Notas
Escribe Antonio Piñero
Cuando hablamos de “apócrifos”, muchas personas muestran un interés notable porque junto con el término “apócrifo” va unida la idea de que la Iglesia, sobre todo la católica, los ha declarado como tal, falsos, los ha perseguido, ha procurado destruirlos, etc. porque –piensan– que en muchos de ellos se oculta la verdadera historia del cristianismo… y porque si se descubriera… se acabaría el negocio eclesiástico y la Iglesia se derrumbaría. Esto ocurre naturalmente más con los apócrifos del Nuevo Testamento… y mucho menos, o poco con los apócrifos de la Biblia hebrea, porque muchas personas ni siquiera saben que tales apócrifos existen y menos aún que son muy importantes para comprender el cristianismo. Se puede asegurar con toda tranquilidad que los temores y terrores de algunos, asociados con el ocultamiento de los apócrifos, es un bulo. Sencillamente falso. Piénsese que en concreto los apócrifos del Antiguo Testamento en nomenclatura cristiana han sido conservados por los cristianos, no por los judíos, porque los cristianos intuyeron muy pronto que el contenido de tales libros judíos eran una “preparación al evangelio”: Dios había dispuesto la Biblia hebrea y su continuación, sus apócrifos, para que las mentes de los cristianos y el mundo entero se fueran preparando a las nuevas doctrinas. Y respecto los Apócrifos del Nuevo, piénsese que las principales ediciones de ellos provienen de miembros de la Iglesia. Así pues, respecto a los Apócrifos corren muchas ideas erróneas entre la gente. Para empezar es importante aclarar los términos canónico y apócrifo, pues son muchas las obras de autores judíos y cristianos que, ya sea por su título o contenido, o por su presunto autor, han mostrado pretensiones de ser consideradas sagradas y de ingresar en el selecto grupo de “libros canónicos” o inspirados, pero no lo consiguieron. Sin embargo, no por eso dejan de ser más que importantes los Apócrifos, pues sobre todo los escritos de la Biblia hebrea no aceptados como canónicos reflejan una teología y religiosidad que en muchos casos fue más determinante para el desarrollo del primer cristianismo que el Antiguo Testamento mismo, a pesar de su carácter de sagrado. Esta idea es el leitmotiv, el motivo dirigente o impulsante para presar atención a los Apócrifos: su enorme importancia para entender la teología cristiana. Además, los textos apócrifos de la Biblia hebrea son bastantes, unos 65 libros en total, pero no todo su contenido es trascendental, como es natural. Comienzo por las definiciones. El término “apócrifo” o “literatura apócrifa” se comprende hoy día a partir del concepto opuesto: “libros o literatura canónica”. Un libro “canónico”, como sabemos, es el aceptado como sagrado por la Iglesia (o también por el judaísmo, si se habla de la Biblia hebrea). Entonces la definición es evidente: un apócrifo es un escrito no admitido en la lista de libros sagrados de la Biblia, aunque albergan pretensiones de estar en ella por su tema, género o pretensión de autoría… Finalmente el término “apócrifo”, que al principio significaba oculto, como veremos enseguida, solo para una minoría elegida terminar por significar lo mismo que “falso”. Sin embargo, para llegar a esta significación el vocablo “apócrifo” pasó por una serie de etapas. El vocablo aparece ya en Ireneo de Lyon (hacia el 180 d.C.), y deriva del griego apokrýptô, que significa “ocultar”. En principio, un libro “apócrifo” fue aquel que convenía mantener oculto por ser demasiado precioso, no apto para que cayera en manos profanas. También se designaban con el vocablo “apócrifo” los libros que procedían o contenían una enseñanza “secreta”, pero de ningún modo falsa. Así, ciertos filósofos de la antigüedad afirmaban que sus doctrinas procedían de libros secretos (en griego: apókrypha biblía) que venían del Oriente. Esta acepción de apócrifo = a libro precioso o secreto, aparece como normal en escritores eclesiásticos cristianos de los primeros siglos, como Clemente de Alejandría (Stromata, o “Tapices” I 15,69,6). Rápidamente, sin embargo, y precisamente porque tales libros eran utilizados por grupos más o menos apartados de la Gran Iglesia, el vocablo apócrifo adquirió el sentido de “espurio” o “falso”. Así ya en el autor antes citado, Ireneo de Lyon, o Tertuliano (hacia el 200). A partir de tales escritores se ha generalizado esta acepción hasta hoy, olvidándose de que apócrifo tenía un sentido muy positivo al principio. ¿Cuáles son, o cómo se llaman tales apócrifos? concentrémonos en lo que sigue porque aunque sea una lista, los nombres se repiten y forman una especie de grupos. Entre los apócrifos de la Biblia hebrea hay, en primer lugar, un bloque de salmos y oraciones, cuyos títulos son los siguientes: Salmos de Salomón; Oración del rey Manasés; Cinco salmos nuevos de David; Plegaria de José. En segundo, encontramos un buen número de escritos que complementan o reelaboran libros y temas conocidos por el Antiguo Testamento canónico: así, el libro de los Jubileos o Pequeño Génesis, llamado así porque expande algunos capítulos de este libro; también las Antigüedades Bíblicas del Pseudo Filón, que vuelve a contar la historia sagrada desde Adán hasta David; la Vida de Adán y Eva, que gira en torno al capítulo 3 del Génesis: el pecado de Adán; los Paralipómenos o “restos” de Jeremías sobre la historia en torno a Jerusalén y el exilio; libros 3º y 4º de los Macabeos, sobre la historia del levantamiento judío contra la helenización de Israel; la Novela de José y Asenet, sobre la conversión al judaísmo. Nos ha llegado también un ciclo completo con profecías de Henoc, “el séptimo varón después de Adán”, que se compone, a su vez, de diversas obras transmitidas en lengua etíope, antiguo eslavo o hebreo, y que se denominan Libros 1º, 2º, 3º de Henoc. Hay también un gran bloque de apocalipsis o revelaciones, en especial sobre el inminente fin de los tiempos como el Libro 4º de Esdras; los Apocalipsis sirio de Baruc, discípulo de Jeremías; los Apocalipsis de Elías, Adán, Abrahán, Ezequiel, Sofonías, etc. Hay otro conjunto que se denomina hoy literatura de “testamentos”, porque todos sus componentes se acomodan, más o menos, a un cierto tipo de género literario ya conocido desde el Génesis, a saber: una gran figura religiosa reúne a sus descendientes a la hora de su muerte, que conoce por revelación divina, les cuenta los hechos más importantes de su vida, les orienta sobre el modo recto de proceder, les exhorta a cumplir los mandamientos de la Ley y termina con algunas predicciones sobre el futuro. Los más importantes de estos “testamentos” son los de los XII Patriarcas, hijos de Jacob; el Testamento de Job, y el Testamento de Salomón. Poseemos también los Testamentos de Moisés y Adán. Otro grupo importante es la literatura sapiencial que quiere decir que su contenido trata de la sabiduría, de consejos, máximas, y breves orientaciones destinadas a exhortar sobre todo a vivir conforme a la razón y al cumplimiento de la ley de Moisés: el libro de Ajicar y las Sentencias y proverbios del Pseudo-Focílides Existe también dentro un bloque misceláneo de apócrifos que agrupa obras muy variadas: desde fragmentos de un autor trágico judío, Ezequiel, que escribió, entre otras obras, una tragedia sobre el éxodo, hasta fragmentos casi perdidos de una historia de Eldad y Modad, pasando por los famosos Oráculos Sibilinos, o los del profeta persa Histaspes, es decir restos de antiguas profecías paganas reelaboradas por judíos y, luego, por cristianos. Seguiremos en las próximas publicaciones Saludos cordiales de Antonio Piñero NOTA: Enlace a una entrevista que me hizo Jordi Fortiá sobre "El nacimiento e infancia del Jesús histórico”: https://youtu.be/y28d_jHm2AE?si=V9pBTtchJAhyeSRo
Martes, 24 de Diciembre 2024
Comentarios
NotasEscribe Antonio Piñero Los escritos apócrifos de la Biblia hebrea, particularmente los más apocalípticos, se caracterizan por una concepción dualista de la existencia que tiene que ver sin duda con ideas relacionadas con la existencia del bien y del mal: arriba /abajo; Dios / Satán; ángeles buenos y malos; hombres buenos y malos; los que se salvan y los que se condenan; inclinaciones buenas y malas en el hombre desde su creación misma (existe en el hombre una parte del corazón que es maligna y otra benigna), y sobre todo el «mundo presente; este mundo» (‘olam ha-zeh), el reino del mal, y el «mundo futuro» (‘olam ha-ba’), el reino del bien que ha de venir. Así pues, el dualismo es múltiple. 1. No existe vida en el más allá. Aunque cueste creerlo, la concepción judía tradicional, incluso en los profetas, hasta el tiempo del Qohelet (Eclesiastés) y probablemente el Eclesiástico o Ben Sira (siglo II a. C., es que no hay un más allá, que el alma no es inmortal, sino que el futuro estará en este mundo. Según la inmensa mayoría de los estudiosos, fue el platonismo vulgarizado, descendiente de la teología órfica, que defendió a capa y espada que el alma es inmortal, y el dualismo de la religión persa –que defendía la inmortalidad del alma; el juicio final y la existencia del más allá con premios y castigos son ideologías que parecen haber ayudado históricamente a los autores de los apócrifos del Antiguo Testamento a superar esta concepción tan materialista, tan de tejas debajo de reducir la existencia humana a una vida solo concebible en la tierra. Aunque cueste creerlo, hay un pasaje del Eclesiastés /Qohelet / Predicador 3,19-22 que es muy claro al respecto: “La suerte de los hijos de los hombres y la suerte de los animales es la misma: como muere el uno así muere el otro. Todos tienen un mismo aliento de vida; el hombre no tiene ventaja sobre los animales, porque todo es vanidad. Todos van a un mismo lugar. Todos han salido del polvo Y todos vuelven al polvo. ¿Quién sabe si el aliento de vida del hombre asciende hacia arriba y el aliento de vida del animal desciende hacia abajo, a la tierra? He visto que no hay nada mejor para el hombre que gozarse en sus obras, porque esa es su suerte. Porque ¿quién le hará ver lo que ha de suceder después de él? Queda claro: la vida de las bestias y la de los seres humanos es idéntica en cuanto a un más allá. Este no existe. Pero los Apócrifos del Antiguo Testamento defienden que existe este mundo y también su superación: el mundo del más allá. El mal no puede vencer siempre. La justicia triunfará al menos en el más allá. Dios no puede defraudar a sus fieles, y las palabras de los profetas que hablan de una bienaventuranza futura de Israel no pueden dejar de cumplirse: no se cumplirán en este mundo, pero sí en un mundo futuro que vendrá y pronto. Por tanto, junto al pesimismo de una vida solo en la tierra llena de problemas y dolores empieza a dibujarse el optimismo de la esperanza: el futuro –que consideran no lejano, sino inmediato– será esplendoroso, cielos nuevos y tierra nueva, potenciando del Tercer Isaías (capítulos 56-66). Otra idea: 2. Dualismo de buenos y malos. «Muchos han sido creados, pero sólo pocos se salvarán» (IV Esdras 8,3); «Los justos son pocos, los malos abundan» (IV Esdras 7,51). El apocalipsis siriaco de Baruc es en ocasiones menos pesimista: en 21,11 sostiene que los justos no son pocos; En una visión contempla un conjunto de aguas sucias y otras limpias. Traducida al lenguaje no visionario: la historia humana es una alternancia del predominio de los malos (aguas turbias) y de los buenos (aguas claras): 53-74. En el capítulo 83,9-12 el pseudo Baruc reconoce que ni el mal es totalmente malo ni el bien es totalmente bueno. Con todo, este apocalipsis divide la humanidad en buenos y malos, dos clases fijas e irreversibles. En el libro de los Jubileos (siglo I a. C.) el dualismo está presente en sus diversas modalidades representadas por “dos caminos”, el de los espíritus buenos y el de los malos, los espíritus de Dios y de Mastema (otro nombre del Diablo); el espíritu de Israel (bueno) y los gentiles (malos). El dualismo del libro de los Jubileos es parecido al de Qumrán: Dios-Mastema; ángeles buenos ángeles malos; la humanidad dividida en justos protegidos por los custodios y malvados dominados por los demonios. Dado el nacionalismo que caracteriza al autor del libro de los Jubileos, el dualismo ético de buenos-malos no se aplica formalmente a Israel: los buenos son Israel, los malos son los gentiles, como acabamos de indicar 3. Dualismo espacial: cielo y tierra. Los Apócrifos del Antiguo Testamento heredan de la literatura sapiencial de la Biblia hebrea la división del mundo en dos planos: el cielo y la tierra. Tal dualismo espacial es propio del Próximo Oriente y del judaísmo. Una de las manifestaciones de dicho dualismo es denominar a Dios como el Altísimo. Otro son las tablas celestiales en las que está escrito todo lo que ocurrirá en la tierra, en especial los hechos de los humanos que servirán para el juicio final. Una observación: el dualismo espacial no implica oposición de contrarios, como el dualismo escatológico o el dualismo ético: el mundo celeste –del Altísimo, de los ángeles, de las tablas celestes– está íntimamente implicado con el mundo de abajo por la acción y la ejemplaridad. Hay una correspondencia entre el cielo y la tierra. Cada cosa o evento terreno tiene su modelo y prototipo en los cielos. Cada cosa o evento terreno está prefigurado en su ser o evento del cielo. Así, lo que ocurre en los cielos es de importancia primordial para la tierra. Cada región, río, ciudad, templo –en realidad, toda la tierra– tiene su modelo celeste. Las cosas terrenas, humanas o sagradas, han sido modeladas según el modelo celeste», Si me pusiera a las citas de 1 Henoc; Testamentos de los XII Patriarcas, Jubileos serían interminables. Cito solo el libro de Daniel 10,21: Yo –el Altísimo– te daré a conocer lo que está escrito en el libro de la verdad”. 4. Finalmente el dualismo o distinción entre alma y cuerpo está acreditada en diversos Apócrifos. Menciono solo dos ejemplos: en 1 Hen 71,lss es el alma de Henoc, no Henoc, quien sube al cielo; según Ascensión de Isaías 7,5 (cf. 8,11.27), el espíritu de Isaías es trasladado a los cielos. En síntesis: el pesimismo y dualismo profundos de los Apócrifos del Antiguo Testamento dualismo: mundo presente / mundo futuro; buenos y malos = salvación y condenación; cielo y tierra dos entidades distintas pero complementarias y finalmente el dualismo de alma y cuerpo y arriba y abajo es el contenido de ese pesimismo dualista de las Apócrifos del Antiguo Testamento Saludos cordiales de Antonio Piñero NOTA Entrevista sobre la novela “Herodes el Grande” hecha por Diego Reyes Prieto RCN Radio Bogotá, Colombia: https://youtu.be/SlKLVHIv2nU?si=vkf3mUBNZDikRlSD Pesimismo y dualismo Apócrifos de la Biblia hebrea Escribe Antonio Piñero Los escritos apócrifos de la Biblia hebrea, particularmente los más apocalípticos, se caracterizan por una concepción dualista de la existencia que tiene que ver sin duda con ideas relacionadas con la existencia del bien y del mal: arriba /abajo; Dios / Satán; ángeles buenos y malos; hombres buenos y malos; los que se salvan y los que se condenan; inclinaciones buenas y malas en el hombre desde su creación misma (existe en el hombre una parte del corazón que es maligna y otra benigna), y sobre todo el «mundo presente; este mundo» (‘olam ha-zeh), el reino del mal, y el «mundo futuro» (‘olam ha-ba’), el reino del bien que ha de venir. Así pues, el dualismo es múltiple. 1. No existe vida en el más allá. Aunque cueste creerlo, la concepción judía tradicional, incluso en los profetas, hasta el tiempo del Qohelet (Eclesiastés) y probablemente el Eclesiástico o Ben Sira (siglo II a. C., es que no hay un más allá, que el alma no es inmortal, sino que el futuro estará en este mundo. Según la inmensa mayoría de los estudiosos, fue el platonismo vulgarizado, descendiente de la teología órfica, que defendió a capa y espada que el alma es inmortal, y el dualismo de la religión persa –que defendía la inmortalidad del alma; el juicio final y la existencia del más allá con premios y castigos son ideologías que parecen haber ayudado históricamente a los autores de los apócrifos del Antiguo Testamento a superar esta concepción tan materialista, tan de tejas debajo de reducir la existencia humana a una vida solo concebible en la tierra. Aunque cueste creerlo, hay un pasaje del Eclesiastés /Qohelet / Predicador 3,19-22 que es muy claro al respecto: “La suerte de los hijos de los hombres y la suerte de los animales es la misma: como muere el uno así muere el otro. Todos tienen un mismo aliento de vida; el hombre no tiene ventaja sobre los animales, porque todo es vanidad. Todos van a un mismo lugar. Todos han salido del polvo Y todos vuelven al polvo. ¿Quién sabe si el aliento de vida del hombre asciende hacia arriba y el aliento de vida del animal desciende hacia abajo, a la tierra? He visto que no hay nada mejor para el hombre que gozarse en sus obras, porque esa es su suerte. Porque ¿quién le hará ver lo que ha de suceder después de él? Queda claro: la vida de las bestias y la