Hace unos años se produjo en el mundo de las ciencias lo que se ha denominado como "la guerra de las ciencias" en las que las ciencias sociales-humanas y las experimentales lucharon entre sí por un escalafón en el mundo de la investigación científica y del prestigio social proveniente de éste. Una situación semejante a aquella se está produciendo ahora mismo en el ámbito de las vacunas donde las distintas personas, en función del paradigma en el que se incluyan afirman que las ciencias experimentales son las que están en posesión de la verdad, mientras que otros consideran que son otros ámbitos del saber los que nos dicen la verdad de las cosas.
La guerra de las vacunas, como así han titulado a un fantástico documental emitido en el programa Documentos TV de La2 de TVE (en el vídeo aparece la primera parte del documental), ha reabierto de debate sobre si es adecuado vacunarse o no, y vacunas o no a nuestros hijos. Por mi parte creo que no debo colocarme en ninguno de los polos (aunque como es obvio tengo mi propia manera de ver el problema) ya que no soy nadie para decirle a otro qué es lo que debe o no debe de hacer.
Este debate comenzó en USA donde algunas organizaciones y científicos afirmaron que las vacunas podrían traer consigo otros problemas colaterales. En el otro lado nos encontramos con otros grupos sociales que aseguran que las vacunas han incrementado nuestra esperanza de vida en treinta años haciendo que enfermedades, como la polio, se hayan minimizado en regiones como los Estados Unidos de América.
Las autoridades políticas sanitarias informan de manera reiterada que las vacunas traen consecuencias muy positivas y que no debe dejarse de vacunar a las personas para que evitar los problemas sociales que las enfermedades podrían traer consigo. Pero el factor del miedo ha llegado a los denominados grupos antivacuna a rechazar estas medidas profilácticas.
Los beneficios de las vacunas son innegables. Pero tal y como se muestra en el documental los problemas, del tipo que sea, que éstas generan también lo son. De hecho, como ya hemos dicho en otra ocasión en este blog, los artefactos tecnológicos no son inocuos. En ocasiones las sustancias que se emplean para incrementar el efecto de la vacuna son potencialmente carcinogénicos, pero esto también sucede con los conservantes de los alimentos, etc.
Pues bien, lo que es innegable en esta guerra es que los científicos (o si se prefiere los tecnocientíficos) han perdido su credibilidad. Este hecho proviene de la creciente vinculación entre el mundo de la investigación tecnocientífica y la empresa. Esta unión hace que muchas personas consideren que los científicos se guían por los intereses económicos y empresariales, olvidándose muchas veces de los intereses de las personas. En este sentido podemos preguntarnos cómo es posible que se gaste más dinero en investigación cosmética que en mejorar los tratamientos para algunas enfermedades (tales como la malaria).
El debate está vivo, aunque no es demasiado llamativo. De cualquier modo hay mucho en juego y creo que unos y otros deben adoptar medidas que permitan entran en un diálogo constructivo con el otro. Veremos como van cambiando las cosas, si cambian...
Por si os interesa aquí tenéis el vínculo para un artículo académico relacionado con el tema:
La guerra de las vacunas, como así han titulado a un fantástico documental emitido en el programa Documentos TV de La2 de TVE (en el vídeo aparece la primera parte del documental), ha reabierto de debate sobre si es adecuado vacunarse o no, y vacunas o no a nuestros hijos. Por mi parte creo que no debo colocarme en ninguno de los polos (aunque como es obvio tengo mi propia manera de ver el problema) ya que no soy nadie para decirle a otro qué es lo que debe o no debe de hacer.
Este debate comenzó en USA donde algunas organizaciones y científicos afirmaron que las vacunas podrían traer consigo otros problemas colaterales. En el otro lado nos encontramos con otros grupos sociales que aseguran que las vacunas han incrementado nuestra esperanza de vida en treinta años haciendo que enfermedades, como la polio, se hayan minimizado en regiones como los Estados Unidos de América.
Las autoridades políticas sanitarias informan de manera reiterada que las vacunas traen consecuencias muy positivas y que no debe dejarse de vacunar a las personas para que evitar los problemas sociales que las enfermedades podrían traer consigo. Pero el factor del miedo ha llegado a los denominados grupos antivacuna a rechazar estas medidas profilácticas.
Los beneficios de las vacunas son innegables. Pero tal y como se muestra en el documental los problemas, del tipo que sea, que éstas generan también lo son. De hecho, como ya hemos dicho en otra ocasión en este blog, los artefactos tecnológicos no son inocuos. En ocasiones las sustancias que se emplean para incrementar el efecto de la vacuna son potencialmente carcinogénicos, pero esto también sucede con los conservantes de los alimentos, etc.
Pues bien, lo que es innegable en esta guerra es que los científicos (o si se prefiere los tecnocientíficos) han perdido su credibilidad. Este hecho proviene de la creciente vinculación entre el mundo de la investigación tecnocientífica y la empresa. Esta unión hace que muchas personas consideren que los científicos se guían por los intereses económicos y empresariales, olvidándose muchas veces de los intereses de las personas. En este sentido podemos preguntarnos cómo es posible que se gaste más dinero en investigación cosmética que en mejorar los tratamientos para algunas enfermedades (tales como la malaria).
El debate está vivo, aunque no es demasiado llamativo. De cualquier modo hay mucho en juego y creo que unos y otros deben adoptar medidas que permitan entran en un diálogo constructivo con el otro. Veremos como van cambiando las cosas, si cambian...
Por si os interesa aquí tenéis el vínculo para un artículo académico relacionado con el tema: