En un reciente artículo publicado en la web de la Universidad Complutense de Madrid por D. José María Gómez Gómez y D. José Manuel Udías Moinelo, miembros del Grupo de Física Nuclear de la Facultad de Ciencias Físicas de dicha Universidad se afirma que en las próximas décadas la demanda mundial de energía se verá incrementada en un 1,7% anual.
Para poder responder a tal demanda, en Europa se genera una gran cantidad de energía. La tercera parte de dicha energía es producida gracias a la electricidad. De este porcentaje, el 31% (según los autores del texto) procede de centrales nucleares, mientras que un 14,7% de fuentes renovables y el resto se obtiene quemando combustibles fósiles, con emisión de CO2. El crecimiento de la demanda energética hace que Gómez y Udías consideren que la demanda de electricidad generada de manera renovable no se va a poder satisfacer sin la contribución nuclear.
Todo parece indicar, o por lo menos en eso se centran los autores, que la energía nuclear es un camino que tendremos que recorrer tanto si nos gusta como si no. El problema sería entonces el de la seguridad de las centrales nucleares, el tratamiento de los residuos, la posible proliferación y la amenaza de los extremistas. Estos factores son materias de seria preocupación para los firmantes del texto.
La cuestión estaría entonces en saber en qué medida los riesgos asociados pueden considerarse aceptables. Para ello, Gómez y Udías recurren a un gráfico en el que se comparan los riesgos de la producción de energía eléctrica por medios nucleares frente a los de otras fuentes. Con estos y otros datos, dicen, en un informe de la Sociedad Europea de Física se concluye que la producción de energía eléctrica de origen nuclear no es más insegura de lo que pueda ser otra fuente tal como el carbón, el fuel-oil o el gas.
Como se podrá comprobar en el gráfico, los datos están referidos a las muertes producidas por estas energías y creo que son indiscutibles. El grave problema de confusión que se genera al utilizar la muerte como indicador de riesgo es notable. Digo esto ya que, como es bien sabido, las radiaciones generadas por isótopos radiactivos a nivel genético pueden ser invisibles a corto plazo pero generar graves problemas sociales que deben ser tenidos en cuenta en la evaluación de riesgos. Pongamos algún ejemplo:
Brenda E. Rodgers y Kristen M. Holmes en la revista Dose-Response an International Journal han analizado la radiación actual en Chernobyl y han comprobado que las exposiciones ambientales sub-agudas de la radiación gamma ha dado lugar a niveles indistinguibles de lesiones cromosómicas. Esto les lleva a afirmar, y a mi con ellos, que parece probable que los actuales modelos de riesgo de radiación sobrestiman los riesgos para la salud humana a dosis bajas y tasas de dosis de radiación de baja-LET.
Esto nos hace pensar que existe un gran desconocimiento científico sobre los efectos de la radiación a nivel biológico y, desde luego, los físicos no tienen la última palabra. Por tanto, considero que es necesario tener mucha precaución, tal y como nos decía Mauricio Beuchot en la entrevista que le hicimos en esta revista, con cualquier tipo de desarrollo tecnológico y especialmente con la energía nuclear.
Para poder responder a tal demanda, en Europa se genera una gran cantidad de energía. La tercera parte de dicha energía es producida gracias a la electricidad. De este porcentaje, el 31% (según los autores del texto) procede de centrales nucleares, mientras que un 14,7% de fuentes renovables y el resto se obtiene quemando combustibles fósiles, con emisión de CO2. El crecimiento de la demanda energética hace que Gómez y Udías consideren que la demanda de electricidad generada de manera renovable no se va a poder satisfacer sin la contribución nuclear.
Todo parece indicar, o por lo menos en eso se centran los autores, que la energía nuclear es un camino que tendremos que recorrer tanto si nos gusta como si no. El problema sería entonces el de la seguridad de las centrales nucleares, el tratamiento de los residuos, la posible proliferación y la amenaza de los extremistas. Estos factores son materias de seria preocupación para los firmantes del texto.
La cuestión estaría entonces en saber en qué medida los riesgos asociados pueden considerarse aceptables. Para ello, Gómez y Udías recurren a un gráfico en el que se comparan los riesgos de la producción de energía eléctrica por medios nucleares frente a los de otras fuentes. Con estos y otros datos, dicen, en un informe de la Sociedad Europea de Física se concluye que la producción de energía eléctrica de origen nuclear no es más insegura de lo que pueda ser otra fuente tal como el carbón, el fuel-oil o el gas.
Como se podrá comprobar en el gráfico, los datos están referidos a las muertes producidas por estas energías y creo que son indiscutibles. El grave problema de confusión que se genera al utilizar la muerte como indicador de riesgo es notable. Digo esto ya que, como es bien sabido, las radiaciones generadas por isótopos radiactivos a nivel genético pueden ser invisibles a corto plazo pero generar graves problemas sociales que deben ser tenidos en cuenta en la evaluación de riesgos. Pongamos algún ejemplo:
Brenda E. Rodgers y Kristen M. Holmes en la revista Dose-Response an International Journal han analizado la radiación actual en Chernobyl y han comprobado que las exposiciones ambientales sub-agudas de la radiación gamma ha dado lugar a niveles indistinguibles de lesiones cromosómicas. Esto les lleva a afirmar, y a mi con ellos, que parece probable que los actuales modelos de riesgo de radiación sobrestiman los riesgos para la salud humana a dosis bajas y tasas de dosis de radiación de baja-LET.
Esto nos hace pensar que existe un gran desconocimiento científico sobre los efectos de la radiación a nivel biológico y, desde luego, los físicos no tienen la última palabra. Por tanto, considero que es necesario tener mucha precaución, tal y como nos decía Mauricio Beuchot en la entrevista que le hicimos en esta revista, con cualquier tipo de desarrollo tecnológico y especialmente con la energía nuclear.