CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Blog 12: 1276. 26-012023


“Cultos de misterios y cristianismo”. Evaluación final
Escribe Antonio Piñero
 
Termino hoy mi evaluación de la obra de José Marco Segura Jaubert, que –como ya escribí– responde a muchas preguntas que se hacen los interesados en los orígenes del cristianismo y su relación con los cultos de misterio. Escribí también que “Después de haber leído este libro el lector tiene las mejores respuestas a las ya viejas preguntas sobre si el cristianismo copia descaradamente su estructura teológica acerca de la salvación de esas religiones, o bien utiliza el lenguaje y las ideas para afirmar que compite con el enemigo teológico en su mismo campo intentando mostrar que la respuesta del cristianismo es muy superior a la de los cultos de misterio”.
 
Mi juicio final es que
 
1. El modo –que se pretende completo y a la vez con el interés puesto en lo esencial– de presentar estos fenómenos en este libro por medio de las fuentes textuales e icnográficas de la época, es acertado. Toda la información está atestiguada con su correspondiente base histórico-filológica.
 
 
2. Los resúmenes de cada culto son apropiados, e igualmente me parece adecuado el modo de comparar las similitudes y desemejanzas con los elementos análogos del cristianismo primitivo. Opino que esta sección dedicada a las comparaciones atraerá de modo especial a los lectores.
 
 
3. Me parece igualmente oportuna la ampliación de los temas suscitados por el orfismo y los cultos mistéricos por medio de una selección de textos de los Padres de la Iglesia: “El Pastor”, de Hermas, hermano del papa Pío, en Roma; con la obra de Justino Mártir, de Clemente de Alejandría, Tertuliano, Arnobio y Eusebio de Cesarea preferentemente.
 
4. El tratamiento específico y comparativo de la misteriosofía griega en Pablo de Tarso es más que oportuno. En mi opinión, si reina –en ámbito católico sobre todo– una gran ignorancia de lo que pensaba realmente Jesús de Nazaret y de lo que representaba su figura y propósitos para el Imperio Romano, más todavía impera un enorme desconocimiento sobre el pensamiento genuino de Pablo acerca del significado profundo en el pensamiento paulino de los dos ritos de entrada en el judeocristianismo o “mesianismo” –el bautismo y la eucaristía–, junto con la sorprendente idea de la participación del cristiano en los sufrimientos del Mesías. Ahora bien, esta cuestión queda en el libro presente estupendamente expuesta.
           
 
Insisto que para los inicios del cristianismo la cuestión de comprender rectamente el pensamiento del Pablo genuino como fundamento de la Gran Iglesia cristiana de finales del siglo II, absoluta y netamente paulina –no petrina, como se suele afirmar–, es enorme, porque no se aplica con consistencia la doble noción de que la teología paulina se inserta en un ámbito totalmente judío, pero a la vez profundamente helenizado.
 
Queda muy claro en el presente libro cómo el apóstol Pablo era consciente de que debía atraer nuevos conversos para su sistema de salvación –en los últimos momentos del mundo, como él sostenía– entre gentes con una mentalidad afín a su predicación, y cuya conversión era así más fácil.  El sistema teológico paulino conectaba con el ansia de salvación de una inmensa minoría dentro del Imperio, es decir, gente que deseaba a toda costa la confirmación de la inmortalidad de su alma y la superación de trabas para su realización.
 
 
El sistema de Pablo defendía, como base de su espiritualidad, la unión con el Mesías/Salvador a base de una noción estoica del cuerpo místico compuesto por el Mesías y sus creyentes, y de su idea de la eucaristía como fusión profunda, simbólica, con el Salvador. Y añadía que la participación del fiel mediante el rito del bautismo (hundimiento en el agua = muerte; salida del agua = resurrección, todo simbólicamente) en la peripecia vital de Jesús como entidad salvadora, ya divina tras su resurrección, garantizaba la salvación eterna. El bautismo por inmersión representaba ya en vida la muerte al Mal
(el Pecado)  y la resurrección a una vida perdurable y feliz.
 
 
El libro de Segura Jaubert está publicado por EUNA, Univ. Nacional de Costa Rica en el año pasado 2022. Tiene 232 pp. ISBN 978-9977-65- 639-7. El precio ronda los 19 euros en papel, y puede adquirirse entrando en la página de la Editorial EUNA:
 
 
https://www.euna.una.ac.cr/index.php/EUNA/catalog/book/333.
 
 
Enhorabuena fina al autor y desearle el éxito que todo escritor desea que su libro se conozca, difunda, se compre, se lea y se discuta.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
 
Jueves, 26 de Enero 2023

Desde el punto de vista del final de los tiempos comunes, los tiempos en que reinaba la muerte, Pablo consideró que la Ley sirvió mientras el plan divino alcanzaba su punto culminante, el punto de la restauración de Israel en un nuevo tiempo en el que no reinaría la muerte y los hijos de la divinidad vivirían felices.

Hoy escribe: Eugenio Gómez Segura


La Ley de Moisés estaba presente en el mundo desde su proclamación. Su presencia era activa, pues llevaba a actuar como la divinidad quería: “Pues cuando las naciones que no tienen ley llegan a hacer naturalmente lo propio de la Ley, éstos sin ley son Ley para ellos mismos; quienes demuestran que la obra de la Ley está escrita en sus corazones...” (Rom 2, 14-15). Es evidente que la Ley actúa, pues hay una “obra de la Ley” (érgon tou nómou en griego).

De ahí a considerar Pablo, como era obvio para la mentalidad judía, que la Ley era el canon mediante el cual sería el hebreo juzgado el día del juicio final para decidir si era absuelto o no, sólo había que continuar razonando: “Según el celo (religioso), perseguidor de la iglesia, según la absolución mediante la Ley, irreprochable” (Flp 3, 6).

