Así, en seguridad, la resiliencia se puede definir como “un proceso dinámico donde las influencias del ambiente y del individuo interactúan en una relación recíproca que tiene como resultado la adaptación positiva de la persona en contextos de gran desafío.” (Melillo y Suárez, 2002).
Este concepto incluye tres aspectos importantes que no debemos perder de vista, como son: la flexibilidad, la capacidad de adaptación y la capacidad del sistema para recuperar su estado inicial una vez finalizada la perturbación a la que ha estado sometido.
No obstante, definiciones aparte, el concepto resiliencia incrementa su presencia e implantación permanentemente tanto en los aspectos sociales como funcionales y especialmente en materia de seguridades. En este sentido, si bien el Estado, sus organismos y autoridades tienen un compromiso con sus ciudadanos para proporcionarles seguridad en todo momento, este compromiso debe entenderse que se encuentra comprendido entre los límites establecidos por la certeza y la incertidumbre, la impredecibilidad y lo probable y lo improbable dentro de los márgenes que definen y condicionan la ejecución de las políticas de protección y seguridad.
Riesgos y amenazas vs resiliencia
En materia de seguridad, la incertidumbre es un ingrediente que aporta variables imprevisibles, debido a la dificultad de conocer de antemano el total de las amenazas y riesgos a los que se enfrenta la sociedad en cada situación, dificultando con ello la selección de medidas para combatirlas.
Hemos de intentar priorizar sobre los riesgos y las amenazas existentes para hacerles frente de forma eficaz, junto con las reales y crecientes vulnerabilidades derivadas, principalmente de las interdependencias propias de un mundo globalizado, que contribuyen a introducir un alto nivel de incertidumbre en la seguridad y la capacidad de las infraestructuras para soportar los efectos de los riesgos.
En este entorno de globalización, la respuesta oportuna está condicionada por el concepto de resiliencia, que muestra su verdadero valor al complementar y facilitar las propuestas y respuestas más eficaces y adecuadas.
Para disminuir nuestras vulnerabilidades, hay que moverse y no sucumbir al miedo ni a la autocomplacencia aumentando esa “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos” que la definen.
Resiliencia y riesgo mantienen una relación inversa, cuanto mayor es una menor es el otro, y viceversa.
En este sentido, las potenciales pérdidas humanas o económicas provocadas por los efectos de la materialización de los riesgos y amenazas a los que se enfrenta nuestra sociedad han hecho necesario considerar la gestión de estas consecuencias como objetivo principal de la Estrategia Nacional de Seguridad. Así, las principales amenazas identificadas en la ENS-2017 son los conflictos armados, el terrorismo, el crimen organizado, la proliferación de armas de destrucción masiva, las ciberamenazas, el espionaje y las amenazas sobre las infraestructuras críticas.
Este documento se refiere a la resiliencia o capacidad de resistencia y recuperación como el principio relativo a la aptitud de los recursos materiales y humanos para afrontar con flexibilidad y fortaleza las situaciones de crisis, y sobreponerse a ellas minimizando y absorbiendo sus circunstancias negativas.
En resumen, el concepto de resiliencia hemos de contemplarlo implicado en los procesos de gestión y reducción del riesgo, que se articulan en tres niveles importantes:
1) Implantar estrategias para la reducción de vulnerabilidades,
2) Fomentar la resiliencia.
3) Desarrollar plataformas o sistemas de análisis y evaluación de los riesgos y amenazas.
Resiliencia e infraestructuras críticas
La incorporación del concepto de resiliencia en el ámbito de las infraestructuras críticas no sólo debe serlo en forma conceptual y teórica, sino también en el contenido de los procedimientos para la gestión del riesgo, en el desarrollo e implantación de los diferentes planes así como en la gestión de situaciones de crisis e incidencias y, en todo caso, teniendo en cuenta las vulnerabilidades.
En consecuencia, ampliando este concepto, la resiliencia en el ámbito de las infraestructuras críticas puede entenderse como la capacidad de las organizaciones para adaptarse y hacer frente a las situaciones de crisis provocadas por los potenciales efectos de los riesgos y amenazas a los que se enfrenta, de forma que mantengan un nivel exigible mínimo y aceptable de organización y funcionamiento.
Especial mención merece lo relativo al ámbito de la ciberseguridad en la que se ha de establecer, como línea de acción estratégica, la mejora de la seguridad y la resiliencia de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).
