lo que consideraba imprescindible para crear culturas de paz: la ecuación emocional. Cómo superar las limitaciones de nuestra percepción, cómo generar sinergias entre pensamiento, nuestra ‘racionalización’ ante los hechos, emoción y acción. Entonces había escrito:
''Hoy he visto treinta y cinco crímenes contra la humanidad. Fue en la televisión, mientras desayunaba. En la pantalla las olas arrastraban con indiferencia una camisa desgarrada de frío, a pocos metros el cuerpo de un niño zigzagueaba en una danza mortal de agua y arena. No los pude contar, pero esta vez le creí a la periodista cuando dijo con un tono neutral: son 35. Luego sumó no se cuántas estadísticas pasadas y recordé que hay millones de posibles suicidas esperando. Esperando a las puertas de Europa, sobre un horizonte embravecido. Esperando por una ilusión que, en cierto modo, está vacía'.
¿Cuántas cosas han cambiado desde entonces en el contexto mundial y europeo?, ¿tienen hoy la misma validez esas tristes palabras? Recordé algunas reflexiones sobre nuestra pertenencia a La trama de la vida, ese maravilloso libro de Fritjof Capra, donde apuntaba la necesidad de superar la 'crisis de la percepción humana' y nuestras limitaciones para capturar la complejidad, interdependencia y dimensión global de los problemas a nivel planetario. Para Capra, esto ha sido ‘el gran shock para la ciencia del siglo xx’: constatar que los sistemas no pueden ser comprendidos sólo por medio del análisis’ sino sólo desde perspectivas holísticas, ‘un planteamiento sistémico donde las propiedades de las partes sólo se pueden comprender desde la organización del conjunto y el contexto en el que se sitúa’ desde sus interacciones y su evolución (Capra, p. 49). Este objetivo me había parecido muy nítido: bastaría con potenciar nuestra capacidad para desarrollar tal ‘visión sistémica’ u ‘holística’, reemplazando esa tendencia al estudio ‘sistemático’ en el que la mayoría de nosotros fuimos educados -o más bien instruidos-, centrado en el análisis, descripción, catalogación y jerarquización de contenidos.
Queda poca duda de los impresionantes avances experimentados en estas perspectivas sistémicas, así como en el reconocimiento generalizado de estar viviendo una etapa de transición de nuestros sistemas socio-técnicos limitada por una obligada sostenibilidad. ¿Ha sido suficiente para superar esta ‘crisis de la percepción’ a la que aludía Capra? La respuesta a esta pregunta no es simple y dista de ser clara.
Si nos focalizamos en el problema de los refugiados y la crisis migratoria, asistimos al desencuentro de diferentes percepciones. Viene a mi mente la imagen del pequeño Aylan Kurdi, cuya muerte el 2 de septiembre de 2015 constituyó un símbolo revulsivo para la conciencia de Europa. Me dio una especie de escalofrío leer aquel párrafo escrito allá por 2004, y enfrentarme a las emociones encontradas que hoy me suscitan titulares como La historia de Aylan, el niño que nunca conoció la paz y la polémica de Charlie Hebdo por una viñeta que dice ¿Qué hubiera sido del pequeño Aylan si hubiera crecido? Acosador de mujeres en Alemania. Los juicios en Alemania por los robos y ataques de Nochevieja en Colonia ya han comenzado. Llegué a enterarme de estos hechos a puro golpe de click, navegando como la mayoría de nosotros en las gigantescas olas de bits que nos llegan a cada instante. No imaginaba cuando escribí aquellas palabras con ser usuaria de facebook, instagram y twitter, entre muchas otras redes sociales.
Vivo conectada, incluso más por medio de mi Smartphone que a través de un ordenador, como una más de 3,2 mil millones de personas, según un estudio reciente. En la última década se ha venido produciendo un incremento de entre 200 y 300 millones de personas que se suman a esta supuesta gigantesca conversación global. Pero la percepción de esta gente, en la que me incluyo, no ha de ser la misma que la de los 4,1 mil millones de personas en el mundo que todavía no se conectan a Internet. Por otra parte, la apabullante inmediatez con que circulan los datos referidos a hechos y sucesos en el mundo, su abundancia y el ritmo caótico con el que se produce superan nuestra capacidad para procesar y organizar los datos para convertirlos en información, así como para transformar esa información en conocimiento válido o con un mínimo de pertinencia. Me siento, como hace doce años, confusa ante la ‘observación del vaso medio lleno o medio vacío' y escalas intermedias con que podemos interpretar realidades e hiperrealidades que eclosionan en los medios de comunicación y redes sociales como twitter o youtube. Como hace ya casi doce años, sentí que ...
