Desde finales del siglo XX se puso de moda la arquitectura de los museos, las ciudades competían por tener el Museo más atractivo. Así sucedió en Bilbao, en Valencia y en otras muchas urbes españolas y extranjeras, en una especie de carrera olímpica por contratar al más famoso arquitecto que dejara bien visible su sello y quedara para siempre su Museo como impronta y símbolo de la ciudad. En una primera reflexión, todo bien: los museos están ligados a la Cultura y añaden prestigio.
En una segunda lectura, sin embargo, comenzó a suceder que era la arquitectura misma más importante que lo que albergaba, siendo el Museo el propio elemento significativo como edificio, sin que su contenido fuese comparable en calidad al continente. Es de esta forma, que la arquitectura se convierte casi en escultura, resultando que si el edificio no sirve para una función concreta no es realmente Arquitectura, al menos no es buena arquitectura, tal como postuló Vitruvio (*).
Me pregunto si esto es honesto, si la preponderancia de la arquitectura sobre otras Artes o Ciencias es algo lícito. Personalmente, como Vitruvio, opino que solo hay Arquitectura si su aspecto responde a una función específica, si el edificio es habitable y cómodo, si es estable desde el punto de vista estructural y también, por supuesto, el edificio resulta bello. Por todo esto, me parece dificilísimo hacer buena arquitectura y no me parece tan buena aquella que se limita a la belleza formal descuidando la función a la que sirve, y que desdeña aspectos como la economía estructural y el mantenimiento. Por desgracia, todos conocemos malos ejemplos.
Volviendo a Valencia y su “Ciudad de los museos”, el conjunto está formado por cuatro edificios, un puente y la ordenación de los jardines (espacios ganados al Turia), todos ellos diseñados por Santiago Calatrava y otros colegas. El edificio que más llamó mi atención es el llamado “Ágora” que, por su nombre, identifiqué como un lugar de encuentro. Con forma de pez globo color añil; la espina dorsal son los lucernarios que iluminan el espacio interior y el resto de sus paredes están revestidas (aquí intuyo la influencia gaudiniana) de pequeños fragmentos de azulejo. Formalmente, muy logrado. Mi sorpresa fue cuando, al acercarme para hacer las fotos, observé que el edificio está en desuso y en pleno deterioro. Todos sabemos que cuando una casa no se habita, se arruina. ¿Un Ágora vacío, al que nadie acude y no se utiliza? Pues eso parece, y no creo que solo por la “crisis”, sino porque tal vez el conjunto fue hiper-dimensionado desde el principio en uno de esos ejercicios de despilfarro y pretenciosidad a los que se nos acostumbró en los “felices noventa”. Una pena.
(*) De "De architectura", tratado escrito por Vitrubio alrededor del año 15 a. de J.C. Es el más antiguo que se conserva y fue tomado por los arquitectos del Renacimiento como referencia de la arquitectura clásica. Para Vitruvio, la arquitectura descansa en tres principios: la Belleza (Venustas), la Firmeza (Firmitas) y la Utilidad (Utilitas). La arquitectura se puede definir, entonces, como un equilibrio entre estos tres elementos, sin sobrepasar ninguno a los otros. No tendría sentido tratar de entender un trabajo de arquitectura que no comprenda estos tres aspectos.
En una segunda lectura, sin embargo, comenzó a suceder que era la arquitectura misma más importante que lo que albergaba, siendo el Museo el propio elemento significativo como edificio, sin que su contenido fuese comparable en calidad al continente. Es de esta forma, que la arquitectura se convierte casi en escultura, resultando que si el edificio no sirve para una función concreta no es realmente Arquitectura, al menos no es buena arquitectura, tal como postuló Vitruvio (*).
Me pregunto si esto es honesto, si la preponderancia de la arquitectura sobre otras Artes o Ciencias es algo lícito. Personalmente, como Vitruvio, opino que solo hay Arquitectura si su aspecto responde a una función específica, si el edificio es habitable y cómodo, si es estable desde el punto de vista estructural y también, por supuesto, el edificio resulta bello. Por todo esto, me parece dificilísimo hacer buena arquitectura y no me parece tan buena aquella que se limita a la belleza formal descuidando la función a la que sirve, y que desdeña aspectos como la economía estructural y el mantenimiento. Por desgracia, todos conocemos malos ejemplos.
Volviendo a Valencia y su “Ciudad de los museos”, el conjunto está formado por cuatro edificios, un puente y la ordenación de los jardines (espacios ganados al Turia), todos ellos diseñados por Santiago Calatrava y otros colegas. El edificio que más llamó mi atención es el llamado “Ágora” que, por su nombre, identifiqué como un lugar de encuentro. Con forma de pez globo color añil; la espina dorsal son los lucernarios que iluminan el espacio interior y el resto de sus paredes están revestidas (aquí intuyo la influencia gaudiniana) de pequeños fragmentos de azulejo. Formalmente, muy logrado. Mi sorpresa fue cuando, al acercarme para hacer las fotos, observé que el edificio está en desuso y en pleno deterioro. Todos sabemos que cuando una casa no se habita, se arruina. ¿Un Ágora vacío, al que nadie acude y no se utiliza? Pues eso parece, y no creo que solo por la “crisis”, sino porque tal vez el conjunto fue hiper-dimensionado desde el principio en uno de esos ejercicios de despilfarro y pretenciosidad a los que se nos acostumbró en los “felices noventa”. Una pena.
(*) De "De architectura", tratado escrito por Vitrubio alrededor del año 15 a. de J.C. Es el más antiguo que se conserva y fue tomado por los arquitectos del Renacimiento como referencia de la arquitectura clásica. Para Vitruvio, la arquitectura descansa en tres principios: la Belleza (Venustas), la Firmeza (Firmitas) y la Utilidad (Utilitas). La arquitectura se puede definir, entonces, como un equilibrio entre estos tres elementos, sin sobrepasar ninguno a los otros. No tendría sentido tratar de entender un trabajo de arquitectura que no comprenda estos tres aspectos.