MEDICINA NATURAL. Carlos Rubio Sáez







Blog de Tendencias21 sobre la salud y el bienestar natural
Durante los siglos XV y XVI, los médicos constituían una profesión no muy bien vista, y absolutamente especulativa.

En las pocas Universidades que impartían esta disciplina, se memorizaban textos de Avicena, Hipócrates y Galeno, entre ótros, sin ningún adiestramiento práctico. Los estudios duraban tres años, al final de los cuales el alumno tenía que hablar sobre un tema escogido de los autores anteriormente citados.

A mediados del siglo XVI, se empezó a diseccionar cadáveres, lo que produjo enfrentamientos con el Clero.

Gracias al conocimiento de la Anatomía, el médico empezó a estar en contacto con la realidad orgánica.

Las disecciones de cadáveres no las realizaba el profesor, sino algún ayudante barbero. No estaba bien visto que el médico se ensuciara las manos.

Lo que sí existía era un inicio de formulación magistral, ya que los boticarios hacían los remedios prescritos por el médico.

Felipe III intentó remediar la mala fama de la clase médica. Así, el 10 de Abril de 1.617, dictó una Real Orden, para que los futuros médicos supiesen de fiebres, sangrías, orinas, purgas, pronósticos, enfermedades y accidentes.

No se hizo demasiado caso a esta Real Orden. La Medicina tardaría en salir del oscurantismo existente.

Martes, 16 de Octubre 2012
CUESTIONANDO CONCEPTOS Carlos Rubio Sáez
Últimamente, hemos leído dos noticias curiosas y sorprendentes.

En un estudio publicado por la revista americana “Archivos de Medicina Interna”, se habla de la idoneidad de la Acupuntura en el dolor crónico, siendo superior su eficacia a la de otras terapias.

Al mismo tiempo, el estudio concluye que la Acupuntura simulada (pinchar en puntos no acupunturales), tiene un efecto parecido al de la Acupuntura convencional, cuestionando toda la Energética china.

Sería curioso que dos mil años de Filosofía Médica Oriental fueran cuestionados de este modo.

Algo más actual, como la utilización de medicamentos sin valor terapéutico alguno, ha sido puesto de relieve en el libro de reciente aparición en Francia “Guía de los cuatro mil medicamentos útiles, inútiles o peligrosos”, donde se afirma que el cincuenta por ciento de los medicamentos que se venden en Francia, y por extensión en Europa, son absolutamente inútiles.

Nos toca vivir épocas de revisionismo, que ponen en cuestión muchos de los conceptos establecidos en el mundo de la Medicina.

Lunes, 24 de Septiembre 2012
En el siglo XVII, las investigaciones de Sylvio y otros deja el campo abierto a todas las innovaciones, evolucionando la Anatomía, la Fisiología y la Patología interna, dando lugar a una multitud de teorías, de opiniones, de sistemas opuestos, llegándose a una indisciplina absoluta de ideas. Nace la escuela humorista; los quimiatras llevan a extremos el uso de los purgantes, depurativos, derivativos y diaforéticos. Y mientras los profesores permanecen fieles a sus respectivas escuelas, los clínicos son cada vez más independientes, lo que demuestra abiertamente que las teorías no son confirmadas por la práctica.

El sabio Cornarius pone de relieve el gran valor de las obras de Hipócrates, que tan desfiguradas habían quedado a través de Galeno.

Ficin, desempolvando los manuscritos de Platón tanto tiempo abandonados, nos revela las sutilezas de este gran metafísico, con sus ingeniosas teorías sobre los espíritus y sobre las fuerzas ocultas e invisibles que dan un golpe mortal a la autoridad exclusiva del materialista Aristóteles.

Luego surge una serie de hombres extraordinarios, como Rogelio Bacon, Arnaldo de Villanova, Alberto el Grande, Raimundo Lulio y Basilio Valentín, que trataron de arrancar el arte médico de los moldes galénicos. Y así llegamos a un hombre cumbre, que merece capítulo aparte, Paracelso.

Paracelso fue sin duda alguna un gran reformador del arte de curar que revolucionó la Medicina a principios del siglo XVI. Podemos considerarlo como el precursor de Hahnemann, pues en las numerosas obras que ha dejado están expuestas claramente sus ideas, que son sin duda la base de la ciencia moderna. Actualmente, sus obras son buscadas, traducidas y comentadas por su valor excepcional en muchos países, especialmente en Alemania.

Felipe Aurelio Teofrasto Bombast de Hohenheim Paracelso nació en Einsiedlen (Suiza), el 10 de noviembre. Fue bautizado con el nombre de Theophrastus en recuerdo del gran pensador griego, discípulo de Aristóteles, por el que su padre, el Doctor Wilhelm Von Hohenheim, profesaba gran admiración. De pequeño era muy delicado, con tendencia al raquitismo, y reclamaba los continuos cuidados de su padre., por lo que éste le llevaba consigo, para que le diera el aire y el sol.

Así aprendió Paracelso los nombres y utilidades de las hierbas bienhechoras, siendo éstas las primeras lecciones que recibió de su padre, ante el libro siempre abierto de la Naturaleza.

Comenzó sus estudios en Villacts, para continuarlos en el Monasterio de Saint André, en el Lavauthal. Más adelante partió para Basilea, habiendo adquirido ya la práctica de tratamientos quirúrgicos, por haber ayudado a su padre a curar las heridas. Fue pues su padre quien le inició en el arte de curar, poniendo a su disposición la rica biblioteca de que disponía. Además, recibió lecciones de Scheyt, Obispo de Stettgach; de Erhard, Obispo de Lavauthal; de Nicolás, Obispo de Yppon; de Matthaeus Von Schacht, Obispo de Freyssingen, y aprendió la alquimia del abate Tritheme.

