NotasUn interesante libro de Pedro Giménez de Aragón
Escribe Antonio Piñero
Aunque llevo muchos años, más de cincuenta, muy interesado en el judaísmo antes de la época cristiana y en los siglos I y II de la era común, he de confesar que este libro me ha proporcionado un buen monto de informaciones y perspectivas nuevas, por lo que no dudo en calificarlo como interesantísimo, porque sin duda alguna la historia del judaísmo no debe resultar ajena a ningún cristiano con un poco de conciencia histórica. El cristianismo no es una religión hija del judaísmo, sino una rama separada de este, herética para la inmensa mayoría del judaísmo normativo después del gran fracaso de su aventurada Primera Gran Guerra contra Roma (66-73 d. C.). Es, pues, una religión hermana. Y así como el cristianismo fue evolucionando inmensamente desde sus tímidos inicios hasta hoy día (a veces piensa uno que el cristianismo del sigo XXI se parece poco al del siglo XIX), el judaísmo de igual modo. A lo largo de la historia ha cambiado su faz extraordinariamente. Pero no es esta la percepción que tiene la mayoría de los cristianos hoy día, quienes al tener noticias y al ver fotografías de los judíos ultraortodoxos de Jerusalén y alrededores, piensa que el judaísmo “auténtico” ha evolucionado muy poco desde la época de la redacción de la Misná (primera gran colección de comentarios de rabinos a las Sagradas escrituras judías = la Biblia hebrea, compuesta hacia el 220 d. C.). Por tanto, cuando el libro de Pedro Giménez de Aragón que estoy comentando le presente el desarrollo de los cuatro grupos étnicos en los que el judaísmo se divide hoy día y su evolución histórica, se quedará un tanto asombrado, al menos. Y no solo eso, sino que le extrañará cómo en el mundo de hoy cabe, dentro del judaísmo, un individuo que se declare radicalmente ateo. Caerá en la cuenta, pues, que no solo la religión judía ha ido mutando a lo largo de los siglos (a pesar de que los teólogos incluso de hoy la presentan como casi inalterable), sino también que la historia ha hecho mudar de piel al judaísmo –en cuanto a su situación y comprensión sociológica– muy profundamente. Giménez de Aragón presenta claramente su programa para el libro que presento: hay que hacer entender al público hispanoparlante no solo una síntesis de la religión judía, sino cómo nació realmente el concepto mismo de judaísmo, y cómo fue evolucionando. Piénsese que en la Biblia hebrea no hay ningún vocablo para expresar lo que hoy entendemos por “religión” un conjunto de creencias y prácticas, sino ante todo lo que hay son normas, leyes, para el desarrollo de un culto a la divinidad y leyes o normas meramente sociales, es decir, que afectan al trato ente los judíos mismos y los pueblos de fuera. Por ello, afirma nuestro autor que la historia cultural, de las ideas y conceptos tiene mucho que decir respecto a cómo comprender el judaísmo junto con la necesaria historia de su evolución geográfica y expansión tanto por Europa, Asia, África y América a lo largo de los siglos. El presente libro está divido en cuatro grandes secciones: 1. “El judaísmo antes del judaísmo” (sus ideas teológicas básicas antes de que en el imperio helenístico, desde Alejandro Magno, empezara a formarse la idea general de judaísmo: años 1300 a. C.– 300 a. C. = el mundo teológico de la Biblia hebrea. 2. “El judaísmo como judaización” (300 a. C.- 300 d. C.: helenización de las creencias judías; proselitismo judío en el Imperio grecorromano; constitución de instancias básicas organizativas del judaísmo: la sinagoga y la organización de los ritos, prácticas, morales y derecho interno judío. 3. “Judeidad y judaísmo dentro de la historia hasta la época moderna”. Aquí el lector se encuentra con ciertos tipos de judaísmo de los que quizás no había oído hablar en su vida: A. Judaísmo falasha, de Etiopía con su peculiar su historia. B. el judaísmo mizraijí u oriental, asentado hasta bien entrado el ato Medievo en la zona del antiguo imperio persa, la Babilonia clásica y su entorno. C. Judaísmo askenazí (Lituania y Europa Central). D. Judaísmo sefardí, o proveniente de Sefarad, la Hispania romana y medieval hasta los Reyes Católicos. Su dispersión por Europa y parte de África y Asia cercana. 