Ahora bien: la Ley, simbolizada por la circuncisión, fue un problema sustancial para el de Tarso. Lo fue tanto a la hora de entender el movimiento que en las comunidades de la diáspora se desarrolló tras la muerte de Jesús como, una vez convencido de la utilidad de ese movimiento, a la hora de predicar su nueva convicción. Pablo había de hacer frente a quienes consideraban que sólo los judíos entrarían en el nuevo reino, es decir, sólo los cumplidores de la Ley íntegra.

El problema radicaba en que había que argumentar por qué quienes no cumplían la Ley podían entrar en el nuevo reino en esa condición. De hecho, Pablo se enfadó con los gentiles convencidos por él para considerarse hijos de Dios sin cumplir. Se enfadó porque algunos integristas les impelían a cumplir. A los gálatas que así procedían les escribió: “Os habéis apartado del Ungido quienes pensáis ser absueltos por medio de la Ley, habéis quedado privados de la gracia” (Gál 5, 4); “Y que ante la divinidad nadie será absuelto gracias a la Ley está claro, porque el justo se salvará a causa de su confianza” (Gál 3, 11).

Una primera pista para solucionar esta complicación puede ser el siguiente versículo: “Pues cuantos pecaron sin ley, también sin ley perecerán, y cuantos pecaron a causa de la Ley, debido a la Ley serán juzgados” (Rom 2, 12). Revisado desde el punto de vista del nuevo reino y el juicio que habría de cualificar a sus futuros súbditos el texto plantea dos grupos:
 
  1. “cuantos pecaron sin ley” serían quienes entre los gentiles actuaban sin atender a la Ley ni a su espíritu (porque no confiaban en la promesa de Yahvé ni consideraban a éste su única divinidad, siguiendo el ejemplo de Abrahán) o bien desconocieran estos extremos;
  2. “cuantos pecaron a causa de la Ley” serían quienes, integrando el pueblo judío reconocible desde Moisés por atenerse a los mandamientos, no hubieran cumplido sus preceptos adecuadamente, tal como advertía Lv 18, 5: quien la cumpla vivirá gracias a ella. Además, a éstos hay que unir quienes no cumplieran de corazón y sólo de fachada (tanto el Bautista como Jesús habían avisado de ello y exigían un bautismo sancionador).

Estos dos grupos constituían sendas ramas del nuevo pueblo elegido: judíos cumplidores de la Ley y, por lo tanto, aceptados como íntegros; gentiles que se incorporaban a ese pueblo.
Tras esta solución se esconde el problema que planteaban las profecías sobre el reino respecto a los gentiles: en unos pasajes proféticos se decía que no entrarían en el reino; en otros se decía que entrarían. Pero esta segunda opción se ofrecía porque sería la demostración de que Yahvé había triunfado sobre todos los pueblos. Es decir, la llegada de gentiles confirmaba el triunfo de Yahvé, de modo que había que pensar cómo llegaban los gentiles.

La solución de algunos grupos judíos, en los que se integró Pablo de Tarso, fue que los gentiles circuncidados ya no eran gentiles por haber sido convertidos en judíos, de manera que los gentiles debían entrar como gentiles, sin circuncidar. Eso sí, convencidos de que Yahvé era el único dios y que debían rendirle culto.

De manera que la Ley era más que válida, era imprescindible para los judíos; y era innecesaria para los gentiles. La Ley valía para unos; no valía para otros. Siempre referido el problema a la entrada de los habitantes del nuevo reino en ese reino, es decir, todo referido al final de los tiempos, pues se trataba de demostrar, mediante los gentiles, la victoria final de Yahvé.

Porque Pablo amó su Ley. Y también pensó, en mi opinión recogiendo las admoniciones sobre el cumplimiento honesto y cabal de la misma, que, sin entrega intelectual, sin voluntad, sin convencimiento en definitiva, cumplir la Ley tenía un valor relativo o escaso. También parece oportuno señalar que la fragmentaria documentación que tenemos (no hay que olvidar que las cartas en su estado actual son obra de un editor del s. II), y el hecho de que cada público receptor de las cartas requería un mensaje distinto, puede llevar a tomar como absoluta una idea que fue relativa en la mente del de Tarso. Con todo, algunos fragmentos de sus epístolas pueden ayudar a configurar la postura paulina al respecto. Para los gentiles (gálatas en este caso), razonó como sigue:
 
El Ungido nos liberó para la libertad; permaneced, pues, firmes, y no quedéis dominados otra vez por el yugo de la esclavitud. Ved que yo, Pablo, os digo que, si os circuncidáis, el Ungido no os habrá servido de nada. Puedo atestiguar de nuevo a cualquier hombre circuncidado que está obligado a cumplir la Ley. Os separáis del Ungido quienes sois juzgados mediante la ley, os apartáis de la gracia. Pues nosotros, con el espíritu de la confianza aguardamos la esperanza de justicia, pues mediante Jesús el Ungido ni circuncisión ni gentilidad tienen fuerza alguna sino la confianza producida gracias al amor. Corríais bien; ¿quién os impidió creer en la verdad? Esta creencia no os vino de quien os llamó. Un poco de levadura fermenta toda la masa. Yo os convencí, en lo que toca al señor, de que no pensarais en otra cosa; el que os altera soportará la condena, sea quien sea. Yo, hermanos, si predico la circuncisión no soy perseguido. Luego se acabó el obstáculo de la cruz. Ojalá se mutilen quienes os ponen en pie (Gál 5, 1-12).

