CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Hoy escribe Antonio Piñero

Hemos expuesto en la nota anterior los argumentos en los que se basa una tradición del importante pasaje 1 Corintios 11,23. Quisiera ahora someter a crítica los argumentos de la traducción A. que creo equivocada.

Respecto a 1.

Sobre el uso de las preposiciones pará y apó en el griego de Pablo hay que señalar que el griego que escribe Pablo es el típico de la época helenístico-romana tardía: hacía siglos que se habían perdido en la práctica esas finas distinciones en el uso de las preposiciones griegas . En la lengua del Nuevo Testamento no existen prácticamente tales finas distinciones.

Véase como ejemplo un dicho atribuido a Jesús (que habó en arameo, pero que se tradujo al griego muy pronto: Mt 11,29: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (griego: máthete ap’ emoû); más inmediatez es imposible y, sin embargo, Mateo no usa pará, sino apó).

Otro ejemplo: en este caso de un discípulo de Pablo (Col 1,7: “Como aprendíais de Epafrodito”: griego, emáthete apò Epafrodítou; igualmente se trataba de un contacto directo e inmediato).

Por tanto este argumento (fina distinción entre el uso de las preposiciones griegas pará y apó con verbos de “recibir o aprender” carece en absoluto de validez para la lengua griega del momento. El argumento supone demasiado.

Respecto a 2: usó técnico en griego de las expresiones paralambano / paradidónai = “recibir” / “transmitir”

Que esos términos técnicos sean sólo vocablos específicos de los rabinos no es verdad. Ya el famoso Albert Schweitzer argumentaba que esas palabras, por parejas, se utilizaban en el vocabulario griego, por ejemplo en el de las religiones de misterios para expresar lo mismo -"recibir / transmitir"- (aunque él no estimaba probable que Pablo lo tomase de ahí, sino del judaísmo).

Segundo, y más importante, esos vocablos no se emplean sólo para tradiciones humanas, recibidas de una comunidad, sino también para una noticia recibida de Dios mismo.

Léase, si no, el comienzo de uno de los más célebres textos del judaísmo, el inicio del tratado Abot, “Padres”, de la Misná:

“Moisés recibió (hebreo qibel = a griego paralambánein) la Torá (la Ley) del Sinaí (es decir, de Dios) y la transmitió (hebeo masar = a griego paradidónai) a Josué, Josué a los ancianos, los ancianos a los profetas, y los profetas a los Hombres de la Gran Asamblea [el tribunal de 120 miembros que comenzó a actuar en Israel en tiempos del Esdras bíblico, años después de la vuelta del exilio en Babilonia]” (Trad. de Carlos del Valle, Misná, Sígueme, Salamanca, 1997, p. 835).

Es evidente, pues, que el uso de estos términos no siempre representa una tradición recibida de mano de hombres. En este caso de la Misná es clarísimo que el primero que da la noticia es Dios…; no hay tradición previa alguna; lo mismo –nos parece- ocurre en Pablo como dice literalmente el texto “recibí del Señor…”. Pablo está acostumbrado a que Dios le revele los detalles esenciales de su “evangelio”

Por tanto, a partir de una lectura de este pasaje del tratado Abot de la Misná, capital en el judaísmo, queda invalidado el argumento de que siempre que se usa paralambánein/paradidónai = “recibir/transmitir”, se trata necesariamente de una tradición recibida de una comunidad humana anterior.

Queda claro, pues, que en principio tal tradición interpretativa de la eucaristía le pudo venir a Pablo de Dios mismo. Debo insisir: ¿acaso no le vinieron a Pablo por revelación directa de Dios cosas más importantes como el núcleo de todo su evangelio sobre la muerte y resurrección del mesías, sobre el sentido de sacrificio vicario por toda la humanidad de esa muerte, que implicaba consecuencias tremendas como la eliminación del valor del Templo como lugar exclusivo de encuentro con Dios y de todo acto de expiación, la eliminación de la necesidad de la circuncisión; la eliminación de la necesidad de cumplir la ley ritual de Moisés…?

Por tanto, como conclusión: al menos en teoría y como posibilidad: es factible que según el pasaje de Pablo 1 Corintios 11,23, él, el Apóstol, haya recibido de Dios/Jesús directamente como una revelación cómo hay que entender en profundidad la Cena del Señor y cómo deben interpretarse las palabras que pronunció.

