La importancia que está teniendo actualmente la actividad de investigación y desarrollo (a la que también podemos incluir la innovación) es tan elevada que, prácticamente, parece haberse convertido en una moda que muestren datos del creciente esfuerzo que las administraciones públicas realizan en este ámbito. El problema, a nuestro juicio, es que parece no estar demasiado claro a que nos estamos refiriendo cuando hablamos de I+D(+i).
Empecemos por el final. El término innovación hace mención de aquellas ideas que traen consigo beneficios comerciales, de gerencia y/o tecnológicos. Estos tres beneficios son retroactivos, de tal modo que cuando se fomenta uno -más tarde o más temprano- los otros se verán también afectados. La idea de innovación tiene un fuerte condicionamiento económico, en cambio la de investigación y desarrollo no.
La I+D(+i), como es obvio, necesita de un fuerte desarrollo del conocimiento. De ahí que la enseñanza superior en España sea uno de los pilares fundamentales para el desarrollo adecuado de un potente sector de investigación, desarrollo e innovación. Por desgracia, y a mi juicio, España adolece de una serie de graves problemas a los que hacer frente. El primero es que existe un imaginario social pasivo y de rechazo del riesgo (y por tanto de la innovación) que es imprescindible que sea modificado. El segundo es que tenemos un problema burocrático que dificulta la creación rápida de empresas. El tercero es que nuestra sociedad tiene un lastre cultural notable. Dicho de otra manera, necesitamos no tener miedo al conocimiento nuevo para poder desarrollarlo. Ese es nuestro gran reto como sociedad y al que, por desgracia, no es algo que pueda cambiarse a corto plazo. Curiosamente, y para sorpresa de aquellos a los que les interesan estos temas, los caminos de la educación española parece dirigirse a otro lado.
Empecemos por el final. El término innovación hace mención de aquellas ideas que traen consigo beneficios comerciales, de gerencia y/o tecnológicos. Estos tres beneficios son retroactivos, de tal modo que cuando se fomenta uno -más tarde o más temprano- los otros se verán también afectados. La idea de innovación tiene un fuerte condicionamiento económico, en cambio la de investigación y desarrollo no.
La I+D(+i), como es obvio, necesita de un fuerte desarrollo del conocimiento. De ahí que la enseñanza superior en España sea uno de los pilares fundamentales para el desarrollo adecuado de un potente sector de investigación, desarrollo e innovación. Por desgracia, y a mi juicio, España adolece de una serie de graves problemas a los que hacer frente. El primero es que existe un imaginario social pasivo y de rechazo del riesgo (y por tanto de la innovación) que es imprescindible que sea modificado. El segundo es que tenemos un problema burocrático que dificulta la creación rápida de empresas. El tercero es que nuestra sociedad tiene un lastre cultural notable. Dicho de otra manera, necesitamos no tener miedo al conocimiento nuevo para poder desarrollarlo. Ese es nuestro gran reto como sociedad y al que, por desgracia, no es algo que pueda cambiarse a corto plazo. Curiosamente, y para sorpresa de aquellos a los que les interesan estos temas, los caminos de la educación española parece dirigirse a otro lado.