Gestión del Riesgo
Se define como gestión del riesgo la práctica habitual que ya se estableció en los sectores económico y financiero en la década de los setenta con el propósito de realizar una estimación del valor presente de determinados acontecimientos futuros, centrándose el concepto de riesgo en las expectativas puestas en relación con la probabilidad y el potencial impacto de acontecimientos futuros.
De esta manera también y a lo largo de los años, el auge y desarrollo de nuevos riesgos, provocados principalmente por las amenazas de carácter transnacional, ha contribuido, a través del cálculo de probabilidades de ocurrencia y de sus efectos previsibles, a unir ambos conceptos también en el ámbito de la garantía de funcionamiento de las infraestructuras estratégicas esenciales o críticas.
En este sentido podemos afirmar, en primer lugar, que la globalización ha cambiado el significado del concepto de seguridad para hacerlo más amplio y complejo más allá de la importancia de visiones más tradicionales.
Sin embargo, en la actualidad, no sólo nos enfrentamos a eventos impredecibles e inciertos, sino que también la complejidad y la interdependencia de nuestros países y sociedades contribuyen a provocar que estos eventos sean difícilmente previsibles y gestionables. Por ello es necesario considerar que la gestión del riesgo o de las situaciones de crisis siempre se presentan como potenciales e indeterminadas.
En los sistemas complejos, como lo es la protección de las infraestructuras críticas, esta situación es insalvable porque forma parte de su orden y funcionamiento y, a priori, el factor de incertidumbre no puede ser evitado, eliminado o controlado totalmente.
El concepto de seguridad de las infraestructuras críticas, ha estado tradicionalmente asociado a la existencia de una autoridad política pública y centralizada y a la necesidad de unos recursos del Estado exclusivos y excluyentes, mientras que ahora por otra parte, el análisis, evaluación de riesgos y su gestión se ha entendido y se plantea como una herramienta de gobernanza para la garantizar el funcionamiento de las infraestructuras esenciales.
Medios y medidas de seguridad
Por su parte, la propia gestión de la resiliencia se basa en una combinación de medios y medidas proactivas y reactivas orientadas a minimizar los potenciales efectos asociados a los riesgos y amenazas a los que se enfrentan las infraestructuras críticas, pero no a prevenirlos.
Así, actualmente, las políticas de protección y seguridad normalmente se enfrentan al peor escenario o al de mayor impacto dentro del catálogo de riesgos considerados en cada caso y circunstancia, lo que ha llevado o está llevando en algunas infraestructuras esenciales a adoptar medidas apoyadas en nuevos desarrollos tecnológicos, planes de formación especializada, y otras medidas organizativas de carácter no estructural para proteger a las poblaciones e instalaciones físicas en riesgo o en situación de criticidad.
En cualquier caso, el planteamiento debe orientarse hacia un enfoque integral contra la inseguridad y, como consecuencia de ello, debemos prevenir y modificar aquellas reacciones de conformidad o pasividad, y dar un cambio decisivo e irreversible hacia un enfoque de la seguridad integral e integrada que suponga una continuidad en la reestructuración y modernización de los sistemas públicos y privados para la plena y efectiva coordinación local y transfronteriza, especialmente en el combate contra la delincuencia organizada y terrorismo, teniendo en cuenta que la seguridad es uno de los aspectos prioritarios para los ciudadanos en general y las infraestructuras críticas, en particular.
En este sentido, el sector y el mercado de las seguridades de alta exigencia, en la actualidad, está en disposición de ofrecer respuesta y soluciones de especial relevancia para la nueva protección exigida.
Formación, dirección y liderazgo
Una moderna organización y dirección de seguridad debe estar estructurada actualmente en torno a valores, y su liderazgo debe ser una consecuencia de la expresión de estos.
No podemos pretender tener organizaciones seguras y resilientes si las personas que forman parte de las mismas no lo son. Por ello, debemos trabajar en la resiliencia individual proactiva, aprovechando los recursos y experiencia de la que ya disponemos, aplicando los buenos resultados ya obtenidos con ellos y apoyándonos en los valores de los modelos de éxito ya implantados.
Con la aplicación de esta capacidad ya conseguida para absorber las situaciones de crisis y reorganizarse, al tiempo que experimentamos el cambio dentro esencialmente de las mismas funciones, haremos que estructura, identidad y retroalimentación participen de forma especial, reforzando la creatividad, el carácter proactivo y la innovación.