de los seres humanos es idéntica en cuanto a un más allá. Este no existe. Pero los Apócrifos del Antiguo Testamento defienden que existe este mundo y también su superación: el mundo del más allá. El mal no puede vencer siempre. La justicia triunfará al menos en el más allá. Dios no puede defraudar a sus fieles, y las palabras de los profetas que hablan de una bienaventuranza futura de Israel no pueden dejar de cumplirse: no se cumplirán en este mundo, pero sí en un mundo futuro que vendrá y pronto. Por tanto, junto al pesimismo de una vida solo en la tierra llena de problemas y dolores empieza a dibujarse el optimismo de la esperanza: el futuro –que consideran no lejano, sino inmediato– será esplendoroso, cielos nuevos y tierra nueva, potenciando del Tercer Isaías (capítulos 56-66). Otra idea: 2. Dualismo de buenos y malos. «Muchos han sido creados, pero sólo pocos se salvarán» (IV Esdras 8,3); «Los justos son pocos, los malos abundan» (IV Esdras 7,51). El apocalipsis siriaco de Baruc es en ocasiones menos pesimista: en 21,11 sostiene que los justos no son pocos; En una visión contempla un conjunto de aguas sucias y otras limpias. Traducida al lenguaje no visionario: la historia humana es una alternancia del predominio de los malos (aguas turbias) y de los buenos (aguas claras): 53-74. En el capítulo 83,9-12 el pseudo Baruc reconoce que ni el mal es totalmente malo ni el bien es totalmente bueno. Con todo, este apocalipsis divide la humanidad en buenos y malos, dos clases fijas e irreversibles. En el libro de los Jubileos (siglo I a. C.) el dualismo está presente en sus diversas modalidades representadas por “dos caminos”, el de los espíritus buenos y el de los malos, los espíritus de Dios y de Mastema (otro nombre del Diablo); el espíritu de Israel (bueno) y los gentiles (malos). El dualismo del libro de los Jubileos es parecido al de Qumrán: Dios-Mastema; ángeles buenos ángeles malos; la humanidad dividida en justos protegidos por los custodios y malvados dominados por los demonios. Dado el nacionalismo que caracteriza al autor del libro de los Jubileos, el dualismo ético de buenos-malos no se aplica formalmente a Israel: los buenos son Israel, los malos son los gentiles, como acabamos de indicar 3. Dualismo espacial: cielo y tierra. Los Apócrifos del Antiguo Testamento heredan de la literatura sapiencial de la Biblia hebrea la división del mundo en dos planos: el cielo y la tierra. Tal dualismo espacial es propio del Próximo Oriente y del judaísmo. Una de las manifestaciones de dicho dualismo es denominar a Dios como el Altísimo. Otro son las tablas celestiales en las que está escrito todo lo que ocurrirá en la tierra, en especial los hechos de los humanos que servirán para el juicio final. Una observación: el dualismo espacial no implica oposición de contrarios, como el dualismo escatológico o el dualismo ético: el mundo celeste –del Altísimo, de los ángeles, de las tablas celestes– está íntimamente implicado con el mundo de abajo por la acción y la ejemplaridad. Hay una correspondencia entre el cielo y la tierra. Cada cosa o evento terreno tiene su modelo y prototipo en los cielos. Cada cosa o evento terreno está prefigurado en su ser o evento del cielo. Así, lo que ocurre en los cielos es de importancia primordial para la tierra. Cada región, río, ciudad, templo –en realidad, toda la tierra– tiene su modelo celeste. Las cosas terrenas, humanas o sagradas, han sido modeladas según el modelo celeste», Si me pusiera a las citas de 1 Henoc; Testamentos de los XII Patriarcas, Jubileos serían interminables. Cito solo el libro de Daniel 10,21: Yo –el Altísimo– te daré a conocer lo que está escrito en el libro de la verdad”. 4. Finalmente el dualismo o distinción entre alma y cuerpo está acreditada en diversos Apócrifos. Menciono solo dos ejemplos: en 1 Hen 71,lss es el alma de Henoc, no Henoc, quien sube al cielo; según Ascensión de Isaías 7,5 (cf. 8,11.27), el espíritu de Isaías es trasladado a los cielos. En síntesis: el pesimismo y dualismo profundos de los Apócrifos del Antiguo Testamento dualismo: mundo presente / mundo futuro; buenos y malos = salvación y condenación; cielo y tierra dos entidades distintas pero complementarias y finalmente el dualismo de alma y cuerpo y arriba y abajo es el contenido de ese pesimismo dualista de las Apócrifos del Antiguo Testamento Saludos cordiales de Antonio Piñero NOTA Entrevista sobre la novela “Herodes el Grande” hecha por Diego Reyes Prieto RCN Radio Bogotá, Colombia: https://youtu.be/SlKLVHIv2nU?si=vkf3mUBNZDikRlSD
Martes, 17 de Diciembre 2024
Notas
Escribe Antonio Piñero
Los Apócrifos del Antiguo Testamento / Biblia hebrea (colección de Ediciones Cristiandad, Madrid) reflexionaron según el siguiente esquema: el mal es, en su conjunto, superior al hombre y no se puede explicar siempre por el simple libre albedrío; pero tampoco se debe a Dios, que es bueno; se deberá, por tanto, a otros poderes suprahumanos distintos del hombre y Dios. 1. En el ya comentado pecado de los ángeles con las hijas de los hombres se explica el origen del mal moral y físico: se debe a los ángeles que se han deturpado y vuelto malvados y a su descendencia. 2. Otra explicación del origen del mal es el pecado del primer hombre, Adán incitado por La serpiente / demonio. Así lo vemos en el libro de los Jubileos 3,17-35, que resumo pues el pasaje es larguísimo: “Y a Adán dijo Dios: Porque has escuchado la voz de tu mujer y has comido de este árbol, del que te ordené no comer, será maldita la tierra por tu causa, produciéndote espinas y abrojos… En aquel día quedaron mudas las bocas de todas las bestias, animales, pájaros, sabandijas y reptiles, pues hablaban todos, unos con otros, en un mismo lenguaje e idioma. Dios expulsó del Jardín del Edén a todo mortal que allí había: todos fueron dispersados, según sus especies y naturaleza, hacia el lugar que se les había creado”. En la Vida de Adán y Eva versión griega 11.19 hay un diálogo entre Satanás y Eva que explica la causa del primer pecado también al modo bíblico: E insistió la serpiente: «Júrame que vas a dar también a tu marido». Pero yo le repliqué: «No sé con qué juramento voy a jurarte, pero lo que sé te lo digo: Por el trono del Señor, por los querubines y el árbol de la vida, que daré también a comer a mi marido». En cuanto me tomó el juramento, se adelantó, subió al árbol y puso el veneno de su maldad, es decir, de su deseo, en la fruta que me dio a comer -pues el deseo es el principio de todo pecado-. Incliné la rama hacia la tierra, tomé la fruta y comí. En ese preciso momento se abrieron mis ojos y supe que estaba desprovista de la justicia que me cubría. Testamento de Leví 18,10-12: da por supuesto que el origen del mal y del pecado está en el lapso o caída del Paraíso, que será eliminado en los momentos finales del mundo en el tiempo del sacerdocio de Leví: Durante su sacerdocio se eliminará el pecado, y los impíos cesarán de obrar el mal. El abrirá ciertamente las puertas del paraíso y apartará de Adán la espada amenazante. A los santos dará a comer del árbol de la vida, y el espíritu de la santificación estará sobre ellos . El atará a Beliar = Belial = el Diablo, y dará poder a sus hijos para pisotear a los malos espíritus. Apocalipsis de Abrahán 23-24 (presento un extracto): 23 1 “Mira aún en la imagen que ves quién es el que sedujo a Eva y cuál es el fruto del árbol; sabrás lo que será y aquello que sucederá a tu descendencia entre las gentes al fin de los días del siglo (de esta dad = el fin del mundo). El fruto de ese árbol tenía el aspecto de un racimo de uvas. 5 Debajo del árbol estaba de pie (un ser) con figura como de serpiente, pero que tenía brazos y piernas como un hombre, y alas en sus hombros, seis a la derecha y seis a la izquierda. 6 Sujetaba en la mano un racimo del árbol y embaucaba a los dos que vi abrazarse (Adán – Eva = símbolo natural de la humanidad entera) 24 1 Me dijo: Así (está) cerca para las naciones por tu causa y por causa de las gentes de tu raza que después de ti han sido puestas aparte, pues verás en la imagen las penalidades (que pesan) sobre ellos… 3 Miré y vi allí ante mí lo que había sido en la creación. 4 Vi a Adán y a Eva, que estaba con él, y al Enemigo malo; a Caín que se había pervertido por causa del Enemigo, y a Abel asesinado, y el homicidio perpetrado contra él por el perverso. 5 Vi el adulterio y a aquéllos que lo desean, su vileza y el ardor de quienes lo practican, y el fuego de su corrupción en las regiones inferiores de la tierra. 