Bitácora

Otra cultura tiene que ser posible

Redactado por Alicia Montesdeoca el Martes, 19 de Noviembre 2019 a las 09:47



| Martes, 19 de Noviembre 2019

Un nuevo horizonte, una nueva cultura. pexels.com

 
La cultura humana, de manera ciega y al servicio del desarrollo de posibilidades vitales, distribuyó unas tareas a cada uno de los géneros para lo cual segó, en gran parte,  la sensibilidad del hombre y lo predispuso a desarrollar aquellas facultades que lo impelía a la expansión. Y a la mujer la colocó en un segundo plano, invisibilizada socialmente, teóricamente dependiente, asegurando la continuidad de la vida.
 
Las fuerzas masculinas, sin el recurso a las facultades sensibles, resultó ser como una bestia que arrolla todo lo que le hace tropezar para lograr los objetivos que considera, desde sí misma, que se deben alcanzar. Con ese ímpetu pocas veces y por pocas razones el hombre accede a sus sentimientos para encontrar sentido de lo que dice, piensa y hace.
 
La razón instrumental lo domina, y los logros que con ella alcanza le justifican aunque, en ese batallar que es para el hombre la vida, se pierdan otras vidas, se destruya lo logrado hasta ese instante, no tenga tiempo para los suyos y él mismo sea destruido por la violencia que generan sus acciones. La vuelta a los orígenes le es imposible, ha perdido la memoria y ya ni sabe cómo ni para qué nació: lo ignora todo porque se convirtió en una marioneta de sus propias pasiones.
 
¿Y la mujer?

¿Qué pasó con la mujer? Ella fue anulada y puesta al servicio única y exclusivamente de la supervivencia de los suyos y de los hijos que eran engendrados por los dos. Esta tarea le permitió estar más cerca de su sensibilidad, aunque fuese instrumentalizada, también, por la cultura, y que con ello, en múltiples ocasiones se convirtiera en una caricatura de su esencia, además de ser menospreciada y acusada de debilidades, de superficial, de infantilismo por el mismo hombre.
 
Así y todo, cumplió con creces la tarea asignada. Ella estaba sosteniendo la vida, en todos los momentos y en las más graves circunstancias de riesgo en que la cultura ponía a la especie. Se inventaba el día a día, sobreviviendo y posibilitando la supervivencia de todos a base de un trabajo intenso, sin horas de descanso ni de ocio; gestionando la pobreza, gracias a su inventiva y a su inteligencia sensible y propiciando que las nuevas generaciones tuviesen mejores condiciones que las que ella tenía.

Sus tareas comunitarias, solidarias, de cooperación para el bien de los suyos y de los otros que estaban a cargo de otras mujeres, posibilitaron y siguen posibilitando la defensa de la vida, sabiendo en todo momento lo que era esencial y previendo cada una de las necesidades indispensables que se iban a poner de manifiesto en lo cotidiano.
 
Reconstruyendo la fragmentación

En este momento de tránsito en el que se cuestionan las bases de las culturas que han dividido a la humanidad en hombres y mujeres; fuertes y debiluchos; blancos y negros; ricos y pobres; sabios e ignorantes; hijos de dios e hijos del diablo; creyentes y ateos, civilizados y salvajes; privilegiados y miserables; con derecho a todo y despojados de cualquier derecho, machotes y afeminados… La mujer cobra el derecho a ser reconocida como protagonista de su vida y el hombre comienza a recoger los pedazos de su ser íntegro, diseminados por los rincones de la historia.
 
Cuando se culmine el proceso que ya está abierto, será entonces cuando ambos unidos, y reconociéndose mutuamente su dignidad, podrán protagonizar la reconstrucción de lo que fue fragmentado e instrumentalizado por una evolución que tomó aquellos derroteros, en el inicio de una marcha de esta especie humana para la que no se contaba con experiencia alguna.
 
¿Fue necesario e imprescindible comenzar la andadura dividiendo y especializando la naturaleza humana? ¿Se pudo hacer de otra manera? ¿Somos un experimento?
 
A lo mejor, algún día, algún ser inteligentemente sensible nos pueda contar el cómo y el porqué de esta historia humana, en este pequeño rincón del universo. Alcanzar a comprender el sentido de tanto dolor vivido es una meta a conseguir y nos abriría a la superación del modelo adoptado. Otra cultura ha de ser posible y está en manos de nuestra conciencia propiciarla.
 
 
Alicia Montesdeoca