Portada de la Revista CTS
Los datos obtenidos por Montoya Melgar muestran un claro liderazgo de Brasil, ya que investigadores situados en esta región participaron en el 45% de los artículos publicados. Además, desde el año 2007 la participación brasileira ha superado el 50%. Lo que nos muestra el nivel al que se mueve Brasil.
España mantiene el segundo puesto de Iberoamérica gracias, en buena medida, al esfuerzo investigador de los científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Por otro lado es necesario subrayar, dice el autor, que algunas de las publicaciones con mayor número de citas y co-firmadas por autores iberoamericanos han sido lideradas por científicos españoles
El liderazgo de Brasil responde, según Montoya, a la alta inversión que este país hace en ciencia y tecnología en comparación con el resto. Es de destacar el papel de otros países como Chile, Argentina y Uruguay, que sobresalen en cuanto a publicaciones en relación con su PIB y con su población, posiblemente debido al crecimiento e institucionalización de la investigación científica llevados a cabo en tiempos pasados. De hecho, Houssay y Leloir, ambos argentinos, son los dos únicos científicos iberoamericanos a los que se les concedió el Premio Nobel habiendo ejercido su actividad en su país de origen.
La situación de co-participación española es debida, además de a razones históricas y sociales, a la financiación mediante iniciativas específicas a nivel gubernamental como el Programa de Cooperación Interuniversitaria (PCI) de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) o el de Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED). También los gobiernos de las comunidades autónomas españolas promueven programas de cooperación y muchas universidades tienen también programas de cooperación con convocatorias anuales, cuyas solicitudes y concesiones se dirigen mayoritariamente a Iberoamérica. Todos estos programas han disminuido sus fondos recientemente, debido a la crisis económica, y están en riesgo de desaparecer, lo que plantea un futuro muy incierto en las relaciones científicas y de cooperación al desarrollo entre España e Iberoamérica.
Aunque en Iberoamérica existen distintos centros e instalaciones multinacionales e internacionales, es muy alto el número de científicos iberoamericanos emigrados a otros países. Los gobiernos iberoamericanos deberían considerar la posibilidad de establecer más organizaciones y laboratorios multinacionales en áreas de conocimiento específicas que atrajesen a estos investigadores y que, además, sirviesen de motor para el desarrollo científico y tecnológico de los países iberoamericanos menos desarrollados.
El trabajo de Montoya Melgar permite establecer, sin ningún lugar a dudas, las necesidades existentes y los riesgos que nos vemos obligados a asumir por las políticas económicas que se están llevando a cabo en la actualidad.
España mantiene el segundo puesto de Iberoamérica gracias, en buena medida, al esfuerzo investigador de los científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Por otro lado es necesario subrayar, dice el autor, que algunas de las publicaciones con mayor número de citas y co-firmadas por autores iberoamericanos han sido lideradas por científicos españoles
El liderazgo de Brasil responde, según Montoya, a la alta inversión que este país hace en ciencia y tecnología en comparación con el resto. Es de destacar el papel de otros países como Chile, Argentina y Uruguay, que sobresalen en cuanto a publicaciones en relación con su PIB y con su población, posiblemente debido al crecimiento e institucionalización de la investigación científica llevados a cabo en tiempos pasados. De hecho, Houssay y Leloir, ambos argentinos, son los dos únicos científicos iberoamericanos a los que se les concedió el Premio Nobel habiendo ejercido su actividad en su país de origen.
La situación de co-participación española es debida, además de a razones históricas y sociales, a la financiación mediante iniciativas específicas a nivel gubernamental como el Programa de Cooperación Interuniversitaria (PCI) de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) o el de Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED). También los gobiernos de las comunidades autónomas españolas promueven programas de cooperación y muchas universidades tienen también programas de cooperación con convocatorias anuales, cuyas solicitudes y concesiones se dirigen mayoritariamente a Iberoamérica. Todos estos programas han disminuido sus fondos recientemente, debido a la crisis económica, y están en riesgo de desaparecer, lo que plantea un futuro muy incierto en las relaciones científicas y de cooperación al desarrollo entre España e Iberoamérica.
Aunque en Iberoamérica existen distintos centros e instalaciones multinacionales e internacionales, es muy alto el número de científicos iberoamericanos emigrados a otros países. Los gobiernos iberoamericanos deberían considerar la posibilidad de establecer más organizaciones y laboratorios multinacionales en áreas de conocimiento específicas que atrajesen a estos investigadores y que, además, sirviesen de motor para el desarrollo científico y tecnológico de los países iberoamericanos menos desarrollados.
El trabajo de Montoya Melgar permite establecer, sin ningún lugar a dudas, las necesidades existentes y los riesgos que nos vemos obligados a asumir por las políticas económicas que se están llevando a cabo en la actualidad.