6 Vi allí el latrocinio y a los que se dedican a él y el designio de su retribución. 7 Vi hombres desnudos frente a frente y su vergüenza, el perjuicio que (se causaban) unos a otros, y su retribución.8 Vi allí la concupiscencia y en sus manos el principio de toda iniquidad. Apocalipsis siriaco de Baruc 23,4 (A); 48,42.43 (B); 56,5.6 (C); A) Pues cuando pecó y se decretó la muerte para aquéllos que habrían de nacer, entonces se enumeró la multitud de los que nacerían, y se les preparó un lugar para que habitaran los vivos y se custodiaran los muertos. B) Al orar y pronunciar estas palabras me quedé muy debilitado, 26 y (Dios, por medio de un ángel) me respondió diciéndome… Y yo repliqué y dije: Adán, ¿qué les has hecho a los que han nacido de ti? ¿Qué se le dirá a Eva, que fue la primera en obedecer a la serpiente? 43 Pues toda esta multitud se encamina a la corrupción y es incontable el número de los que el fuego devora. C) Vi aguas negras que descendieron sobre la tierra: ésa es la transgresión que cometió Adán, el primer hombre. 6 Pues al hacerlo, apareció la muerte –que no existía en su tiempo-, se dio nombre al luto, se preparó la tristeza, se creó el dolor, se cumplió la fatiga en el trabajo, el orgullo comenzó a establecerse, el Úeol deseó renovarse con la sangre (de los hombres) y tomó a (sus) hijos, se creó el ardor de los padres, la majestad de la humanidad fue humillada y la bondad se marchitó. 7 ¿Qué puede ser más negro y tenebroso que eso? Libro IV de Esdras En 3,28-36 el autor subraya especialmente la responsabilidad del pecado de Adán. ¿Cómo Dios -se pregunta-, siendo justo y bueno, puede permitir el mal en el mundo y, sobre todo, el mal en Israel, que, con ser pueblo infiel, no es tan perverso como las naciones gentiles? Y se responde: Porque Adán se dejó llevar de una parte de su corazón malvada que a pesar de haber sido creado por Dios tenía inclinaciones congénitas perversas. «Oh Adán, ¿qué es lo que has hecho? Aunque tú pecaste, la caída no fue tuya solamente, sino también de nosotros, que somos tus descendientes» (IV Esdras 7,118). Este texto del año 100 de nuestra era parece como la fundamentación judía del pecado original… Pero el judaísmo nunca extrajo esta conclusión. Fue más bien idea de san Agustín (La ciudad de Dios, libro XIII) apoyándose en Pablo Romanos 5, quien tampoco la formuló claramente. El judaísmo de la época de Jesús y el actual propone lo siguiente: El origen del mal está ciertamente en el pecado de Adán. Pero este no es un “pecado original”. Es un error describirlo así. Lo que ocurrió es que en la creación del ser humano por Dios (misteriosamente, pero con el deseo de dar al hombre libertad incluso para hacer el mal) puso en el corazón del ser humano dos tendencias: la “buena tendencia” y la “mala tendencia”. El pecado de Adán consolidó la “mala tendencia” del corazón humano. Pero eso NO es un pecado original. Véase el libro Cristianismos derrotados (Madrid EDAF 2009 con múltiples reimpresiones) la disputa entre san Agustín y el monje británico Pelagio, que defendía la no existencia de un pecado original propiamente dicho. Pero venció san Agustín. Saludos cordiales de Antonio Piñero Enlace a una entrevista a propósito de la novela “Herodes el Grande” de Penguin Random House https://www.youtube.com/watch?reload=9&v=lMHHiUMengM
Martes, 10 de Diciembre 2024
Notas
Escribe Antonio Piñero
Resalto una vez más la importancia de los Apócrifos del Antiguo Testamento para la teología cristiana de la angelología y demonología Sobre todo el Testamento de Rubén, 5,5-7 se exhorta a las mujeres a prescindir de adornos en la cabeza y el rostro con los que pudieran seducir a los hombres, pues así fue como antes del diluvio sedujeron a los ángeles vigilantes: “Huid de la fornicación. Ordenad a vuestras mujeres e hijas que no adornen sus cabezas y rostros, porque a toda mujer que use engaños de esta índole le está reservado un castigo eterno” En Apocalipsis de Baruc sirio 56,10-14 se recoge también la tradición de la caída de los ángeles por la seducción de las mujeres: “Algunos de los ángeles bajaron y su unieron / mezclaron a las mujeres. Los que obraron de este modo fueron atormentados con ataduras” Existe otra tradición paralela explica la caída de los ángeles que no tiene que ver con el ámbito sexual. Así Jubileos 10 presenta una versión más espiritualista: no hubo pecado carnal; sólo que esos espíritus, como Prometeo, enseñaron a los hombres lo que no debían por una cierta aversión a la divinidad. Todos se corrompieron y el resultado fue el castigo del Diluvio universal. Otra tradición afirma que la caída de los ángeles se debió a un pecado de orgullo: cuando Dios creó a Adán a su imagen y semejanza, Miguel le rindió pleitesía e invitó a Satán a que hiciera lo propio; pero Satán se negó a ello alegando que había sido creado antes que Adán y que debería ser Adán quien le hiciera reverencia a él; en esta actitud secundaron a Satán otros ángeles, y por el pecado de orgullo fueron arrojados del cielo; después Satán, por envidia, continuó persiguiendo a Adán y Eva por la tierra. La versión latina de la Vida de Adán y Eva 12-16 dice el Diablo entre lágrimas: “Adán, toda mi hostilidad, envidia y dolor viene por ti, ya que por tu culpa fui expulsado de mi gloria… Dios inspiró en ti el hálito vital, y tu rostro y figura fueron hechos a imagen de Dios; cuando Miguel te trajo e hizo que te adorásemos delante de Dios y dijo Dios: He aquí que hice a Adán a nuestra imagen y semejanza. Entonces salió Miguel, convocó a todos los ángeles dijo: Adora la imagen del Señor Dios. Yo respondí: No, yo no tengo por qué adorar a Adán. Como Miguel me forzase a adorarte, le respondí: ¿Por qué me obligas? No voy a adorar a uno peor que yo, puesto que soy anterior a cualquier criatura, y antes de que él fuese hecho ya había sido hecho yo. Él debe adorarme a mí, y no al revés. Al oír esto, el resto de los ángeles que estaban conmigo se negaron a adorarte”. Vamos ahora con la clase B) (postal anterior: la clase A = los "ángeles caídos" según el Libro 1 de Henoc 6,1) los demonios que reciben inicuamente ofrendas por parte de los humanos. La tradición sobre el origen de los demonios parte del mismo texto de Génesis 6,1-6: de la unión de los ángeles con las mujeres nacen los gigantes. Estos personajes se enseñorean de la tierra y la llenaron de maldades. Incluso llegaron a comerse a los hombres. La tierra se corrompió de tal modo que no era posible para la divinidad soportar tales atrocidades. Para acabar con ellos, Dios hizo que el arcángel Gabriel los azuzara unos contra otros. Así ocurrió, y se fueron matando entre ellos llenándose toda la tierra de sangre. Pero en realidad sólo perecieron los cuerpos de los gigantes, porque sus espíritus siguieron vivos, y continuaron merodeando por la tierra cometiendo toda suerte de tropelías contra los hombres. Estos espíritus de los gigantes son los demonios. Noé, harto de esta situación, rogó a Dios para que la humanidad se viera libre de ellos. La divinidad accedió y dictaminó que estos demonios "fueron atados en el lugar de la condenación”. Según el Apocalipsis, que recoge esta tradición es un lago de azufre: Ap 19,20 y 20,10. Entonces su jefe, llamado Mastema, hizo muchas súplicas a Dios y este permitió que una décima parte quedara libre para causar el mal a la humanidad. Pero, la divinidad permite que su acción perversa continúe hasta el día del Juicio: andan sueltos por la tierra sometidos a Satán (Jubileos 10,11); son estos espíritus los que causan toda clase de males a los hombres, y para prevenir o curar esos males Noé recibe lecciones de medicina (Jubileos 10,8-13). Finalmente tras el juicio final en el que Dios los entregará al fuego, esta vez eterno. Ya nos falta poco para terminar. Añado un par de noticias sobre la publicación hace unos quince días de la novela histórica “Herodes el Grande” escrita por José Luis Corral / Antonio Piñero. Enlace al vídeo de la presentación ya efectuada en la "Sociedad Económica de Matritense de Amigos del País" de la novela “Herodes el Grande” https://www.youtube.com/watch?v=eXlDN-iFIEM Saludos cordiales
Martes, 3 de Diciembre 2024
Notas
Ahí va, para los residentes en Madrid a los que les parezca bien, la invitación de la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País el próximo martes 26 de noviembre de 2024, a las 19.00 hs. Plaza de La Villa 2, Madrid. Torre los Lujanes, entrada por la calle Codo, al acto de presentación de la novela "Herodes El Grande", de José Luis Corral y Antonio Piñero.
