ESPAÑA SIGLO XX: Santos Juliá
Blog de Tendencias21 sobre la historia reciente de España




Desde los remotos tiempos de la Constitución liberal de 1812 y salvo contados y muy cortos periodos de tiempo, la religión católica ha sido en España religión oficial del Estado hasta el fin de la dictadura del general Franco. Como lo dejó escrito Jaime Balmes, en España “no hay sino dos clases: católicos e incrédulos”, formulación muy elocuente de lo que hoy llamaríamos monopolio de oferta religiosa. Esta posición de monopolio, continuada a lo largo del siglo XIX y reforzada en el XX implicaba no solo una abrumadora presencia de la Iglesia en ámbitos públicos como la escuela, los hospitales, las cárceles, los cuarteles, las calles… sino su expresa vinculación con el Estado que por mandato constitucional debía mantener todos “los derechos y prerrogativas de que debe gozar según la ley de Dios y lo dispuesto en los sagrados cánones”.

De modo que el proceso de secularización, entendido como separación de Iglesia y Estado y libertad de conciencia, tropezó una y otra vez con el obstáculo tradicional del poder eclesiástico hasta que finalmente naufragó con la derrota de la República en la guerra civil y el consiguiente programa político de recatolización de la sociedad y el retorno de la Iglesia a los espacios públicos, al control de la moral pública y a la presión para el cumplimiento masivo de las prácticas religiosas. Es lo que, con una denominación que tuvo un rápido éxito se llamó en la década de 1960 nacional-catolicismo: un Estado confesional que mantenía la unidad católica por medio de la identificación sustantiva de catolicismo y nación, con un relato mítico de la reciente historia de España según el cual la guerra civil era representada como enfrentamiento cósmico entre dos principios, bien y mal, luz y tinieblas, del que había resultado triunfadora, por el martirio y la sangre de sus mejores hijos, la España verdadera: nación y religión católica eran la misma cosa.

La empresa de recatolización tuvo éxito, tanto en la dimensión social de la religión como en su alcance individual. La Iglesia mantuvo hasta bien pasada la segunda mitad del siglo XX su monopolio religioso, el Estado se declaró confesionalmente católico en sus Leyes fundamentales, los católicos en cuanto tales, esto es, como miembros de asociaciones católicas y por expresa indicación o mandato de la jerarquía eclesiástica, ocuparon posiciones de poder en las instituciones políticas del régimen. La legislación respecto a matrimonio, divorcio, aborto se mantuvo bajo el imperio de la religión que no abandonó tampoco su control sobre lo que se podía o no se podía ver en el cine o leer en periódicos y libros. Y por lo que se refería a la dimensión personal de la religión, en 1975 cerca del 60% de los españoles se declaraban católicos practicantes y alrededor del 35% católicos no o menos practicantes. Los miembros de otras religiones o los que se declaraban no religiosos no alcanzaban ni el 2%. España en efecto era una nación católica.

¿Ha dejado de serlo en este último cuarto de siglo? Si se considera el número de fiestas religiosas que salpica el calendario, las transferencias que el Estado dirige al mantenimiento de la Iglesia, la financiación de colegios privados con “ideario propio” regentados por órdenes y congregaciones religiosas, la enseñanza de la religión y la moral católica en los centros escolares públicos, la fundación de universidades católicas, se diría que no o, más matizadamente, que la Iglesia institucional mantiene fuertes posiciones de poder e influencia en la sociedad española. Pero si se mira a la disposición de los españoles a cumplir los preceptos de la Iglesia y a la evolución de la práctica religiosa de los últimos veinticinco años, la conclusión es muy diferente.
Por ejemplo, en lo que se refiere a la disolución del vínculo matrimonial, los católicos españoles no parecen muy inclinados a seguir los preceptos eclesiásticos: en los cinco años que van de 1999 a 2003 el número total de nulidades, separaciones y divorcios fue de 530.423; en los cinco años siguiente, de 2004 a 2008, la cifra ascendió a 672.201, con un vuelco considerable de la relación entre separaciones y divorcios, manteniéndose en niveles muy bajos los que siguen la vía eclesiástica de la anulación:

Nulidades, separaciones y divorcios
Nulidades Separaciones Divorcios Total
1998 113 56.928 35.834 92.875
2004 197 81.618 50.974 132.789
2008 142 8.761 110.036 118.939
Fuente: INE, Estadística de nulidades, separaciones y divorcios.

La escasa autoridad de la Iglesia para hacer cumplir por quienes se dicen católicos sus normas sobre cuestiones relacionadas con la cohabitación, el divorcio, el aborto, la selección de embriones por motivos terapéuticos, corren parejas con la disolución de las creencias que en tiempos no muy lejanos conformaban la identidad religiosa: las penas del infierno, la existencia del demonio, la idea del cielo y la vida eterna, la infusión de un alma inmortal en el momento mismo de la fecundación no forman ya parte de lo que un creciente sector de quienes se dicen católicos está dispuesto a creer. Se mantiene un alto porcentaje de españoles que declaran ser católicos cuando se les pregunta por su adscripción religiosa, pero al tiempo que esa autoidentificación resiste en un nivel alto, aunque decreciente, la práctica religiosa no ha dejado de descender de manera constante desde los primeros años ochenta.

