CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Escribe Antonio Piñero

En la antigüedad y a imitación de las figuras típicas de los buenos magistrados se formó la imagen del obispo ideal, santo, pobre y entregado al bien de sus diocesanos, pero al mismo tiempo se formó también la contrafigura del obispo-tirano. Abuso de poder y corrupción, ambos destinados a reforzar privilegios sociales y económicos, son los rasgos principales de la fisonomía oficial de este nuevo burócrata cristiano que, aunque por su esencia era extraño a la jerarquía de las funciones públicas, desempeñaba competencias seculares dentro de la ciudad. Para este tema véase R. Teja, «La cristianización de los modelos clásicos: el obispo», en E. Falque y F. Gascó (eds.), Modelos ideales y prácticas de vida en la antigüedad clásica, Sevilla, 1993, pp. 213-230.


Escribe Juana TORRES en su artículo sobre “Corrupción en las elecciones episcopales durante la Antigüedad tardía”, en las pp. 265-276, del libro editado por Raúl González Salinero y G. Bravo, que es la fuente principal de esta serie: LA CORRUPCIÓN EN EL MUNDO ROMANO, Editorial Signifer, Madrid 2008:

“En una reciente monografía dedicada a la violencia religiosa en el mundo tardoantiguo, Michael Gaddis (There Is no Crime for Those Who Have Christ. Religious Violence in the Christian Roman Empire, Berkeley/Los Angeles/London, 2005. ), en contraposición a la imagen idealizada del obispo-santo de la hagiografía que despliega su vocación pastoral en numerosas intervenciones dirigidas sobre todo a la asistencia de los indigentes, utilizando un amplio espectro de fuentes, especialmente griegas y orientales, traza el polémico perfil del obispo-tirano. Abuso de poder y corrupción, ambos destinados a
reforzar privilegios sociales y económicos, son los rasgos principales de la fisonomía oficial de este nuevo burócrata cristiano que, si bien extraño a la jerarquía de las funciones públicas,desempeñaba competencias seculares dentro de la ciudad.


En búsqueda de poder y de prestigio social, el obispo-tirano se distinguía por su codicia, amor al lujo y ostentación, que lo llevaban a derrochar los recursos de la Iglesia destinados a los pobres. Traspasando reincidentemente los límites legítimos de su autoridad canónica, el obispo-tirano utilizaba con frecuencia la controversia doctrinal como un medio para perseguir a sus enemigos personales, y no tenía escrúpulos a la hora de emplear la violencia en contra de sus detractores y rivales.

Naturalmente, dicen los estudiosos, el estereotipo del obispo-tirano es una construcción retórica que, inspirándose en los discursos políticos y en los specula principis, halla evidentes analogías en los modelos clásicos de «malos» emperadores, tiranos o usurpadores, tanto es así que en las adversae aclamationes (gritos, frases repetidas rítmicamente en una reiterada letanía de imprecaciones cuya hostilidad llegaba a veces a exigir la muerte del vilipendiado) que el pueblo dirigía en contra de los obispos considerados indignos por su mala administración, los calificativos de rechazo y execración colectivos se insertan en la línea tradicional del vituperio del tirano o del hostis publicus.

Un caso de este tipo fue Dióscoro de Alejandría (fue obispo allí del 444 al 454), quizás una encarnación poco edificante de un obispo-tirano tardoantiguo (relacionado con Pulqueria de la que henos hablado en esta serie) y de su irrefrenable vocación al poder, obtenido mediante una praxis de pocos escrúpulos y deplorables juegos políticos, al menos a la luz de los criterios de hoy.

Otro, más típico aún e interesante es el de Ibas (431-449 d.C.), obispo de la ciudad de Edesa. Al parecer la jerarquía eclesiástica oriental era más corrupta que la contemporánea jerarquía occidental. Así lo muestra un catálogo de prácticas ilícitas presentadas en la primavera del año 449 en contra de este obispo por clérigos y monjes de su diócesis de Edesa. A la muerte de Rabbula, el 8 de agosto del 435, gracias a numerosos apoyos ―contaba con amistades y alianzas también entre el clero de la cercana Nísibis― Ibas logró hacerse con la cátedra episcopal de la ciudad, pero encontró inmediatamente la oposición de parte de los clérigos y los monjes fieles a su antecesor a los que se apresuró a expulsar de la diócesis. Destituir al equipo del predecesor y librarse de sus protegidos era práctia habitual por parte de quien heredaba el gobierno de una iglesia y aspiraba a crearse su propia lobby, sin la cual hubiera sido muy difícil garantizarse el control de los mecanismos eclesiásticos.

