CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero



Hoy escribe Antonio Piñero


El resto sustancial del libro de Guijarro, más de la mitad es un breve comentario, claro, ordenado, sintético, para entender qué dicen en verdad los evangelistas sobre Jesús. Creo que está bien hecho y que es muy útil, pues desgraciadamente los lectores de hoy necesitan bastantes explicaciones para entender qué dicen realmente los evangelistas, autores muchos más alambicados y sutiles que lo que se cree. Así que bienvenida esta parte.

Me ha interesado especialmente la relación del Evangelio de Juan con los otros tres, los Sinópticos, porque he trabajado y publicado sobre ello. Dicho sea también, la sección dedicada al problema sinóptico es muy buena en este libro de Guijarro: sintética, clara, pedagógica y completa, con abundantes ejemplos. Recomendable.

Aparte del último capítulo, en la segunda parte (análisis y comentario del Evangelio de Juan; cuestiones introductorias de autoría, fecha y contexto vital, etc.; pp. 411-528), Guijarro dedica una sección entera en la primera parte de su libro a la “relación entre el Evangelio de Juan con los sinópticos” (pp. 90-103). Muestra el autor diversas posibilidades, una vez estudiadas las divergencias y coincidencias entre Juan y sus antecesores (Guijarro señala, siguiendo el consenso entre los investigadores, hacia una fecha tardía para la composición o edición final del Evangelio, incluido el capítulo 21). Las posibilidades son tres:

A. Juan conoció y utilizó los Sinópticos
B. Juan conoció tradiciones comunes a los Sinópticos
C. Juan conoció los Sinópticos, pero no los utilizó en la composición de su Evangelio.

Con buenas razones, y estoy de acuerdo con él, se inclina Guijarro por la tercera opción, C. Y especifica que Juan conoció el Evangelio de Marcos y probablemente también el de Lucas. A la pregunta de por qué no los utilizó, responde nuestro autor con Clemente de Alejandría (citado por Eusebio, Historia eclesiástica Vi 14,7) porque quiso componer un evangelio espiritual para complementar la visión corporal de estos últimos, demasiado “material”. Y está de acuerdo en que, probablemente, escribió Juan su evangelio para aquellos lectores que ya conocían el trazado general de la vida de Jesús gracias a haber leído el Evangelio de Marcos.

Finalmente, en las últimas páginas del cap. 7 expone una historia plausible de la complicada composición de este Evangelio.

1. El desconocido autor utilizó como base:

• Lo que conocía de memoria de la tradición sinóptica (a través de Marcos, Lucas o la tradición oral en sí misma),

• Lo que él, o su comunidad, sabía de otras tradiciones que los Sinópticos desconocían o no tuvieron en cuenta, pero que se conservaban en su memoria o en la de su comunidad (por cierto, marginal, siro-palestina),

• Más “La fuente de los signos” (relación de 7 milagros de Jesús: de nuevo el número 7),

• Junto con una historia de la pasión de Jesús diferente a la de Marcos, pero relativamente parecida, que quizás iba unida ya a la “Fuente de los signos”, o milagros, formando una suerte de “Evangelio (anterior al de Juan y también probablemente a los Sinópticos) de los signos de Jesús” que databa de una época similar a la “Fuente Q” (hacia el 50).

2. Lo primero que se compuso (por el autor principal, desconocido, quizá un discípulo amado de Jesús, no perteneciente a los Doce, ligado a su vez con Juan Zebedeo) fueron los capítulos 1-14 + 18-20.

Del capítulo 1 habría que exceptuar el Prólogo 1,1,-18, que se fue añadido, probablemente por la misma mano que compuso el grueso del Evangelio, pero después.

3. A este bloque inicial se añadieron, quizás por este orden, y por la mano de un redactor, los capítulos 15-17, que forman bloques de reflexión de diversos grupos johánicos sobre el Evangelio mismo y que se añadieron para lograr la unidad del grupo, y finalmente el cap. 21, con el que el redactor quiso unir formal y conscientemente el Evangelio de Juan con la tradición petrina (primado de Pedro), aceptada comúnmente y base de la Gran Iglesia.

4. Finalmente en este mismo proceso de edición –después- el redactor hizo algunos retoques editoriales al cuerpo principal del Evangelio.

De este modo se afirma que la composición del Cuarto Evangelio fue larga y laboriosa, que pudo empezarse pronto, es decir, cuando se conocía bien el Evangelio de Marcos, utilizando materiales previos como dijimos, -algunos del año 50- y que participaron en su composición varias manos, en especial dos: el autor del gran bloque primitivo y el redactor final.


Guijarro concluye (pp. 527-528):

• La aportación teológica del Evangelio de Juan es independiente y original. Fue determinante, por su cristología elevada, para la formulación definitiva de la fe católica (p. 527).

• El Evangelio de Juan es una interpretación creativa de la tradición sobre Jesús. Aunque buena parte de la tradición de sus dichos y hechos y los acontecimientos de la pasión es común a los Sinópticos, la interpretación que se hace de ellos en el Cuarto Evangelio es original.

Este interpretación se caracteriza por la búsqueda del sentido profundo de las acciones y enseñanzas de Jesús, desde la convicción de que éste era el Logos encarnado. Desde esta perspectiva, los discípulos vinculados a la tradición johánica veían en todo lo que Jesús había dicho y hecho un reflejo de su condición divina preexistente. Habían descubierto el sentido oculto de sus palabras y acciones después de que él resucitara de entre los muertos, gracias a un recuerdo impulsado y asistido por el Paráclito, el Espíritu de la Verdad que el Padre había enviado en nombre de Jesús (Jn 14,26)” (p. 527).

• El “Evangelio de Juan, lo mismo que los otros tres evangelios canónicos es una biografía de Jesús en la que el relato de la pasión ocupa un lugar importante” (p. 528).

• El Evangelio de Juan es un “evangelio espiritual” escrito para completar la visión de Jesús expandida por los Sinópticos (p. 528).


Discutiremos estos puntos en la próxima nota.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com



Domingo, 25 de Julio 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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