Bitácora

En pleno proceso de cambios

Redactado por Alicia Montesdeoca el Miércoles, 20 de Septiembre 2017 a las 13:06



| Miércoles, 20 de Septiembre 2017

La crisis global puede alumbrar una Tierra Nueva


El amanecer de una Nueva Tierra es.m.wikipedia.es
No podemos calibrar ni entender el salto que se está produciendo en la humanidad hoy. Tantos son los factores en juego que no se alcanza a controlar el proceso abierto que nos conduce hacia una Tierra nueva que ha de acoger a nuevas generaciones humanas. Una nueva comunidad de mujeres y hombres, con una conciencia ampliada que es el producto  (o que tiene su origen) de lo vivido y aprendido por los que hoy habitan sobre la Tierra Vieja.

La confusión, el caos, es de dimensiones parecidas a la de aquella Tierra que nacía a golpes de catástrofes geológicas de magnitudes universales.

Hoy, como en aquel ayer, la violencia de los acontecimientos no dan respiro alguno: estamos en un monumental parto que adquiere síntomas de muerte; de dolores que destruyen; de gritos que el sufrimiento ahoga; de locura que no puede ser contenida; de inconsciencia que arrasa con la capacidad de comprensión.

Hace miles de millones de años, la Tierra emergente daba síntomas de destrucción y manifestaba un poder descontrolado, en manos de fuerzas internas y externas descomunales que acababan con las formas alcanzadas  para, a partir de sus cenizas, crear nuevas que se volvían a destruir para volver a materializar, en nuevos  procesos que no parecían que iban a tener fin.

Hoy, en esa maravillosa  Vieja Tierra llena de vida, de diversidad, de belleza, de riquezas, de historias y de culturas, nuevos síntomas de convulsión se ponen de manifiesto, con la diferencia de que no sólo está implicado un entorno físico, sino que ahora es la Vida la que está en juego. Y el reto no es sólo biofísico: es en la misma noosfera, el lugar donde, según Teilhard de Chardin, ocurren todos los fenómenos del pensamiento y de la inteligencia como conjunto, el lugar donde evoluciona la conciencia universal.

Ahora la convulsión alcanza todos los niveles de realidad y arrasa con todo lo que creíamos estable, seguro, controlado, materializado.

De este parto no se sabe lo que va a nacer,  sólo lo que ya conocemos por la experiencia: es inminente un nuevo nacimiento. De él nacerá una nueva realidad que no podemos prever ni planificar a priori cómo va a ser. Sólo queda esperar a que se produzca; colocarla sobre nuestro corazón, cual recién nacido, y permitir que acompase poco a poco sus latidos para que la nueva realidad sea acogida amorosamente y madure haciéndonos madurar al ritmo de sus demandas.

Los síntomas de ese parto no hay que interpretarlos individualmente, hay que considerarlos expresiones de algo grande que se violenta a sí mismo para poder ser; y que son símbolos caóticos de una Voluntad que es ejercida por Leyes Creadoras que sí saben hacia dónde se dirigen y cuál va a ser el objetivo: la ampliación de la Conciencia.

Toca, por todo ello, callar, aceptar el sufrimiento, continuar viviendo, amar la tarea elegida y abandonarse confiando en la Inteligencia y en el Amor que gobierna el proceso evolutivo: la experiencia nos dice que la Vida continuará, siendo más vida y más que vida.
 
Nos toca vivir y acompañar creando

¿Cómo consolar, cómo paliar el dolor, cómo dar luz a tanta incomprensión? ¿Cómo mantener la esperanza, levantar la vista y mirar al horizonte, construir, con los materiales que se tienen, lo nuevo hacia dónde nos impulsa el corazón?

El llanto es lo primero que surge; un llanto desconsolado pero también indicador de que, a pesar de los “pesares”, no se va a renunciar a la Vida.

La visión es, por un lado desoladora: el dolor, la ignorancia, los apegos, el conformismo, la intolerancia, el infantilismo, los egoísmos, la ausencia de empatía, la torpeza, la pérdida de sensibilidad, la rigidez, los dogmas… Por otro lado, la certeza que emite el alma es que el camino al cambio está expedito; que hay que aguantar, que veremos la Nueva Tierra, la cual se construye con conciencia, con fe y con amor hacia todo y hacia todos.

Ese amor crece, aportando visión sobre las dificultades y los problemas; generando cualidades desconocidas en los grupos dispuestos para la vida; propiciando la inspiración para que las creaciones alcancen madurez y generen nuevas experiencias para nuevos rumbos humanos.

Por todo ello, no podemos renunciar, no podemos rendirnos. Si los vientos están a favor, despleguemos las velas de nuestro barco, ya sabemos cómo arriarlas cuando las tormentas se desatan, mantener la calma es la consigna en esos casos.

También, aprovechar y gozar  de cada momento para nutrirnos con las experiencias; ya alcanzaremos la costa que se vislumbra en el horizonte: la Tierra Nueva transformada entre todos los seres humanos, los conscientes y los inconscientes.
 

 

Alicia Montesdeoca