Fuente: Libélula - Pixabay
La sociología es una ciencia muy ecléctica lo que la convierte en un ámbito de conocimiento altamente complejo. Resulta relativamente sencillo comprobar que conviven con la misma vitalidad enfoques teóricos muy diferentes e incluso contrarios. Este hecho no implica que esta ciencia tenga que ser menospreciada o infravalorada. Esta realidad constata la gran dificultad que supone estudiar un entorno como el social y muestra la apertura de miras de los científicos sociológicos.
La biología, en cambio, es una ciencia con un asentamiento más claro en un paradigma concreto, con unas herramientas de análisis más estructuradas. Como es evidente, este hecho tampoco implica una minusvaloración de esta ciencia y del conocimiento generado por ella. Como acabo de indicar, lo único que muestra esto es un claro asentamiento en un contexto epistemológico más uniforme y con una historia más dilatada.
Durante muchos años hemos visto autores, próximos a los estudios sociales, que consideraban que el conocimiento biológico era determinista y abría las puertas a un conocimiento ideologizado e incluso totalitario. Esto también sucedió en investigadores biológicos. No obstante, parece que la biología siempre ha mostrado cierto interés por los estudios sociológicos. Disciplinas como la fitosociología y la etología, de un modo u otro, son un buen ejemplo de ello.
Recientemente hemos podido comprobar que diversos autores han acuñado la denominación de “sociología molecular” a los fenómenos de interrelación celular. Esta subdisciplina de la biología molecular es consciente que los procesos sociales también suceden a nivel micro y amplía notablemente el ámbito de conocimiento de la sociología. El problema que puede implicar para aquellos que nos ocupamos del análisis de lo social es que debamos de conocer más profundamente los entresijos de los mecanismos y fenómenos moleculares. Además, también sería necesario comprender que, del mismo modo que la epigenética ha ayudado a comprender que fenómenos sociales como una hambruna o la violencia tiene efectos biológicos, también la propia biología y sus condicionantes tiene efectos sociológicos.
Veremos en qué acaba esta relación disciplinar.
La biología, en cambio, es una ciencia con un asentamiento más claro en un paradigma concreto, con unas herramientas de análisis más estructuradas. Como es evidente, este hecho tampoco implica una minusvaloración de esta ciencia y del conocimiento generado por ella. Como acabo de indicar, lo único que muestra esto es un claro asentamiento en un contexto epistemológico más uniforme y con una historia más dilatada.
Durante muchos años hemos visto autores, próximos a los estudios sociales, que consideraban que el conocimiento biológico era determinista y abría las puertas a un conocimiento ideologizado e incluso totalitario. Esto también sucedió en investigadores biológicos. No obstante, parece que la biología siempre ha mostrado cierto interés por los estudios sociológicos. Disciplinas como la fitosociología y la etología, de un modo u otro, son un buen ejemplo de ello.
Recientemente hemos podido comprobar que diversos autores han acuñado la denominación de “sociología molecular” a los fenómenos de interrelación celular. Esta subdisciplina de la biología molecular es consciente que los procesos sociales también suceden a nivel micro y amplía notablemente el ámbito de conocimiento de la sociología. El problema que puede implicar para aquellos que nos ocupamos del análisis de lo social es que debamos de conocer más profundamente los entresijos de los mecanismos y fenómenos moleculares. Además, también sería necesario comprender que, del mismo modo que la epigenética ha ayudado a comprender que fenómenos sociales como una hambruna o la violencia tiene efectos biológicos, también la propia biología y sus condicionantes tiene efectos sociológicos.
Veremos en qué acaba esta relación disciplinar.