Asistió a los cursos de la Universidad de Basilea. Para dar idea de su aprovechamiento, basta decir que llegó a ser catedrático de esta Universidad en 1.527.

Citamos estos hechos para dar fe de que era un médico valioso y un químico notable, no sólo bien pertrechado teóricamente, sino también prácticamente.

Este hombre notable, de talento prodigioso, y que ha dejado muchas obras que forman por sí sola una verdadera enciclopedia científica y filosófica, la más completa de su época, quemó las obras de Galeno y de Avicena, que conocía muy a fondo, mejor que los apologistas de estos libros, dando a entender con este gesto enérgico que el método que él proponía era muy superior a la lectura estéril de “comentaristas pedantes y de glosas indigestas”.

Nadie como él atacó la polifarmacia, que la escuela galénica había llevado hasta la extravagancia. “Leed sus herbarios – decía – y veréis atribuir mil y una propiedades a cada planta; pero cuando se trata de prescribir, veréis frecuentemente en cada fórmula cuarenta o cincuenta substancias para una sola enfermedad”. Censuró muchos abusos de los farmacéuticos, lo cual le atrajo muchas antipatías y calumnias, que le hicieron abandonar la ciudad de Basilea. En cambio consagró interesantes comentarios a los aforismos de Hipócrates.

Pasó algunos años en el laboratorio de las minas de Schwatz (Tirol), donde reconoció la importancia de la experimentación, y el escaso valor que tenían las enseñanzas de los libros, naciendo de allí la idea de fundamentar en bases más sólidas los conocimientos médicos, y con una lógica admirable, después de haber rebuscado en vano en las bibliotecas, comprendió que lo que le interesaba encontrar era precisamente “lo que no estaba en los libros”. Se dispuso así a la exploración e investigación de la verdad, por otros caminos. El primero por la experimentación y luego por las peregrinaciones y viajes.

Concedió gran valor a la experimentación y fue el primero que comprendió el partido inmenso que la Medicina podía sacar de la Química, el día que dedicara a ésta los grandes esfuerzos que venía dedicando a las estériles discusiones escolásticas.

Martes, 24 de Julio 2012
Los empíricos quisieron arrancar nuevamente el Arte médico de las especulaciones filosóficas y trataron de conciliar el dogmatismo con el empirismo, y fijar los principios del arte de curar. Entonces apareció Galeno, de quien dice un sabio escritor que cuando lanzó al mundo médico su aforismo “Contraria contrariis curantur” hizo más daño que la invención de la pólvora y la artillería. Claudio Galeno, queriendo amplificar y perfeccionar el dogmatismo hipocrático, lo desnaturalizó en tal grado que apartó durante siglos a la Medicina del camino de la verdadera ciencia, pues con su talento, con sus escritos tan numerosos, en los que siempre hablaba con elogio de su persona o de su sistema, y su estilo elegante y arrebatador, impuso sus opiniones, que se juzgaron incontrovertibles durante muchos siglos.

La crítica moderna juzga duramente su actuación. Veamos lo que dice el Doctor Gaillard, de Bruselas, refiriéndose a Galeno:

“A pesar de su vasto saber, su inmensa erudición, su sagacidad, su elocuencia persuasiva y su habilidad práctica; a pesar de sus 300 tratados sobre medicina y los 25 diferentes sobre historia, gramática, filosofía, etc…, Galeno puede ser considerado por la crítica moderna como una calamidad para la medicina. Por espacio de doce siglos han dominado sus funestas doctrinas y han extraviado el movimiento científico bajo el falaz pretexto de reconstruir el edificio hipocrático; pero mucho más por la ambición de ser él sólo el dominador de las creencias médicas. Galeno, en lugar de servir el método experimental y razonado tan simple y verdadero del médico de Cos, se abandonó a los ardores de su imaginación y al deseo de explicarlo todo. Ahogando todos los hechos de observación en las concepciones teóricas más atrevidas, creó un dogmatismo propio, el más absoluto, extravagante, complicado e inaccesible, que es posible inventar; una mezcolanza de humorismo, solidismo, metodismo, vitalismo, animismo y naturismo tomado de la física y principalmente de la metafísica peripatética. Su sistema médico, que no puede ser analizado y que está plagado de contradicciones, es una especie de delirio eléctrico; su terapéutica está basada en la necesidad de evacuar la causa primera del mal y en esta otra indicación: atacar la enfermedad por alguna cosa que le sea contraria (Contraria contrariis). Su materia médica es una serie de hipótesis inauditas, de ideas arbitrarias, de sutilezas frívolas, de extravagantes confusiones. Su farmacología está de tal manera sobrecargada de fórmulas extrañas, que mereció el nombre de “Padre de la Polifarmacia”. Sus conocimientos en toxicología eran enteramente elementales”.

Si se hubiera seguido el impulso que Hipócrates y sus discípulos dieron en su época a la Medicina, serían incalculables los beneficios que hubiera logrado la humanidad y el progreso que el arte de curar hubiera alcanzado como ciencia. Pero, como hemos dicho antes, Galeno comenzó por hacer tabla rasa de los principios de la Medicina que habían regido hasta entonces; abandonó el camino de la observación y el raciocinio abierto por Hipócrates para lanzarse al de la imaginación, que sólo sirvió para hacer más densas las tinieblas.

Creador del Cuaternion y demás fantasmagoría médica que aún subsiste, aunque bajo otras apariencias, llevó el extravío de su imaginación hasta el extremo de dejar escrito – como un aviso práctico – que había soñado una noche que un enfermo grave al que asistía se había curado sangrándole, y que, movido por esto, le sangró y curó.

