CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Presntación en Madrid de la novela "Herodes el Grande"
Ahí va, para los residentes en Madrid a los que les parezca bien, la invitación  de la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País el próximo martes 26 de noviembre de 2024, a las 19.00 hs. Plaza de La Villa 2, Madrid. Torre los Lujanes, entrada por la calle Codo, al acto de presentación de la novela "Herodes El Grande", de José Luis Corral y Antonio Piñero.
 
Saludos cordiales
 
Viernes, 22 de Noviembre 2024

 
Escribe Antonio Piñero
 
Mencionados muy frecuentemente en la literatura apócrifa y en el Nuevo Testamento, los demonios son ángeles rebeldes de varias clases, enfrentados a los ángeles fieles y enemigos del hombre. Como los ángeles fieles, los demonios tienen también clases y jerarquías. En una época ya desarrollada de la religión de Israel como es la de los Apócrifos,
 
los primitivos espíritus malignos de variadas clases que aparecen en la Biblia hebrea (Lilit y otros con forma de gato salvaje) se han ido reduciendo básicamente a dos clases. El capítulo 19 del Libro I de Henoc hace una clara distinción:
 
“Aquí (en una cárcel infernal, como una profunda sima en la tierra: así se lo está revelando el ángel Uriel a Henoc) permanecerán los ángeles que se han unido con mujeres. Tomando muchas formas han corrompido a los hombres y los seducen a hacer ofrendas a los demonios como a dioses, hasta el día del Gran Juicio”.
 
Así pues, tenemos dos clases de espíritus malvados:
A) Ángeles caídos que se han unido con mujeres.
B) Demonios que reciben inicuamente ofrendas por parte de los humanos.
 
Al frente de las dos clases está Satán, «el acusador», quien en el Libro de los Jubileos lleva el nombre de Mastema (de la raíz hebrea stm: “acechar, perseguir, enemistar”). Mastema- Satán es, pues, el Enemigo, el Perseguidor, cuyo “oficio” es extraviar. Esta tarea fatal la hace por sí mismo y por sus subordinados (Jubileos 10,8; 11,5).
 
La clase A), los "ángeles caídos" según el Libro 1 de Henoc (6,1), han llegado a formar este grupo por haberse dejado llevar de la lujuria. El texto básico de esta concepción se halla en el Génesis 6,1-5 y ya lo he citado. Recuerden que su idea central es que ciertos hijos de Dios, = ángeles, se unieron a las hijas de los hombres y ellas les dieron hijos. Según Jub 4,15, los ángeles los ángeles vigilantes descendieron del cielo en tiempo del patriarca Jared, hijo de Malaleel y de Dina, en el décimo jubileo; la finalidad era buena: «enseñar al género humano a hacer leyes y justicia sobre la tierra»; sólo que…, más tarde, en el jubileo tendrá lugar el pecado de los ángeles.
 
Eran doscientos y se juramentaron entre sí para tomar juntos mujeres, aunque sabían que esta acción no iba a gustar nada a Dios (6,3). Abandonaron el cielo y bajaron a la tierra: convivieron con sus mujeres y les enseñaron toda suerte de ensalmos y conjuros; las adiestraron en recoger plantas y a fabricar espadas, cuchillos, petos, los metales y sus técnicas, brazaletes y adornos; cómo alcoholarse los ojos, embellecer las cejas y a distinguir las piedras preciosas y selectas (1 Henoc 8,1). Total, "que se produjo en la tierra mucha impiedad y fornicación, erraron y se corrompieron las costumbres" (8,2).
 
En la tradición de los Apócrifos del Antiguo Testamento (recordemos: son la fuente primera de los estratos apocalípticos del futuro –para ellos– cristianismo) aparece siempre un jefe de esos doscientos ángeles extraviados. En las Parábolas de Henoc = 1 Henoc 37-71, Satán es el responsable del extravío de los ángeles, a los que hizo sus súbditos (1 Henoc 54,6; 69,5).
 
En 1 Henoc 6,3 se hace responsable de lo mismo a Semyazá (os nombres distintos suponen tradiciones hebreo-arameas orales o escritas distintas) que arrastró a sus doscientos ángeles subordinados y les hizo juramentarse bajo anatema, en el monte Hermón, que bajarían a tomar por esposas a las hijas de los hombres y engendrar hijos de ellas.
 
