Juguemos. Fuente: pixabay.com
Quitar gravedad a lo que hacemos es comenzar a aligerar el peso que nos hemos echado encima, aumentando la importancia y la trascendencia de una actividad como si fuese un absoluto.
Lo importante no está en ese horizonte, lo realmente importante es descubrir los secretos que guarda el existir; los cuales se destapan poco a poco, cuando menos te lo esperas, cuando estamos distraídos y relajados, cuando dejamos a un lado la creencia de que somos imprescindibles y jugamos a inventar fórmulas para entretenernos. El entretenimiento es la disculpa para sorprender el secreto que se esconde como si también jugase con nosotros.
Cuánto menos importancia nos damos más sabiduría adquirimos, porque no estamos tratando de defender ninguna causa, ni dogmatizamos sobre ningún saber, ni nos enredamos en ningún conflicto que lleve a pelear contra ningún adversario.
Si sabemos que toda realidad aceptada es para mientras tanto, estaremos a la espera de que se despliegue la próxima o se destape una nueva parcela de conocimientos y aprendizajes. Para crear condiciones nuevas de vida, es preciso que aceptemos la transición como el estadio permanente, porque todos son etapas de un único momento, percibido fragmentariamente.
Todo está presente a la vez; hay una única pulsión que genera un único movimiento. Si persistimos en la idea de permanencia, de un orden racional, volvemos a echar manos del esfuerzo para romper muros, los cuales se alimentan de nuestra insistencia sobre la necesidad de dicha permanencia, sobre su seguridad, sobre el poder, sobre el controlar, sobre el acaparar.
Lo que está poniendo en peligro la existencia humana es, precisamente, la creencia de que somos importantes, que tener poder es importante, que asegurarse la vida, el patrimonio, los derechos, los privilegios es lo importante. Que para vivir hay que ser disciplinados, competitivos, ambiciosos, poderosos, triunfadores, famosos, importantes, etc., etc.
En realidad, saber vivir es saber gozar del juego que se ofrece para un despertar, sin dejar de reconocer que es un juego.