4. Los judaísmo contemporáneos, a su vez dividido en A. Judaísmo sin judaísmo: gentes que siguen siendo judías, pero que han abandonado la religión propia del judaísmo B. El judaísmo ortodoxo de hoy día C. El judaísmo de la Haskalá o de la Ilustración D. El judaísmo sionista. Y hay un capítulo final con unas potentes e interesantes reflexiones del autor sobre las perspectivas de futuro del judaísmo y del moderno estado de Israel. El autor reflexiona también sobre los vínculos históricos y las relaciones entre las tres religiones monoteístas, nacidas del “Libro” (la Biblia hebrea): judaísmo, cristianismo e islam. En el libro de Giménez de Aragón la síntesis de las creencias en los tiempos bíblicos, que muestran también una notable evolución (piénsese, por ejemplo, que le politeísmo era predominante en Israel hasta la época del exilio; que uno de los hijos de Saúl se llamaba Ishbaal: “El hombre de Baal”…, el Baal divinidad cananea, la gran adversaria de Yahvé) es muy interesante y está bien hecha, pero es relativamente mejor conocida. No asombra, pero hace que el lector disponga de una buena síntesis. Por ello lo que me parece más interesante para el lector en muchos aspectos –supongo– , y también deslumbrante para muchos no introducidos en la historia de las religiones, es el resto del libro, comenzando por la descripción del judaísmo como judaización en la época imperial romana. Y, sin duda también, el lector agradecerá la abundante información sobre otros judaísmos para él desconocidos, incluido el askenazí ahora predominante en Israel, pero cuyo bagaje cultural es inmensamente inferior al sefardí (capítulo este notabilísimo en datos, por lo que merecía bastantes más páginas, para evitar la impresión de ser un mero inventario, muy rico pero apresurado). Leyendo este capítulo el lector se quedará hasta cierto punto abrumado por la notable cantidad de nombres ilustres que jalonan la historia del judaísmo sefardí. Personalmente me he sentido muy bien informado sobre los judaísmos contemporáneos a los que por razón de oficio había prestado una menor atención. Interesantísima igualmente la información sobre la Ilustración y sobre el judaísmo moderno. Me parece una verdadera pena el constreñimiento que ha sentido el autor al ver limitadas drásticamente las páginas de las que disponía en la serie a la que pertenece el libro, “Biblioteca de conceptos fundamentales” de la Editorial Senderos de Sevilla. Completo la ficha: ISBN: 978-84-124528-4-6; 238 pp.; 14 X 20 cms. Precio 16,50 euros. Este libro merece un segunda edición con la corrección de algunas erratas, con el cuidado del autor en nombrar ciertos vocablos, como Tanak / Tanaj, siempre con la misma grafía, en la atención debida para explicar ciertos conceptos, que pueden no ser entendidos cuando aparecen por vez primera. Estas posibles mejoras no harán más que aumentar el notable valor informativo de este libro. Así que… ¡Enhorabuena al autor y a la Editorial! Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com
Martes, 30 de Mayo 2023
Comentarios
NotasSegunda parte de “El Diablo en tierras de Canaán”
Escribe Antonio Piñero
Mencionados muy frecuentemente en la literatura apócrifa y en el Nuevo Testamento, los demonios son ángeles rebeldes de varias clases, enfrentados a los ángeles fieles y enemigos del hombre. Como los ángeles fieles, los demonios tienen también clases y jerarquías. En una época ya desarrollada de la religión de Israel como es la de los Apócrifos los primitivos espíritus malignos de variadas clases que aparecen en la Biblia hebrea (Lilit y otros con forma de gato salvaje) se han ido reduciendo básicamente a dos clases. El capítulo 19 del Libro I de Henoc hace una clara distinción. “Aquí (en una cárcel infernal, como una profunda sima en la tierra: así se lo está revelando el ángel Uriel a Henoc) permanecerán los ángeles que se han unido con mujeres. Tomando muchas formas han corrompido a los hombres y los seducen a hacer ofrendas a los demonios como a dioses, hasta el día del Gran Juicio”. Así pues tenemos dos clases de espíritus malvados: A) Ángeles caídos que se han unido con mujeres. B) Demonios que reciben inicuamente ofrendas por parte de los humanos. Al frente de las dos clases está Satán, «el acusador», quien en el libro de los Jubileos lleva el nombre de Mastema (de la raíz stm: “acechar, perseguir, enemistar”). Mastema Satán es, pues, el Enemigo, el Perseguidor, cuyo “oficio” es extraviar. Esta tarea fatal la hace por sí mismo y por sus subordinados (Jubileos 10,8; 11,5). La clase A), los "ángeles caídos" según el Libro 1 de