Así, en junio de 1984, la suma de católicos que nunca o sólo varias veces al año iban a misa, es decir, los católicos no practicantes era de 50,8%; en octubre de 2009 se incluían en esa categoría el 72,2%, que ascendían a 75,8% en el grupo de edad de entre 26 a 34 años y nada menos que al 83,1% entre los jóvenes de 18 a 24. Y mientras descienden los católicos practicantes, suben lentamente los que se identifican como creyentes en otra religión y de manera muy llamativa no creyentes o ateos, que conjunto han pasado de 6,6% de españoles a 21,2 entre 1996 y 2009.

Cómo se definen los españoles en materia religiosa
1986 1996 2005 2009
Católico/a 88,9 83,3 79,5 74,9
Creyente de otra religión 0,7 1,2 1,6 1,8
No creyente 4,2 4,3 11,3 13,6
Ateo [5]* 2,3 6,1 7,6
NC 1,2 0,5 1,5 2,0
Fuentes: CIS. Banco de datos. * En 1986, el ítem era “Indiferente”, no “Ateo”

Si en lugar de este proceso, el análisis se realiza sobre un corte temporal reciente, resaltará la importancia de la edad en la frecuencia de prácticas religiosas de los que se identifican como católicos. Aunque aproximadamente un 27% de católicos españoles pueden considerarse en la categoría de practicantes, en el grupo de edad de 26 a 34 años, no pasan del 13,8%, mientras entre los de 65 años y más asciende al 35%. Podría decirse, pues, que de los jóvenes españoles que se identifican como católicos solo una exigua minoría se declara practicante.

Frecuencia de asistencia a misa u otros oficios religiosos, sin contar ceremonias de tipo social, como bodas, comuniones o funerales, por grupos de edad. Octubre de 2009
18 a 24 26 a 34 35 a 44 45 a 54 55 a 64 65 y más Total
Casi nunca 67,5 74,4 65,1 62,7 48,1 35,6 57,0
Varias veces al año 15,6 11,4 15,8 16,6 15,2 16,2 15,2
Alguna vez al mes 9,4 7,2 11,6 10,8 13,7 13,1 11,2
Casi todos los domingos y festivos 5,0 6,0 5,9 8,3 20,0 30,9 14,3
Varias veces a la semana 1,3 0,6 0,5 0,6 1,9 4,2 1,7
N.C. 1,3 0,3 1,0 1,0 1,0 1,1 0,7
Fuente: CIS, Estudio 2.815, Octubre 2009.

Todo esto pone de manifiesto una pérdida creciente de confianza en la Iglesia católica, que entre los más jóvenes adquiere la dimensión de auténtica deserción. En un estudio realizado por la Fundación Santa María en 2005 sólo el 2% de los jóvenes encuestados compartían la afirmación de que en la Iglesia se dicen cosas importantes en cuanto a ideas e interpretaciones del mundo, y no más del 17% se mostraba de acuerdo con las directrices de la Iglesia. Más curioso aún es que no más de un 29% -frente al 64% de once años antes- reconocía ser miembro de la Iglesia, declarándose practicante sólo el 8%. Eso sí, hasta un 43% de estos jóvenes pensaba casarse por la Iglesia, cantidad notable dadas las circunstancias, aunque en claro retroceso frente al 64% que pensaba hacerlo en 1994. De manera que los 43 de cada 100 que piensan contraer matrimonio por la Iglesia se reducen a los 29 que reconocen ser miembros de ella, a los 8 que se declaran practicantes y, en fin, a los dos que todavía piensan que en la Iglesia se dicen cosas importantes. Los jóvenes de 15 a 24 que en 2005 respondieron a esta encuesta construyen sus ideas e interpretaciones del mundo sin tener en cuenta lo que dice la Iglesia. Son por tanto jóvenes secularizados en una sociedad en la que la Iglesia católica mantiene una fuerte presencia institucional que la ha llevado a convocar manifestaciones multitudinarias en la calle contra los proyectos legislativos de matrimonio de homosexuales y de ampliación de los supuestos de despenalización del aborto y a oponerse frontalmente a la posibilidad de selección de embriones por motivos terapéuticos.

Santos Juliá
Sábado, 19 de Junio 2010 10:08

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Editado por
Santos Juliá
Eduardo Martínez de la Fe
Santos Juliá es catedrático del Departamento de Historia social y del pensamiento politico en la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Durante las últimas décadas ha publicado numerosos trabajos de historia política, social y cultural de España en el siglo XX: República y guerra civil, socialismo, Madrid, intelectuales, Azaña, franquismo, transición y cuestiones de historiografía han sido los principales campos de su trabajo. Premio Nacional de Historia de España 2005 por su libro Historias de las dos Españas, ha editado recientemente las Obras Completas de Manuel Azaña en siete volúmenes y ha publicado Vida y tiempo de Manuel Azaña, 1880-1940. Escribe también, desde 1994, comentarios de política española en el diario El País.



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