Bitácora
25/03/2007
Cuando se habla de teletrabajo, se está la mayoría de las veces hablando de un individuo distinto al del siglo XX: trabajador del conocimiento, mejor formado y preparado, menos dispuesto a aceptar las rígidas jerarquías y cadenas de mando de la empresa tradicional, dueño de su conocimiento que se traslada con el a donde vaya, más amante de conciliar vida laboral y vida familiar y, desde luego, de su libertad. Un trabajador del conocimiento que cambia la aspiración al trabajo de por vida por la de “empleabilidad”, ayudada generalmente por un mayor espíritu emprendedor.
En definitiva, los distintos procesos de cambio que se producen en las estructuras, las instituciones, la sociedad y las personas confluyen en un punto en que el trabajador se encuentra con que las condiciones en las que se asentaba su participación en la vida económica y social cambian profundamente. Y no pueden cambiar estas condiciones sin que cambie la persona. El trabajador se enfrenta a condiciones mejores en su práctica laboral, pero que tienen sus contrapartidas en forma de cambios en el proceso de socialización, en cambios en su curriculum y en forma de mayores exigencias que, muy resumidas, son:
- Competencia profesional: un trabajador tiene que ser, ante todo, “empleable”. Y para ello tiene que poseer una sólida formación profesional de base y comprometerse vitalmente en un proceso de formación y adaptación permanente. Sus competidores son otros trabajadores cuya competencia –en la era de las redes- no conoce fronteras (salvo la del idioma. Aquí no puede obviarse la consideración de que se impone la lingua franca del inglés).
- Competencia tecnológica: si las herramientas de trabajo son informáticas y si el mundo laboral se comunica a través de las redes telemáticas, debe de dominar tanto las herramientas como las redes. Y dada la rapidez con que evolucionan tanto las herramientas como los canales de comunicación, esa competencia tecnológica tiene que ser continua: hay que conocer (y comprar) lo último y dominarlo.
- Competencia social: la capacidad de relación “a través de las redes de comunicación”. Si el mercado (y la competición) es universal, las relaciones tienen que ser universales. El trabajador tiene que ser, al mismo tiempo, su propio agente de publicidad. Tienen que hacer su propio mercadeo. Y tiene que introducirse en las técnicas y prácticas del cabildeo.
- Espíritu emprendedor: fundamental para todo lo anterior, si trabaja para otros, y más aún si decide emprender su propia empresa.
- Cambio de mentalidad: pasar de una situación como la actual y la que ha visto “en casa” de trabajar para una empresa de por vida a esta nueva situación no es fácil. Se necesita cierta fortaleza síquica cuando se marcha en solitario –y, a veces, en el caso de muchos teletrabajadores, en soledad-. Cambio de mentalidad que no queda limitado al teletrabajador, pues se ha de extender a la familia, cuya vida cambia cuando el trabajador permanece en el hogar todo el día en lugar de ir a un centro de trabajo.
Editado por
Francisco Ortiz Chaparro
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