Henoc (6,1) han llegado a formar esta clase por haberse dejado llevar de la lujuria. El texto básico de esta concepción se halla en el Génesis 6,1-5 y ya lo hemos citado. Recuerden que su idea central es que ciertos hijos de Dios = ángeles se unieron a las hijas de los hombres y ellas les dieron hijos. Según Jub 4,15, los ángeles los ángeles vigilantes descendieron del cielo en tiempo del patriarca Jared, hijo de Malaleel y de Dina, en el décimo jubileo; la finalidad era buena: «enseñar al género humano· a hacer leyes y justicia sobre la tierra»; sólo más tarde, en el jubileo tendrá lugar el pecado de los ángeles. Eran doscientos y se juramentaron entre sí para tomar juntos mujeres, aunque sabían que esta acción no iba a gustar nada a Dios (6,3). Abandonaron el cielo y bajaron a la tierra: convivieron con sus mujeres y les enseñaron toda suerte de ensalmos y conjuros; las adiestraron en recoger plantas y a fabricar espadas cuchillos, petos, los metales y sus técnicas, brazaletes y adornos; cómo alcoholarse los ojos, embellecer las cejas y a distinguir las piedras preciosas y selectas (1 Henoc 8,1). Total, "que se produjo en la tierra mucha impiedad y fornicación, erraron y se corrompieron las costumbres" (8,2). En la tradición de los Apócrifos aparece siempre un jefe de esos doscientos ángeles extraviados. En las Parábolas de Henoc = 1 Henoc 37-71, Satán es el responsable del extravío de los ángeles, a los que hizo sus súbditos (1 Henoc 54,6; 69,5). En 1 Hen 6,3 hace responsable de lo mismo a Semyazá que arrastró a sus doscientos ángeles subordinados y les hizo juramentarse bajo anatema, en el monte Hermón, que bajarían a tomar por esposas a las hijas de los hombres y engendrar hijos de ellas. En 1 Hen 69,4 responsabiliza a Asbeel (nombre que acaso provenga de ‘azab ’el, «el que abandonó a Dios») de haber enseñado las malas artes y la corrupción de los hijos de los hombres a los hijos de los ángeles y de las hijas de los hombres. Otras veces, el jefe de los ángeles rebeldes es llamado Beliar. En todos los Testamentos de los XII Patriarcas, otra obra apócrifa del Antiguo Testamento, se le denomina así alguna vez; en algunos de ellos, varias veces. Beliar es una corrupción del descalificativo Beli‘al (= un ser «sin provecho»), denominación frecuente en Qumrán, que también figura en 2 Cor 6,15. Este «el príncipe de la mentira» en T. Simeón 2,7, quien al final será aherrojado (T. Leví 18,12) y echado al fuego para la eternidad (T. Judá 25,3). Hasta aquí he mencionado una parte de los Apócrifos que culpa a los ángeles de ser vencidos por la lujuria. Pero hay otra parte en la que las mujeres son las culpables de la caída de los ángeles. Sobre todo el Testamento de Rubén, 5,5-7 se exhorta a las mujeres a prescindir de adornos en la cabeza y el rostro con los que pudieran seducir a los hombres, pues así fue como antes del diluvio sedujeron a los ángeles vigilantes. En el Apocalipsis de Baruc sirio 56,10-14 se recoge también la tradición de la caída de los ángeles por la seducción de las mujeres. Existe otra tradición paralela explica la caída de los ángeles que no tiene que ver con el ámbito sexual. Así Jubileos 10 presenta una versión más espiritualista: no hubo pecado carnal; sólo que esos espíritus, como Prometeo, enseñaron a los hombres lo que no debían por una cierta aversión a la divinidad. Todos se corrompieron y el resultado fue el castigo del Diluvio universal. Otra tradición judía antigua afirma que la caída de los ángeles se debió a un pecado de orgullo: cuando Dios creó a Adán a su imagen y semejanza, Miguel le rindió pleitesía e invitó a Satán a que hiciera lo propio; pero Satán se negó a ello alegando que había sido creado antes que Adán y que debería ser Adán quien le hiciera reverencia a él; en esta actitud secundaron a Satán otros ángeles, y por el pecado de orgullo fueron arrojados del cielo; después Satán, por envidia, continuó persiguiendo a Adán y Eva por la tierra. La versión latina de la Vida de Adán y Eva 12-16 dice el Diablo entre lágrimas: Adán, toda mi hostilidad, envidia y dolor viene por ti, ya que por tu culpa fui expulsado de mi gloria… Dios inspiró en ti el hálito vital, y tu rostro y figura fueron hechos a imagen de Dios; cuando Miguel te trajo e hizo que te adorásemos delante de Dios y dijo Dios: He aquí que hice a Adán a nuestra imagen y semejanza. Entonces salió Miguel, convocó a todos los ángeles dijo: Adora la imagen del Señor Dios. Yo respondí: No, yo no tengo por qué adorar a Adán. Como Miguel me forzase a adorarte, le respondí: ¿Por qué me obligas? No voy a adorar a uno peor que yo, puesto que soy anterior a cualquier criatura, y antes de que él fuese hecho ya había sido hecho yo. Él debe adorarme a mí, y no al revés. Al oír esto, el resto de los ángeles que estaban conmigo se negaron a adorarte”. Vamos ahora con la clase B) los demonios que reciben inicuamente ofrendas por parte de los humanos. La tradición sobre el origen de los demonios parte del mismo texto de Génesis 6,1-6: de la unión de los ángeles con las mujeres nacen los gigantes. Estos personajes se enseñorean de la tierra y la llenaron de maldades. Incluso llegaron a comerse a los hombres. La tierra se corrompió de tal modo que no era posible para la divinidad soportar tales atrocidades. Para acabar con ellos, Dios hizo que el arcángel Gabriel los azuzara unos contra otros. Así ocurrió, y se fueron matando entre ellos llenándose toda la tierra de sangre. Pero en realidad sólo perecieron los cuerpos de los gigantes, porque sus espíritus siguieron vivos, y continuaron merodeando por la tierra cometiendo toda suerte de tropelías contra los hombres. Estos espíritus de los gigantes son los demonios. Noé, harto de esta situación, rogó a Dios para que la humanidad se viera libre de ellos. La divinidad accedió y dictaminó que estos demonios "fueron atados en el lugar de la condenación”. Según el Apocalipsis, que recoge esta tradición es un lago de azufre: Ap 19,20 y 20,10. Entonces su jefe, llamado Mastema, hizo muchas súplicas a Dios y este permitió que una décima parte quedara libre para causar el mal a la humanidad. Pero, la divinidad permite que su acción perversa continúe hasta el día del Juicio: andan sueltos por la tierra sometidos a Satán (Jubileos 10,11); son estos espíritus los que causan toda clase de males a los hombres, y para prevenir o curar esos males Noé recibe lecciones de medicina (Jubileos 10,8-13). Finalmente tras el juicio final en el que Dios los entregará al fuego, esta vez eterno. Saludos cordiales de Antonio Piñero NOTA: Entrevista realizada por Omar Navarro: https://youtu.be/LsEXtoxGWlE
Martes, 23 de Mayo 2023
Notas16-05-2023
“El Diablo en tierras de Canaán”
Escribe Antonio Piñero Me propongo hacer una serie de unas 12 “postales” para desarrollar el tema de los diablos en la fe judeocristiana, sobre el que me han preguntado muchas veces. El mundo cananeo, al que pertenecían los hebreos (aunque la Biblia diga que viniendo de lejos… zonas de Siria y Mesopotamia se asentaron en ella) hoy ocuparía grosso modo una buena parte de Palestina, Fenicia y parte de Siria. Este ámbito semítico creía firmemente en la existencia de demonios, y la prueba está en que los textos descubiertos durante el siglo XIX de Ugarit, en Canaán, que se van traduciendo poco a poco, nos hablan de multitud de prácticas mágicas muy desarrolladas para defenderse de ellos; es decir, había en Canaán (insisto: también es el mundo hebreo antiguo) un catálogo de exorcismos y conjuros contra los demonios maléficos. Pero no conocemos bien los diablos del mundo cananeo. Sin embargo, pensamos, que se reflejan de algún modo en los seres maléficos del folclore hebreo antiguo que debió de asumirlos porque pertenecían a su cultura. En efecto, leyendo con cuidado la Biblia hebrea, y a pesar de que en el culto israelita no existía de modo oficial ninguna prescripción para defenderse de los demonios ni se habían compuesto oraciones para suplicar a Yahvé que protegiera al pueblo ante sus ataques, caemos en la cuenta de que los hebreos creían en la existencia de variados seres o genios maléficos. En Levítico 17 se nos dice que los israelitas durante la travesía del desierto ofrecían sacrificios a los seirim ("los peludos"), una suerte de seres peligrosos que vivían entre las arenas o las ruinas. También creían los primitivos judíos que por la noche circulaba una diablesa peligrosa, llamada Lilit, emparentada sin duda con el demonio babilónico Lilitu, el "Nocturno", dios también de las tormentas. En Deuteronomio (en conjunto y eliminados los arreglos “modernos”, de los siglos VI y V a. C., quizás el más antiguo del Pentateuco = los 5 primeros libros de la Biblia) 32,17 prohíbe el legislador que los israelitas den culto a los shedim, vocablo que a falta de mayor precisión se traduce por "demonios" en