Para los judíos de Roma que, o bien vivían como tales o bien habían visto revitalizada su religión por las palabras que de Jesús les habían llegado, y que en Roma conocerían gentiles que habrían atendido a la llamada de esta nueva religiosidad que se sumaba a las del Imperio, escribió:

Pero si tú te denominas judío y confías en la Ley y te enorgulleces de Dios y conoces (su) voluntad y examinas lo que importa instruido por la Ley y convencido de que tú mismo eres guía de ciegos, luz de los que (están) en oscuridad, maestro de ingenuos, con la apariencia de conocimiento y verdad (obtenidos) mediante la Ley, entonces, ¿enseñando a otros no te enseñas a ti mismo? ¿Proclamando no robar robas? ¿Diciendo no cometerás adulterio eres adúltero? ¿Aborreciendo los ídolos saqueas los templos? (Tú) que te vanaglorias mediante la ley, deshonras a Dios por medio de la trasgresión de la ley. Porque el nombre de Dios por vuestra causa es infamado entre las naciones, como está escrito.
La circuncisión es imprescindible si cumples la Ley; si eres trasgresor de la Ley, tu circuncisión es gentilidad. Entonces, si la gentilidad observa lo más justo de la Ley, ¿no será considerada la gentilidad como circuncisión? Y la gentilidad por naturaleza que cumple la Ley te juzgará como a quien, debido a la escritura y la circuncisión, transgrede la ley. Porque no es judío el que (lo es) a la vista, ni circuncisión (la que lo es) claramente por la carne, sino que, al contrario, lo son el judío en lo oculto y la circuncisión de corazón (realizada) mediante el espíritu, no mediante la letra, por lo cual el halago proviene no de los hombres sino de Dios (Rom. 2, 17-29).
 
La continuación de este fragmento es igualmente importante:
 
¿Cuál es entonces el (motivo de) orgullo del judío o cuál la utilidad de la circuncisión? Mucha se mire como se mire. Porque, en primer lugar, recibieron en depósito las palabras de Dios.

La Ley seguía vigente para los judíos; para los gentiles, no. Pablo no dejó de ser judío, nunca abandonó su Ley.
 
Primera clase del curso para LIMUD México.
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Saludos cordiales.
 
Domingo, 22 de Enero 2023

Blog 12. 1275. 18-01-23


Escribe Antonio Piñero
 

 
 
Escribo hoy mi penúltimo comentario al libro al excelente libro de José Marco Segura Jaubert, “Una mirada al pasado. Cultos mistéricos y cristianismo en el mundo griego y romano”, de la edit. EUNA, de Costa Rica, 2022, 232 pp. adquirible por un precio muy módico que no llega a 20 euros, en la siguiente dirección:
 
https://www.euna.una.ac.cr/index.php/EUNA/catalog/book/333
 
Una de las cosas que más me gustan del libro es su admirable claridad  y sencillez. Ninguna dificultad al leerlo, a la vez que se consigue una información muy rica. Además, en el caso de la religión mitraica, sobre la cual no hay prácticamente ninguna información directa por escrito, sino solo de artes plásticas, el libro contiene las ilustraciones oportunas, abundantes, para hacerse una idea de cómo los investigadores extraen un dibujo de lo que era la religión mitraica,  través de las imágenes y algún que otro pequeño dato, más la información indirecta, en plan de ataque de los escritores cristianos de los siglos II al IV, como Justino Mártir, Clemente de Alejandría, Tertuliano o Eusebio de Cesarea.
 
La comparación entre la religión / culto mitraico y el cristianismo es especialmente interesante por sus similitudes formales en los ritos, pero es igualmente importante caer en la cuenta de la diferencia profunda en su significado y en el sistema religioso general entre ambas religiones.
 
Además ha atraído la atención la desafortunada frase de Ernest Renan, según la cual el mundo hubiese sido mitraísta si el cristianismo no hubiese triunfado. En mi opinión, y en la prácticamente todos los investigadores de hoy sobra la idea de Renan: nada más lejos de la realidad.  Y la primera razón es que del mitraísmo antiguo, de Irán, el segundo mitraísmo, el que nos interesa, difundido en el Imperio Romano a partir de los siglos II y III, toma pocos elementos interesantes para los anhelos religiosos de las masas del Imperio romano, y en segundo lugar porque el mitraísmo era una religión exclusivamente masculina (¡excluía a más del 50% de la población!) expandida sobre todo dentro del ejército. Imposible triunfar con esos supuestos.
 
Tomo de Segura Jaubert, p.208, un resumen de semejanzas y desemejanzas entre mitraísmo y cristianismo:
 
 
Semejanzas:
 
-           Tanto Mitra como Cristo fueron adorados por un grupo de pastores a la hora de su nacimiento.
-           De acuerdo con algunos investigadores, la integración a ambas comunidades se daba por medio de un bautismo.
-           El cristianismo otorga una gran relevancia al acontecimiento de la Última Cena; en igual sentido los mitraicos lo hicieron con el banquete entre Mitra y el Sol.
-           Posterior al banquete final o Última Cena, Mitra y Jesús ascienden al cielo.
-           Se utiliza el agua como elemento de purificación.
-           Tanto en el banquete mitraico como en la Última Cena se utilizan el pan y el vino como elementos básicos.
-           Los mitraicos eran marcados en la frente por el mistagogo (el personaje que conducía la ceremonia de iniciación) al cumplir los rituales del tercer grado de iniciación (Miles: “Soldado”); mientras que los cristianos marcan con ceniza la frente de sus fieles en la celebración de la Cuaresma.
 
Diferencias:
 
-           Dentro del mitraísmo existían 7 grados de iniciación mientras que el clero, en el cristianismo, se encuentra basado en los tres grados del sacramento del orden, a saber: el Episcopado, el Presbiterado y el Diaconado… y eso no en los principios, sino el cristianismo desarrollado. Este último asciende desde el diácono, al presbítero, pasando por el obispo, el arzobispo, el primado, el patriarca (en casos especiales), y el cardenal, hasta el cargo superior de Papa.
-           Mitra no resucita como sí sucede con la figura de Jesús.
-           El mitraísmo no aceptaba a ninguna persona que no fuera hombre y libre.
-           No existen pruebas físicas en el cristianismo con el fin de acceder a grados superiores de iniciación, como sucedía en el mitraísmo.
-           Los cristianos no eran marcados a fuego en sus frentes, ni eran bautizados con sangre de toro, ni tenía este animal significado importante alguno en la religión cristiana.
 
