Como hemos dicho anteriormente, en este irrepetible año 2020, tres palabras parecen haber tenido el protagonismo en todo lo que ha acontecido: incertidumbre, inseguridad y pesimismo.
Una inseguridad que ha puesto de manifiesto un innumerable listado de vulnerabilidades en todo tipo de sectores, especialmente en el sanitario, turístico, servicios, transporte, comercio, etc. en todo el mundo.
La pandemia está siendo un factor exógeno a las organizaciones y actividades que viene desencadenando cambios importantes en sus principales funciones con una velocidad no experimentada antes donde, las primeras acciones-reacciones de la sociedad revelan su capacidad de adaptación y resiliencia frente a las amenazas y desafíos que planteó hace un año la emergencia sanitaria. Las respuestas vienen revelando también la heterogeneidad en las organizaciones en términos de recursos, experiencias previas y vulnerabilidades.
El sufrido pasado
La llegada de la COVID-19, sus “diferentes olas” y consecuencias han venido a cambiar algunos paradigmas. Uno de ellos, muy generalizado en sectores, ha provocado casi sin respiro para actuar, ha sido la modalidad del trabajo a distancia o teletrabajo y, aún cuando las lecciones que estamos aprendiendo al hacer camino al andar resultaran positivas, difícilmente evitarán un cambio radical en muchos casos.
En algunas actividades los cambios han venido para quedarse pero, en muchas otras es probable que la virtualidad complemente a la presencialidad, pero sin reemplazarla.
Todo está revuelto y en proceso de cambio. Este tiempo de excepcionalidad no cesará hasta que ésta deje de serlo y tengamos una “nueva normalidad”. La pandemia nos ha trastocado casi todo, alterado el sentido de muchas cosas y perturbado los hábitos de nuestras vidas.
Pero, no queda más remedio que cambiar e incorporar nuevas conductas que nos faciliten la vida con nuevas seguridades.
Hemos de aprovechar esta época de cambio para incorporar otros hábitos diferentes y saludables en nuestra vida.
Como se viene repitiendo, aunque los hábitos no se olvidan fácilmente, sean buenos o malos, saludables o no, una cosa buena que tiene esta pandemia es que nos ofrece la oportunidad de reinventar nuestros hábitos, desechar algunos e incorporar otros, casi obligatoriamente.
En este sentido, a muchos se nos ocurre que podemos aplicar la ciencia. Así, si nos fijamos en las leyes del movimiento que Newton publicó en 1678 y que sentaron las bases de la mecánica clásica, se puede, y algunos expertos están iniciando, el establecer una interesante analogía para aumentar la productividad, simplificar y mejorar la vida y adquirir nuevos hábitos de funcionamiento. Veamos su aplicación con más detalle.
La primera: la ley de la inercia, dice que “un cuerpo permanecerá en reposo o en movimiento recto con una velocidad constante, a menos que se aplique una fuerza externa”. Es decir, que no es posible que un cuerpo cambie su estado inicial (sea de reposo o movimiento) a menos que intervengan una o varias fuerzas.
Pero, hemos de tener en cuenta que la procrastinación es una ley fundamental del universo. Dicho de otro modo, los objetos en reposo tienden a permanecer en reposo y si quieren salir de ese estado y ponerse en marcha, lo más importante es encontrar la manera de empezar, porque ponerse en marcha es más importante que tener éxito.
La segunda: la ley de la dinámica, dice que “la fuerza neta que es aplicada sobre un cuerpo es proporcional a la aceleración que adquiere en su trayectoria”.
La fuerza que pongamos en nuestro esfuerzo tiene dos vectores: uno, cuánto trabajo está realizando y, dos, en qué dirección se centra esa labor. Si se quiere potenciar el hábito de la eficacia, no se trata solo de cuánto trabaja, también se trata en dónde se aplica ese esfuerzo y esto sirve para proyectos grandes y pequeños.
La tercera: el principio de acción y reacción, dice que “toda acción genera una reacción igual, pero en sentido opuesto”.
Hay fuerzas productivas como el compromiso, la motivación y las competencias, que conviven con fuerzas improductivas como el estrés, hacer demasiadas tareas a la vez, no llevar una vida saludable, etc. que contrarrestan el resultado. Si queremos ser más eficaces podemos agregar más fuerza productiva, pero a costa de un sobreesfuerzo que acabará agotándolo.
Si bien algunas leyes del físico inglés del siglo XVII han sido reemplazadas por la ciencia moderna, esta tercera ley tiene importantes implicaciones y relaciones con el actual brote de coronavirus. Sabemos que el virus existe. Ha sido declarada una pandemia por la Organización Mundial de la Salud pero, lo que no sabemos a ciencia cierta es cómo reaccionar ante el virus y todavía resulta difícil identificar qué transformaciones permanecerán una vez superada la pandemia.
Acción, reacción y repercusión
Es sabido que las cosas no se valoran hasta que se pierden, y una de las que nos está quitando la COVID-19 es la libertad de movimiento.
La repercusión la vamos viendo: retroceso en lo avanzado y, en el extremo, impotencia, en lo que a contención de víctimas de esta pandemia se refiere. Se necesita, pues, la reacción, tanto por parte nuestra, repartiéndonos horas y espacios desde las instituciones, ley en mano, que deben procurar la fluidez y el rigor en la toma de decisiones. La pandemia obliga a cambiar la cultura política para no sucumbir.
Todo ello, nos ha predispuesto y ha puesto en valor la importancia de revisar y reinventarnos en algo tan básico como es el liderazgo y la gestión a todos los niveles (político, institucional, empresarial y personal) en este nuevo orden, retos y oportunidades, con todas las seguridades y debemos aplicar este principio en la sociedad y tener acceso al ejercicio del poder político, a recursos financieros, a medios de comunicación masivos.
Las consecuencias políticas, sociales, tecnológicas y económicas pueden tardar años en desaparecer y mientras, vivimos un resurgimiento de la vida digital o virtual, un presente y futuro diferente en la globalización y un nuevo orden mundial emergente. Aunque no debemos olvidar que el futuro está verdaderamente en nuestras propias manos.
Como resumen, hemos de insistir “RqueR” y no ceder. RqueR, es una expresión muy española para hablar de la presión sobre algo… Hemos de insistir, persistir, resistir y nunca desistir en nuestras, al menos, “7RqueR”:
RECUPERAR. Volver a un estado de normalidad después de haber pasado por una situación traumática difícil.
REINVENTAR. Hallar o descubrir algo nuevo o no conocido para mejorar nuestra actual situación.
RESILENCIAR. Incrementar la capacidad de recuperación al estado inicial desde una perturbación a la que se ha estado sometido.
REINCORPORAR. Volver a admitir a alguien a un servicio o empleo o a algo a su estado original.
REDEFINIR. Volver a definir conceptos o metodologías de acuerdo a nuevos criterios o condiciones.
REVISAR. Someter algo a nuevo examen para corregirlo, enmendarlo o repararlo o redefinirlo.
REIMAGINAR. Suponer algo nuevo a partir de ciertos indicios analizados y contrastados.
Y todo ello, para retomar una nueva normalidad y realidad y relanzar la sociedad en todos sus aspectos (actividades productivas, sociales, económicas, etc.) de forma sostenible y con todas las seguridades después de esta dura pandemia.