Sería muy interesante un pequeño parangón entre las figuras de Hipócrates y Galeno. El primero, con la majestad del maestro que se preocupa lealmente de enseñar, jamás habló de su hábil diagnóstico, de sus notables curas ni de los disparates cometidos por sus colegas. El segundo, ególatra, relatando casos con el único fin de ponderar excesivamente su propia reputación. Pero este análisis nos llevaría demasiado lejos y excedería los límites impuestos a este capítulo.

Pasemos por alto las mil y una teorías e hipótesis que en el transcurso de los siglos se han dado en la Medicina; todas nacieron con ímpetu arrollador, ensalzando lo que desdeñaba la anterior, para morir luego a manos de otra teoría no menos falsa ni arrolladora. La historia de este periodo sería la de los absurdos y desvaríos de la Medicina, y es que las enseñanzas de Galeno, ya de por sí absurdas, se remozaban en cada época con las aportaciones de una pléyade de inquietos y desafortunados reformadores, con la adición de prácticas repugnantes, enriqueciendo la terapéutica de la época con medicamentos absurdos como la orina de impúber, la leche de virgen, la sangre de recién nacido, aceite de ratas y de lagarto, excrementos de perro y productos procedentes del pavo real, del león, pulmón de zorra, etc…

En su comienzo, el siglo XVI constituyó una época muy semejante a la nuestra desde el punto de vista médico. La enseñanza oficial de las célebres facultades de Montpellier en Francia, y otras en Alemania e Italia, no aceptaban ya ciegamente el arte médico de siglos pasados, que desde los romanos, y a pesar de los descubrimientos de los árabes, se resumían, en teoría, a un comentario interminable de Galeno, a parafrasear inútilmente a Dioscórides, y en la práctica, a las extravagancias de una polifarmacia sin base racional alguna, cuyos repugnantes medicamentos hemos indicado, y cuya única finalidad era dirigirse a “las causas ocultas” de todas las enfermedades, a las causas secretas de todas las cosas.

Martes, 24 de Julio 2012
La Medicina nació con el primer dolor, con el primer sufrimiento del hombre. Instintivamente, éste buscó la forma de mitigar sus molestias, bien aplicando la mano al sitio dolorido, bien buscando la mejor posición para el descanso, bien bebiendo sorbos de agua fría o brebajes calientes, o empleando los mil y un medios que le sugería su imaginación. De este modo se lograron los primeros éxitos y también los primeros fracasos.

Después, la compasión movió al hombre a prodigar al enfermo los medios que habían aliviado los sufrimientos semejantes que otros habían padecido y así, en la antigüedad, la Medicina quedó enteramente dominada por el misticismo. Más tarde, los filósofos arrebataron de manos de los sacerdotes el monopolio del Arte de Curar y comprobaron que la mayoría de sus prácticas, puramente higiénicas, eran la base de los conocimientos médicos.

Dados estos antecedentes, se comprende que el verdadero médico ha de poseer, como virtud intrínseca de su profesión, la compasión. Debe evitar los sufrimientos inútiles, alejar las causas perjudiciales y procurar el restablecimiento de la salud, siguiendo el célebre aforismo de Celso: Cito tuto et jocunde, o sea, curar pronto, total y alegremente.

La medicina, como todo conocimiento humano, ha recorrido tres periodos: el empírico, el hipotético y finalmente el científico. En el primero, sólo ve y observa. Así, en los albores de la Medicina los enfermos eran expuestos en la vía pública, y los viandantes ideaban los medios o procedimientos que les sugería la imaginación, ayudada del buen deseo de curar o aliviar, lográndose así, como hemos dicho antes, los primeros éxitos y fracasos. Los enfermos curados, movidos por el agradecimiento y deseando hacer el bien a sus semejantes, colgaban en los templos las llamadas tablas votivas, en las que exponían los principales síntomas y los medios o procedimientos con los que se curaron. Y así se amontonaron en grupo informe los diversos conocimientos médicos logrados por puro empirismo.

Como por instinto, el espíritu humano no se conforma con la simple observación de hechos y fenómenos, sino que quiere remontarse a las causas, y como su imaginación sobrepasa fácilmente a la razón, no es de extrañar que se idearan (y aún sigan ideándose) las más caprichosas y extravagantes teorías e hipótesis, para explicarse las causas y el mecanismo de acción de cuanto ve y observa. En Medicina, el periodo hipotético no ha terminado aún; sigue sustentándolo, son empeño digno de mejor causa, la Medicina oficial.

Hipócrates, médico griego de casta sacerdotal, que abandonó para convertirse en médico periodeuta o ambulante, recogió en sus múltiples viajes los dispersos conocimientos médicos de la época; publicó infinidad de obras que no han perdido autoridad a través de los siglos, y fue el verdadero “Padre de la Medicina”, separándola del mal camino por el que pretendían llevarla los filósofos con su microcosmos: hombre alejado del macrocosmos (Universo), siendo igualmente enemigo de las hipótesis y del empirismo.

Hipócrates fue un observador profundo y sagaz y llegó a formular verdades fundadas sólo en la observación, y que han sido comprobadas hasta en los tiempos actuales. Su gloria principal fue ser el primero en proclamar que “el estudio atento de la naturaleza con una intención decididamente honrada, era el mejor propulsor de la Ciencia moderna”. La fórmula hipocrática se resume en el aforismo: Natura morburum medicatrix.

