Planificación, concienciación y formación para una mejor protección ante desastres naturales


La dramática experiencia de la reciente DANA (depresión aislada en niveles altos) ha vuelto a poner de manifiesto el problema histórico de la desordenada ocupación del territorio en el litoral mediterráneo español, una de las zonas más densamente pobladas y turísticas del país, donde desde hace décadas se construye en zonas inundables.


06/11/2024

MANUEL SANCHEZ GÓMEZ-MERELO

En este escenario y sin demasiada concienciación, la gente siguió haciendo vida normal, con personas completamente ignorantes del peligro, en tránsito por calles y carreteras, o refugiándose en casas bajas, locales o garajes, cuando deberían haberse resguardado de forma eficaz o incluso ser evacuadas a zonas más seguras.
 


 

 

Es imprescindible preparar a la población en riesgo, aplicando de forma eficaz las reglas básicas para cualquier situación de emergencia, entre las que se encuentran, principalmente:
 

Evaluando el riesgo. El primer paso en la preparación para emergencias es llevar a cabo una evaluación de riesgos exhaustiva.
  Planificando con anticipación. Una vez que hayas identificado las posibles emergencias, desarrolla un plan integral de respuesta a emergencias.
  Entrenando con regularidad. Realizando simulacros regulares para asegurarse el adecuado comportamiento ante una emergencia.
  Equipándose bien. Tener en casa, a mano, el equipo adecuado y esencial para un eficaz afrontamiento de las emergencias.
  Manteniéndose bien informado. La comunicación clara es vital durante una emergencia. Esto incluye los sistemas de notificación masiva, radios, etc.
  Analizando eventos. Reflexionando para mejorar después de cualquier ejercicio o simulacro, y principalmente sacar todo el provecho que se deriva del análisis pormenorizado de cualquier emergencia real.
 


 

La gestión eficiente de la seguridad exige una actitud preventiva y proactiva que enfrente sin demora la realidad de los peligros que los ascensos de la temperatura del planeta producen.
 

Pese a ello, es mucho lo que podemos hacer para paliar, al menos, el alto coste en vidas humanas que conlleva esa desatención a las causas de las tragedias. Según informe de las Naciones Unidas, “gracias a la mejora de los sistemas de alerta y de la gestión de catástrofes, el número de muertes se redujo casi tres veces entre 1970 y 2019, pasando de 50.000 en la década de 1970, a menos de 20.000 en la de 2010”. Esto quiere decir que, cualquier actitud preventiva puede tener un efecto multiplicador importante y es nuestro deber profundizar en el fenómeno global para ser más eficientes y empezar a incluir en nuestros planes la SEGURIDAD DEL PLANETA.
 

Nuevos planteamientos de seguridad
 

Estamos ante un nuevo paradigma de seguridad. Hemos de mejorar la gestión del riesgo para que no se repita una catástrofe como la acaecida en Valencia, y analizar cuánto hay en realidad de “desastre” y de “natural” en lo que se está viviendo.
 

Desde GET - Grupo Estudios Técnicos, queremos tener un especial recuerdo y agradecimiento al personal de todos los ámbitos de la seguridad públicos y privados (UME, Policías Nacionales y Locales, Guardia Civil, Bomberos, Seguridad Privada, Voluntariado, etc.) que están desplegados principalmente en la provincia de Valencia, y otras zonas afectadas, como acción y respuesta ante el impacto producido por las danas de la semana pasada. Su profesionalidad es imprescindible para, ante situaciones como las actuales disponer de normas y protocolos de seguridad y emergencia que partan de una seguridad global, integral e integrada, para la mejor optimización de recursos y el aprovechamiento de esfuerzos.
 

Prevención y protección ante desastres
 

La evaluación del riesgo es resultado de la combinación de la exposición, la probabilidad y la vulnerabilidad.
 

Para trabajar con la exposición y evaluación de riesgos de la naturaleza para las personas y zonas susceptibles de afectación debemos revisar y mejorar las infraestructuras.
 

