Hoy escribe David Hernández de la Fuente. Los mitos clásicos y sus muchas y variadas recreaciones siguen siendo la mejor medicina para el espíritu. La lectura de estas viejas leyendas en la literatura clásica es uno de los bálsamos indispensables, hecho de palabras curativas que nos permiten quitar lo accesorio y quedarnos en los grandes temas. Pero, ¿qué nos dice sobre la curación del alma y del cuerpo la mitología de los griegos?
Animi medicamentum. Así rezaba la inscripción sobre la puerta de la Real Biblioteca de Felipe IV, situada en la desaparecida Torre Dorada o Torre Alta del antiguo Alcázar de los Austrias, que sufrió, como es sabido, un destructor incendio. El lema recordaba aquel otro en griego psyches iatreion, que según Diodoro de Sicilia (I 49.) figuraba en la biblioteca del rey egipcio Osimandias: “Luego está la biblioteca sagrada, que lleva la inscripción "medicamento del alma," y junto a este edificio están las estatuas de todos los dioses de Egipto”. La colección del monarca español, como la del egipcio, estaba compuesta de los libros sagrados, los que contenían pura poesía y misterio. Los que encerraban el mundo de los mitos, los únicos capaces de sanar el espíritu melancólico, como bien sabía Robert Burton. La mitología es medicina.
Los antiguos griegos supieron curar el cuerpo por la palabra: Alcmeón de Crotona o Empédocles de Agrigento son algunos de estos santos hombres. Otros se complacieron en contar algunos de sus muchos mitos para aplacar el dolor de la separación, de la partida o del regreso que atenazaba el alma de algún compañero. Son mitos que, como los siguientes, hacen referencia a curaciones de diversa indole. Hoy puede que nos sirva de algún alivio repasar brevemente los personajes míticos –dioses y héroes– que tuvieron facultades curativas y los episodios en los que las desempeñaron.
A la hora de evocar la figura del médico en la antigua literatura y mitología griega, se suele comenzar por hacer mención de aquella memorable escena de la Ilíada en que Patroclo cura la herida de Eurípilo, lo que describe así Homero (XV 390 ss.): “Durante el tiempo en que aqueos y troyanos estuvieron luchando a los pies del muro y lejos de las veloces naves, Patroclo permaneció sentado en la tienda del gentil Eurípilo distrayéndole con su conversación y extendiéndole sobre la deplorable herida benéficas hierbas que le apaciguaran los negros dolores.” O algo antes, al final del canto XI: "Dijo, y cogiéndolo por debajo del pecho, condujo al pastor de gentes hasta sus tiendas. Al verlo, su ayuda de campo extendió por el suelo pieles de buey, y haciendo que se tumbara encima, con un cuchillo le arrancó la aguda y penetrante flecha del muslo y se lo limpió de sangre con agua tibia; a continuación trituró con sus manos una amarga raíz y se la echó por encima, una raíz aniquiladora del sufrimiento que detuvo todos sus dolores; hasta que la herida se secó y dejó de brotar la sangre." (cito siempre la espléndida traducción de Óscar Martínez García para Alianza Editorial).
El propio Patroclo es sanado poco después por su entrañable amigo Aquiles, como recuerda el texto homérico y además ha sabido reflejar el arte antiguo (hay una célebre representación de este episodio por el pintor de Sosias, en un vaso de figuras rojas, c. 500 a.C., de la Antikensammlung de Berlín).
En otros muchos pasajes se recuerda la continua presencia de la medicina en el mundo clásico: hay curaciones de guerreros, salvaciones casi divinas, fármacos mágicos que devuelven el vigor y la vida, y otras menciones que acercan el mundo de la salud y de la medicina a la esfera de los dioses griegos.
