Fuente: Avelina Pixel - Pixabay
Hoy no llueve podré dar un buen paseo, se decía. Entra en la cocina y se toma un largo café negro. Fita lo había dejado en la cafetera italiana al lado del pan. A Ramón le encantaba disfrutar de esa primera taza en silencio, mirando cómo el viento mueve las ramas de esa “carballa” que tantos recuerdos le trae.
Ramón se arregla, toma el bastón entre sus manos y cierra la puerta tras de sí. Toma el camino hacia Santabaia. Desea volver a ver esos hórreos imponentes que tanto le gustan. Es un camino largo y va a echar toda la mañana. El callado en las dos manos. Respira hondo y comienza el pequeño viaje.
En el trayecto, el científico, como buen geógrafo, observa, respira y olla todo el paisaje que va lentamente transitando. Mientras camina, los recuerdos se le amontonan y las imágenes del pasado no cesan de volver a su cabeza. El camino parece convertirse en una metáfora de parte de su vida.
Trasalba, entonces, es su historia personal, su mundo de la vida y su contexto mental. La ciencia que él desarrolla la realiza desde allí. Sin Trasalba Ramón no podría escribir. Sin los árboles, los caminos y los ríos, estaría incapacitado para hacer ciencia. Su ciencia es gallega, es vida y su vida es ciencia. De hecho, Ramón suele sacar un pequeño lápiz y un papel de su bolsillo para ir tomando notas de sus observaciones matinales. Esas impresiones expertas, que le hacen ver lo que nadie parece observar.
Al pasar se encuentra con Manuel, quien le pregunta por su salud y por Fita. Todo está bien, le responde. Los paisanos del lugar suelen ponerle el don delante del nombre. Don Ramón, le llaman; algunos incluso catedrático. Cuando lo saludan en sus caminos suelen no interferir en sus pensamientos. Saben que cuando camina, Galicia va con él.
Ramón se arregla, toma el bastón entre sus manos y cierra la puerta tras de sí. Toma el camino hacia Santabaia. Desea volver a ver esos hórreos imponentes que tanto le gustan. Es un camino largo y va a echar toda la mañana. El callado en las dos manos. Respira hondo y comienza el pequeño viaje.
En el trayecto, el científico, como buen geógrafo, observa, respira y olla todo el paisaje que va lentamente transitando. Mientras camina, los recuerdos se le amontonan y las imágenes del pasado no cesan de volver a su cabeza. El camino parece convertirse en una metáfora de parte de su vida.
Trasalba, entonces, es su historia personal, su mundo de la vida y su contexto mental. La ciencia que él desarrolla la realiza desde allí. Sin Trasalba Ramón no podría escribir. Sin los árboles, los caminos y los ríos, estaría incapacitado para hacer ciencia. Su ciencia es gallega, es vida y su vida es ciencia. De hecho, Ramón suele sacar un pequeño lápiz y un papel de su bolsillo para ir tomando notas de sus observaciones matinales. Esas impresiones expertas, que le hacen ver lo que nadie parece observar.
Al pasar se encuentra con Manuel, quien le pregunta por su salud y por Fita. Todo está bien, le responde. Los paisanos del lugar suelen ponerle el don delante del nombre. Don Ramón, le llaman; algunos incluso catedrático. Cuando lo saludan en sus caminos suelen no interferir en sus pensamientos. Saben que cuando camina, Galicia va con él.