E insisto: para que se caiga en la cuenta de la postura exagerada defendida por algunos que sostienen que el cristianismo copia al mitraísmo basta con indicar –contra lo que he oído repetidas veces– que no hay absolutamente ningún texto, por ninguna parte, que diga que Mitra nació el 25 de diciembre, y en una cueva. Ni un solo texto. El tenor general de la religión mitraica tiene muy poco que ver con los conceptos articulados de la teología paulina sobre la muerte en cruz y resurrección del mesías cristiano. Lo que creían los adoradores de Mitra en conjunto era muy diferente.
 
 El próximo día concluiré mi reseña con los últimos párrafos de mi epílogo a este libro (pp. 225-226)
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
 
Miércoles, 18 de Enero 2023

La Ley era la “constitución” del reino de Yahvé. Como proclamador de ese reino, Jesús nada opuso al tenor general de la Ley, aunque hay que matizar algunos detalles.

Hoy escribe: Eugenio Gómez Segura


En efecto, varios factores incidieron en una continua revisión de la supuestamente intocable Ley de Moisés. Entre ellos destacan la obligación de aplicarla en cualquier detalle de la vida, las deficiencias en la transmisión escrita de los textos, los lógicos problemas derivados de la memorización y las novedades que el mundo ha vivido desde siempre. Estas variables obligaban a revisar qué se tenía que hacer en cada circunstancia de la vida para saber si era correcta la aplicación e interpretación de la Ley. De hecho, hubo vertiginosos debates tan presentes en la vida de Judea como en Galilea y las poblaciones dispersas por el Mediterráneo.

Acuciado Israel por el desastre de su situación política y pensando que se debía en parte a no entender la voluntad divina, muchos judíos piadosos se valieron de la idea de Sabiduría y buscaron comprender el mensaje de la divinidad. Así, el grupo fariseo insistió en un perfeccionamiento que llevó a crear un cuerpo de enseñanzas que podían o no derivarse hasta Moisés, los comentarios que en el siglo II de nuestra era se denominaron halakhot, mediante los cuales se interpretaba o mejoraba la comprensión y la aplicación de las normas mosaicas. El impulso inicial llevó a que algunos judíos consideraran la posibilidad de completar la Ley con nuevas instrucciones, dato a tener en cuenta puesto que conviene distinguir si los debates versaban sobre el articulado de la Ley o sobre las ampliaciones de la misma. Por otra parte, algunos grupos esenios llegaron a dotarse de preceptos incluso contrarios a la Ley mosaica, siempre con la intención de mejorar a Israel y convertirse en el “resto” bueno.

A estos problemas de interpretación hay que añadir otros derivados de la simple existencia material de los manuscritos y su edición. En concreto, es de destacar que la transmisión de textos en la Antigüedad conllevaba lo que se conoce como variantes textuales: algunos manuscritos de Qumrán ofrecen textos con palabras diferentes a las que encontramos en la versión griega de la Biblia hebrea o en el texto hebreo conocido como Masorético. Esto, por fuerza, hubo de llevar a discusiones sobre cuál de las versiones se atenía al espíritu de Yahvé y de la misma Ley mosaica.

Además de esta tendencia al debate destaca la aparición de los haberim, personas que dedicaron especial atención a la pureza en el día a día más allá incluso que la recomendada para el ritual. En definitiva, en el ambiente existía el convencimiento de que investigar la Ley para mejorar la vida común era bueno mientras no se atacara la raíz de la Ley. Es entonces natural que la gran cantidad de variantes dentro del seno del judaísmo del s I y las escuelas que dentro de las sectas surgían desembocaran en un continuo debate entre unos y otros.

Dicho esto, para presentar la opinión de Jesús sobre la Ley quizá sea preciso todavía apuntar unos datos de los seguidores de Jesús: en Hch 15, 5 se indica que, presentes en la reunión entre Jacob, el hermano de Jesús, y Pablo “se levantaron algunos de la facción de los fariseos que habían creído para decir que era preciso que se circuncidaran y exigieran observar la ley de Moisés”. Es decir, para exigir lo que siempre habían exigido. Este grupo de Jacob, afincado en Jerusalén, interpretaba la muerte y resurrección del maestro como el último paso antes de la restauración del reino, restauración, por otra parte, inminente (en Ez 37, pasaje del que se piensa los inspiró, se liga resurrección y reino restaurado). El grupo seguía una vida enteramente judía ligada al templo (Hch 2, 46), se oponía a la entrada de paganos en la comunidad (Hch 11, 3 y Gál 2, 1-5), esperaba la vuelta inmediata de Jesús y la consiguiente proclamación del reino del dios judío y por tanto sus integrantes vivían en común desprendiéndose de los bienes para sufragar los gastos en el ínterin (Hch 2, 44-45; 4, 32-37). Sus exigencias de circuncisión y leyes de pureza de alimentos (Gál 2) indican que no debieron verse como algo distinto al judaísmo tradicional.

