Tormenta. Fuente: pixabay.com
Estoy convencida de que se está alumbrando un nuevo cambio en la sociedad humana. Los síntomas anuncian que se avecina un gran parto social: con movimientos de consciencia que se muestran en la emergencia de valores de solidaridad, cooperación, nuevas visiones sobre la realidad por construir, inquietud colectiva ante las reacciones que lo frenan.
Si bien lo viejo trata de empoderarse en nombre de lo que “es necesario hacer aunque nos duela hacerlo”, la verdad es que su evidente resistencia es que emerja otras maneras de hacer. Navegamos en un mar de confusión pero lo cierto es que cuando hay “calma chicha” el barco no avanza porque no hay viento que favorezca su movimiento.
Sin embargo, en medio de la tormenta se produce un aumento de la voluntad de sobrevivir a ella, se buscan los recursos para vencerla, se trabaja al unísono en la misma dirección, las fuerzas humanas parecen multiplicarse.
Poco a poco, la misma tormenta nos empuja hacia la costa con nuestra colaboración. De pronto, lo que parecía un naufragio seguro se convierte en una salida del letargo adormecedor que encierra la rutina de lo ya conocido. Los protagonistas se saben un nosotros y es ese nosotros el que los ha salvado de la desaparición.
La tormenta resultó una oportunidad para reforzar los lazos, conocer las habilidades, potenciar los recursos y convencerse de que todos hemos llegados gracias a todos.
Si bien lo viejo trata de empoderarse en nombre de lo que “es necesario hacer aunque nos duela hacerlo”, la verdad es que su evidente resistencia es que emerja otras maneras de hacer. Navegamos en un mar de confusión pero lo cierto es que cuando hay “calma chicha” el barco no avanza porque no hay viento que favorezca su movimiento.
Sin embargo, en medio de la tormenta se produce un aumento de la voluntad de sobrevivir a ella, se buscan los recursos para vencerla, se trabaja al unísono en la misma dirección, las fuerzas humanas parecen multiplicarse.
Poco a poco, la misma tormenta nos empuja hacia la costa con nuestra colaboración. De pronto, lo que parecía un naufragio seguro se convierte en una salida del letargo adormecedor que encierra la rutina de lo ya conocido. Los protagonistas se saben un nosotros y es ese nosotros el que los ha salvado de la desaparición.
La tormenta resultó una oportunidad para reforzar los lazos, conocer las habilidades, potenciar los recursos y convencerse de que todos hemos llegados gracias a todos.