Conocer la probabilidad de ocurrencia del fenómeno natural y la anticipación, mejorando las predicciones, son las bases de trabajo que debemos perfeccionar constantemente.
 

La vulnerabilidad es el reto y exigencia prioritaria y debemos volcarnos en la prevención y la protección, la mejora de la respuesta y las acciones post-emergencia o fase de reconstrucción, que permita la vuelta a la normalidad lo antes posible, con la mayor resiliencia.
 

La seguridad total no existe y hemos de trabajar en reducir al mínimo los riesgos y vulnerabilidades.
 

La Estrategia de Seguridad Nacional, indica que: “la Protección Ante Emergencias y Catástrofes precisa de una labor continua y coordinada de todos los organismos implicados, en aras a la compatibilidad, complementariedad y eficacia de las actuaciones de carácter preventivo y, en caso necesario, de respuesta”.
 

La previsión de ciertos riesgos naturales como los fenómenos atmosféricos, como son las inundaciones, admiten cierto nivel de predicción. Esas predicciones se hacen con la ayuda de modelos que permiten, con cierta probabilidad, pronosticar su evolución.
 


 

Estos datos deben servir como base de la comunicación de alertas a la población, que permitan activar planes de emergencias preexistentes de distintos niveles, en los que se recogen los recursos que deberán intervenir ante la situación generada, la responsabilidad de la dirección y gestión de la emergencia, así como las directrices pertinentes.
 

Para su eficacia, precisa el complemento de una verdadera cultura preventiva en la población que tiene que afrontar la situación.
 

Una de las principales recomendaciones de un extenso informe europeo, encargado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, para que sirva de orientación en las políticas de la UE y los Estados miembros, indica que la UE debe elevar la capacidad de respuesta de los ciudadanos ante un escenario de crisis grave o guerra. El objetivo es que éstos sean capaces de afrontar todo tipo de emergencias con programas educativos especiales y otras medidas extraordinarias, como simulacros, y defiende que los hogares deben estar equipados para ser autosuficientes al menos 72 horas consecutivas en caso de que se interrumpa la prestación normal de servicios básicos en una emergencia de cualquier tipo. Se trata de asumir que “la guerra no es algo imposible y las crisis tampoco”, advierte el documento.
 

Planes de contingencia y emergencia
 

La aprobación de la Ley del Sistema Nacional de Protección Civil en julio de 2015 proporciona a España un sistema equiparable a los más avanzados y desarrollados en la materia.
 


 

La Estrategia de Seguridad Nacional plantea como objetivo en el ámbito de la protección ante emergencias y catástrofes, establecer un Sistema Nacional de Protección de los ciudadanos que garantice una respuesta adecuada ante los distintos tipos de emergencias y catástrofes originadas por causas naturales o derivadas de la acción humana, sea ésta accidental o intencionada.
 

Las líneas de acción estratégica que propone para alcanzar este objetivo son las siguientes:
 

Adopción de un enfoque integrador y potenciador de las actuaciones entre la Administraciones.
  Elaboración de un marco de referencia en la materia que propicie el impulso y la coordinación de recursos.
  Actualización y perfeccionamiento del marco jurídico de la protección ante emergencias y catástrofes.
  Establecimiento de protocolos de actuación coordinada de las diferentes partes involucradas.
  Constitución de una red de alerta nacional de riesgos naturales.
  Mantenimiento de directorios de recursos para una gestión eficiente de la respuesta asistencial en situación de emergencias y catástrofes.
  Promoción de una cultura de prevención entre los ciudadanos, que incluirá conocimientos y actitudes de autoprotección.
  Contribución a una mayor cooperación europea e internacional.
  Adopción de planes de preparación y respuesta ante crisis o contingencias.
  Revisión de protocolos de gestión y comunicación de situaciones de crisis.
 

Para todo ello, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, Bomberos, Protección Civil y la Unidad Militar de Emergencias (UME) son absolutamente imprescindibles para la prevención y protección de personas, bienes e infraestructuras, así como la colaboración ciudadana, la seguridad privada y el voluntariado en los puntos más afectados, donde más ayuda se necesita.
 