La medicina antigua, entrelazada desde tiempos arcaicos con la filosofía y los saberes ocultos, fue revolucionada, como es bien sabido, por la figura de Hipócrates, que la separa del ámbito del mito y las creencias. Pero no nos interesa en este momento ni él, ni Galeno ni las numerosas y grandes figuras de la medicina griega, pues se mueve fuera del ámbito del mito, del animi medicamentum. Antes preferiremos trazar un somero panorama de las figuras míticas más relacionadas con el mundo de la medicina.
En estas notas y en las dos entregas sucesivas proponemos, sin pretensión de exhaustividad, un recorrido por los diversos personajes de la mitología griega, dioses y héroes, que tienen relación con el mundo de la medicina. No solo Apolo o Asclepio, más cercanos a las ciencias de la salud, tienen la exclusividad en el patrocinio de las artes curativas. También otros dioses en principio más ajenos, como Hermes o Dioniso, protegen la vida y la salud. A modo de breviario, convendrá tener a mano a estos héroes y dioses para curar dolores varios Solo que en la mitología griega la enfermedad también viene de los dioses. Es un pathos que nos viene de fuera. Y es esta una interesante ambivalencia que marca la relación del hombre con la divinidad en lo que respecta a la salud.
Muchos dioses patrocinan la medicina y otros tantos mitos esconden el simbolismo de alguna plaga o enfermedad. Un ejemplo de esto último es el segundo de los doce trabajos de Heracles, que le encargó su cobarde primo Euristeo, acabar con la Hidra de Lerna. Esta serpiente enorme de muchas cabezas y sangre venenosa, cuyos muñones sangrientos se reproducían obsesivamente, reproduce sin duda el recuerdo lejano de alguna epidemia. Por cierto que la primera epidemia que narra la literatura griega con cierto detalle es la peste que se desata en el campamento griego al principio de la Ilíada. La captura de la hija de un sacerdote de Apolo, Crises, por Agamenón, es la causa del enfado del dios, que castiga a los griegos disparando sus flechas por todo el campamento, entre perros, mulas y hombres, causando una peste de rápido contagio, con fiebres y muertes fulminantes. Bien conocidos son estos versos aurorales (I 9 ss.). “El hijo de Leto y de Zeus, que, encolerizado contra el rey, propagó por el ejército una plaga espantosa, haciendo que perecíeran las tropas, porque el Atrida había ultrajado al sacerdote Crises”. Para erradicar la enfermedad los griegos aplacan a Apolo con sacrificios y devuelven a Criseida al sacerdote Crises y se acaba por celebrar una total catarsis, dándose los griegos un baño purificador de la peste. En estos dos casos la medicina entra aún en contacto con la divinidad...
Hay fármacos que curan incluso a dioses como el que sana a Ares herido al final del canto V de la Ilíada: “Así dijo, e hizo encargo a Peón de que lo curara, y Peón, esparciéndole por encima ungüentos aniquiladores del dolor, lo sanó, ya que en absoluto había sido creado mortal”. Pero en otras ocasiones, como cuando Patroclo cura a Eurípilo “con drogas que le mitigan sus acerbos dolores”, a la par, “le deleita con sus palabras” (XV 392 ss.). Vemos en estos breves ejemplos, en los orígenes de la literatura griega, varias formas de medicina que van configurando un saber desde los fármacos y cánticos mágicos hasta los albores de una medicina. Uno de esos procedimientos de curación es el ensalmo o conjuro, la célebre epodé, que estudió Laín Entralgo (en La curación por la palabra en la Antigüedad clásica, 1958), notando la diferencia en el paso desde la magia a la medicina: “En una y otra cura, la palabra humana es terapéuticamente usada con un designio por completo distinto al de los dos anteriores: ya no es ensalmo ni súplica, sino deliberada utilización de alguna de las acciones psicológicas –psicosomáticas más bien – que el decir humano puede producir en quien las oye”
También Néstor y Macaón, médico irreprochable, se apican a la curación tras el llamado de Idomeneo: “¡Néstor Nelida, alta gloria de los aqueos! ¡Corre, sube a tu carro y que Macaón monte a tu lado! ¡Conduce lo antes posible a tus caballos de gruesa pezuña hasta las naves, pues un guerrero sanador no tiene precio en comparación con el resto cuando se trata de extraer flechas y de aplicar suaves ungüentos!” (XI 643 ss.). La curación se ejecuta mediante fármacos vegetales que se esparcen a la vez que el médico pronuncia palabras que calman, palabras aladas, que son precisamente ese medicamento infalible del alma. ¿Qué se contarían estos griegos para aliviarse tantos dolores? ¿Hay quien dude que eran mitos?