general. Se piensa hoy que estos shedim serían en principio los ayudantes o el cortejo de dios secundario, porque el vocablo es el plural del dios Shedu del panteón babilónico, una especie de divinidad en forma de toro que unas veces aparece como genio benéfico y otras como maléfico. El nombre de shedu se relaciona con la raíz shud ‘ser fuerte’; pero como en hebreo el verbo shadad significa ‘devastar’, para los judíos los shedim serían “los espíritus ‘devastadores’ por antonomasia”. También en los desiertos moraban otros genios maléficos, llamados iyyim o tsiyyim (“los sedientos”), que según la imaginación popular debían de tener forma de chacales o gatos salvajes. Según Génesis 4,7 existía un demonio llamado robets (relacionado con el rabitsu babilonio "el agazapado") que atacaba a los hombres y que en concreto fue el que incitó a Caín a matar a su hermano. Por Levítico 16,17s sabemos que todo el pueblo creía en la existencia de un demonio poderoso, llamado Azazel, que habitaba en el desierto, y al que eran enviados los pecados del pueblo el gran día de la purificación, pecados introducidos dentro del cuerpo de un macho cabrío gracias a un acto mágico, la imposición de las manos del Sumo Sacerdote. Así que el mundo primitivo cananeo tenía multitud de demonios, pero en esos tiempos remotos no se veía una estructura organizada, ni un “jefe” que ejerciera el control sobre todos ellos. Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com NOTA: Enlace a una larga entrevista, el canal "Fe Hebrea" dividida en dos partes: Santiago la iglesia de Jerusalén: https://youtu.be/KKut5h60iVc Los otros cristianismos: https://youtu.be/OEzGxKE1YBs
Martes, 16 de Mayo 2023
Notas9-05-2023 Escribe Antonio Piñero Confieso que me he sentido “enganchado” desde el primer momento leyendo este libro, bastante “gordito”, de mi admirado amigo Jaime Vázquez Allegue. No cabe duda de que, como se ha repetido mil veces, el descubrimiento de estos textos ha sido auténticamente la noticia bomba sobre los hallazgos de textos antiguos en mucho tiempo. Desde luego en los siglos XX y XXI. Y como dice el autor, el relato de su descubrimiento es pertinente porque no se le había ocurrido todavía a nadie escribir de un modo amplio y atractivo los rocambolesca historia de tan fabuloso hallazgo. He aquí el título completo del libro: "Los manuscritos del Mar Muerto. La fascinante historia del descubrimiento de su descubrimiento y disputa”. Editorial Arzalia, Madrid, 2023, 555 pp. ISBN 978-84-19018-26-7. 23 x 15 cms. Precio: 23,65 euros. No me cabe duda ninguna de que su autor estaba plenamente capacitados para emprender la escritura esta historia, ya que desde su tesis doctoral sobre «La Regla de la Comunidad de Qumrán» en 1999, se ha dedicado en casi cuerpo y alma al estudio de estos textos, así como a otros campos afines, como la escritura de una “Guía de la Biblia” y de un “Diccionario de hebreo bíblico”. Recuerdo todavía una anécdota, que me contó el propietario y director de la Editorial Trotta, Alejandro Sierra, cuando publicó en 1992 los “Textos de Qumrán”, estupendamente editados y traducidos por Florentino García Martínez. En esos años la conmoción por el contenido de los manuscritos había sido enorme, ya que muchísima gente creía a pies juntillas que en tales escritos se hallaba por fin la historia oculta del cristianismo primitivo, y las pruebas “irrefutables” de que la figura de Jesús no era más que una mera copia (nada de verdad) de la imagen del Maestro Justo, probablemente el fundador de la secta de los qumranitas / esenios. Pesaban mucho en aquel entonces estas ideas propagadas en especial por dos de los primeros investigadores de los manuscritos, John Allegro, Albert Dupont-Sommer, defendiendo este punto de vista, libros a los que se añadieron otros volúmenes sensacionalistas de Robert Eisenmann y Barbara Thiering sobre el contenido de los Manuscritos y la presunta historia secreta del cristianismo. ¡Que tiemble el Vaticano! El interés fue tan grande, que tras varias ediciones de los textos y agotados de momento los ejemplares, un individuo llamó a la editorial Trotta y resultó que cogió el teléfono el mismísimo director. El desconocido al otro lado de la línea le dijo con cierta ansiedad que no encontraba ningún ejemplar de la versión de García Martínez. Y luego le preguntó: ¿Y cuándo van a sacar usted una nueva edición de los Manuscritos de King Kong?”