En 1 Henoc 69,4 se responsabiliza a Asbeel (nombre que acaso provenga de ‘azab ’el, «el que abandonó a Dios», en hebreo) de haber enseñado las malas artes y la corrupción de los hijos de los hombres a los hijos de los ángeles y de las hijas de los hombres.
 
Otras veces, el jefe de los ángeles rebeldes es llamado Beliar. En todos los Testamentos de los XII Patriarcas se le denomina así alguna vez; en algunos de ellos, varias veces. Beliar es una corrupción del descalificativo Beli‘al (= un ser «sin provecho»), denominación frecuente en Qumrán, que también figura en 2 Cor 6,15. Este «el príncipe de la mentira» en T. Simeón 2,7, quien al final será aherrojado (T. Leví 18,12) y echado al fuego para la eternidad (T. Judá 25,3).
 
Hasta aquí hemos hablado de una parte de los Apócrifos que culpa a los ángeles de ser vencidos por la lujuria. Pero hay otra parte en la que las mujeres son las culpables de la caída de los ángeles.
 
De eso hablaremos en la próxima entrega, ya que los varones, con gran complejo de inferioridad frente a la inteligencia superior de las mujeres en muchos ámbitos, las hacen culpables de todo lo que se les ocurra.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
Miércoles, 20 de Noviembre 2024

 
Escribe Antonio Piñero
 
Es cosa bien sabida que cada hombre tiene su ángel custodio. Pero resulta que también cada nación lo tiene. Según Alejandro Díez Macho, es posible entroncar esta idea con la tradición cananea acerca de que el dios ’El   (Alá en árabe, más tarde) había señalado divinidades menores de su panteón para presidir los diversos pueblos.
 
El origen bíblico de esta concepción de ángeles que custodian o vigilan a las naciones se halla en Deuteronomio 32,8-9, cuya idea básica es la siguiente: Dios distribuyó los pueblos entre los ángeles reservándose para sí a Israel, como pueblo elegido y estableció las fronteras de las naciones según el número de «los hijos de Dios» (= ángeles)”.
 
Al ángel de cada pueblo parece aludir Ben Sira (Eclesiástico) 17,17:
«Puso un jefe sobre cada nación, pero Israel es la porción del Señor». Esos ángeles de los pueblos pueden apartar a éstos de Dios.
 
El libro de los Jubileos 15,31 dice: «Muchos son los gentiles y muchas naciones hay, todas suyas, sobre las cuales dio poder a los espíritus para apartarlas de él».
 
He señalado ya que los ángeles que rigen el cosmos no tienen que observar el sábado. … naturalmente. Este ejército enorme de ángeles, de rango inferior, se ocupa tanto de la naturaleza como del servicio en misiones concretas encomendadas por Dios relativas a los hombres dentro del mundo.
 
Es una firme creencia de toda la apocalíptica de los Apócrifos del Antiguo Testamento que los ángeles están presente en el universo y actúan en él: cuidan de que la naturaleza siga su curso normal; rigen los vientos, el trueno, los relámpagos, las lluvias (1 Henoc 60,11-22); las estaciones, meses y días (1 Henoc 82,2-20); los ríos y mares, frutos, hierbas y plantas (2 Henoc 8,4); Jubileos 2,2 menciona a los ángeles del viento de fuego, del viento de niebla y de la atmósfera respirable, los de los vientos de hielo y calor, y los del granizo, nieve, escarcha, trueno, relámpagos, es decir, meteoros que aluden al invierno, primavera, verano y otoño, más otros vientos del abismo, de la tiniebla y la luz, la aurora y el crepúsculo. 
 
Naturalmente hay también ángeles gobernantes encargados en especial de las estrellas, entidades más alejadas de estos fenómenos meteorológicos cercanos (1 Henoc 72,1). Es probable que el pueblo considerara a las estrellas como bolas de fuego, seres vivientes de algún modo que influyen en el mundo. Estos seres son el ejército celestial de Dios Sebaot, el Dios el Dios de los ejércitos, no los terrenales  sino los celestiales, el sol, la luna, etc. a los que los ignorantes adoran (1 Hen 80,6; IV Esdras 6,3).
 