En la primavera del año 448, diecisiete monjes edesenos lo denunciaron ante el tribunal eclesiástico del metropolitano, Domno de Antioquía, con varias acusaciones: primero una acusación teológica (el haber hecho revivir el nestorianismo en Oriente), luego otras imputaciones concernientes a supuestas actitudes tiránicas, en particular, actos de corrupción y malversación del dinero de su iglesia. Por eso cuando Ibas llegó de vuelta a su sede, a finales de marzo del 449, encontró grandes manifestaciones populares en su contra. La violencia desplegada fue tan tremenda que se vio obligado a pedir la protección al magister militum.

En la iglesia de san Zacarías se reunió una inmensa asamblea que invocaba la memoria del difunto Rabbula, y pedía, con la condena de Ibas, nestoriano, un nuevo obispo para la ciudad: ¡Nadie quiere a Ibas como obispo! ¡El confidente de Nestorio al exilio! […] ¡El depredador del Templo al exilio!¡Ibas ha robado a la Iglesia! ¡Sus parientes han cogido el oro de la Iglesia! ¡Lo que pertenece a la Iglesia tiene que ser devuelto a la Iglesia! ¡Lo que pertenece al pobre tiene que ser devuelto al pobre! ¡Santo Rabbula, asístenos! […] ¡Ibas ha corrompido la fe de Éfeso! ¡Ibas ha corrompido la fe de Cirilo! ¡Emperadores, rechazadlo! ¡Dad un nuevo obispo a la metrópolis! Unos días más tarde se presentó ante los magistrados y el gobernador militar una petición firmada por los representantes de todas las clases de la ciudad, en la que se reiteraban acusaciones de herejía, prevaricación, malversación y apropiación indebida de los fondos eclesiásticos a cargo del obispo.
Los cargos contra Ibas eran los siguientes:

1. Había sustraído parte de los 1.500 sólidos destinados por la ciudad de Edessa al rescate de los prisioneros;

2. Había sustraído del tesoro eclesiástico un cáliz de oro y gemas preciosas ofrecidos once años antes por una persona piadosa;

3. Había aceptado dinero a cambio de ordenaciones sacerdotales;

4. Había intentado ordenar obispo de Batena a Abramios, acusado de practicar la magia;

5. Había nombrado presbítero a Valencio, culpable de adulterio y sodomía;

6. Había nombrado obispo de Charres a su sobrino Daniel, joven inquieto y muy lujurioso, del que era conocida una relación pecaminosa con una mujer casada, una tal Challoa;

7. Había concedido una parte importante de los ingentes réditos eclesiásticos a su hermano y a los hijos de éste;

8. Había puesto a disposición de ellos las herencias, donativos y ofrendas de su Iglesia;

9. Había erogado en favor de otros familiares el dinero destinado al rescate de los prisioneros;

10. Había destinado a la eucaristía un vino de mala calidad, guardando para consumo privado el mejor;

11. Siendo nestoriano había llamado hereje a Cirilo;

12. Daniel había nombrado clérigos a algunos cómplices de sus intemperancias;

13. Había impedido que el rico Piruzo testase sus bienes en favor de iglesias pobres;

14. Había consentido que su sobrino Daniel dejara en herencia sus ingentes propiedades a Challoa y a los sobrinos de ésta;

15. Challoa disponía de bienes y de grandes cantidades de dinero de clara proveniencia eclesiástica;

16. Daniel se había hecho nombrar heredero por el diácono Abramios para poder testar los bienes de éste en favor de Challoa;

17. Daniel se había dejado sobornar por los paganos;

18. Daniel había hecho deforestar algunos terrenos de la iglesia edesena para ceder la madera a Challoa, que la había empleado como material de construcción.

Como puede observarse, entre las acusaciones más comprometidas dirigidas en contra de Ibas estaban las referentes al uso de fondos caritativos para fines distintos de los originarios la apropiación de vasos y objetos sagrados, y otros bienes destinados al rescate de prisioneros, una acción gravísima, que lo hacía merecedor de la infamante degradación a la communio laica y del apelativo de «asesino del pobre».

Aunque haya mucho de exageración en este catálogo, que reproduce los cargos habitualmente imputados a un obispo por parte de sus acusadores o rivales, podemos decir que si el río suena es porque agua lleva. Las 18 acusaciones perfilan la fisonomía de un dirigente eclesiástico autoritario, ávido y corrupto, acostumbrado a dilapidar el dinero eclesiástico para beneficiar a su núcleo parental, efectivamente, Sin embargo, en este caso es posible que no se trate solamente del producto de la hostil fantasía de malintencionados calumniadores y que, al contrario, contengan un fondo de veracidad.

Pero consolémonos hoy día porque “ningún tiempo pasado fue mejor”

Saludos cordiales Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
Www.antoniopinero.com


Domingo, 11 de Enero 2015


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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