. A la confusión general sobre el impacto de los textos se añadió sin duda la publicación por Martínez Roca (una rama de Planeta), Barcelona, en 1992 una traducción de la obra de dos periodistas, que deseaban llenarse los bolsillos con historias sensacionales, M. Baigent y R. Leigh, con el título: El escándalo de los rollos del Mar Muerto. Pues bien, no hay nada de eso, ni truculencias ni nada por el estilo, sino el relato, apasionante y muy bien escrito, de la historia del descubrimiento y de su importancia tremenda para la comprensión del judaísmo antiguo, de Jesús de Nazaret y de sus seguidores más inmediatos. Pasada la efervescencia de esos primero años, algún lector de hoy puede, a pesar de todo, preguntarse por qué son tan importantes esos manuscritos y cómo un autor, técnico sin duda, pero a la vez muy buen periodista y escritor, se le ha ocurrido publicar hace tan poco una narración estupenda del hallazgo de esos manuscritos y de sus consecuencias. Respondo por mi parte: esos textos hallados en Qumrán y sus alrededores son muy importantes en primer lugar porque han llegado a nuestras manos directamente, sin intermediación de diversos copistas, que hubieran podido alterarlos con el correr de los siglos. Transmisión directo; hecho rarísimo en el mundo de las obras antiguas. En segundo, porque las copias de casi todos los libros del Antiguo Testamento, que se han encontrado entre esos textos descubiertos en 1947, son varios siglos anteriores a los manuscritos conocidos en los que se han basado hasta el momento las modernas ediciones de la primera parte del libro sagrado cristiano, la Biblia Hebrea. Así, por ejemplo, el Antiguo Testamento actual se edita tomando como base el manuscrito B 19 de Leningrado del siglo XI. Y a mí no me cabe duda de la nueva edición de la Biblia hebrea que se está preparando cambiará mucho el texto gracias al texto bíblico que ofrecen esos manuscritos, que proceden del siglo II a. C. !!! El trabajo está en marcha y la nueva Biblia hebrea tendrá variantes considerables gracias a los datos de los textos qumranitas En tercer lugar, porque los manuscritos del Mar Muerto son un testimonio, también de primera mano, de las ideas religiosas del mundo del judaísmo anterior a nuestra era, justamente en un período crucial para la historia de los siglos inmediatamente anteriores al nacimiento de Jesús, o de ese mismo siglo. Y en cuarto, porque los manuscritos del Mar Muerto nos enseñan mucho, aunque indirectamente, sobre el mundo del Nuevo Testamento y su entorno natal: sus preocupaciones, sus ideas religiosas, su manera de expresarlas. El Nuevo Testamento es un libro totalmente judío, por lo que otros testimonios de un tiempo inmediatamente anterior es precioso por lo que puede informar del ámbito en el que se gestó el corpus cristiano de libros sagrados. El estudio de esos pergaminos (algunos textos, pocos se han conservado también en papiros e incuso en lengua griega) nos ayudan a responder a los múltiples interrogantes a los que hacía mención unas líneas más arriba y que todavía están sobre el tapete para algunos: ¿es parecido el movimiento cristiano al de los esenios de Qumrán? (suponiendo, como se mantiene comúnmente que los esenios son los autores o recopiladores de esos manuscritos). ¿Ha influido éste último mucho o poco sobre las concepciones del cristianismo? ¿Fue Jesús un esenio? ¿Lo fue su maestro Juan Bautista? O bien, la teología cristiana ¿es una mera copia de la de Qumrán? ¿Se inspiró realmente la vida de Jesús, y el modo de contarla de los evangelistas, en el Maestro Justo de Qumrán? Entre otras razones me ha parecido muy interesante el libro de Vázquez Allegue por la importancia que concede –a la hora de describir el descubrimiento– a la conexión que tuvo tal hallazgo con el interés de los sionistas, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, por ofrecer más fundamentos sólidos a la declaración política de la fundación del estado de Israel en mayo de 1948. Es fascinante la conexión y la importancia que le otorgaron los fundadores del moderno estado hebreo a esos textos de hacía más de dos mis años para garantizar cómo es un hecho histórico, aparte de lo que dice la Biblia hebrea, que la posesión de la tierra de Israel por los judíos y sus sucesores en aquellos momentos era totalmente legítima. El libro relata los diversos intentos por adquirir esos manuscritos y conservarlos en Israel ad