Dicho entre paréntesis: el Señor de los ejércitos celestiales también gobierna los ejércitos terrenales si son de Israel: 1 Samuel 17,45: David dice a Goliat: “lucho ayudado por Yahvé, el Dios de los escuadrones de Israel”.
 
En la concepción de los apócrifos del Antiguo Testamento  estos ángeles de la naturaleza parecen confluir dos corrientes: los mitos e ideas folklóricas que personifican las fuerzas de la naturaleza y la concepción veterotestamentaria de los ángeles como mensajeros de Dios.
 
Hay una clase de ángeles que se denomina «los que no duermen» o «vigilantes» (egrégoroi en griego, substantivo derivado del perfecto griego del verbo  egéiro, “despertar”: 1 Hen 18,13-16; 71,7). La calificación de «vigilantes» puede acaso estar relacionada con la asimilación de los ángeles a las estrellas que no duermen o con su disponibilidad para cumplir en todo momento la misión que Dios les encomienda.
 
Más tarde el nombre de «vigilantes» designa a ángeles malvados, los que están en un nivel angélico inferior, al contacto casi con la tierra, y por eso pueden observar la belleza de las mujeres y desearlas. Por ello en diversos libros apócrifos se designan como vigilantes a los ángeles caídos que se unieron a hijas de los hombres del ya mencionado pasaje Génesis 6,1-4, leyenda ampliamente recogida en los libros de Henoc, Jubileos y Testamentos de los XII Patriarcas.
 
Por lo dicho, se ve claramente que los ángeles intervienen en la vida de los hombres y velan para que la historia siga el curso fijado en las tablas celestes señalando a los humanos la voluntad de Dios y los vicios que deben corregirse.
 
Así, por ejemplo, de los Testamentos de los XII Patriarcas:
 
· El ángel de Dios revela a Jacob el crimen de Rubén (que se acostó con la concubina de su padre: Bala / Bilhá: Testamento de Rubén 3,15), crimen que debe corregirse;
 
· Un ángel enseña a Rubén que las mujeres son más proclives al espíritu de fornicación que los hombres (Testamento de Rubén 5,3);
 
· Un ángel de Dios revela a José la maldad de la mujer egipcia (Testamento de José 6,6);
 
· Un ángel muestra a Judá que las mujeres dominan lo mismo al rey que al mendigo (Testamento de Judá: 15,5);
 
· Dios envía a un ángel que libra a José de las manos de Simeón: (Testamento de Simeón 2,8);
 
·  Jacob ve en visión que un ángel, de la clase de las «potestades» acompaña a Judá para que no sucumba (Testamento de Judá 3,10);
 
· El ángel de Dios mata al malvado Er en la tercera noche de su matrimonio (Testamento de Judá 10,2);
 
· Un ángel dice a Judá que Leví ha sido preferido a él (Testamento de Judá 21,5); un ángel guiará las tribus de Leví y Judá los últimos días (Dan 5,4); los ángeles cuidan de los que hacen el bien (Testamento de Nefalí 8,4);
 
En este quehacer los ángeles interceden por los hombres ante Dios (1 Henoc 15,2 y 99,3); Miguel intercede por los hombres (1 Henoc 89,76); Gabriel también intercede (1 Hen 40,6-10). Pero esta función de intercesores está relativamente poco subrayada.
 
Los ángeles hacen de intérpretes de Dios en las visiones que este concede a algunos elegidos, cuyo contenido explican. Guardan a los justos que han fallecido; es decir, para que su cadáver sea honorablemente enterrado;
 
Pueden cuidar de enfermos y heridos, y algunos escuchan las oraciones que se les dirigen (1 Henoc 9,2ss; 40,9; 100,4s; Jubileos 31,14). El ángel de la paz (1 Henoc 40,8 y 52,5) conforta a Israel (T. de Dan 6,5) y conduce las almas de los justos a la vida eterna (T. de Aser 6,6).
 
Los ángeles guardan a Eva (Vida de Adán y Evangelio [griega] 7), de forma que, sólo al retirarse los ángeles al cielo junto con Adán para la oración, puede el demonio acercarse a tentarla.
 