Hay, por tanto, indicios dentro de la propia tradición cristiana de que Jesús, los fariseos y la Ley, todos estaban mucho más cerca de lo que parece. De hecho, al examinar las disputas entre Jesús y los fariseos y escribas E. P. Sanders apunta (Jesús y el judaísmo, p. 360):

Si Jesús hubiera declarado puros todos los alimentos, ¿por qué Pablo y Pedro no se ponían de acuerdo sobre la comida de los judíos con los gentiles (Gál 2, 11-16)? O, expresado más en términos de Hechos que de Gálatas, ¿por qué fue necesaria una revelación tres veces repetida para convencer a Pedro (o, más bien, para dejarlo perplejo para luego ir convenciéndole lentamente) (Hch 10, 9-17)? Y si Jesús transgredió conscientemente el sábado, permitió lo mismo a los discípulos y justificó su acción públicamente, ¿cómo pudieron los adversarios cristianos de Pablo en Galacia apremiar el cumplimiento del sábado (Gál 4, 10)?

En resumen, los datos que provienen de la propia tradición evangélica apuntan a que Jesús no debió despreciar la Ley. En lugar de oponerse a ella, hubo más bien de discutir algunos artículos de la Ley, no el concepto principal. Los evangelios y algún texto más de NT presentan, en efecto, cuatro temas concretos de discusión: divorcio, algunos detalles sobre pureza, el trabajo durante el Sabbat y los juramentos sirviéndose del nombre de la divinidad.
 

1. El divorcio.

Para empezar, no hay duda de que el Nazareno se opuso al divorcio, lo cual quiere decir que se enfrentó a algo que permitía la Ley mosaica, aunque no fue el único que trató este tema. Lo cierto es que, en época de Jesús, la discusión sobre el divorcio existía, aunque en general sobre detalles administrativos, y poco después incluso hubo una fuerte disputa entre dos ramas del fariseísmo (la de Hillel y la de Shamai), cada una más o menos aperturista.

En cuanto al Nazareno, los pasajes que tratan el tema son Mt 5, 32; Lc 16, 18; Mc 10, 11-12 y especialmente Mc 10, 2-10:

Y se le acercaron unos fariseos y le preguntaron si es conforme a la ley que un hombre repudie a una esposa, con el fin de ponerle a prueba. Y él les dijo como respuesta: "¿Qué os ordenó Moisés?" Y ellos le dijeron: "Moisés prescribió escribir un libro de divorcio y repudiar". Y Jesús les dijo: "Por vuestra dureza de corazón os prescribió Moisés este mandamiento. Pero desde el principio de la creación varón y mujer los hizo; por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y será fiel a su mujer, y los dos acabarán por ser una carne (Gn. 2, 24); de manera que ya no son dos sino una carne. Lo que Dios unió no lo separe un hombre. Y cerca de casa de nuevo los discípulos le preguntaban sobre esto. Y les dice: "Quien repudie a su mujer y se case con otra induce al adulterio a ésta; Y si ésta repudia a su marido y se casa con otro comete adulterio".

En este pasaje de Marcos, Jesús argumenta mediante una idea simétrica de principio y vuelta al principio: si el reino de Yahvé iba a aparecer de nuevo en ese mundo, lo lógico es que se volviera a un reino paradisiaco (nunca mejor dicho) en el que todo manara leche y miel, las relaciones personales no fueran problemáticas y, por supuesto, las familias fueran estables y felices. Ese criterio finalista, ese intentar restituir las cosas propias del principio ahora que se acerca el final, hacen coherente que el Nazareno, que ya veía los inicios del reino, pensara en superar ya algunos puntos de la Ley que sobrarían en el futuro inminente.
 

2. Normas de pureza.

El texto más famoso que retrata a Jesús argumentando contra estas leyes es Mc 7, 1-23, pero, como en muchas otras ocasiones, es más útil para conocer la historia de los seguidores del Nazareno que la de él mismo. Es muy relevante, por ejemplo, que la cita del profeta Isaías utilizada no pudo haber sido nunca leída u oída por Jesús, pues es la versión griega, que conlleva sutiles diferencias con las versiones en hebreo que podría haber conocido el Nazareno. Además, al leer el pasaje con ojos críticos uno no puede dejar de preguntarse cómo los fariseos y escribas protestan que los discípulos del galileo no se lavan las manos antes de comer y, contra toda lógica, no alzan la voz para condenar la supuesta negación de las leyes sobre los alimentos por parte de Jesús. Estos acontecimientos, por tanto, no son realmente de Jesús.

Esto supone que una frase tan famosa como “Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda profanarlo; por el contrario, lo que procede del hombre es lo que lo profana” (Mc 7, 15) es también propia de la generación preocupada por el problema que le producía la convivencia entre creyentes gentiles y judíos, no de Jesús.
 

3. El Sabbat

En tercer lugar, hay que mencionar que los textos principales son curaciones o disputas entre fariseos y Jesús. Pero, respecto a las curaciones, según comentan estudios modernos no hay ninguna posibilidad de que curar a alguien en sábado fuera un problema a tenor de la ausencia de este tema en la literatura anterior o contemporánea a él que conservamos. Es decir, es una recreación de la segunda o tercera generación cristiana forzada por la necesidad de distanciarse del judaísmo.

En cuanto a los debates, éstos pudieron basarse en argumentaciones reales entre judíos afines o discrepantes pero eso no quiere decir que ocurrieran tal como se narran en los evangelios ni que se dijera exactamente lo que se supone que se dijo. Se trataría de escenarios. De todos modos, la forma habitual de discusión es la típicamente rabínica: se propone escoger entre dos opciones igualmente válidas para saber, mediante la confrontación de argumentos, cuál es la más cercana al espíritu de la Ley, es decir, no se trataría de lidiar contra el enemigo sino de argumentar siguiendo las normas de la casa común, el judaísmo.
 