Saludos cordiales
Viernes, 22 de Noviembre 2024
NotasEscribe Antonio Piñero Mencionados muy frecuentemente en la literatura apócrifa y en el Nuevo Testamento, los demonios son ángeles rebeldes de varias clases, enfrentados a los ángeles fieles y enemigos del hombre. Como los ángeles fieles, los demonios tienen también clases y jerarquías. En una época ya desarrollada de la religión de Israel como es la de los Apócrifos, los primitivos espíritus malignos de variadas clases que aparecen en la Biblia hebrea (Lilit y otros con forma de gato salvaje) se han ido reduciendo básicamente a dos clases. El capítulo 19 del Libro I de Henoc hace una clara distinción: “Aquí (en una cárcel infernal, como una profunda sima en la tierra: así se lo está revelando el ángel Uriel a Henoc) permanecerán los ángeles que se han unido con mujeres. Tomando muchas formas han corrompido a los hombres y los seducen a hacer ofrendas a los demonios como a dioses, hasta el día del Gran Juicio”. Así pues, tenemos dos clases de espíritus malvados: A) Ángeles caídos que se han unido con mujeres. B) Demonios que reciben inicuamente ofrendas por parte de los humanos. Al frente de las dos clases está Satán, «el acusador», quien en el Libro de los Jubileos lleva el nombre de Mastema (de la raíz hebrea stm: “acechar, perseguir, enemistar”). Mastema- Satán es, pues, el Enemigo, el Perseguidor, cuyo “oficio” es extraviar. Esta tarea fatal la hace por sí mismo y por sus subordinados (Jubileos 10,8; 11,5). La clase A), los "ángeles caídos" según el Libro 1 de Henoc (6,1), han llegado a formar este grupo por haberse dejado llevar de la lujuria. El texto básico de esta concepción se halla en el Génesis 6,1-5 y ya lo he citado. Recuerden que su idea central es que ciertos hijos de Dios, = ángeles, se unieron a las hijas de los hombres y ellas les dieron hijos. Según Jub 4,15, los ángeles los ángeles vigilantes descendieron del cielo en tiempo del patriarca Jared, hijo de Malaleel y de Dina, en el décimo jubileo; la finalidad era buena: «enseñar al género humano a hacer leyes y justicia sobre la tierra»; sólo que…, más tarde, en el jubileo tendrá lugar el pecado de los ángeles. Eran doscientos y se juramentaron entre sí para tomar juntos mujeres, aunque sabían que esta acción no iba a gustar nada a Dios (6,3). Abandonaron el cielo y bajaron a la tierra: convivieron con sus mujeres y les enseñaron toda suerte de ensalmos y conjuros; las adiestraron en recoger plantas y a fabricar espadas, cuchillos, petos, los metales y sus técnicas, brazaletes y adornos; cómo alcoholarse los ojos, embellecer las cejas y a distinguir las piedras preciosas y selectas (1 Henoc 8,1). Total, "que se produjo en la tierra mucha impiedad y fornicación, erraron y se corrompieron las costumbres" (8,2). En la tradición de los Apócrifos del Antiguo Testamento (recordemos: son la fuente primera de los estratos apocalípticos del futuro –para ellos– cristianismo) aparece siempre un jefe de esos doscientos ángeles extraviados. En las Parábolas de Henoc = 1 Henoc 37-71, Satán es el responsable del extravío de los ángeles, a los que hizo sus súbditos (1 Henoc 54,6; 69,5). En 1 Henoc 6,3 se hace responsable de lo mismo a Semyazá (os nombres distintos suponen tradiciones hebreo-arameas orales o escritas distintas) que arrastró a sus doscientos ángeles subordinados y les hizo juramentarse bajo anatema, en el monte Hermón, que bajarían a tomar por esposas a las hijas de los hombres y engendrar hijos de ellas. En 1 Henoc 69,4 se responsabiliza a Asbeel (nombre que acaso provenga de ‘azab ’el, «el que abandonó a Dios», en hebreo) de haber enseñado las malas artes y la corrupción de los hijos de los hombres a los hijos de los ángeles y de las hijas de los hombres. Otras veces, el jefe de los ángeles rebeldes es llamado Beliar. En todos los Testamentos de los XII Patriarcas se le denomina así alguna vez; en algunos de ellos, varias veces. Beliar es una corrupción del descalificativo Beli‘al (= un ser «sin provecho»), denominación frecuente en Qumrán, que también figura en 2 Cor 6,15. Este «el príncipe de la mentira» en T. Simeón 2,7, quien al final será aherrojado (T. Leví 18,12) y echado al fuego para la eternidad (T. Judá 25,3). Hasta aquí hemos hablado de una parte de los Apócrifos que culpa a los ángeles de ser vencidos por la lujuria. Pero hay otra parte en la que las mujeres son las culpables de la caída de los ángeles. De eso hablaremos en la próxima entrega, ya que los varones, con gran complejo de inferioridad frente a la inteligencia superior de las mujeres en muchos ámbitos, las hacen culpables de todo lo que se les ocurra. Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com
Miércoles, 20 de Noviembre 2024
NotasEscribe Antonio Piñero Es cosa bien sabida que cada hombre tiene su ángel custodio. Pero resulta que también cada nación lo tiene. Según Alejandro Díez Macho, es posible entroncar esta idea con la tradición cananea acerca de que el dios ’El (Alá en árabe, más tarde) había señalado divinidades menores de su panteón para presidir los diversos pueblos. El origen bíblico de esta concepción de ángeles que custodian o vigilan a las naciones se halla en Deuteronomio 32,8-9, cuya idea básica es la siguiente: Dios distribuyó los pueblos entre los ángeles reservándose para sí a Israel, como pueblo elegido y estableció las fronteras de las naciones según el número de «los hijos de Dios» (= ángeles)”. Al ángel de cada pueblo parece aludir Ben Sira (Eclesiástico) 17,17: «Puso un jefe sobre cada nación, pero Israel es la porción del Señor». Esos ángeles de los pueblos pueden apartar a éstos de Dios. El libro de los Jubileos 15,31 dice: «Muchos son los gentiles y muchas naciones hay, todas suyas, sobre las cuales dio poder a los espíritus para apartarlas de él». He señalado ya que los ángeles que rigen el cosmos no tienen que observar el sábado. … naturalmente. Este ejército enorme de ángeles, de rango inferior, se ocupa tanto de la naturaleza como del servicio en misiones concretas encomendadas por Dios relativas a los hombres dentro del mundo. Es una firme creencia de toda la apocalíptica de los Apócrifos del Antiguo Testamento que los ángeles están presente en el universo y actúan en él: cuidan de que la naturaleza siga su curso normal; rigen los vientos, el trueno, los relámpagos, las lluvias (1 Henoc 60,11-22); las estaciones, meses y días (1 Henoc 82,2-20); los ríos y mares, frutos, hierbas y plantas (2 Henoc 8,4); Jubileos 2,2 menciona a los ángeles del viento de fuego, del viento de niebla y de la atmósfera respirable, los de los vientos de hielo y calor, y los del granizo, nieve, escarcha, trueno, relámpagos, es decir, meteoros que aluden al invierno, primavera, verano y otoño, más otros vientos del abismo, de la tiniebla y la luz, la aurora y el crepúsculo. Naturalmente hay también ángeles gobernantes encargados en especial de las estrellas, entidades más alejadas de estos fenómenos meteorológicos cercanos (1 Henoc 72,1). Es probable que el pueblo considerara a las estrellas como bolas de fuego, seres vivientes de algún modo que influyen en el mundo. Estos seres son el ejército celestial de Dios Sebaot, el Dios el Dios de los ejércitos, no los terrenales sino los celestiales, el sol, la luna, etc. a los que los ignorantes adoran (1 Hen 80,6; IV Esdras 