memoriam, sobre todo tras el Holocausto y la disputa con los palestinos sobre los derechos a la tierra. Vázquez Allegue tomó la decisión de escribir esta historia no como una novela; tampoco como un ensayo erudito, a veces fatigoso por la abundancia de datos, sino como una narración literaria, ciertamente y con todas sus consecuencias, pero que sigue paso a paso los resultados de una cuidadosa investigación de años sobre lo ocurrido. El producto, este libro, es de primera clase y se lee, como indiqué al principio, con pasión e interés notables. Un ejemplo de este afán “narrativo literario” es la introducción de numerosos diálogos dentro del material puramente descriptivo del relato, diálogos que no son de ningún modo un invento del autor sino la plasmación dialógica de las relaciones entre los actantes de la narración. Rápidamente se me ocurrió la comparación con los discursos que pone Tucídides en boca de sus personajes en su «Historia de la Guerra del Peloponeso». Este preclaro autor confiesa que es posible que no reproduzca al pie de la letra los dichos, o discursos, de los personajes de su historia, pero asegura que el contenido no traiciona en modo alguno la realidad de lo que se dijo y ocurrió. Repito, pues, que este relato está muy bien escrito y que es un gran gusto leerlo. El lector no se aburrirá en ningún momento y aprenderá muchísimo no solo de los textos de Qumrán, sino también de la historia del Israel de los años posteriores a su descubrimiento. Enhorabuena, pues, al autor y a la Editorial. Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com
Martes, 9 de Mayo 2023
Notas
No creo que exista ninguna “tradición “prepascual” de los dichos y hechos de Jesús
(2-05-2023) Escribe Antonio Piñero En las últimas postales he insistido en la idea de que S. Guijarro, para fundamentar su idea nuclear de que la tradición se los dichos y hechos de Jesús es fundamentalmente fiable y correcta, sostiene que esa “tradición” tuvo un largo recorrido: había empezado en la vida misma del Maestro. Y no solo eso: “La peculiar relación que Jesús estableció con sus discípulos no solo hace plausible la existencia de una tradición prepascual, sino que en cierto modo a exige” (p. 127 de su obra “Los Cuatro Evangelios. Edit. Sígueme, 4ª edic. de 2021). Por el contrario, yo sostengo que un maestro como Jesús que creía en un fin del mundo presente inmediato, es decir, de meses o pocos años –de cualquier modo antes de que hubiera pasado la generación que era la suya (Mt 23,36; 24,34: “No pasará esta generación hasta que todo esto se cumpla”)–, no pudo haber suscitado una verdadera tradición, sino solo “recuerdos” más o menos fieles. Y he argumentado que cuando una persona amada y respetada muere, los recuerdos se hacen selectivos y normalmente se recuerda lo bueno y positivo, y no lo de algún modo deficiente o negativo. Para probar la existencia de esta tradición sobre Jesús durante su ministerio público como profeta, Guijarro apela a la idea de que Jesús fue un maestro tan extraordinario que causó un impacto muy grande en su seguidores. Estoy totalmente de acuerdo, sin duda. ¿En qué era extraordinario Jesús como maestro? Guijarro señala lo siguiente: 1. Jesús no hablaba de forma improvisada, sino que cuidadosamente elaboraba sus discursos para facilitar su memorización (algo vital en una sociedad sobre todo oral): pp. 127-128. 2. La mayoría de las sentencias de Jesús son sentencias breves y rítmicas, que recurren al paralelismo o la repetición (ejemplo Mc 10,44: el que quiera ser el más importante se haga escavo de todos”), lo que facilita igualmente el recuerdo. 3. Jesús utilizaba símiles, comparaciones y parábolas. De este modo el oyente, aunque cambiara algún dato menor, recordaría el esquema de la parábola y la reproduciría en lo esencial. 4. Las acciones de Jesús eran fáciles de recordar. Ejemplos: a) comidas con los pecadores, cosa que evitaban los fariseos más estrictos: Mc 2,15-18; expulsión de los mercaderes en el Templo (Mc 11,15-17); la maldición de la higuera (Mc 11, 24). 