A esta posibilidad se añade un argumento de mera lógica. Tiene poco sentido que sea Jesús el iniciador de una “tradición” en estricto sentido, que afecta a algo que él mismo hizo, la eucaristía. En buena lógica –como dice el argumento de los adversarios de la teoría que defendemos- los que tuvieron que iniciar la tradición fueron los que estaban presentes en la Última Cena, los apóstoles.

Por lo tanto, parece lógico que Pablo hubiera dicho en 1 Cor 11,23: “He recibido (este relato de la institución de la eucaristía) de los Apóstoles, o de la iglesia…”, si hubiera querido expresar una tradición humana, recibida por él.

Por el contrario escribe: “He recibido (el contenido de este relato) del Señor…”.


Además de los argumentos expuestos hasta el momento, hay otros de tipo lingüístico a favor de la traducción A. (la tradicional) y en contra de mi interpretación (B.), que son grosso modo los siguientes:

• Pablo usa una tradición –no una revelación directa de Jesús- porque su lenguaje lo traiciona: emplea términos semíticos que otras veces no usa.

• Esta tradición ha de ser necesariamente litúrgica y proceder de la comunidad primitiva por el tono solemne que tiene.

La respuesta en globo (quizá más tarde, al final de esta miniserie sobre la eucaristía podamos extendernos más) a estos dos argumentos es:

- No está en absoluto claro –a pesar del estudio de Joaquim Jeremias en su famoso libro sobre las Palabras de Jesús en la última Cena-, ni mucho menos, que Pablo esté usando semitismo alguno.

Tales semitismos pueden ser palabras griegas derivadas de la traducción bíblica de los Setenta. Son por tanto “grecismos de traducción”. Un autor cristiano, por ejemplo Lucas, puede utilizar este estilo arcaico y bíblico, ya en griego, para dar solemnidad a ciertos pasajes, por ejemplo, los cantos de María o de Zacarías en su capítulo 1 del Evangelio, compuestos en griego, pero con sabor y terminología bíblica.

- Tampoco está claro que esta tal tradición y liturgia anterior –de la que bebería teóricamente Pablo- no pueda proceder de él mismo.

En efecto, en 1 Corintios 11 el Apóstol está sólo recordando a los corintios lo que antes les había predicado. Por tanto, dentro de esa predicación se incluía la interpretación de la Última Cena de Jesús como una cena eucarística, con la institución de este sacramento. Por tanto, Pablo –en teoría al menos- no tenía que copiar liturgia alguna anterior. Estaba repitiendo lo que él mismo antes había predicado… y, que como hemos dicho, probablemente había instituido él mismo como liturgia para los corintios.

Y es natural: los corintios estaban muy helenizados y conocían bien lo que ofrecían las paganas religiones de misterios en materia de unión mística con las divinidades que ofrecían la salvación. Por ello una interpretación de lo que ocurrió en la Última Cena, como una suerte de comunión mística con Jesús, el salvador, a través de los símbolos del pan y del vino, era sumamente apropiada para esa comunidad corintia (y cualquier otra de conversos procedentes del paganismo).

En efecto, el argumento de Pablo era simple: la salvación que obran las divinidades paganas, salvíficas, las de los misterios, lo hace Jesús mucho mejor, más fácil y más barato. Participar en la unión mística que efectúa la eucaristía –tal como él dice que Jesús se lo ha transmitido- produce los mismos efectos de salvación (generados por la unión mística con la divinidad a través de la ingestión de algo que la simboliza) que los costosos, largos, pesados y caros ritos de las iniciaciones de los paganos en los “misterios”, realizadas para asegurarse la inmortalidad…, y es más fácil, sencillo y barato ¡en el caso de la eucaristía!

Por tanto, la conclusión probable es: Pablo es el iniciador de una tradición propia, recibida directamente del cielo (de Jesús, en visión) que interpreta una parte importante de la Última Cena como “Eucaristía”, afirmando que Jesús le ha revelado que en ella él, Jesús, la había instituido de un modo especial..., como se verá.

Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

……

En el otro blog, “El blog de Antonio Piñero”, el tema tratado es:

“¿Fue Pablo fariseo? (¿Presentación “tendenciosa” del autor de los Hechos de los apóstoles? VII)”.

De nuevo saludos.



Viernes, 4 de Diciembre 2009


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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