6,3). Dicho entre paréntesis: el Señor de los ejércitos celestiales también gobierna los ejércitos terrenales si son de Israel: 1 Samuel 17,45: David dice a Goliat: “lucho ayudado por Yahvé, el Dios de los escuadrones de Israel”. En la concepción de los apócrifos del Antiguo Testamento estos ángeles de la naturaleza parecen confluir dos corrientes: los mitos e ideas folklóricas que personifican las fuerzas de la naturaleza y la concepción veterotestamentaria de los ángeles como mensajeros de Dios. Hay una clase de ángeles que se denomina «los que no duermen» o «vigilantes» (egrégoroi en griego, substantivo derivado del perfecto griego del verbo egéiro, “despertar”: 1 Hen 18,13-16; 71,7). La calificación de «vigilantes» puede acaso estar relacionada con la asimilación de los ángeles a las estrellas que no duermen o con su disponibilidad para cumplir en todo momento la misión que Dios les encomienda. Más tarde el nombre de «vigilantes» designa a ángeles malvados, los que están en un nivel angélico inferior, al contacto casi con la tierra, y por eso pueden observar la belleza de las mujeres y desearlas. Por ello en diversos libros apócrifos se designan como vigilantes a los ángeles caídos que se unieron a hijas de los hombres del ya mencionado pasaje Génesis 6,1-4, leyenda ampliamente recogida en los libros de Henoc, Jubileos y Testamentos de los XII Patriarcas. Por lo dicho, se ve claramente que los ángeles intervienen en la vida de los hombres y velan para que la historia siga el curso fijado en las tablas celestes señalando a los humanos la voluntad de Dios y los vicios que deben corregirse. Así, por ejemplo, de los Testamentos de los XII Patriarcas: · El ángel de Dios revela a Jacob el crimen de Rubén (que se acostó con la concubina de su padre: Bala / Bilhá: Testamento de Rubén 3,15), crimen que debe corregirse; · Un ángel enseña a Rubén que las mujeres son más proclives al espíritu de fornicación que los hombres (Testamento de Rubén 5,3); · Un ángel de Dios revela a José la maldad de la mujer egipcia (Testamento de José 6,6); · Un ángel muestra a Judá que las mujeres dominan lo mismo al rey que al mendigo (Testamento de Judá: 15,5); · Dios envía a un ángel que libra a José de las manos de Simeón: (Testamento de Simeón 2,8); · Jacob ve en visión que un ángel, de la clase de las «potestades» acompaña a Judá para que no sucumba (Testamento de Judá 3,10); · El ángel de Dios mata al malvado Er en la tercera noche de su matrimonio (Testamento de Judá 10,2); · Un ángel dice a Judá que Leví ha sido preferido a él (Testamento de Judá 21,5); un ángel guiará las tribus de Leví y Judá los últimos días (Dan 5,4); los ángeles cuidan de los que hacen el bien (Testamento de Nefalí 8,4); En este quehacer los ángeles interceden por los hombres ante Dios (1 Henoc 15,2 y 99,3); Miguel intercede por los hombres (1 Henoc 89,76); Gabriel también intercede (1 Hen 40,6-10). Pero esta función de intercesores está relativamente poco subrayada. Los ángeles hacen de intérpretes de Dios en las visiones que este concede a algunos elegidos, cuyo contenido explican. Guardan a los justos que han fallecido; es decir, para que su cadáver sea honorablemente enterrado; Pueden cuidar de enfermos y heridos, y algunos escuchan las oraciones que se les dirigen (1 Henoc 9,2ss; 40,9; 100,4s; Jubileos 31,14). El ángel de la paz (1 Henoc 40,8 y 52,5) conforta a Israel (T. de Dan 6,5) y conduce las almas de los justos a la vida eterna (T. de Aser 6,6). Los ángeles guardan a Eva (Vida de Adán y Evangelio [griega] 7), de forma que, sólo al retirarse los ángeles al cielo junto con Adán para la oración, puede el demonio acercarse a tentarla. En suma, las funciones de los ángeles son de guía y protección de los hombres; a veces, de castigo. Cada hombre tiene un ángel custodio, como antes dijimos que tienen las naciones (2 Henoc 8,5-6). En Jubileos 35,17 Jacob dice a su mujer, Rebeca, que teme que Esaú mate a su hermano Jacob: “No temas por Jacob, pues su ángel custodio es mayor, más fuerte, honorable y loable que de su hermano Esaú”). Los Apócrifos del Antiguo Testamento –convertidos en dichos y leyendas– son en realidad los que difunden ente los judeocristianos y luego entre los cristianos a secas la figura del ángel de la guarda que ya aparece en el Salmo 91,11 y en Tobías 5,62; sobre todo, el ángel de la guarda es propio de los justos (l Hen 100,5). Jubileos, en 35,17 dirá que el guardián de Jacob es mayor, más fuerte, honorable y loable que el de Esaú. En el Testamento de Jos 6,7, José invoca al ángel de Abrahán, ángel de la guarda que le protegerá como a Pedro en Hch 12,15 y le hace salir de la cárcel. Concluiremos pronto. Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com
Martes, 12 de Noviembre 2024
NotasEscribe Antonio Piñero Hay ángeles que se denominan “de la faz o de la presencia” (divina) y ven su rostro continuamente. Un ángel de la faz es quien escribe para Moisés la historia pasada (Jubileos 1,27.29). Los Testamentos de los XII Patriarcas los llaman “arcángeles” (Leví 3,5 y 18,5; su número es de siete. Aquí se recoge la sentencia de Zacarías 4,10: «los siete ojos de Yahvé que observan la tierra». Estos siete ángeles –probablemente relacionados con las siete divinidades astrales de los babilonios– son Uriel (“Luz de Dios”), Rafael (“Dios cura”), Ragüel (“Dios desea”), Miguel “¿Quién como Dios?”), Saraqael (que no sé lo que significa), Gabriel (“Dios es fuerte”) y Remeiel (que significa “Dios me levanta”). Se lee en 1 Henoc 20,1-7: “Estos son los nombres de los santos ángeles que vigilan: Uriel, que es el ángel del trueno y del temblor; Rafael, el (encargado) de los espíritus de los hombres; Ragüel, el que castiga al universo y a las luminarias; Miguel, encargado de la mejor parte de los hombres y de la nación; Saraqael, (encargado) de los espíritus del género humano que hacen pecar a los espíritus; 7 Gabriel, (encargado) del paraíso, las serpientes y los querubines”. Ya he indicado que estas altas jerarquías angélicas interceden por los hombres (1 Henoc 15,2), revelan los secretos de Dios referentes a la tierra y a los cielos (1 Henoc 60,11) y guían a los hombres hacia el bien (Jubileos 4,15). Entre los ángeles de la faz el arcángel Miguel desempeña un papel de especial importancia en los Apócrifos y escritos coetáneos (Dn 10,13-21). Miguel hace de guía de Henoc en su visita al cielo: 1 Henoc 71,3. En 3 Baruc (griego) figura como clavero del reino de los cielos, el que recibe los méritos de los justos, aerotransportados, y abre las puertas del quinto cielo. En la Vida de Adán y Eva 13 (versión latina) es el intermediario frecuente de Dios, y quien comunica a Eva y Set que desistan de buscar el aceite que habría de curar a Adán, pues éste debe morir a los tres días (en la misma obra, 40ss). En la versión griega sección 40, Miguel, junto con Gabriel, Uriel y Rafael, envuelve el cuerpo de Adán en una sábana y lo embalsama para darle sepultura. En el Testamento de Neftalí 8,4 es Miguel el jefe de los setenta ángeles que descienden del cielo para enseñar sus lenguas a las setenta naciones que ocupan la tierra (tradición de Génesis 10). Miguel, como ya he señalado, es en alguna tradición el ángel protector de Israel; así lo refleja Dn 12,1: «Entonces se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo»; cf. Dn 10,13-21: Miguel defiende a Daniel y los israelitas frente a los ángeles de Persia y Grecia. Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com