5. Las sanaciones y exorcismos fueron reconocidos como verdaderos incluso por sus enemigos, aunque lo achacaran a un pacto con el Príncipe de los demonios o mantuvieran que Jesús los había realizado de forma inadecuada (ejemplos Mc 3,1-6; 3,22; Lc 11,15) Es claro, pues, que Jesús era un maestro y que así fue reconocido por muchos de su tiempo como tal. La gente lo llamaba “maestro” (Mc 3,38; 10,17), y reconocían que poseía “auctoritas”, aunque sus enemigos cuestionaran cuál era el origen de tal autoridad (si de Dios o del Diablo: Mc 1,21-22; 11,27). Ahora bien, observen cómo a la hora de calificar este modo de hablar o de actuar de Jesús, impresionante para las gentes, Guijarro afirma continuamente que lo importante es el recuerdo, naturalmente personal, no para contárselo a otros, salvo ocasiones particulares: a) “Los recursos (retóricos) de Jesús eran propios de la poesía oral y esta se recitaba de memoria b) “Tales recursos facilitaban la memorización de sus enseñanzas”; c) El tono paradójico de sus muchos de sus dichos “hacía más fácil su memorización”; d) Las parábolas son las secciones de los evangelios que conducen a una “más fácil memorización”; e) “Las acciones de Jesús eran fáciles de recordar”; f) Sus gestos proféticos tenían una forma plástica y llamativa, la cual facilitaba mucho su memorización”; g) Las sanaciones y exorcismos “habrían sido fácilmente recordados”; h) El vivo interés por lo extraordinario en el mundo antiguo… creaba un clima adecuado para que las acciones portentosas de Jesús (sanaciones y exorcismos) fueran recordadas, y no solo entre sus discípulos, sino también entre sus adversarios. Todo esto en la p. 128: 8 veces habla Guijarro de memorización y recuerdo… nunca de tradición. Y en la p. siguiente, 129 sigue afirmando: · Al ser Jesús un maestro “sus palabras y acciones serían fáciles de recordar”; “el recuerdo de sus enseñanzas”; Jesús quiso transmitir un mensaje de forma que sus seguidores “pudieran (fácilmente) retenerlo”: tres ves se menciona el recuerdo. Pues bien, apoyándome en las palabras mismas de S. Guijarro y en lo que sabemos del Jesús histórico mi argumento sigue en pie: Concedo con gusto, ciertamente, que el ministerio de Jesús supuso para él un esfuerzo para que sus palabras y acciones fueran recordadas. Sin duda alguna, el buen recuerdo ayudaría a que la transmisión futura de dichos o acciones fuera más fidedigna que el mal o débil recuerdo. Pero eso no significa en absoluto que tales recuerdos estuvieran destinados por parte de Jesús a formar una tradición para ser repetida y una vez por sus seguidores una vez muerto. No hay tal. El Jesús histórico no contemplaba esa posibilidad. Entre el virtuosismo real y efectivo de Jesús, como maestro de buenísima retórica, y la formación de una verdadera tradición media nada menos que la su desaparición por una muerte cruel e ignominiosa, el que no se hubiera encontrado su cadáver, y posteriormente la creencia firme en su resurrección y en las apariciones. En mi opinión, Jesús nunca tuvo intención de que sus palabras fueran recordadas como tal en el futuro, ya que –según su doctrina repetida una y otra vez– se habría implantado el reino de Dios a pesar de su previsible muerte, un reino el que –según los profetas– habrían cambiado los corazones de los israelitas. Todos, niños y mayores, cumplirían la ley de Dios de una manera casi espontánea debido a ese cambio mental producido por la llegada del Reino. Este panorama cambia radicalmente la necesidad del recuerdo. Insisto en que –en la perspectiva del Jesús histórico– ya no sería necesario en el reino de Dios ninguna admonición profética para obrar bien. Pero, tras morir Jesús y retrasarse su segunda venida y consecuentemente el Reino, al cambiar todo el panorama; el recuerdo de lo que hizo Jesús en su ministerio público se hace ya verdadera tradición para enseñar a generaciones futuras hasta que viniera realmente el reino de Dios. Y aquí conviene repetir que el recuerdo se hace selectivo, magnificante e idealizante porque el Maestro había muerto. Jesús resulta, pues, tras su muerte, idealizado y magnificado. Sus recuerdos se convierten en tradición solo después de su muerte y por e retraso de su segunda venida (parusía) y la consiguiente llegada del Reino. Solo digo esto, y ya es bastante. Creo que mi argumento es suficientemente sólido. Saludos cordiales de Antonio Piñero NOTA: un enlace: https://open.spotify.com/episode/4rj8nyEvpJGytM2IiVjzM6 Se trata de una entrevista sobre el tema “La creación desde la nada y la Biblia, que por el momento es un podcast disponible en Anchor, Spotify, Google Podcasts, Amazon Music y Apple Podcasts.
Martes, 2 de Mayo 2023
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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