DAVID HERNÁNDEZ DE LA FUENTE
Los antiguos griegos supieron curar el cuerpo por la palabra: Alcmeón de Crotona o Empédocles de Agrigento son algunos de estos santos hombres. Otros se complacieron en contar algunos de sus muchos mitos para aplacar el dolor de la separación, de la partida o del regreso que atenazaba el alma de algún compañero. Son mitos que, como los siguientes, hacen referencia a curaciones de diversa indole. Hoy puede que nos sirva de algún alivio repasar brevemente los personajes míticos –dioses y héroes– que tuvieron facultades curativas y los episodios en los que las desempeñaron.
A la hora de evocar la figura del médico en la antigua literatura y mitología griega, se suele comenzar por hacer mención de aquella memorable escena de la Ilíada en que Patroclo cura la herida de Eurípilo, lo que describe así Homero (XV 390 ss.): “Durante el tiempo en que aqueos y troyanos estuvieron luchando a los pies del muro y lejos de las veloces naves, Patroclo permaneció sentado en la tienda del gentil Eurípilo distrayéndole con su conversación y extendiéndole sobre la deplorable herida benéficas hierbas que le apaciguaran los negros dolores.” O algo antes, al final del canto XI: "Dijo, y cogiéndolo por debajo del pecho, condujo al pastor de gentes hasta sus tiendas. Al verlo, su ayuda de campo extendió por el suelo pieles de buey, y haciendo que se tumbara encima, con un cuchillo le arrancó la aguda y penetrante flecha del muslo y se lo limpió de sangre con agua tibia; a continuación trituró con sus manos una amarga raíz y se la echó por encima, una raíz aniquiladora del sufrimiento que detuvo todos sus dolores; hasta que la herida se secó y dejó de brotar la sangre." (cito siempre la espléndida traducción de Óscar Martínez García para Alianza Editorial).
El propio Patroclo es sanado poco después por su entrañable amigo Aquiles, como recuerda el texto homérico y además ha sabido reflejar el arte antiguo (hay una célebre representación de este episodio por el pintor de Sosias, en un vaso de figuras rojas, c. 500 a.C., de la Antikensammlung de Berlín).
En otros muchos pasajes se recuerda la continua presencia de la medicina en el mundo clásico: hay curaciones de guerreros, salvaciones casi divinas, fármacos mágicos que devuelven el vigor y la vida, y otras menciones que acercan el mundo de la salud y de la medicina a la esfera de los dioses griegos.
La medicina antigua, entrelazada desde tiempos arcaicos con la filosofía y los saberes ocultos, fue revolucionada, como es bien sabido, por la figura de Hipócrates, que la separa del ámbito del mito y las creencias. Pero no nos interesa en este momento ni él, ni Galeno ni las numerosas y grandes figuras de la medicina griega, pues se mueve fuera del ámbito del mito, del animi medicamentum. Antes preferiremos trazar un somero panorama de las figuras míticas más relacionadas con el mundo de la medicina.
En estas notas y en las dos entregas sucesivas proponemos, sin pretensión de exhaustividad, un recorrido por los diversos personajes de la mitología griega, dioses y héroes, que tienen relación con el mundo de la medicina. No solo Apolo o Asclepio, más cercanos a las ciencias de la salud, tienen la exclusividad en el patrocinio de las artes curativas. También otros dioses en principio más ajenos, como Hermes o Dioniso, protegen la vida y la salud. A modo de breviario, convendrá tener a mano a estos héroes y dioses para curar dolores varios Solo que en la mitología griega la enfermedad también viene de los dioses. Es un pathos que nos viene de fuera. Y es esta una interesante ambivalencia que marca la relación del hombre con la divinidad en lo que respecta a la salud.
Muchos dioses patrocinan la medicina y otros tantos mitos esconden el simbolismo de alguna plaga o enfermedad. Un ejemplo de esto último es el segundo de los doce trabajos de Heracles, que le encargó su cobarde primo Euristeo, acabar con la Hidra de Lerna. Esta serpiente enorme de muchas cabezas y sangre venenosa, cuyos muñones sangrientos se reproducían obsesivamente, reproduce sin duda el recuerdo lejano de alguna epidemia. Por cierto que la primera epidemia que narra la literatura griega con cierto detalle es la peste que se desata en el campamento griego al principio de la Ilíada. La captura de la hija de un sacerdote de Apolo, Crises, por Agamenón, es la causa del enfado del dios, que castiga a los griegos disparando sus flechas por todo el campamento, entre perros, mulas y hombres, causando una peste de rápido contagio, con fiebres y muertes fulminantes. Bien conocidos son estos versos aurorales (I 9 ss.). “El hijo de Leto y de Zeus, que, encolerizado contra el rey, propagó por el ejército una plaga espantosa, haciendo que perecíeran las tropas, porque el Atrida había ultrajado al sacerdote Crises”. Para erradicar la enfermedad los griegos aplacan a Apolo con sacrificios y devuelven a Criseida al sacerdote Crises y se acaba por celebrar una total catarsis, dándose los griegos un baño purificador de la peste. En estos dos casos la medicina entra aún en contacto con la divinidad...
Hay fármacos que curan incluso a dioses como el que sana a Ares herido al final del canto V de la Ilíada: “Así dijo, e hizo encargo a Peón de que lo curara, y Peón, esparciéndole por encima ungüentos aniquiladores del dolor, lo sanó, ya que en absoluto había sido creado mortal”. Pero en otras ocasiones, como cuando Patroclo cura a Eurípilo “con drogas que le mitigan sus acerbos dolores”, a la par, “le deleita con sus palabras” (XV 392 ss.). Vemos en estos breves ejemplos, en los orígenes de la literatura griega, varias formas de medicina que van configurando un saber desde los fármacos y cánticos mágicos hasta los albores de una medicina. Uno de esos procedimientos de curación es el ensalmo o conjuro, la célebre epodé, que estudió Laín Entralgo (en La curación por la palabra en la Antigüedad clásica, 1958), notando la diferencia en el paso desde la magia a la medicina: “En una y otra cura, la palabra humana es terapéuticamente usada con un designio por completo distinto al de los dos anteriores: ya no es ensalmo ni súplica, sino deliberada utilización de alguna de las acciones psicológicas –psicosomáticas más bien – que el decir humano puede producir en quien las oye”
También Néstor y Macaón, médico irreprochable, se apican a la curación tras el llamado de Idomeneo: “¡Néstor Nelida, alta gloria de los aqueos! ¡Corre, sube a tu carro y que Macaón monte a tu lado! ¡Conduce lo antes posible a tus caballos de gruesa pezuña hasta las naves, pues un guerrero sanador no tiene precio en comparación con el resto cuando se trata de extraer flechas y de aplicar suaves ungüentos!” (XI 643 ss.). La curación se ejecuta mediante fármacos vegetales que se esparcen a la vez que el médico pronuncia palabras que calman, palabras aladas, que son precisamente ese medicamento infalible del alma. ¿Qué se contarían estos griegos para aliviarse tantos dolores? ¿Hay quien dude que eran mitos?
DAVID HERNÁNDEZ DE LA FUENTE
Jueves, 10 de Diciembre 2009
Redactado por Antonio Guzmán el Jueves, 10 de Diciembre 2009 a las 00:08
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