Bitácora

El fluir con la vida

Redactado por Alicia Montesdeoca el Miércoles, 28 de Febrero 2018 a las 18:00



| Miércoles, 28 de Febrero 2018

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Hasta hoy los humanos han tenido la tendencia a acaparar. Se acapara porque se quiere asegurar el beneficio individual que presta el objeto apetecido. También, para garantizar que se va a tener cuando llegue la escasez; para beneficiarse de un bien, haciendo privado aquello que es de todos; para gozar del privilegio que supone poseer lo que otros no tienen. Generalmente, se usa lo acaparado para obtener, asimismo, poder sobre los demás y para gozar de otros objetos, aunque estos no sean de necesidad.
 
El fruto o las consecuencias del acaparamiento son la escasez, la pobreza, la miseria, la enfermedad, la ignorancia, las guerras. Cuando se acapara, el objeto acaparado pierde su conexión con la fuente nutridora que lo ha generado, y es conducido, por sus acaparadores, a la degradación y a ser símbolo de la desigualdad y de la injusticia.
 
La degradación de los objetos –sean el medio natural, el conocimiento científico, la interpretación de lo religioso, etc.- determina la desaparición de la conexión creadora y la destrucción de la vida que esa conexión le infunde. Esta destrucción denominada, en muchos casos, consecuencias “colaterales” no deseadas (aunque sí consentidas), sobre las que no se asumen responsabilidades algunas, se justifican como “coste a pagar por el progreso” y ponen en riesgo lo que somos al hacer desaparecer las posibilidades de que haya mejor futuro para nuestros descendientes, como es nuestra obligación.
 
 

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Tenemos otra opción
 
Después de lo expuesto, coloquémonos en la perspectiva del fluir. Fluir es dejar que la corriente lleve a todos los rincones de la realidad el contenido de la Vida. Fluir es crear y soltar la creación para que se transforme, madure y se convierta, ella misma, en un nuevo poder creador que conduzca el aliento primero hasta los confines del universo.
 
Fluir es remontar, una vez más, la corriente para imaginar nuevas posibilidades que se conviertan en nuevas creaciones, que de nuevo son puestas en libertad para constituir patrimonio de todos.
 
Es este un mecanismo que cíclicamente repite la vida en sus amaneceres diarios, en sus estaciones, en los relevos generacionales, en el movimiento de las mareas, en las fases de la luna, etc. etc. La temporalidad cíclica da origen a los cambios, a las renovaciones, a las invenciones, a los nuevos aprendizajes y a los continuos descubrimientos. Fluir es dar vida y dejar que ésta genere más vida.
 
Tomar y soltar, es aceptar constituirse en mensajero o mensajera. Ambos sirven de cauce a la comunicación del mensaje de creación permanente. Traspasar esta la ley a los que heredarán, temporalmente, el legado construido a través de la historia, es la importante misión que se le encomienda a cada generación, la que constituye la función primordial de todos y cada uno de los seres humanos mientras la vida les aliente.
 
La vida cuenta con nosotros para dar más vida y si esa vida la bloqueamos, acaparando su corriente, no llegamos a alcanzar nuestro verdadero destino: la consciencia del lugar que ocupamos en la evolución del universo, que continuará su expansión, también a pesar de las resistencias que pongamos.
 
Si no lo entendemos así, el dolor, el sufrimiento, es lo que nos queda, porque eso es lo que originamos, mientras nos resistamos a traspasar –con sentido de especie humana- la totalidad del patrimonio heredado, junto a nuestras aportaciones al mismo, con inteligencia, generosidad, sentido de lo que es justo y amor hacia los que fueron y hacia los que serán.
Alicia Montesdeoca