Aunque hoy el mundo médico le aclama unánimemente, reconociéndole como un genio superior por su clara inteligencia, su gran seriedad, su profundo respeto para con los enfermos y su elevada concepción en el ejercicio de la profesión médica, lo cierto es que la inmensa mayoría de médicos no siguen sus enseñanzas, ya que sus sucesores inmediatos se apartaron de tal manera del camino preconizado por Hipócrates, que no tardaron en ser dominados por las corrientes filosóficas de la época, que aplicaron a la Medicina, siendo así de este modo influida y dominada por el peripatetismo, el escepticismo y demás escuelas, replegándose la ciencia médica durante muchos siglos a Alejandría, cuna de muchos médicos que se dedicaron a discusiones frívolas dictadas por un espíritu de controversia. A pesar de ello, allí nació la Anatomía.

Lunes, 2 de Julio 2012
Este gran homeópata vino el mundo exactamente al comenzar el siglo XIX, es decir, el 1 de Enero de 1.800. Su padre era organista y maestro de capilla en la iglesia de Oschatz. Su vida puede conceptuarse como la de una estrella de primera magnitud, que brilla con potente y clara luz propia en el cielo de la Homeopatía. Su obra revela un gran caudal de inteligencia y un derroche de actividad y energía en los ochenta años que vivió, pues falleció el 23 de Julio de 1.880.

Es digno de observarse que el nombre HERING significa “campeón”, “general”. Constantino significaría “constancia”, “perseverancia”. Su nombre completo CONSTANTINO HERING significaría por tanto un firme campeón en el ejército de la verdad. El comandante en jefe de este ejército sería Samuel Hahnemann, quien publicó sus primeras ideas acerca de la Homeopatía cuatro años antes de que naciera Hering, en el Diario de Huffeland. Y así como Cristo tuvo como mensajero a Juan el Bautista, y como apóstol a Pablo, así formarían un trío semejante: Huffeland, Hahnemann y Hering, el primero médico de Federico II y la reina Luisa, y el último, Hering, su fiel apóstol.

Hijo de una familia numerosa, como es corriente en Alemania, (Bach, Lessing, Arndt, Jahr, etc…), fue un discípulo sobresaliente en ciencias naturales y estudios de la naturaleza. Su aguda penetración le hacía apto para las matemáticas, y al mismo tiempo estaba dotado de un fuerte espíritu de estricta justicia. Entre sus anécdotas infantiles se cita que cuando el ejército francés llegó hasta Oschatz en 1.806, un soldado le pidió pan. Le ofreció un buen pedazo de pan de centeno, que el francés rehusó, ante lo cual el niño Constantino, que entonces contaba seis años, le dijo: “Si usted no quiere comer el pan que mi madre ha horneado, Dios le castigará”.

Su afición a tratar enfermos data de los doce años, pues además de sus estudios en la escuela, iba a conferencias médicas en Dresde, en Leipzig y en Wurzburg. Más tarde se dedicó de lleno al estudio de la Medicina y tuvo conocimiento de la Homeopatía por medio del Doctor Ruckert, de Moravia. Y no sólo de oídas, sino por propia experiencia, pudo apreciar Hering la bondad de la Homeopatía, pues en una autopsia se le infectó un dedo, y pronto se agravó la zona, que se volvió gangrenosa rápidamente. Tan grave era el caso que se propuso una intervención quirúrgica: la amputación del antebrazo. Pero un compañero salvó su mano y su brazo con unas tomas de Arsenicum.

Por entonces era ayudante del cirujano Robbi, y éste, aconsejado por un librero llamado Baumgarten, trató de hacer un libro rebatiendo las ideas de Hahnemann. No pudiendo hacerlo por exceso de ocupaciones, transmitió el encargo a Hering, quien lo aceptó gozoso. Más a medida que iba estudiando las ideas y experiencias de Hahnemann, más convencido quedaba de la verdad de las mismas, hasta el punto que decidió al fin comprobar los experimentos, tras lo que se convirtió en un ferviente admirador y defensor de la nueva doctrina, en vista de lo cual se le negó todo apoyo y logró gran número de enemigos, siendo un tal Hornburg uno de los más encarnizados. Hering decía: “Antes quiero pasar hambre que mostrarme infiel a mí mismo”.

Mereció mención favorable en Homeopatía por su trabajo titulado “La Medicina del Porvenir”. Después de recibir su diploma, entró como profesor de Matemáticas y Ciencias Naturales en el “Instituto Blockmann”, de Dresde. De allí entró a formar parte de una expedición científica que se realizó a Surinam, colonia holandesa del norte de Sudamérica, encargado de estudiar su fauna y su flora, comisión que llevó a cabo Hering con sumo entusiasmo. Allí trabó conocimiento con algunos misioneros alemanes oriundos de Moravia, de los que fue amigo y médico y ellos, agradecidos, se prestaron a servirle en sus experimentaciones de los venenos de serpientes y plantas.

Su primera experimentación de Lachesis la hizo en sí mismo, y esta prueba ya revelaba la medida de su valor personal. Entonces envió a algunos compañeros médicos de Alemania el fruto de sus experiencias, cuyo resultado fue que el rey de Sajonia – que era el patrocinador de la excursión- ordenara a Hering que dejara sus experiencias. Inútil añadir que éste, a su regreso, dimitió el cargo y siempre fue fiel a sus principios.

En aquel entonces, Hahnemann había dado a conocer su famosa teoría de la Psora, lo que le produjo considerable oposición aún entre sus mismos discípulos, y Hering, que sentía una gran veneración por el Maestro, fue su gran defensor, no sólo en su aspecto teórico, sino en el práctico, obteniendo grandes resultados con los medicamentos antipsóricos en el tratamiento de los leprosos.