En suma, las funciones de los ángeles son de guía y protección de los hombres; a veces, de castigo. Cada hombre tiene un ángel custodio, como antes dijimos que tienen las naciones (2 Henoc 8,5-6). En Jubileos 35,17 Jacob dice a su mujer, Rebeca, que teme que Esaú mate a su hermano Jacob: “No temas por Jacob, pues su ángel custodio es mayor, más fuerte, honorable y loable que de su hermano Esaú”).
 
Los Apócrifos del Antiguo Testamento –convertidos en dichos y leyendas– son en realidad los que difunden ente los judeocristianos y luego entre los cristianos a secas la figura del ángel de la guarda que ya aparece en el Salmo 91,11 y en Tobías 5,62; sobre todo, el ángel de la guarda es propio de los justos (l Hen 100,5). Jubileos, en 35,17 dirá que el guardián de Jacob es mayor, más fuerte, honorable y loable que el de Esaú. En el Testamento de Jos 6,7, José invoca al ángel de Abrahán, ángel de la guarda que le protegerá como a Pedro en Hch 12,15 y le hace salir de la cárcel.
 
Concluiremos pronto.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com  
Martes, 12 de Noviembre 2024

 Escribe Antonio Piñero
 
Hay ángeles que se denominan “de la faz o de la presencia (divina) y ven su rostro continuamente. Un ángel de la faz es quien escribe para Moisés la historia pasada (Jubileos 1,27.29). Los Testamentos de los XII Patriarcas los llaman “arcángeles” (Leví 3,5 y 18,5; su número es de siete. Aquí se recoge la sentencia de Zacarías 4,10: «los siete ojos de Yahvé que observan la tierra».
 
Estos siete ángeles –probablemente relacionados con las siete divinidades astrales de los babilonios– son Uriel (“Luz de Dios”), Rafael (“Dios cura”), Ragüel (“Dios desea”), Miguel “¿Quién como Dios?”), Saraqael (que no sé lo que significa), Gabriel (“Dios es fuerte”) y Remeiel (que significa “Dios me levanta”).
 
Se lee en 1 Henoc 20,1-7:
 
“Estos son los nombres de los santos ángeles que vigilan: Uriel, que es el ángel del trueno y del temblor; Rafael, el (encargado) de los espíritus de los hombres; Ragüel, el que castiga al universo y a las luminarias; Miguel, encargado de la mejor parte de los hombres y de la nación; Saraqael, (encargado) de los espíritus del género humano que hacen pecar a los espíritus; 7 Gabriel, (encargado) del paraíso, las serpientes y los querubines”.
 
Ya he indicado que estas altas jerarquías angélicas interceden por los hombres (1 Henoc 15,2), revelan los secretos de Dios referentes a la tierra y a los cielos (1 Henoc 60,11) y guían a los hombres hacia el bien (Jubileos 4,15).
 
Entre los ángeles de la faz el arcángel Miguel desempeña un papel de especial importancia en los Apócrifos y escritos coetáneos (Dn 10,13-21). Miguel hace de guía de Henoc en su visita al cielo: 1 Henoc 71,3. En 3 Baruc (griego) figura como clavero del reino de los cielos, el que recibe los méritos de los justos, aerotransportados, y abre las puertas del quinto cielo.
 
En la Vida de Adán y Eva 13 (versión latina) es el intermediario frecuente de Dios, y quien comunica a Eva y Set que desistan de buscar el aceite que habría de curar a Adán, pues éste debe morir a los tres días (en la misma obra, 40ss). En la versión griega sección 40, Miguel, junto con Gabriel, Uriel y Rafael, envuelve el cuerpo de Adán en una sábana y lo embalsama para darle sepultura.
 
En el Testamento de Neftalí 8,4 es Miguel el jefe de los setenta ángeles que descienden del cielo para enseñar sus lenguas a las setenta naciones que ocupan la tierra (tradición de Génesis 10). Miguel, como ya he señalado, es en alguna tradición el ángel protector de Israel; así lo refleja Dn 12,1: «Entonces se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo»; cf. Dn 10,13-21: Miguel defiende a Daniel y los israelitas frente a los ángeles de Persia y Grecia.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
 
 
 
Jueves, 7 de Noviembre 2024


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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