'Tenía que sentarme a escribir un par de ideas, pero se esfumaron de mi mente y un sentimiento que no puedo describir con precisión me inundó eso que damos en llamar alma. Algo parecido a una mezcla de rabia, indignación, impotencia… Es una muestra de nuestra implicación en el inevitable decurso de nuestras emociones, los mismos hechos pueden provocar lástima, compasión, despertar la impotencia, la ira o la indiferencia'.
Hechos, percepciones e interpretaciones de la realidad
Podemos contrastar datos y más datos y cientos de estadísticas exhibiendo los avances alcanzados para cumplir los Objetivos del Milenio, tímidas soluciones al problema energético, la lenta respuesta a la apremiante amenaza del cambio climático (atenuada después de dos semanas de recalcitrantes negociaciones por el Acuerdo de París firmado en la COP21), la desgastante evolución de la Gran Recesión de 2008 y sus posibles recidivas según hacen notar expertos como el economista Joaquín Estefanía, las románticas revueltas de la primavera árabe -convertidas en un reguero de guerras civiles y el surgimiento de otras dictaduras, sin olvidar la profundización de algunos problemas como el desempleo y desigualdades de diversa índole y los continuos azotes del terrorismo…
Los últimos informes presentados en enero de 2016 en la 46º reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos sobre las tendencias tecnológicas alimentan la llamada 'cuarta revolución industrial' ya en marcha. Los debates en torno a nuevos neologismos como Responsible Research and Innovation (RRI) y la sociedad knowmad nos dejan inmersos en numerosas paradojas donde se aúnan la fascinación por los nanomateriales y la digitalización de los sistemas de producción, el auge imparable de la 'Internet de las cosas' junto a un escenario proclive a la pérdida de empleo, la precariedad laboral y futuras tormentas económicas.
Hay estudios que sostienen que en el año 2020 –sólo dentro de cuatro años- un 45% de los profesionales serán knowmads, término acuñado en 2013 por John Moravek –fundador de la plataforma digital Education Futures– para designar a los trabajadores nómadas del conocimiento y la innovación. Los knowmads se caracterizan por su creatividad, su capacidad para trabajar colaborativamente en cualquier momento y lugar. Un knowmad es valorado por su conocimiento personal –conocimiento tácito- que le proporciona una ventaja competitiva con respecto a otros trabajadores. Otra característica importante es observar que estos trabajadores knowmads comienzan a proliferar no sólo en el sector privado, moviéndose entre empresas y la creación de sus propios negocios y emprendimientos, sino también en el sector público y el llamado tercer sector (ONGs, comunidades y sociedad civil).
Los knowmads son ejecutores del cambio social y muchos de ellos hacen más visible el papel de la economía social y la innovación social como poderosos instrumentos para resolver los llamados 'grandes desafíos globales' (grand challenges). Al movimiento knowmad se suma el hecho de ver como el mundo se ve irrigado por la aparición de nuevas formas organizativas con participación de todos los sectores de la sociedad, espacios donde florecen la creatividad y la innovación colaborativa ‘desde las bases’, experimentos y 'laboratorios' sociales que proliferan con diferentes rótulos como living labs, change labs, ‘hubs’ de conocimiento y espacios de co-working.
Estas profundas transformaciones parecen hacer más inteligible ese ‘otro mundo posible’ con que soñaba en Redes para la Paz . No obstante, nuestras percepciones sufren mayores resquebrajamientos y la ecuación emocional sigue pendiente de resolución, en momentos en que desarrollo sostenible ya ha dejado de ser aquel que tenga en cuenta a imprecisas generaciones futuras, para pasar a ser el problema inmediato de las generaciones actuales, ya sea la baby-boom, la x, la y, hasta la z. Con cierta tristeza constato la vigencia de aquellas frases que escribí hace más de una década:
''sólo la transmisión de una noción más amplia y dialógica de la realidad puede aproximar nuestras percepciones hacia una visión común de los problemas que enfrentamos y los múltiples conflictos de intereses que de ellos se derivan. Únicamente este salto desde una percepción fragmentaria hacia la construcción de una visión global de la realidad puede hacernos reconocer que, como se afirma en el preámbulo de la Carta de la Tierra, estamos en un momento crítico de la historia en el cual la humanidad puede cambiar el rumbo de su futuro' (p. 616).