En Paramaribo trabó conocimiento con un médico alemán, el Dr. Bute, que se hizo discípulo suyo, y más adelante le llevó a Filadelfia con motivo de una epidemia de cólera que reinaba entonces en aquella ciudad. Y para no dejar sin defensa contra la enfermedad a los buenos misioneros, escribió entonces su libro “Medicina Doméstica”, que ha sido traducido a infinidad de idiomas.

En Filadelfia fundó la Sociedad Hahnemanniana, y diez años después, en 1.835, fundó el Allentown Pa., junto con los Doctores Wesselhoeft, Detwiller, Freytag, Rev. John Helfrich y otros amigos alemanes; el North American Academy for the Homeopathic Healing Art (Academia Norteamericana para restablecer la salud por la Homeopatía), que fue la primera institución en el mundo para la enseñanza de la Homeopatía. En ella demostró Hering ser un gran organizador y poseer buena táctica. No obstante, la empresa fracasó por la falta de recursos oficiales y la escasez de los donativos particulares, aunque sí logró dar a conocer la Homeopatía, lo que despertó el interés general en el pueblo americano que, como es sabido, no tiene tantos prejuicios como otros. Hering continuó su práctica, escribió libros y trabajó infatigablemente para hacerse oír haciendo gran propaganda de las ideas Hahnemannianas, con sus enseñanzas y sus éxitos clínicos.

En 1.848 fundó el “Hahnemann Medical College” de Filadelfia, institución homeopática que aún subsiste, que representa un valor de varios millones de dólares y cuenta con 70 profesores, habiendo salido de ella más de tres mil médicos homeópatas que se han diseminado y ejercen en todas las partes del mundo

No puede decirse que Hering permaneciese ocioso, pues se interesó por la fundación de hospitales para locos y para pobres, y en su honor, doce años después de su muerte, se fundó en Chicago el “Hering Institute”.

Se casó tres veces. Con la primera esposa, en Surinam; con la segunda, de la que tuvo dos hijos, en Filadelfia. A la muerte de ésta, decidió regresar a su patria, y en 1.845 se casó por tercera vez en Bautzen. En total tuvo 13 hijos.

Su gran talento, su fértil imaginación y la pureza de su mente, le empujaban a organizar fundaciones para el bien de la Homeopatía y de los pobres. Toda su actividad iba dirigida a la creación de un hospital, en el que se hermanaran la ciencia y la caridad. No sólo escribió libros, sino que también produjo algunas novelas, poemas y canciones. Era mordaz en sus sátiras, siempre a favor de las buenas causas. Como maestro era excelente, por la facilidad con que hacía resaltar lo más característico de cada caso o de todo medicamento, y cuando algunos estudiantes extranjeros encontraban dificultades, con frecuencia los llevaba a su casa, para completar su enseñanza.

Siempre vivió con suma modestia; puso su cama en el cuarto de estudio, para tener siempre a mano sus notas manuscritas de Materia Médica. Sus discípulos, amigos y admiradores le rindieron honores en el quincuagésimo aniversario de su titulación de Doctor, y en el octogésimo de su natalicio. Y su actividad fue tan grande que el 23 de Julio de 1.880, cuatro horas antes de su fallecimiento, acababa de hacer su última prescripción, y estaba terminando el tercer volumen de su famosa obra “Guiding Symptoms”.

Su vida entera es la de un hombre bueno y de claro talento, con fuerza creativa y habilidad organizadora. La consagró a la difusión y propaganda de la Homeopatía, siendo siempre un fiel discípulo de Hahnemann. Tiene bien merecido el descanso, y con razón se le denomina “el Padre de la Homeopatía en América”.

Martes, 19 de Junio 2012
El 10 de Mayo de 1.873, la Sociedad Hanemanniana Matritense acordó la construcción de un Hospital, que “sirviendo de asilo a la clase menesterosa, constituyera al mismo tiempo un centro de enseñanza de la doctrina homeopática, utilizando de este modo las Reales Órdenes que en dos ocasiones se habían otorgado (el 18 de Enero de 1.850, y el 15 de Enero de 1.875), para que se diese la referida enseñanza”.

El 2 de Febrero de 1.878 se innauguró el Instituto Homeopático y Hospital de San José, que es una magnífica institución, construída en un solar de unos 40.000 pies. La línea de fachada que daba al Paseo de la Habana (Actualmente Avenida de Eloy Gonzalo), mide 65 metros y medio, y el edificio ocupa una superficie cubierta de unos 212 metros cuadrados. Consta de sótanos, bajo, principal y segundo. Comprende seis salas de enfermería, capaces para 48 camas, contando además con cocina, lavaderos, despensas, almacenes, departamentos para las Hermanas de la Caridad, habitaciones para el Director, Capilla, una Cátedra, local para Farmacia y Secretaría, una galería en la planta baja y otra en la principal, para distracción y paseo de los convalecientes.

Además, aislado dentro del terreno, hay otro pequeño edificio de unos 56 metros cuadrados para Consultorios. Hay también un magnífico chalet para el Director, completamente aislado, pero con comunicación subterránea con el Hospital, todo éllo rodeado de jardines.

Cito estos datos para que se puedan hacer idea de la importancia de esta Institución homeopática particular, cuya iniciativa se debió a la Sociedad Hanemanniana Matritense, seguida de una subscripción pública que, según la lista insertada en el Criterio Médico del 25 de Abril de 1.878, había alcanzado la suma de 433.877 reales (108.469,25 pesetas), habiendo suplido lo que faltó para obras y decorado el Sr. Marqués de Núñez, con una suma aproximada de 150.000 pesetas.