4. Juramentos e invocaciones.

Por último, la prohibición de jurar en vano. Una vez en los evangelios, Mt 5, 34-37, y otra en la Carta de Santiago (St 5, 12) aparece la prohibición de jurar, es decir, invocar el nombre de la divinidad como potente respaldo de lo afirmado o, incluso, como nombre cuya magia ayuda a lograr o detener algo. El texto de Mateo es el siguiente (Mt 4, 33-37):

A su vez oísteis que se dijo a los antiguos: "No jurarás en falso, sino que dedicarás tus juramentos al Señor". Pero yo os digo que no juréis en modo alguno; ni por el cielo, porque es el trono de Dios, ni por la tierra, porque es el escabel de sus pies, ni por Jerusalén porque es la ciudad del gran rey, ni por tu cabeza jures, porque ni un solo pelo puedes hacer blanco o negro. Por el contrario, que vuestra palabra sea sí, sí, no, no; el exceso de esto es propio del mal.

 

El pasaje recoge ideas realmente antiguas que refieren a conceptos como el poder de la palabra o, muy curiosamente para nosotros, a la sacralidad de la cabeza y el pelo. Además, que la palabra sea fuerza poderosa es una idea habitual del judaísmo. El valor del nombre, la idea de que el nombre representa a la divinidad, se puede observar en Dt 10, 8: «En aquella ocasión ordenó el Señor a la tribu de Leví levantar el arca del pacto del Señor para colocarla delante del Señor para hacer servicio y dar gracias a su nombre hasta este día». Además, el nombre transmite poder. La idea puede verse en Gn 12, 8: «e invocó el nombre del Señor», evidentemente para santificar el altar que se acababa de construir.

Pero la Ley anuncia dos cosas que podrían parecer contradictorias, aunque en realidad no lo son: Lv 19, 12 prohíbe jurar sirviéndose del nombre del Señor para ganar autoridad y respaldar lo prometido, es decir acudiendo al poder del nombre; Dt 6, 13 recomienda «Al Señor, tu dios, temerás, a él servirás, y a él te mantendrás unido, y mediante su nombre jurarás». Parece que, claramente, la idea debería ser que, mediante la invocación de su nombre, se reforzará el juramento. Jesús, en este tema, debió optar por no jurar.

Es momento de volver a la segunda razón que explicaría la notable preferencia de Jesús por la idea “Yahvé padre” y la expresión “reino de los cielos”. Pienso que el Nazareno rechazó el uso del nombre divino y puso en práctica su idea acudiendo a estas etiquetas, todas lógicas en el ambiente religioso que conoció.
 

Saludos cordiales

Domingo, 15 de Enero 2023
Patrocinado por el Centro de Estudios Bíblicos Limud. México

 
Profesor: Dr. Eugenio Gómez Segura. (Logroño 1966). Es Doctor en Filología Clásica por la Universidad Complutense de Madrid con la tesis “El cuerpo místico en San Pablo: un problema sintáctico”. En el campo de la Arqueología sus actividades comenzaron en el año 1990 formando parte del equipo técnico que la Universidad Complutense envió a Tel Hazor en Israel. Sus principales fuentes de estudio se realizan en el campo de la filología neotestamentaria, publicando varios libros y artículos sobre estos temas.
 
Destaca en su producción las obras siguientes “Pablo de Tarso: el segundo hijo de Dios” (Oberon 2006). Es traductor de los cuatro evangelios canónicos y los Hechos de los apóstoles para la edición que A. Piñero publicó en el volumen titulado Todos los Evangelios (EDAF 2009). Además, ha preparado junto a este autor los siguientes títulos de divulgación científica sobre estos temas: “La verdadera historia de la Pasión” (EDAF 2007), “El juicio final” (EDAF 2011), “Taumaturgia en el mundo antiguo pagano, judío y cristiano” (TRITEMIO 2016).
 
Su última publicación es “Hijos de Yahvé: una arqueología de Jesús y Pablo” (DILEMA 2021). Adicionalmente ha escrito sobre pedagogía el libro “Educar en la era mediática: una realidad virtual” (Bellaterra 2003) y sobre la relación entre la cultura clásica y la actualidad política la obra “La ceguera de Edipo: una mirada trágica a las elecciones del 14-M (Perla Ediciones 2004).
 
Desde hace veinte años es profesor en la Universidad Popular de Logroño impartiendo clases sobre el mundo antiguo del Mediterráneo y comparte su tiempo con el fascinante mundo de la arqueología.
 
Cómo se enfoca este curso:
 
Al hablar de los orígenes del cristianismo hay una pregunta que pocas ocasiones sale a la luz: ¿Cuándo podemos hablar de primeros cristianos? Lo que esconde esta sencilla cuestión es verdaderamente importante: ¿Fueron éstos los seguidores de Jesús de Nazaret cuando estaba en vida? ¿O quizá quienes continuaron viviendo según sus enseñanzas nada más ser ajusticiado el maestro?
 
 
¿Debemos pensar más bien que los primeros cristianos fueron quienes pensaron en términos cristianos? En definitiva, ¿tenemos razón al pensar que desde la muerte de Jesús sus seguidores fueron cristianos?
 
Tanto los acontecimientos como los textos a nuestra disposición sean éstos los conocidos o algunos reconstruidos tras años de investigación, han de estar a mano para alcanzar una respuesta lo más seria posible a estas cuestiones. Así pues, presentamos un repaso a los estudios más recientes sobre este tema con un programa dividido en tres fases históricas que incorporan información precisa y quizá desconocida por el gran público. Con este material intentaremos entender si hubo evolución entre las ideas que sostuvieron quienes conocieron a Jesús y las de quienes, cincuenta años más tarde, ya creían en él. Buscaremos, por tanto, quiénes fueron y qué pensaron los primeros cristianos.
 
Cómo se desarrolla este curso:
 
100% En línea, dictado desde de Logroño en España. Las lecciones son en vivo, y a la vez grabadas simultáneamente.
 
Duración: ocho semanas.
 
Frecuencia: cada martes
 
Hora: 14:00 hrs México/ 21:00 hrs España
 
Inicio: 17 de Enero de 2023.
 