'A medida que el mundo se vuelve cada vez más interdependiente y frágil, el futuro depara, a la vez, grandes riesgos y grandes promesas. Para seguir adelante, debemos reconocer que en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común. Debemos unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, lo derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz. En torno a este fin, es imperativo que nosotros, los pueblos de la Tierra, declaremos nuestra responsabilidad unos hacia otros, hacia la gran comunidad de la vida y hacia las generaciones futuras' (p. 617).
Los knowmads son ejecutores del cambio social y muchos de ellos hacen más visible el papel de la economía social y la innovación social como poderosos instrumentos para resolver los llamados 'grandes desafíos globales' (grand challenges). Al movimiento knowmad se suma el hecho de ver como el mundo se ve irrigado por la aparición de nuevas formas organizativas con participación de todos los sectores de la sociedad, espacios donde florecen la creatividad y la innovación colaborativa ‘desde las bases’, experimentos y 'laboratorios' sociales que proliferan con diferentes rótulos como living labs, change labs, ‘hubs’ de conocimiento y espacios de co-working.
Estas profundas transformaciones parecen hacer más inteligible ese ‘otro mundo posible’ con que soñaba en Redes para la Paz . No obstante, nuestras percepciones sufren mayores resquebrajamientos y la ecuación emocional sigue pendiente de resolución, en momentos en que desarrollo sostenible ya ha dejado de ser aquel que tenga en cuenta a imprecisas generaciones futuras, para pasar a ser el problema inmediato de las generaciones actuales, ya sea la baby-boom, la x, la y, hasta la z. Con cierta tristeza constato la vigencia de aquellas frases que escribí hace más de una década:
''sólo la transmisión de una noción más amplia y dialógica de la realidad puede aproximar nuestras percepciones hacia una visión común de los problemas que enfrentamos y los múltiples conflictos de intereses que de ellos se derivan. Únicamente este salto desde una percepción fragmentaria hacia la construcción de una visión global de la realidad puede hacernos reconocer que, como se afirma en el preámbulo de la Carta de la Tierra, estamos en un momento crítico de la historia en el cual la humanidad puede cambiar el rumbo de su futuro' (p. 616).
'A medida que el mundo se vuelve cada vez más interdependiente y frágil, el futuro depara, a la vez, grandes riesgos y grandes promesas. Para seguir adelante, debemos reconocer que en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común. Debemos unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, lo derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz. En torno a este fin, es imperativo que nosotros, los pueblos de la Tierra, declaremos nuestra responsabilidad unos hacia otros, hacia la gran comunidad de la vida y hacia las generaciones futuras' (p. 617).
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Redactado por Mónica Edwards el Martes, 1 de Marzo 2016 a las 00:45
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Mónica Edwards
Mónica Edwards Schachter es investigadora, educadora, consultora, escritora y emprendedora, aunque prefiere definirse como una mujer apasionada por aprender y compartir proyectos para mejorar el mundo. Doctora Cum Laude por la Universidad de Valencia con la tesis doctoral ‘La atención a la situación del mundo en la educación científica’ (2003) y Especialista en Proyectos de Ingeniería e Innovación por la Universidad Politécnica de Valencia (2006). Es Ingeniera en Electrónica, Licenciada en Matemática y Física y posee Diplomas de pos-grado en Gestión del Conocimiento por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (México) y Planificación, Gestión y Evaluación de Proyectos Educativos (Universidad Nacional de Córdoba, Argentina). Con más de 20 años de experiencia en formación y consultoría, ha participado en más de 20 proyectos de investigación a nivel nacional e internacional. Es autora y co-autora de más de un centenar de publicaciones, entre libros, capítulos de libros y artículos en prestigiosas revistas científicas en temas de innovación tecnológica e innovación social, innovación colaborativa, empoderamiento, living-labs, innovación educativa, educación científica y desarrollo y evaluación de competencias, especialmente creatividad, innovación y emprendimiento. Ha recibido seis distinciones literarias en poesía y en 2004 le fue concedido el segundo premio en el Concurso de Ensayo Manuel Castillo (patronato Nord-Sud de la Universidad de Valencia) con la obra “Redes para la Paz”, publicado en 2007 por el Seminario Gallego de Educación para la Paz y la Fundación Cultura de Paz.
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