Hemos de repetir una vez más que la finalidad de esta Institución es “la Enseñanza de la Homeopatía”, como claramente se define en la cláusula primera de la Escritura de Fundación, que dice así:

“Primera.- El señor compareciente funda e instituye en el edificio mencionado un Hospital con el título de Instituto Homeopático y Hospital de San José, para que así se comprenda que está destinado a la enseñanza teórica y práctica de la doctrina homeopática y al mismo tiempo a la curación de las enfermedades agudas no contagiosas de las clases desvalidas”.

Esta enseñanza se dio durante algunos años y se expidieron varios títulos de Médico Homeópata, solamente destinados a los previamente graduados por la Facultad de Medicina. Más el sucesor del primer Marqués de Núñez, que no posee el entusiasmo estrictamente hahnemanniano del fundador de esta Institución, fue olvidando las cláusulas fundacionales, suprimió las Cátedras, a pesar de existir un importante legado que aseguraba económicamente el funcionamiento de éstas, y llegó incluso a impedir la entrada a cualquier médico nacional o extranjero que pretendiera simplemente visitar este Hospital.

Este estado de cosas ha durado años, aunque no podía subsistir sin la protesta de los compañeros homeópatas de Madrid, quienes repetidas veces y casi diría año tras año, han denunciado a los Poderes públicos estas irregularidades que, al parecer, iban encaminadas a convertir en propiedad privada lo que era y es una Institución homeopática de carácter benéfico.

En 1.928 llega a Madrid el Dr. Torres Oliveros, y desde luego desarrolla una gran actividad, logrando convencer al Marqués de la imprescindible necesidad de ampliar y modificar los servicios del Hospital, así de que se hiciera efectiva la “Enseñanza de la Homeopatía”; para preparar mejor el ambiente, organizó un ciclo de conferencias sobre Homeopatía en el Salón de Cátedra del Instituto Homeopático.

El 8 de Noviembre de 1.928 tuve el honor de desarrollar la primera conferencia, titulada “La Homeopatía: lo que ha sido lo que es y lo que puede ser”, seguida de una serie de proyecciones de las más importantes Instituciones Homeopáticas mundiales, que despertó gran interés, siendo felicitado por el Ilustre Señor Obispo de Madrid-Alcalá, que presidía el acto y por los distinguidos compañeros homeópatas y alópatas que llenaban el local. Y fueron desarrollándose con igual éxito los temas del programa todos los jueves, hasta el 10 de Enero.

- Hahnemann, su vida y su obra, por el Dr. Juárez Prieto.

- La experimentación en el hombre sano como primer fundamento de la Medicina homeopática, por el Dr. Miguel Balari, de Barcelona.

- Dinamismo vital y medicamentoso, como segundo fundamento de la Medicina homeopática, por el Dr. M. Torres Oliveros.

- Individualización del enfermo y del remedio, como tercer fundamento de la Medicina homeopática, por el Dr. Raimundo Alfonso.

Finalmente completaron este ciclo con sendas conferencias de su especialidad los doctores Barco Pons (Oftalmología), Hernández Jordán (Tuberculosis), José Pellicer (Preparación de los medicamentos homeopáticos), Ojeda (Otorrinolaringología), y Juárez Cejudo (Afecciones gastrointestinales), de las que se ocupó con elogio la prensa diaria y profesional.

El 10 de Junio de 1.929, la Comisión organizadora del “I Congreso Nacional de Medicina Homeopática”, celebrado en Madrid, solicitó al Ministro de la Gobernación la creación oficial de una “Escuela de Homeopatía para Post-Graduados”, y desde esa fecha hemos aprovechado todas las oportunidades para insistir en este asunto.

En Barcelona, tras algunos intentos por parte de los médicos homeópatas de agruparse formando una asociación, el 13 de Abril de 1.890 se logró dar vida a la llamada “Academia Médico-Homeopática”, y dos años después, el 30 de Marzo de 1.892, fue innaugurado el “Hospital Homeópata del Niño Dios”, pudiendo atenderse así la parte teórica y la práctica de la Homeopatía, contribuyendo uno y otra a la formación de un gran número de médicos homeópatas, para gloria de la Homeopatía catalana.

Pero años después, las luchas internas en el seno de la Academia, y el deficiente estado económico del Hospital, produjeron un verdadero desánimo hasta el extremo de que, suspendida la publicación de la Revista Homeopática, queda prácticamente anulada toda idea de propaganda homeopática y sin relación alguna con las entidades y revistas homeopáticas extranjeras.

Ante tal estado de cosas, un grupo de entusiastas médicos homeópatas de Barcelona, a la cabeza del cual figuraban los doctores Miguel Balari y Augusto Vinyals, y al que se sumaron desde luego los doctores Laureano Torrent y Juan Vergés, dio vida a la LIGA HISPANO-AMERICANA PROMEOPATÍA, en la que figuraron como socios fundadores los ya citados compañeros de Barcelona y del Dr. Manuel Torres de Madrid.

Esta Liga, fundada el 10 de Abril de 1.929, tiene como una de sus finalidades más importantes la enseñanza de la Homeopatía, como así se hace destacar en el artículo 2º de sus Estatutos, que dice así:

Artículo 2º.- El objeto de la Liga es: Difundir los principios de la Homeopatía y los ventajosos resultados de su aplicación práctica. Fomentar el estudio de los problemas científicos relacionados con la Homeopatía, la enseñanza de ésta y la propagación de las doctrinas de HAHNEMANN en toda su pureza. Procurar el mayor desarrollo de dicha ciencia en todos sus órdenes y apoyar a la clase médico-homeopática para lograr de los Poderes públicos la creación de Cátedras para la enseñanza de la Homeopatía.