Por y para ello, hemos de destacar y desarrollar el papel que una nueva forma de liderazgo necesaria, a fin de promover la resiliencia dentro de los sistemas de formación y capacitación, a partir de cinco conceptos clave: formación holística, autoconocimiento, transparencia en las relaciones, perspectiva ética internalizada y procesamiento riguroso de la información.
En la sociedad actual, caracterizada por la información, la comunicación y el conocimiento, se hace imprescindible que los actuales y nuevos profesionales de la seguridad pública y privada dispongan de las estrategias, los recursos y los medios necesarios con los que lograr una personalidad y nivel que permita dar la respuesta exigida, potenciando un desarrollo pleno de las capacidades de la persona, a la vez que su preparación e integración dentro del complejo sistema de la protección de las infraestructuras críticas.
En esta dinámica de cambios, para ese presente y futuro con el que estamos comprometidos, y para el que hay que construir los nuevos modelos exigibles dentro de una realidad ya definida, la resiliencia debe ser tratada como un concepto multidimensional y socialmente integrado.
La mutua interacción de la educación y de la resiliencia es un tema que ya ha adquirido gran relevancia en la actualidad, por comprobarse su papel mediador en resultados positivos en distintos entornos y, sin duda, son de aplicación al sector profesional de las seguridades para que se sepa responder a los nuevos desafíos, que requieren más de actitudes que de aptitudes.
A modo de conclusiones
Estamos inmersos en un momento de cambio en el que están surgiendo nuevas formas de organización social, económica, política, etc. dentro de una globalización que nos abre oportunidades, pero sólo en la medida en que reinventemos las competencias clave para abordar y resolver estas nuevas situaciones, especialmente en el ámbito de las seguridades en el funcionamiento de las infraestructuras esenciales.
En este sentido, muchos aspectos que tendrán que tenerse en cuenta en futuros análisis que, es seguro que aparecerán en un futuro inmediato, puesto que el cambio social acelerado que se está produciendo en España y en el mundo agudizará la incertidumbre, el incremento de las situaciones de riesgo y las amenazas a la seguridad, y, por tanto, la necesidad de preparar respuestas de resiliencia social y estructural.
La mejora de una sociedad global en su conjunto y su seguridad, está pidiendo a gritos un giro de planteamientos desde la base, para lo que hay que incrementar la capacidad de análisis, no solo racional, sino emocional y relacional de los hechos que suceden, que nos posibilite un acercamiento gradual a la realidad con una visión holística.
En este sentido, trabajar el terreno de las actitudes, donde radican nuestras fortalezas, debe ocupar en nuestros programas gran parte del espacio que hasta ahora ocupaban, casi de manera exclusiva, las aptitudes.
Por todo ello, las autoridades nacionales, pero también las regionales y locales, deberán plantear estrategias de reducción de riesgos que incluyan no sólo la adopción de las medidas preventivas necesarias para hacer frente a los efectos provocados por los múltiples riesgos con los que vivimos, potenciando no solo los medios de protección civil, sino también la promoción de la colaboración público-privada y el establecimiento de medidas efectivas para llevar a cabo la protección de nuestras infraestructuras críticas, su resiliencia y recuperación tras situaciones de crisis.
Consecuentemente, y a la vista de estas múltiples amenazas y los nuevos retos y desafíos para la Seguridad Nacional, el quinto capítulo de la ENS-2017, “Objetivos generales y líneas de acción de la Seguridad Nacional”, identifica cinco objetivos generales que orientan la acción del Estado: “Avanzar en un modelo integral de gestión del riesgo y de crisis, promover una cultura de Seguridad Nacional, favorecer el buen uso de los espacios comunes globales, impulsar la dimensión de seguridad en el desarrollo tecnológico y fortalecer la proyección internacional de España”.
Para favorecer el desarrollo de la resiliencia de la sociedad y sus infraestructuras es necesario fomentar políticas dinámicas que tengan como objetivo significar esa resiliencia al lado y en pro de la eficacia.
Finalmente, y con todo ello, se ratifica una vez más, la importancia que tiene el concepto de resiliencia en la nueva Estrategia Nacional de Seguridad para el desarrollo y establecimiento de los planes y medidas de protección para las infraestructuras críticas y estratégicas que está llevando España, y su especial protagonismo en la Unión Europea.