Especial significación tiene el aseguramiento y continuidad de funcionamiento de las infraestructuras más críticas como: energía, transporte, sanidad, comunicaciones, etc.
 


 

Según la norma en vigor, cuando los organismos competentes detectan posibles riesgos naturales que pueden afectar a población, bienes, infraestructuras, patrimonio, etc., emiten avisos a los organismos autonómicos de Protección Civil, que reciben estas alertas, realizan un análisis de riesgos y evalúan sus posibles consecuencias.
 

En función de esos análisis, las autoridades autonómicas de Protección Civil activan las alertas correspondientes, que pueden implicar la activación de los diferentes planes en función del tipo de riesgo: incendios, movimientos sísmicos, inundaciones, fenómenos meteorológicos adversos, etc.
 

La reglamentación explica que, una vez que las autoridades autonómicas activan la fase de emergencia de sus planes territoriales de Protección Civil, pueden decretar varios niveles de situaciones operativas.
 

En función de la gravedad de la emergencia y la disponibilidad de medios, deben solicitar a la Dirección General de Protección Civil y Emergencias del Ministerio del Interior la activación de medios extraordinarios del Estado, como por ejemplo la Unidad Militar de Emergencias (UME).
 

Cultura y formación de seguridad
 

Ante un riesgo de esta naturaleza, los ciudadanos y organizaciones no solo necesitan más información sino también formación y cultura de prevención y protección. En este sentido, cualquier previsión y alerta meteorológica pierde eficacia “si no se complementa con una verdadera cultura preventiva en la población que tiene que afrontar la situación”.
 


 

Y dado que las danas y otros fenómenos climáticos violentos cada vez son más frecuentes, los expertos en emergencias proponen incluir cultura preventiva en ámbitos escolares y dar formación específica a los adultos, así como que cualquier plan de emergencia vaya acompañado de un simulacro donde se ponga a prueba y se detecte cómo la población de destino responde ante los procedimientos de evacuación y cómo percibe y responde ante las pautas que se les comunican.
 

Esto nos da una idea de lo importante que es la educación y la formación en autoprotección.
 

Preparando a la población se puede reducir y contrarrestar su vulnerabilidad y lograr que, ante una alerta de emergencia, puedan reaccionar con una mayor racionalidad que aumente sus posibilidades para salvar su vida y la de sus semejantes.
 

Propuestas para mejorar la reducción de las vulnerabilidades
 

Un plan integral para garantizar una protección adecuada y una rápida recuperación ante desastres incluye:
 

Una evaluación de riesgos
  Un análisis del impacto   Un plan de continuidad
  Un plan de respaldo y recuperación de datos y
  Un plan de comunicación
 

En este caso, el principal factor amplificador de pérdidas de vidas humanas, de damnificados y de daños económicos es la urbanización de los espacios fluviales de cauces y ramblas, circunstancia que se ha dado en la mayoría de los núcleos urbanos afectados por la DANA del pasado 29 de octubre.
 

Por ello, además de mejorar la percepción del riesgo a través de campañas de comunicación, para evitar que se repita este tipo de catástrofes, es necesario, entre otros medios, crear nuevos índices de vulnerabilidad holísticos que tengan en cuenta aspectos sociales, económicos, físicos, culturales y ambientales, identificando las áreas prioritarias y focalizando los recursos de seguridad.
 

También hemos de desarrollar nuevos mapas de peligrosidad (mapas de riesgo) y crear índices de vulnerabilidad con base probabilística, que sustituyan el enfoque habitual de zonas inundables, al tiempo que se adaptan infraestructuras.
 


 

Además, hemos de mejorar la resiliencia de la infraestructura urbana, incentivando la adaptación de los edificios ubicados en áreas de riesgo mediante la instalación de barreras de contención y compuertas antiinundación, etc.
 

Por último, para una mejor gestión se requiere desarrollar nuevos modelos y tecnologías que garanticen la precisión de los pronósticos meteorológicos y, con ello, aumenten la eficiencia de los sistemas de alerta a través de la telefonía móvil o cualquier otra implementable.