Del 27 al 31 de Mayo de 1.929, organizó el I CONGRESO NACIONAL DE MEDICINA HOMEOPATICA, cuya finalidad principal era facilitar la oportunidad de que se conocieran personalmente la mayoría de los compañeros homeópatas que sin duda alguna asistirían a esta asamblea nacional, y fomentar la unión de todos, creando al efecto una SOCIEDAD ESPAÑOLA DE HOMEOPATIA, “ para que pueda en su día pedir que se declare oficial nuestra doctrina, que nos permitan ser considerados como “especialistas”, dando validez a los títulos que otorguen las Instituciones ya existentes y otras que se funden debidamente legalizadas. Únicamente de este modo daremos al traste con esa pléyade de intrusos que medran a la sombra de nuestra bandera, y saldrán a la luz de la verdad muchos médicos que por ignorancia no son homeópatas”. Estas son las palabras, copiadas al pie de la letra, con las que la Comisión organizadora se dirigió a todos y cada uno de los médicos homeópatas españoles.

En 1.930 y 1.931, el Dr. Miguel Balari desarrolló dos cursillos de Homeopatía para Post-Graduados, que tuvieron un éxito importante, hasta el extremo que se creyó indispensable adelantar la fecha en la que queríamos fundar un Consultorio Homeopático; y en sesión de la Liga del 19 de Mayo de 1.931, se nombró una Comisión para que estudiara el asunto y formulara un reglamento interno de dicho Consultorio. El día 4 de Junio, festividad del Corpus Christi, la Liga tomó posesión del local destinado a Consultorio, instalado en la calle Blasco de Garay número 21, principal, siendo directores médicos los doctores Miguel Balari, Laureano Torrent y Juan Vergés, y médicos numerarios los doctores Felipe de Arce, Eugenio Balari, Pedro Mayol y José Feliu.

En Octubre de 1.932, y con el título de “Hay que resolver el problema de la Enseñanza de la Homeopatía”, el Dr. Vinyals publicó un artículo encareciendo la necesidad de concentrar todas nuestras fuerzas para llegar a la creación de “Escuelas de Homeopatía para Post-Graduados”, y en uno de sus párrafos, decía:

“Al hablar de la Enseñanza de la Homeopatía, conviene no olvidad ni un momento que para enseñarla mal, mejor dejarla como está. Las ideas que primero se graban en nuestra mente, aún siendo erróneas, difícilmente se borran de ella; de ahí que todo cuidado ha de parecernos poco para que esta enseñanza sea enteramente ortodoxa, netamente hahnemanniana”.

Y desde entonces, tanto en Madrid, como en Barcelona, se ha desarrollado una enorme actividad, casi diría un pugilato, para ver cual de las dos capitales lograba establecer primero de un modo firme la enseñanza de la Homeopatía para Post-Graduados.

Omito mencionar los obstáculos de diversa índole, los pasos perdidos, las esperanzas fallidas, para llegar al momento actual, y confesar lisa y llanamente que el triunfo logrado por el Dr. Manuel Torres Oliveros ha sido completo y es de esperar que sea definitivo.

Ahí está la Gaceta del 10 de Abril de 1.936, que habla de nuestra Liga como la mejor Institución Homeopática que existe en España. Quizás sea oportuno copiar integro el texto de la Orden a que hacemos referencia, pues puede ser la base de un verdadero progreso de la Homeopatía en España. De todos modos, el triunfo logrado es ya tan grande, que me creo en el deber de proponer al Dr. Manuel Torres Oliveros como Miembro de Honor de nuestra Liga, por sus méritos personales y por el derroche de actividad y entusiasmo desplegado hasta ahora en bien de la Homeopatía española.

Hoy en día, el Hospital Homeopático de San José, en la calle Eloy Gonzalo de Madrid, ha sido rehabilitado y se puede visitar sin inconvenientes.

Lunes, 28 de Mayo 2012
Señor Ministro:

Acabo de leer en el Moniteur que os proponéis consultar a la Academia de Medicina, sobre la cuestión de “si es conveniente establecer en París dispensarios y un hospital en donde los enfermos sean tratados según los principios de la medicina homeopática”.

El bien de los hombres me interesa demasiado vivamente para que sea indiferente a una cuestión tan importante. Mi conciencia, señor Ministro, me obliga a esclarecer la vuestra, cuya noble iniciativa se propone acoger la verdad y proteger la más importante de todas las ciencias, la que devuelve y conserva la vida. La Homeopatía es una verdad nueva que lastima, como todo nuevo descubrimiento, algunos intereses particulares, y por eso mismo encuentra por todas partes donde quiera establecerse, oposiciones que, para detener su marcha, se esfuerzan en poner en duda la realidad de su principio.

Todos los sistemas inventados hasta hoy en medicina, consideran las enfermedades como susceptibles de anonadamiento material por medios violentos, que debilitan la fuerza vital, con emisiones sanguíneas y evacuaciones de todo género. Por el contrario, la Homeopatía, obrando dinámicamente sobre dicha fuerza, anonada las enfermedades de una manera dulce, imperceptible y duradera. No se trata sólo de un invento ingenioso, de una hábil combinación que produce algunos resultados más o menos felices en su aplicación, sino que es un principio constante de la naturaleza, el único capaz de dar al hombre la salud perdida. La ciencia establecida sobre este principio, que se resume en la sentencia Similia Similibus Curantur, está y seguirá estando en oposición con todas las doctrinas médicas y con todos los que las practiquen. Por consiguiente, señor Ministro, vos no podéis tomar por jueces a aquéllos que la ignoran, o que están interesados directamente en oponerse a sus progresos.

