Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
En el número 27 de “Compartir” de 8 de octubre, puse como ejemplo las Cartas auténticas de Pablo acerca de la hipótesis muy verosímil de que en el siglo II hubo una revisión de los escritos cristianos que estaban dentro de la “pista” de salida cuya meta era la declaración, con el tiempo, de “escrito sagrado” del cristianismo con la misma autoridad que el Antiguo Testamento. Creo, dándole vueltas al asunto que hay, al menos dos ejemplos más que abonen esta hipótesis. El primero, de buen peso, es el añadido de Mt 1-2 y Lc 1-2, dos capítulos previos a esos evangelios, muy probablemente por mano distinta de los autores del cuerpo principal del evangelio respectivo (Mt 3-28; Lc 3-24), como una añadidura necesaria para que esas respectivas biografías” de Jesús no carecieran de lo que otras biografías helenísticas tenían, a saber, datos sobre la infancia y juventud del “héroe” –en este caso Jesús--, cuya vida se cuenta. Marcos, en efecto, había iniciado su evangelio con la predicación de Juan Bautista y con el bautismo de un Jesús adulto que se sentía atraído por la predicación del Bautista. Digamos de paso que al ejecutar este propósito de añadir un par de capítulos biográficos sobre María y su hijo Jesús, Mateo (¿?) y Lucas (¿?) se basaron en fuentes absolutamente distintas entre sí, a veces hasta contradictorias, y compusieron obras que presentan estos rasgos del mismo personaje de manera imposible de casar entre sí. Es como si estuvieran contando los orígenes no del mismo héroe, sino de dos, casi completamente distintos porque lo que dice uno lo ignora el otro, o cuando hablan de lo mimo dan detalles distintos. La segunda razón que tuvieron para escribir estos capítulos iniciales fue indicar, que como otros grandes personajes de la antigüedad, Jesús tuvo también una infancia prodigiosa que señalaba ya, antes de mostrarse al mundo como adulto, que era alguien muy importante. Mateo –y Lucas- al narrar los prodigios que rodean el nacimiento de Jesús muestran que éste es más trascendental e importante que cualesquiera héroes paganos, dioses o semidioses, que se solían presentar como ejemplos ya desde las escuelas, por ejemplo, Hércules, o Platón o Alejandro Magno, o incluso el mismísimo emperador Augusto que era como un dios en la tierra. Y ahora viene el núcleo del argumento: estos dos capítulos complementarios de Mateo y Lucas fueron añadidos posteriormente, una vez concluidos los evangelios. Y como estos fueron compuestos probablemente hacia el 85 +- (Mateo) y hacia el 90+- (Lucas), es más que posible que estas añadiduras fueran hechas al mismo tiempo que el anónimo editor de as cartas de Pablo etaba haciendo su trabajo. Por tanto a principios del siglo II. Y que el autor de estas añadiduras (Mt 1-2 y Lc 1-2) no fueron los autores del resto de los evangelios respectivos, sino otros, es más que verosímil. ¿Por qué lo sabemos? La razón principal para sostener esta suposición es sólida: en el resto de los respectivos evangelios de Mateo y Lucas no parece que los personajes principales tengan idea alguna de lo que ha ocurrido anteriormente, es decir, no saben nada de la vida de María y cómo tuvo a su hijo, ni tampoco de la infancia de Jesús y de Juan Bautista. Y lo más curioso es que, al parecer, María misma tampoco sabe nada de la anunciación del ángel y sus consecuencias. En efecto, en los Evangelio de Mateo y de Lucas, María como madre de Jesús no muestra el menor conocimiento de que el nacimiento de su hijo había sido portentoso, virginal; de que ya desde muy pequeño sabía el joven Jesús, de doce años, que “debía ocuparse de las cosas de su Padre”. María ignora que Jesús había sido declarado Mesías, hijo de David, desde su concepción misma, y que estaba destinado a grandes empresas en Israel. Y María se suma a los hermanos de Jesús en la opinión de éste estaba fuera de sus cabales y que había que hacerle volver a casa y que dejara de predicar la venida del reino de Dios en el episodio que narra Marcos en 3,20 y 3,31-35 (Jesús no hace caso a su madre y hermanos cuando lo buscan mientras él está ocupado predicando a la muchedumbre concentrada ante una casa). Igualmente, el pariente cercano de Jesús, Juan Bautista, a pesar de haber saltado en el seno materno tan pronto como supo que Jesús, aún el vientre de su madre, era el señor Mesías, no conoce quién es Jesús y tiene que preguntar si él es en verdad el Mesías o “había que esperar a otro” (Mt 11,3; Lc 7,9). Por tanto, es indudable que estos capítulos iniciales de Mateo y Lucas fueron añadidos después de que terminara la composición del cuerpo amplio de los evangelios respectivos y que los autores no se ocuparon de armonizar los datos entre sí. Y como la crítica está de acuerdo en que los bloques principales de Mateo y Lucas fueron escritos entre el 80/85, el primero, y 90/95 el segundo, debemos concluir que desde la muerte de Jesús (probablemente en abril del año 30 d.C.; o en abril del año 33 d.C. ) hasta el momento en que se compusieron los evangelios de la infancia habían pasado decenas de años, unos 60 en total, por lo que había habido mucho tiempo para reflexionar sobre la vida y misión de Jesús, para hacer teología e incluso para que se formaran leyendas sobre la infancia del Mesías. En síntesis: detrás de estos capítulos se hallan las tradiciones peculiares sobre la vida de María y la infancia de Jesús, a veces muy dispares, que las dos comunidades o grupos, en los que debe situarse a Mateo y Lucas, cultivaban como recuerdo de lo poco que se sabía sobre la infancia de su héroe, Jesús. Pero estas tradiciones no siempre estaban de acuerdo con la teología de los evangelios completos de Mateo y Lucas. Y fueron añadidas por otras manos que no eran los evangelistas. Y otro argumento para la hipótesis de la revisión de textos cristianos incipientemente sagrados podría ser el hecho muy posible de las ediciones sucesivas del Evangelio de Marcos y la composición del Evangelio secreto de Marcos (Morton Smith) como versión solo para iniciados. Hay comentaristas como Rius-Camps –y lo he mostrado en este mismo Blog (utilícese el “Buscador”) la crítica de su obra sobre las sucesivas ediciones del Evangelio de Marcos-- que opinan que se hicieron tres ediciones. ¿La hizo el autor? No es seguro. Es posible –y solo posible—que entren de lleno en la corriente de revisión y nueva edición de incipientes escritos sagrados cristianos de inicios del siglo II d.C. El último argumento, o más bien posibilidad, que se me ocurre de la refección de una obra cristiana, posiblemente previa, es el actual Evangelio de Juan. Estudios muy recientes, como el de Senén Vidal, “Evangelio y cartas de Juan”, Edit. Mensajero, Bilbao, 2013 –también reseñado en este Blog--, señala con el conveniente aparato científico, los avatares de edición y revisión de este Evangelio. Según S. Vidal, a un “primer evangelio” se añadió un “evangelio transformado”, una edición refundida y alargado, y finalmente un “Evangelio glosado”, que agregó todavía más elementos a la “edición refundida”. Sin duda alguna, el “autor” del Evangelio es el que está detrás de la primera versión. La segunda y la tercera son como correcciones. Y todo ello debió de tener lugar igualmente a principios del siglo II d.C. donde hubo una poderosa corriente de revisión de textos cristianos incipientemente sagrados. Saludos cordiales.
Domingo, 12 de Octubre 2014
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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