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No hay nada más que echar un vistazo a lo que genera hoy dolor, hambre, pobreza, enfermedad, desplazamientos forzosos de los hogares, huidas, guerras, sobreexplotación, desencanto, inseguridad, represión, desigualdades, desesperanza… para descubrir que lo que los causan es el afán egoísta por imponer, controlar, acaparar, el espíritu de las cosas y de los seres vivos, en nombre de un poder que se disfraza de civilización, de progreso, de democracia, pero que, por el contrario, no es sino expresión de la ignorancia, la brutalidad y el desamor.
Las fuerzas que se imponen generando dolor, causando sufrimiento, destruyendo la vida, cualquiera que sea su manifestación, encierra en sí mismas, las causas de la muerte de la cultura que las sostienen.
Pero esa no es la única fuerza que se ha desplegado desde la consciencia humana. Paralelamente, y casi siempre en silencio, emerge cada vez con más firmeza, el amor como vehículo que tiende lazos, que alivia los corazones de los pesarosos, que opta por la comprensión y el diálogo, que da la mano para sostener el nuevo paso a dar en la salida de la confusión en la que nos encontramos.
Las alianzas se producen para generar hermandad sin condiciones; para perdonar y perdonarnos por nuestros yerros; para buscar salida a los problemas; para establecer respeto a todo y a todos; para abandonar los dogmas y avanzar en la comprensión de las diferencias, como riqueza que a todos y a todo enriquece.
Las alianzas se producen, también, porque nos va en ello la propia supervivencia de la especie. La comprensión de este momento crítico que vivimos, nos obliga a aceptar que éstas (las alianzas) son la única salida, aunque haya una parte de la especie dispuesta al exterminio, antes de abandonar la loca pasión por el poder que la ceguera y la ignorancia les ha originado.
Ante este panorama, solo me queda expresar mi amor por los que sufren y también comprensión por los que causan sufrimiento. Ellos son, aunque no lo parezca, un gran instrumento para el despertar de todos, pues sus comportamientos ponen de manifiesto lo más bárbaro de una especie que, a “duras penas”, se desprende de su primitivismo espiritual. En su incineración está el origen de un nuevo avance de consciencia.
Acompañar a los primeros y aceptar a los otros en sus limitaciones es lo que toca hacer mientras tanto. Una opción, ésta, que requiere confianza en el proceso, paciencia en los altibajos, fe en la humanidad, seguridad en la ayuda que viene de la Conciencia suprema, a través de todos los seres humanos que conviven cooperando en el aquí y el ahora, con la mirada esperanzada puesta en un horizonte nuevo donde se halla superado el dolor como motor del crecimiento humano.