La investigación estaba en marcha. Habían empezado hace varios años con una nueva línea de trabajo y el grupo de investigación creía mucho en sus posibilidades. El interés suscitado por la misma, generó que numerosas estudiantes quisieran realizar su tesis doctoral.
A él también le parecía alucinante ese grupo de investigación y sus trabajos. Tras una entrevista fue aceptado y comenzó a investigar. Los años de éxitos habían terminado y era el único doctorando en el laboratorio. Dos años obtenido datos. Dos años sin fines de semana y con pocos días de fiestas. Dos largos años en los que se había sentido un poco solitario.
Era el momento de hacer público la información obtenida. El esfuerzo de los últimos meses tenía que ser mostrado a la llamada comunidad científica. Tras semanas de empeño, de lectura e imitación, el artículo estaba terminado, revisado por su jefe y listo. Tenía la sensación de desahogo. ¡Ya está!, se decía. Pensaba que el texto había quedado bien, estaba satisfecho. Era el momento de la revisión final. Lo curioso, en esta ocasión, era que ésta no la iba a realizar su director de tesis, ya la había hecho. Ahora era el turno de una coacher.
El grupo de investigación había optado por una novedosa opción para maximizar el esfuerzo. Una persona se encargaría de ayudar a los doctorandos en su trabajo. Una coacher es precisamente eso, una persona cuya labor es la de motivar y alentar a las personas de la que es responsable. Sus palabras buscaban que uno recobrase el ánimo tras conversar con ella. Además, realizaba su trabajo con cariño. Su voz tranquila y modelada hacía que el científico bajo su mando trabajara mejor. Bueno, así se sentía él. Ahora era el momento de enfrentarse a un reto inédito: publicar.
Para este nuevo reto, ella recurrió a una carta que tenía bajo el brazo. Nadie imaginaba que esa opción podría ayudar.
Me faltas tú, le decía. Es necesario que dejes intersticios en el texto. De este modo le das opciones al lector y le dejas espacio interpretativo. Lo escrito será más interesante y el trabajo se te aceptará con mayor facilidad. ¿Y cómo hago eso? La respuesta es relativamente sencilla. Primero escribe lo que deseas poner. Después corrige. Una vez hecho esto, será el momento de ponerlo bonito. De “bonitear”, añadió giñando un ojo. Mira, dijo con seguridad, los diferentes ámbitos de conocimiento convergen constantemente. La finalidad de la literatura, es decir de las ciencias humanas, y de la farmacología, o cualquier otra de las ciencias experimentales, es la misma. Por ello apoyarse, en este caso, en el saber de la literatura va a mejorar el texto.
Así se hizo. El trabajo fue publicado sin problemas y aceptado sin modificaciones.
A él también le parecía alucinante ese grupo de investigación y sus trabajos. Tras una entrevista fue aceptado y comenzó a investigar. Los años de éxitos habían terminado y era el único doctorando en el laboratorio. Dos años obtenido datos. Dos años sin fines de semana y con pocos días de fiestas. Dos largos años en los que se había sentido un poco solitario.
Era el momento de hacer público la información obtenida. El esfuerzo de los últimos meses tenía que ser mostrado a la llamada comunidad científica. Tras semanas de empeño, de lectura e imitación, el artículo estaba terminado, revisado por su jefe y listo. Tenía la sensación de desahogo. ¡Ya está!, se decía. Pensaba que el texto había quedado bien, estaba satisfecho. Era el momento de la revisión final. Lo curioso, en esta ocasión, era que ésta no la iba a realizar su director de tesis, ya la había hecho. Ahora era el turno de una coacher.
El grupo de investigación había optado por una novedosa opción para maximizar el esfuerzo. Una persona se encargaría de ayudar a los doctorandos en su trabajo. Una coacher es precisamente eso, una persona cuya labor es la de motivar y alentar a las personas de la que es responsable. Sus palabras buscaban que uno recobrase el ánimo tras conversar con ella. Además, realizaba su trabajo con cariño. Su voz tranquila y modelada hacía que el científico bajo su mando trabajara mejor. Bueno, así se sentía él. Ahora era el momento de enfrentarse a un reto inédito: publicar.
Para este nuevo reto, ella recurrió a una carta que tenía bajo el brazo. Nadie imaginaba que esa opción podría ayudar.
Me faltas tú, le decía. Es necesario que dejes intersticios en el texto. De este modo le das opciones al lector y le dejas espacio interpretativo. Lo escrito será más interesante y el trabajo se te aceptará con mayor facilidad. ¿Y cómo hago eso? La respuesta es relativamente sencilla. Primero escribe lo que deseas poner. Después corrige. Una vez hecho esto, será el momento de ponerlo bonito. De “bonitear”, añadió giñando un ojo. Mira, dijo con seguridad, los diferentes ámbitos de conocimiento convergen constantemente. La finalidad de la literatura, es decir de las ciencias humanas, y de la farmacología, o cualquier otra de las ciencias experimentales, es la misma. Por ello apoyarse, en este caso, en el saber de la literatura va a mejorar el texto.
Así se hizo. El trabajo fue publicado sin problemas y aceptado sin modificaciones.