Los miembros de la Academia de Medicina de París son personas recomendables, pero es preciso no olvidar que una larga costumbre les apega a la práctica de una ciencia defectuosa que, a falta de otra mejor hasta hoy, ha gobernado la salud de los hombres. Ignoran lo que es la Homeopatía; sin conocerla, la juzgan quimera, y rehusando su estudio, no pueden concebir ni sus efectos ni su aplicación. Yo les hago justicia, la de creer que los resultados felices de sus ensayos podrían convertirlos. Pero aún no están consiguiendo estos resultados, y para conseguirlos, es preciso estudiar y experimentar.

Lo único que demanda la Homeopatía de sus detractores es ser admitida a sus experiencias y comprobaciones; prueba que será tanto más concluyente cuanto mayor número de individuos la procuren y obtengan. Un Hospital Homeopático, por exiguo que sea, si está bien dirigido y exclusivamente sometido a las influencias de esta medicina, es probablemente el medio más seguro para convencerse de su excelencia. Yo os conjuro, señor Ministro, a seguir en esta importante circunstancia vuestra propia convicción, que podéis esclarecer acudiendo a los miembros de la Sociedad Homeopática de París. Consultadles sobre el principio que nos dirige, y proporcionarles el medio de procurar su realización, confiándoles una clínica sin intervención antagónica de los médicos de la antigua escuela.

Ningún interés personal me guía en los consejos que me atrevo a dirigiros; sería una dicha para mí responder a las indagaciones que creáis necesarias para informaros más ampliamente.

Vuestro poeta Béranger ha dicho:

¡ Combien de temps une pensée,
vierge obscure, attend son époux!.
Les sots la traitent d´insensée;
Le sage lui dit: cachez vous.
Mais la rencontrant loin du monde
un fou qui croit au lendemain
l´épousse; elle deviant féconde
pour le bonheur du genre humain.

He aquí mi historia, señor Ministro. A los ochenta años, todavía tengo que pedir perdón a los hombres por el bien que les he hecho.

Si mis observaciones os son gratas, erigid en París un Hospital Homeopático, independiente y sometido únicamente a vuestra jurisdicción, y así llenaréis el vacío de mis votos y recompensaréis mis inmensos trabajos.

Soy, con la más perfecta consideración, vuestro muy humilde y obediente servidor,

SAMUEL HAHNEMANN.

En Coethen, ducado de Anhalt, 15 de Febrero de 1.835.

Lunes, 28 de Mayo 2012
Toxicidad por metales pesados Carlos Rubio Sáez
Muchas enfermedades crónicas tienen origen en la ingesta, directa o indirecta, de sustancias químicas y metales pesados.

El daño a nuestro medio ambiente repercute en nuestra salud. La relación dinámica existente entre la carga tóxica de lo que ingerimos y la capacidad de desintoxicación endógena de nuestro organismo, es la que determina que ciertos pacientes presenten síntomas que se pueden asociar a la patología medio ambiental.

Nuestro aparato digestivo es un buen desintoxicador, siendo el hígado el que específicamente nos mantiene en niveles aceptables de toxinas, mediante dos fases:

- Fase 1: En la que el citocromo p450 convierte los compuestos liposolubles en hidrosolubles, proceso vital para nuestra desintoxicación.

- Fase 2: Los productos ocasionados en la fase 1 se juntan a determinadas enzimas, eliminándose por los riñones o la bilis.

Una alimentación saludable es vital para los procesos de las fases 1 y 2.

Actualmente existen análisis específicos, entre ellos los del cabello, que nos dan una idea muy aproximada de la cantidad de metales pesados que alberga nuestro organismo. En España se realiza sobre todo en Consultorios de Medicina Natural.

Lunes, 30 de Enero 2012
A principios de los años noventa, el dos veces Premio Nobel Linus Pauling, envió al Senado de los EE.UU. una carta que por su vigencia reproduzco en sus párrafos principales: “estoy profundamente preocupado por el estado de cosas actual, que gira alrededor del tema de los complementos dietéticos y ciertas sustancias relacionadas con ellos. El conjunto de evidencias que se encuentra en los índices médicos y científicos oficiales, y que se refiere a la eficacia y seguridad de: vitaminas, minerales, enzimas, aminoácidos, hierbas y otras sustancias relacionadas con la Nutrición, está siendo ignorado, o en el mejor de los casos malinterpretado, para ajustarlos a los intereses de una contingencia médico y política…Los médicos a pesar de estar bien formados, carecen prácticamente de capacitación en el área de la Nutrición y de la Terapia metabólica, fuera de las modalidades de medicamentos y de procedimientos alópatas convencionales. Sería útil señalar que el abuso de medicamentos es la causa de miles de catástrofes médicas cada año…Asimismo, les pediría la clasificación inadecuada de los complementos dietéticos como medicamentos. Esto implica un atentado a la primera Enmienda y a los estatutos de la Organización Mundial de la Salud…”

Esta carta de Linus Pauling consiguió la aprobación de la Ley de Complementos Dietéticos en EE.UU. A pesar de ello, desde aquellos años los Funcionarios y Abogados de la Administración estadounidense “reinterpretan” esta Ley de forma restrictiva para el consumidor.

En España, desde hace años, apenas se dan autorizaciones nuevas de complementos dietéticos y medicamentos homeopáticos, obligando a los Laboratorios a la búsqueda de su autorización en ámbitos europeos (Bruselas), elevándose el coste del producto en cuestión para el consumidor.

Lunes, 30 de Enero 2012
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Editado por
Carlos Rubio Sáez
Carlos Rubio Sáez
Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad Complutense de Madrid, el Dr. Carlos Rubio Sáez es además Especialista en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Diplomado en ElectroAuriculomedicina, Sofrología, Homeopatía y Acupuntura, ha sido Fundador de la Asociación Española de Médicos Homeópatas, así como cofundador de la Asociación Española de Médicos Naturistas y de la Sociedad Española de Acupuntura.



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