Pago mensual. USD 39.00 (Treinta y nueve dólares americanos). En total el curso cuesta 78 dólares. Cada clase sale a 9,75 dólares = aprox. 9,05 euros
 
Formas de pago. Tarjeta de crédito o débito, PayPal, Western Union.
 
Reservas. Por medio del WhatsApp / Telegram +52 55 6609 4273.
 
PROGRAMA
 
I. Antes de los evangelios
 
17 de enero. Fundamentos de estudio. Contexto histórico y método de análisis. Jesús de Nazaret, persona y mensaje.
 
24 de enero. Piezas de un rompecabezas: primeros seguidores de Jesús: helenistas y Jerusalén.
 
31 de enero. Pablo y su mensaje.
 
7 de febrero. Primeros escritos (perdidos y reconstruidos) sobre el mensaje de Jesús: relatos de la pasión, Documento Q, relatos de milagros. Las comunidades detrás de estos textos.
 
II. Primeros evangelios y cartas escritas por los discípulos de Pablo
 
14 de febrero. Marcos y Mateo.
 
21 de febrero. Colosenses, Efesios Hebreos.
 
III. Otros autores, ¿otra religión?
 
21 de febrero. Clemente de Roma, Lucas.
 
28 de febrero. Juan y Revelación, Ignacio de Antioquía
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Miércoles, 11 de Enero 2023

Blog 12 / 1274: 11-01-2023. Foto de la cubierta del libro en la postal anterior


Escribe Antonio Piñero
 

 
Una mirada al Prólogo del libro de Segura Jaubert, cuyo título está arriba, prólogo redactado por mi colega, A. Bernabé, ayuda muchísimo a situarse en lo que son en verdad los cultos de misterio. Voy a extractar lo que creo más interesante, pues ayuda a entender muy bien que son los “cultos de misterio” por contraposición a la religión oficial del Estado, y por tanto a comprenderlos bien y poderlos comparar con el culto cristiano.
 
 
Escribe Alberto Bernabé:
 
”La religión griega era una religión del Estado, cuya función principal era la de estructurar la vida de los ciudadanos, a través de una serie de ritos, proteger a la ciudad de la ira de los dioses por no actuar debidamente para con ellos, reforzar los vínculos entre los ciudadanos, marcados por la tradición, articular los ritmos de las estaciones por medio de diversos ritos y, en definitiva, relacionar al ciudadano no solo con los demás, sino también con sus gobernantes e integrarlo en la comunidad.
 
”De este modo, el transcurso de sus vidas y el de la ciudad obedecería a pautas conocidas y discurriría de una manera ordenada y previsible, porque cada uno sabría qué debía hacer para cada uno de los asuntos importantes. Cosas similares pueden decirse de la religión romana, de cuya base, profundamente política, es buena muestra el culto al Emperador, que asociaba aún más a los gobernados con sus gobernantes, a través de un vínculo religioso.
 
”Sin embargo, con esta manera de vivir la religión –en la que el ciudadano encontraba muy pocas respuestas o casi ninguna a sus problemas personales e íntimos–, coexistía otra forma de actividad religiosa, con diversas variantes, a la que llamamos “religiones mistéricas” (aunque sería más adecuado decir “cultos mistéricos”), que pretendía llenar ese hueco. Se trataba de ritos religiosos secretos, que eran accesibles solo para quienes se iniciaban en ellos. Por tanto, se accedía a ellos voluntariamente, frente a los ritos públicos de la religión de la ciudad que eran por así decirlo obligatorios.
 
”En cierto sentido, pues, los Misterios eran más cerrados que los ritos públicos, en la medida en que solo participaba en ellos quien quería y se le permitía (los homicidas, por ejemplo, podían ser excluidos por el sacerdote), pero en otro sentido eran más abiertos, porque en los ritos de la ciudad solo participaban los ciudadanos (no los esclavos, ni los extranjeros, en algunos casos estaban claramente delimitados a un sexo, el masculino), mientras que los Misterios estaban abiertos a ambos sexos e incluso a no ciudadanos o a extranjeros, con tal de que pudieran pagar los costes de los ritos y sacrificios conexos con la iniciación.
 
”No obstante, los Misterios no eran “otra religión”, opuesta a la cívica, sino una manera diferente de relacionarse con la divinidad, complementaria de la anterior y más volcada hacia la vertiente personal que hacia la colectiva. Frente a la frialdad de la religión oficial y a la relación distante y “política” que se tenía con la divinidad en la religión cívica, las religiones de los Misterios ofrecían a los fieles una posibilidad de acercarse de modo más íntimo a lo divino, y, sobre todo, les brindaban consuelo y esperanza, frente a los problemas personales, como el miedo a la enfermedad, a la muerte y a lo que sucede después de ella, o el desconsuelo por los avatares negativos de la vida.
 
”Podría decirse que, mientras que la religión cívica determinaban las relaciones “externas” de los seres humanos y los dioses y se planteaban como el vehículo para rendir culto a la divinidad, los cultos mistéricos proponían una relación íntima y no buscaban que los asistentes ofrecieran nada al dios (“Yo te doy un sacrificio y tú, el dios me retribuyes con tu protección”), sino, por el contrario, recibían del dios soluciones para sus problemas personales.
 
 
”Los beneficios atribuidos a los Misterios iban desde los más elementales (salud y prosperidad para el iniciado en este mundo) hasta otros que se proyectaban sobre la vida futura, ya que en algunos Misterios se prometía una situación de privilegio en el Más Allá.
 
”Aunque algunos elementos de los Misterios se remontan a una gran antigüedad, el desarrollo en Grecia en la forma en que los conocemos se relaciona con el descubrimiento de lo individual en el mundo griego, que se produce en el s. VI a. C.
 