Jueves, 7 de Noviembre 2024
NotasEscribe Antonio Piñero Creación de los ángeles. Los ángeles son seres creados. Una advertencia: no hablo de “El ángel de Yahvé” en singular, que es una figura especialísima en la Biblia hebrea, que aparece ya en el Génesis y que se confunde prácticamente con Dios. Es este un punto oscuro de la teología de la Biblia hebrea, que probablemente provenga del panteón cananeo: ese ángel solitario podría ser un lugarteniente de ’El (“Dios) que recibe sus funciones, altísimas, pero que luego es degradado a categoría de ángel. No me refiero, pues a esta figura, sino a los ángeles llamémosles “corrientes”. Es en tiempo de los Apócrifos cuando los visionarios se preguntan de una manera explícita su naturaleza. Estos ángeles son llamados «hijos de Dios» (bené ’Elohim) o «hijos del cielo» (1 Hen 6,2; 13,8), «los santos» (1 Henoc 1,9; 12,2; Jubileos 31,14), fueron creados –según el libro de los Jubileos 2,2– el primer día de la semana de la creación; según Henoc eslavo (2 Henoc) fueron creados el segundo día de la creación; o bien desde la eternidad, según el Apocalipsis siriaco de Baruc 21,6: cuando el hombre fue creado, los ángeles ya existían. En esta línea, Jubileos 10,22 explica el plural de Génesis 11,7: «Ea, bajemos y confundamos sus lenguas», porque los interlocutores de Dios, único, eran los ángeles. La materia de que están hechos los ángeles es el fuego por eso pueden guiar a las estrellas, como veremos. Los judíos no podían imaginar los espíritus sin el revestimiento de un cuerpo, aunque etéreo; a veces los representaban como vestidos de blanco o de luz (Testamentos de los XII Patriarcas Leví 8,2); otras veces los mismos ángeles se aparecen a los hombres en figura humana (Daniel 8,15); pocas veces como Testamentos de los XII Patriarcas Leví 4,1, se habla de «espíritus invisibles». Esta concepción de los espíritus corpóreos de algún modo explica que el capítulo 6 del Génesis y los Apócrifos, como 1 Henoc, no encuentren dificultad alguna en que los ángeles se unieran a las hijas de los hombres; por lo mismo se explica el temor de Lamec de que su hijo Noé no fuera hijo suyo, sino de su mujer y un ángel 1 Henoc 106,2-13: “La carne de éste era blanca como escarcha y roja como las rosas; sus cabellos, blancos como lana, y sus ojos, hermosos. Cuando abrió los ojos, iluminó toda la casa como el sol, y toda ella brilló mucho. 3 Y cuando fue tomado de mano de la comadrona abrió la boca, y habló con el Señor justo. 4 Se asustó de él Lamec, su padre, huyó y se llegó a su padre Matusalén. 5Le dijo: He tenido un hijo extraño, que no es como los hombres, sino que se parece a los hijos de los ángeles del cielo, pues su naturaleza es otra, no como la nuestra: sus ojos son como rayos de sol, y su rostro, luminoso. 6 Me parece que no es mío, sino de los ángeles, y temo que tenga lugar algún portento en sus días sobre la tierra. 7 Aquí estoy, padre, para rogarte y pedirte que vayas a Henoc, nuestro padre , y oigas de él la verdad, ya que él habita con los ángeles. 8 Cuando Matusalén oyó las palabras de su hijo, vino a mí, a los confines de la tierra , pues oyó que yo estaba allí, y gritó. Oí su voz, fui a él y le dije: Aquí estoy, hijo mío, ¿por qué has venido a mí? Y me respondió así: 9 Por grave cuita he venido a ti, y a causa de una visión atormentadora me he acercado. 10 Padre mío, óyeme ahora, pues a Lamec, mi hijo, le ha nacido un niño que no es semejante a él, ni su naturaleza como la humana, pues su color es más blanco que escarcha y más rojo que las rosas; su cabello, más blanco que la lana, y sus ojos, como rayos de sol ; y, al abrirlos, iluminó toda la casa. 11 Cuando fue tomado de la partera, abrió la boca y bendijo al Señor del cielo. 12 Su padre Lamec se asustó y huyó a mí, pues no cree que sea de él, sino imagen de los ángeles del cielo. Y he aquí que he venido a ti, para que me digas la verdad. 13 Le respondí yo, Henoc, con estas palabras: El Señor producirá cosas nuevas en la tierra: esto ya lo vi en una visión y te lo dije, pues en la generación de mi padre, Yared, no observaron la palabra del Señor desde lo alto del cielo. Los ángeles son una multitud inmensa, como supone 1 Hen 39,12, al señalar que esa multitud los ángeles entona el trisagio, tal como aparece en Isaías 6,3 («Santo, santo, santo es el Señor de los espíritus»). Alrededor del “Anciano de días” = Dios, hay millares y millares de ángeles, según Daniel 7,10; miríadas de miríadas sirven a Dios, como afirma 1 Henoc 4,22. El libro de los Jubileos divide los ángeles en superiores e inferiores: los superiores guardan el sábado, sirven en la corte celestial, están ante la faz de Dios (Jubileos 1,27). Pero curiosamente, estos ángeles guardan también a los hombres (Jubileos 4,15; 35,17). Los ángeles inferiores rigen los fenómenos de la naturaleza, como veremos; de ellos no se dice que guarden el sábado (Jubileos 2,2-18) pues la naturaleza se pararía y derrumbaría. Según 2 Henoc, eslavo, 3,4, en el primer cielo hay doscientos ángeles que mandan en las estrellas; en ese mismo cielo están los almacenes de nieve, hielo y escarcha, custodiados por los ángeles (2 Henoc 3,6). Quince miríadas de ángeles del cuarto cielo conducen el carro del sol de día, y mil ángeles de noche; el carro del sol es precedido por ángeles de seis alas, y le dan fuego cien espíritus celestes (2 Henoc 6,5). En el quinto cielo había doscientas miríadas de ángeles vigilantes acaudillados por Satanael (2 Henoc 7,5) que se transformarán en ángeles rebeldes. En el sexto cielo habitan siete formaciones de arcángeles que rigen toda la naturaleza, los frutos, las plantas y el hombre; entre estos arcángeles hay siete que tienen forma de ave fénix, siete querubines y siete hexaptérigos = seis alas. En el séptimo cielo están los ángeles denominados Virtudes, Dominaciones, Potestades, Querubines, Serafines, Tronos y diez escuadrones de ángeles de muchos ojos, a saber: los ’Ofannim (2 Henoc 9,1:en realidad “ruedas” con ojos: ophán y galgal en hebreo: Galgalim: las ruedas del carro, merkabá, de Ezequiel 1). 1 Hen 61,10 enumera siete clases de ángeles: Querubines, Serafines, ’Ofannim, Potestades, Tronos, y Dominaciones. Según 1 Hen 71,7, los querubines, serafines y ’ofannim no duermen y guardan el trono de Dios. Querubines y serafines se encargan de la guarda del paraíso (1 Henoc 61,10; 2 Henoc 20,1; 21,ls). Seguiremos porque estos textos de los Apócrifos de la Biblia hebrea nos dicen a las claras lo que se pensaba en el Israel del siglo I entre los piadosos, y que de una manera que no sabemos con exactitud llegaba también hasta el pueblo sencillo. Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com
Martes, 29 de Octubre 2024
