Fuente: Juan Luis Pintos
A Donald A. Norman, profesor de Ciencias Cognitivas en la Universidad de California y de Ciencias de la Computación en la Northwestern University, le acaban de traducir al español uno de sus últimos libros, titulándolo: El diseño de los objetos del futuro. La interacción entre el hombre y la máquina. En esta obra hay un capítulo sobre el futuro de las cosas cotidianas en el que Norman se pregunta si es la tecnología la que se adapta al ser humano o viceversa.
El autor afirma que la adaptación del ser humano a la tecnología es un fenómeno que no tiene nada nuevo. De hecho, afirma que desde el siglo XIX pavimentamos vías para que puedan transitar por ellas artefactos tecnológicos tales como las carretas, las motos, los coches, autobuses, etc. Además, también cambiamos nuestras casas, muebles, etc. para que nos quepa la televisión o para poder tener ADSL en nuestro hogar. Por lo tanto, la respuesta a si la tecnología se adapta al ser humano o somos nosotros los que nos adaptamos a ella queda clara. Bidireccionalidad.
Envejecimiento y máquina
« Casualmente, en el siglo XXI, muchos países se enfrentan a una población cada vez más envejecida. La gente descubrirá que deberán adaptar las viviendas y los edificios a sus parientes de más edad o a ellos mismos... Lo irónico es que estos mismos cambios facilitarán las cosas a las máquinas, precisamente cuando las adquiramos para facilitar la vida de los ancianos. »
Las palabras de Norman caminan en la senda de una mayor tecnocientíficación de la sociedad y de nuestros propios hábitos diarios. De hecho, el envejecimiento poblacional camina en esta senda de una manera mucho más acelerada de lo que pudiera parecer muchas veces dada la mayor dificultad de adaptación que presentan las personas mayores al uso de las nuevas tecnologías. No obstante, la vinculación de las nuevas tecnologías con la salud coadyuva en la aceptación de las primeras por parte de este sector de la población.
Vejez y salud
Tal y como nos muestra Juan Luis Pintos en un artículo sobre los imaginarios sociales de la vejez, el factor salud es fundamental en el desarrollo de la percepción social intrínseca y extrínseca a este grupo social. En base a esto y teniendo en cuenta que los mayores de 65 años son uno de los colectivos más propenso a caer en la brecha tecnocientífica y, por tanto, de la ciber-exclusión, sería adecuado la vinculación del uso de las nuevas tecnologías con los factores relativos a la seguridad y a la salud.
En este sentido parece que resulta relativamente recurrente (no tengo datos sobre esto) que el uso de la telefonía móvil en la población envejecida no proviene de una necesidad de comunicación constante, sino de una especie de mecanismo de "salvaguarda" psicológica ante un posible riesgo personal vinculado con la salud. Es decir, "...así, si me pasa algo o me caigo en la calle, siempre puedo llamar a ..."
Para aclarar estas ideas tan preliminares, lo mejor sería que se hiciese algún tipo de investigación en este sentido. Esperaremos a ver si la idea cuaja.
El autor afirma que la adaptación del ser humano a la tecnología es un fenómeno que no tiene nada nuevo. De hecho, afirma que desde el siglo XIX pavimentamos vías para que puedan transitar por ellas artefactos tecnológicos tales como las carretas, las motos, los coches, autobuses, etc. Además, también cambiamos nuestras casas, muebles, etc. para que nos quepa la televisión o para poder tener ADSL en nuestro hogar. Por lo tanto, la respuesta a si la tecnología se adapta al ser humano o somos nosotros los que nos adaptamos a ella queda clara. Bidireccionalidad.
Envejecimiento y máquina
« Casualmente, en el siglo XXI, muchos países se enfrentan a una población cada vez más envejecida. La gente descubrirá que deberán adaptar las viviendas y los edificios a sus parientes de más edad o a ellos mismos... Lo irónico es que estos mismos cambios facilitarán las cosas a las máquinas, precisamente cuando las adquiramos para facilitar la vida de los ancianos. »
Las palabras de Norman caminan en la senda de una mayor tecnocientíficación de la sociedad y de nuestros propios hábitos diarios. De hecho, el envejecimiento poblacional camina en esta senda de una manera mucho más acelerada de lo que pudiera parecer muchas veces dada la mayor dificultad de adaptación que presentan las personas mayores al uso de las nuevas tecnologías. No obstante, la vinculación de las nuevas tecnologías con la salud coadyuva en la aceptación de las primeras por parte de este sector de la población.
Vejez y salud
Tal y como nos muestra Juan Luis Pintos en un artículo sobre los imaginarios sociales de la vejez, el factor salud es fundamental en el desarrollo de la percepción social intrínseca y extrínseca a este grupo social. En base a esto y teniendo en cuenta que los mayores de 65 años son uno de los colectivos más propenso a caer en la brecha tecnocientífica y, por tanto, de la ciber-exclusión, sería adecuado la vinculación del uso de las nuevas tecnologías con los factores relativos a la seguridad y a la salud.
En este sentido parece que resulta relativamente recurrente (no tengo datos sobre esto) que el uso de la telefonía móvil en la población envejecida no proviene de una necesidad de comunicación constante, sino de una especie de mecanismo de "salvaguarda" psicológica ante un posible riesgo personal vinculado con la salud. Es decir, "...así, si me pasa algo o me caigo en la calle, siempre puedo llamar a ..."
Para aclarar estas ideas tan preliminares, lo mejor sería que se hiciese algún tipo de investigación en este sentido. Esperaremos a ver si la idea cuaja.