 
”Si bien se suele decir que los Misterios son tardíos, y de procedencia oriental, el hecho es que los conocemos desde fines del s. VII a. C, (con el himno homérico a Deméter) y que, incluso en el caso de que divinidades orientales protagonicen Misterios griegos (como es el caso de Isis) el hecho es que en sus lugares de origen no están asociadas a estos ritos. Podemos afirmar sin dudas que los Misterios son un fenómeno griego.
 
 
”Los Misterios ejercen sin duda una notable fascinación, dado que, por una parte, están asociados a mitos particularmente atractivos y emocionantes, como el mito de Orfeo o el rapto de Perséfone y por otra, su carácter secreto hace que los conozcamos de forma muy imperfecta. Sin embargo, a pesar de que los iniciados debían guardar secreto de cuanto ocurría en ellos, los estudiosos han podido reconstruir, siquiera sea parcialmente, los elementos más significativos de los Misterios, a través del uso combinado de los datos de la arqueología, las artes plásticas, inscripciones o textos literarios, que suministran algunos importantes destellos de información”.
 
Hasta aquí A. Bernabé en el claro e informativo prólogo al libro de Segura Jaubert.
 
Seguiremos
 
Saludos cordiales,
Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
 
NOTA:
 
Enlace a un par de entrevistas con el canal de You Tube “Fe hebrea”
 
Fe Hebrea  03-01-2023

*Jesús y el trabajo: https://youtu.be/t6Mv5X-id3I
 
*La división del cristianismo:  https://youtu.be/S4FjpD6Rfag
 
Martes, 10 de Enero 2023
Una mirada al pasado. Cultos mistéricos y cristianismo en el mundo griego y romano
Escribe Antonio Piñero
 
1273.-  4/01/2023
 
 
Empiezo hoy unas presentación y breve comentario a un libro que va a interesar, y mucho, a los lectores preocupados por los orígenes del cristianismo. Estoy seguro de que habrán oído mil veces que el cristianismo, en especial el paulino, un modo de judeocristianismo que resultó  triunfante sobre los demás, apenas si hizo otra cosa que copiar burdamente de los cultos o “religiones” de misterio que se conocen en Grecia desde el siglo VII a. C., en especial los de Eleusis. Y también habrán oído que los relatos de la infancia de Jesús, capítulos 1 y 2 de los evangelios de Mateo y de Lucas son una copia, igualmente crasa y fácil, del culto a la divinidad persa Mitra. ¿Es todo esto verdad? Este libro de José Marco Segura Jaubert, de la Universidad de Costa Rica, responde a estas preguntas con una claridad y mezcla de información inusitadas.
 
El libro, cuyo título es el encabezamiento de esta postal, está publicado por EUNA, Univ. Nacional de Costa Rica en el año pasado 2022. Tiene 232 pp. ISBN 978-9977-65- 639-7. El precio: no consta. Puede adquirirse en la página de la Editorial EUNA: https://www.euna.una.ac.cr/index.php/EUNA/catalog/book/333.
 
 
El libro es el producto de una tesis doctoral codirigida por el Prof. Dr. Alberto Bernabé, de la Universidad Complutense, un gran experto, mundial, en el orfismo y temas conexos, y por mí mismo. Por eso lleva un “Prólogo” del Dr. Bernabé y un “Epílogo mío”.
 
 
Existe en Internet un debate mío con un judío estudioso de estos temas, cuyo nombre es Irving Gattel. En opinión del autor del libro que presento, el Sr. Gattel sabe menos de los cultos de misterios de lo que afirma, puesto que, en ninguno de ellos se habla estrictamente de la resurrección (resurrección no del alma, que no la necesita, pues es inmortal, sino estrictamente de los cuerpos, como afirma el fariseísmo, y luego el judeocristianismo. En todo caso son algunos de los dioses como Atis, Dioniso u Osiris quienes de alguna forma vuelven a la vida. Propiamente, para los griegos (véase la risa de los filósofos de Atenas cuando Pablo habla con ellos y afirma que les anuncia la resurrección de la “carne” y se mofan de él… = Hechos de Apóstoles 17) no hay por ningún lado resurrección corporal de esa “parte” del ser humano.
 
Tal resurrección del cuerpo no ocurre con los iniciados de los cultos de misterio, sino, a lo que acceden en todo caso, si cumplen escrupulosamente los ritos, es a una salvación ultraterrena del alma / espíritu: la diferencia aquí con el judaísmo y el judeocristianismo es muy notable. Opina Segura Jaubert que el señor Gattel, y yo lo suscribo, "ve misterios en el cristianismo por todos lados". Para los judíos sobre todo, el cuerpo del ser humano es tan consustancial con la persona humana completa, que si se elimina lo corporal, no hay ser humano, sino una sombra.
 
Escribo en el Epílogo (p. 223) unas líneas que confirman lo que he dicho al principio de esta postal:
 
“Después de haber leído este libro, cualquier lector atento tiene –en mi opinión– todos los elementos necesarios y convenientes para responder a las viejas y a veces insidiosas preguntas acerca de la relación de dependencia, e incluso de burda copia, de la que se acusa a las concepciones teológicas de los cristianismos primitivos, y en particular al paulinismo. El motivo de dicha acusación es que el cristianismo, sobre todo paulino, se muestro muy cercano al ambiente misteriosófico (es decir, cercano a la atmósfera de intenso deseo de salvación en un mundo ultraterreno que es el origen de los cultos de misterio) que se encuentra en una buena parte de las religiones paganas del Mediterráneo oriental de los siglos I al III de nuestra era, en los cuales nace y se consolida el cristianismo”.
 
Seguiremos y utilizaré elementos para la explicación de la importancia del libro de Segura Jaubert tanto del Prólogo de mi colega Alberto Bernabé, como de mi epílogo.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
Miércoles, 4 de Enero 2023


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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