La tecnociencia es parte de nuestra cultura. Por estar razón la tecnociencia tiene cierta relación con el ámbito de la identidad. En este sentido la identidad cultural tecnocientífica (al igual que muchas otras) conlleva asociados muchos intereses sociales y, bajo este principio, algunos individuos tratan de alzarse con el poder creando en los individuos mitos, ficciones y sociedades cuasi-reales. La cultura, de este modo, se puede convertir en un arma arrojadiza en temas de identidad, pues su talante ambivalente hace que su uso pueda ser peligroso e invertir el verdadero signo de la misma. De ahí que una actividad cultural tan habitual, y propia de cualquier sociedad, como es la adquisición de conocimiento se pueda convertir en un factor de generación de un imaginario social excluyente y discriminatorio.
Mientras que la búsqueda constante de identidad emane de la interpretación sesgada, excluyente y, en ocasiones, fratricida de la cultura, no podemos dar lugar a una desvalorización de la civilización por un renacer de la cultura imaginaria pura. Si hasta los años 90 del pasado siglo XX resultaba difícil la integración, cohesión, participación, etc., de grupos culturales tomados como diferentes, ahora la cuestión es más compleja. Aceptando los postulados que están floreciendo en numerosas instituciones que pretenden hacer frente a la diferencia construyendo muros o regiones de separación, estableceremos guetos culturales fomentando la diferenciación no tan clara desde la perspectiva cultural, entre los individuos que conforman tanto la propia sociedad como el planeta en su conjunto.
Con comportamientos excluyentes desde la visión cultural hemos pasado a la aceptación de una cultura existencia-pertenencia de una cultura puntual, grupal, localista, regionalista, etc., es decir, excluyente. De manera que, estamos impulsando lo propio frente a lo ajeno, dando lugar a una defensa mesiánica de lo monocultural frente a lo multicultural e intercultural. Massey nos dice que esta diferencia de la civilización como globalización frente a cultura como particularización lleva a la “imposición de fronteras y a la contraposición de una identidad contra otra” (Massey 1994).
No debemos olvidar que la cultura es una creación humana y, por tanto, debe utilizarse para transmitir valores, costumbres, normas, etc, pero siempre desde la convivencia y de la aceptación de lo otro, de lo diferente. Nunca debe ser empleado para mostrar la superioridad, puesto que la cultura es dinámica, creadora, socializadora, pero sobretodo es abierta, es decir, reflexiona y hace suyos otros componentes culturales que enriquecen su dimensión.
Con comportamientos excluyentes desde la visión cultural hemos pasado a la aceptación de una cultura existencia-pertenencia de una cultura puntual, grupal, localista, regionalista, etc., es decir, excluyente. De manera que, estamos impulsando lo propio frente a lo ajeno, dando lugar a una defensa mesiánica de lo monocultural frente a lo multicultural e intercultural. Massey nos dice que esta diferencia de la civilización como globalización frente a cultura como particularización lleva a la “imposición de fronteras y a la contraposición de una identidad contra otra” (Massey 1994).
No debemos olvidar que la cultura es una creación humana y, por tanto, debe utilizarse para transmitir valores, costumbres, normas, etc, pero siempre desde la convivencia y de la aceptación de lo otro, de lo diferente. Nunca debe ser empleado para mostrar la superioridad, puesto que la cultura es dinámica, creadora, socializadora, pero sobretodo es abierta, es decir, reflexiona y hace suyos otros componentes culturales que enriquecen su dimensión.