Bitácora
14/03/2008
En el artículo anterior enumerábamos los 12 conceptos (denominados los 12 Cs) que deberían considerar todos los programas y políticas de TICs dirigidos a reducir la pobreza.
El primero era la conectividad (la posibilidad de acceso a las TICs por razones de infraestructuras y equipos disponibles, por el coste de dicha accesibilidad y por los conocimientos necesarios para acceder y utilizarlas).
Y son los telecentros los que atienden en muchísimos casos este primer servicio de la conectividad. Porque los telecentros son instalaciones públicas en las que quienes no tienen recursos propios pueden acceder a los ordenadores y a las líneas de comunicación y a otras tecnologías de la información y la comunicación, principalmente a Internet, para aprender a manejarlas, recopilar información y comunicarse con otras personas.
Así definidos, los telecentros pueden tomar distintas formas: un centro comunitario creado expresamente para ofrecer acceso a Internet, entre otros servicios, una biblioteca pública que ofrezca cursos de formación en TICs y facilidades de conexión a la red (como en la biblioredes chilenas), cibercafés (generalmente urbanos y con servicios reducidos generalmente a la navegación por Internet y el correo electrónico, y de pago, por lo que muchos no los consideran telecentros). A menudo, los telecentros son una herramienta clave en los programas de los gobiernos para reducir la brecha digital e incrementar la cohesión social.
Los telecentros comenzaron a extenderse por todos los lugares en los años 90 y no han tenido, ni tienen, una vida fácil. Sus problemas principales no son sólo de financiación, sino también de tipo político, sociocultural, de adecuación de sus objetivos y finalidades a las necesidades de las comunidades a las que sirven y de capacitación de su personal directivo y docente.
Se trata de un sector al que no ha prestado la debida importancia aún el sector privado. Tampoco les es fácil conseguir la autofinanciación, bien porque esta no es posible, casi por definición, dentro de las comunidades a las que sirven, o bien, y este es un aspecto muy importante cara a su futuro, porque no se orientan todo lo que les fuera debido a las actividades emprendedoras. Por ello suelen requerir subsidios de las instancias oficiales, pero estos están demasiado ligados a los vaivenes socioeconómicos y políticos. Por ello se dice en el Informe que glosamos: “El apoyo financiero de los gobiernos a los telecentros no tiene que ser permanente. A largo plazo, los telecentros se supone que tienen que ser capaces de ser autosostenibles, y el sector privado debe empezar a ofrecer algunos servicios de manera asequible.” Lo que tiene que ver con otras dos de las 12 Cs: capital y cooperación.
El hecho es que no hay un modelo único de sostenibilidad para los telecentros. Pero el mejor es el que transcurre por la senda de proporcionar servicios de valor añadido, operando en plan de colaboración público privada para alumbrar las capacitaciones y los recursos necesarios.
Editado por
Francisco Ortiz Chaparro
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