NotasEscribe Antonio Piñero Sigo de nuevo con mi intento de “mostrar” (no “demostrar”) que hay muchos temas del cristianismo primitivo que son una continuación de la “Literatura judía de la época del Segundo Templo” (desde la vuelta de personajes principales del exilio de Babilonia a finales del siglo VI a. C.: en torno al 530) hasta la destrucción de templo de Herodes en 70 d. C. La afirmación es importante porque lo que estoy afirmando es que diferentes ideas del cristianismo no se basan solo en la Biblia hebrea (o Antiguo Testamento), sino también en la literatura judía que no logró entrar plenamente en el canon de libros sagrados del Antiguo Testamento, como 1 2 Macabeos, Judit, Eclesiástico / Ben Sira, o Libro de la Sabiduría, más los Apócrifos del Antiguo Testamento, que son muchas obras y que de ningún modo deben confundirse con los apócrifos del Nuevo Testamento. En una serie anterior hemos tratado de la idea de Dios en este tipo de literatura judía, a veces tan desconocida pero tan influyente, y ahora vamos a tratar de las nociones en torno a ángeles y demonios, el origen del mal, el pensamiento dualista básico del trasfondo (este mundo / el futuro; materia / espíritu; bien /mal; arriba / abajo; luz /tinieblas, etc. En la época de Jesús, en el mundo judío, Los saduceos no creían en los ángeles; los fariseos los admitían, pero con cautela. Los libros bíblicos tardíos –literatura judía del Segundo Templo que acabamos de mencionar y que repito– como los libros de las Crónicas, Judit, Ben Sira / Eclesiástico, Sabiduría y Macabeos– no mencionan los ángeles o lo hacen con parsimonia. Sin embargo, la literatura apócrifa perteneciente a esta época pero que se acerca más al tiempo de Jesús o incluso lo sobrepasa un poco, otorga extraordinaria importancia a ángeles y demonios. Es ésta, sin duda, una de las más típicas manifestaciones del dualismo en tal literatura, de lo que hablaremos hoy. I. ÁNGELES Es verdad que la multiplicación de espíritus buenos y malos y el acrecentamiento de la creencia en su poderosa influencia en los hombres, buena o mala, se atribuye corrientemente en la investigación de la Biblia hebrea al influjo persa a través de Babilonia (consideren que, a pesar de que las lenguas son distintas –la semita y la persa– ya en tiempo de Alejandro Magno Babilonia había sido ganada por las doctrinas religiosas persas, al fin y al cabo las de un país cercanísimo, pegado geográficamente: Irak = Mesopotamia e Irán = Persia). Además, la religión persa estaba bien considerada por lo que influyó en la religión judía. Esto es cierto en cuanto a la intensidad y variedad del pensamiento judío sobre ángeles y demonios y la consideración de su gran número y sus clases diversas, aunque el origen de las creencias en ángeles sea anterior en el tiempo y no podamos determinar cómo surgió. Debe de ser una creencia espontánea de una concepción “animista” del mundo que en breve síntesis afirma que toda entidad superior, benigna o maligna, es un alma / espíritu superior al humano. Sea como fuere (no podemos saberlo por falta de textos precisos), los numerosos ángeles y demonios del judaísmo de la época helenística (desde el 320 a. C. en adelante) vienen a llenar el amplio espacio dejado vacío entre el ser humano por la idea del “alejamiento de Dios”, un Dios que se piensa como una entidad cada vez más trascendente; y los ángeles, en concreto, los ángeles buenos, empiezan a hacer la función de unir la esfera celeste de ese Súper Dios súper alejado o súper trascendente, con el mundo terrestre. Pero también es verdad –como acabo de insinuar– que el origen de la creencia en estos espíritus se remonta más arriba, al Israel muy antiguo, el que recoge leyendas anteriores a su propia entidad precisa como grupo cananeo específico entre otros cananeos. Tales leyendas sobre los espíritus buenos y malos son de origen sumerio, y fueron trasmitidas por acadios y babilonios, pueblos e imperios que suceden a Sumer en el mando sobre Mesopotamia. Una de esas leyendas es la que atañe a la serpiente del paraíso de Génesis 3, que constata la existencia entre el pueblo de una representación de la potencia enemiga de Yahvé ’Elohim, pero que al principio no se confunde con Satanás. Atención, porque esta distinción es importante Así pues, antes de la fusión del dios madianita Yahvé con ’El, la divinidad suprema cananea, aparecen en el Génesis, en el capítulo 6, unos espíritus en la figura de “hijos de Dios”, los bené ’Elohim ( = hijos de dios ’El). Es este un texto confuso y embarullado por las múltiples tradiciones antiquísimas que en él se juntan, a saber “hijos de ’El”, “hombres normales” y “gigantes”, que nacen de la unión de mujeres terrenas con los hijos de ’El. Es importante que el caos producido por esa mezcla de seres disgusta a la divinidad (’El / Yahvé) que se arrepiente de haber creado a los humanos y decide aniquilarlos… menos a Noé, que es el único justo. Desde ese momento en el relato bíblico tardío aparecen ya los primeros espíritus que son enemigos de la divinidad Yahvé, a la vez que esta va acaparando los atributos de ’El, y digo los primeros enemigos porque no queda claro aún que la serpiente malvada del Paraíso sea Satán. Esa fusión se hace muy posteriormente al origen de tal leyenda. Aunque los israelitas antiguos fuesen cananeos –como aseguran los arqueólogos judíos Finkelstein y Silberman–, los “hapiru” o hebreos se distinguieron pronto religiosamente de los demás cananeos; y en su religión, más avanzada, que en último término desembocará en el monoteísmo. Con el tiempo en la religión cananea de Israel los ángeles toman el relevo de los dioses secundarios del panteón cananeo, que rodean a ’El; es decir, la teología hebrea rebaja de categoría a esos dioses secundarios –de dioses a ángeles– para defender primero que hay un dios muy superior a los demás (henoteísmo) y finalmente que solo hay un Dios (monoteísmo). Antes del destierro de Babilonia (comienzos del siglo VI a. C.: 589) no se reflexiona sobre la condición moral de los ángeles. Son buenos, si hacen bien a los humanos; son malos, si les causan mal. Aparecen sin más justificación en la tierra para llevar a cabo alguna misión concreta encomendada por la divinidad ya para bien, o para mal o castigo. En torno a la época del destierro y un poco después es cuando se estima que comienza a diferenciarse entre los ángeles buenos y los ángeles malos o demonios, según su naturaleza. Es preciso subrayar que la presencia de los ángeles no significa en modo alguno que Dios ya no pueda comunicarse directamente con los hombres o éstos con Dios tanto en la Biblia hebrea como en los Apócrifos. En estos libros tardíos, ya cerca de la era cristiana se dice que Dios hablando con los que han heredado el espíritu de los grandes héroes directamente con figuras del pasado. En el libro de Daniel (hacia el 165 a. C.) Dios no asigna a su pueblo ningún ángel custodio, pues es Dios mismo quien cuida a su pueblo, mientras que a las demás naciones las gobierna mediante ángeles (Dn 10,13.20). Por ello se puede decir que, aunque la trascendentalización de Dios significó una mayor atención de los israelitas a los seres intermedios entre la divinidad y el mundo, no parece posible atribuir sin más el origen de la creencia en los ángeles al sistema teológico que alejó a Dios de sus criaturas. Seguiremos con los temas de la creación de los ángeles, de la “materia” de la que están hechos, si son muchos o pocos, y si hay clases entre ellos. Todo es doctrina curiosa paganocristianos nosotros en el siglo XXI, pero cerca de la época de Jesús se creía en estas cosas. Seguiremos pues. Saludos cordiales de Antonio Piñero
Martes, 8 de Octubre 2024
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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