La seguridad en hospitales y del paciente, responsabilidad de todos


Cada 17 de septiembre se celebra el “Día Mundial de la Seguridad del Paciente” y, este año, la OMS, a raíz de que la pandemia de la COVID-19 agravara significativamente el riesgo de errores y vulnerabilidades, insiste en recordar y concienciar a los profesionales sobre el importante papel que juegan en la seguridad del paciente en todo su recorrido.
La seguridad del paciente (SP) en las organizaciones sanitarias se entiende como un conjunto de actividades coordinadas que facilitan una cultura y unos comportamientos seguros entre los profesionales, y que se apoya en unas tecnologías y entornos en los que se aplica procedimientos que deben disminuir los riesgos de forma constante y sostenible, reduciendo daños evitables y haciendo menos probable el error.


23/09/2022

MANUEL SANCHEZ GÓMEZ-MERELO

En este sentido, tenemos algunos datos impactantes sobre la seguridad de los pacientes, y se  estima que anualmente alrededor de 143 millones de personas en el mundo sufren daños  como consecuencia de la falta de seguridad en la atención hospitalaria. Como consecuencia de  la falta de seguridad de los pacientes se origina un gasto hospitalario de más del 15 por ciento del presupuesto.
 

La 74ª Asamblea Mundial de la Salud aprobó en mayo del 2021 el «Plan de acción mundial para la seguridad del paciente 2021-2030», con el fin de potenciar su seguridad como un componente esencial en el diseño, los procedimientos, la gestión y la evaluación del desempeño de los sistemas de seguridad de todo el mundo.
 

La seguridad en hospitales y del paciente, responsabilidad de todos
 

La inversión para mejorar la seguridad puede conseguir ahorros considerables, así como mejor resultado para los pacientes, ya que el coste de la prevención del daño es, generalmente, menor que el coste derivado de afrontar sus consecuencias.
 

La seguridad de los pacientes está prevista en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, cuyo objetivo general es "garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades", siendo un objetivo primordial el procurar el acceso de todas las personas a los  servicios de salud esenciales con todas las seguridades.
 

Ello es responsabilidad de todos los profesionales implicados en el amplio esquema de desarrollo de la actividad sanitaria y se deben adoptar las acciones necesarias para aplicar todas las medidas de seguridad a nuestro alcance con eficacia y eficiencia, garantizando así, tanto la salud y bienestar del usuario, como los de los profesionales sanitarios.
 

La seguridad del paciente tiene un punto de arranque fundamental en una educación y formación básica y continua en materia de calidad de todos los profesionales implicados, que garantice que estos tengan las aptitudes y competencias profesionales adecuadas en sus respectivos cometidos y funciones dentro de todo el largo proceso.
 


 

Con todo y por ello, se puede y debe mejorar la seguridad de los pacientes, generando una cultura de la seguridad en el ámbito sanitario, siendo de vital importancia la aplicación de procedimientos y generación de conductas que traten de reforzar las distintas seguridades.
 

En este sentido, interesa resaltar la importancia de la formación de equipos multidisciplinares, con la participación de diferentes especialidades profesionales (arquitectura, ingeniería, empresas tecnológicas y de seguridad, etc.), además de todos los correspondientes a las disciplinas sanitarias (gestores, médicos, auxiliares, sanitarios, etc.), trabajando de forma conjunta y colaborativa, con un objetivo común: “Primun non nocere”, es decir, dentro de la potencial injerencia que toda intervención sanitaria representa, poder garantizar la excelencia en el funcionamiento y programación dirigida a la conservación, mantenimiento y recuperación de la salud de los pacientes, siempre con el menor daño posible.
 

Seguridad global, integral e integrada
 

Hoy en día, se contabiliza a nivel mundial un número elevadísimo de víctimas y de daños a las personas, en gran medida evitables, a causa de las deficiencias, errores y vulnerabilidades, tanto en los procedimientos e infraestructuras, como en la propia atención sanitaria. Ya sea debido a falta de inversión o a mala gestión, lo que subyace es en gran medida las carencias derivadas de una deficiente cultura para la seguridad de los pacientes.
 

Reconociendo que garantizar la seguridad del paciente es una prioridad clave en la prestación de los servicios de calidad y considerando que todas las personas deben recibir servicios de salud seguros, independientemente del lugar donde se presten, se presenta, en primer lugar, la necesidad de desarrollar una cultura de seguridad que, por una parte, conozca, acepte y afronte el amplio catálogo de riesgos inherentes a la asistencia sanitaria y por otra, trate incidentes o errores con un criterio no meramente defensivo.
 

Por otro lado, reafirmando el principio de «ante todo no hacer daño», son evidentes los beneficios que pueden obtenerse promoviendo y mejorando la seguridad del paciente con actuaciones en el conjunto del sistema sanitario a todos los niveles, sectores y entornos, teniendo en cuenta que la seguridad del paciente (y de los trabajadores sanitarios) no puede garantizarse sin acceso a infraestructuras, tecnologías y dispositivos de prevención y protección que deben estar bien informados, y con un personal sanitario, técnico y de gestión cualificado y comprometido, desarrollando su labor en un entorno propicio y seguro.
 


 

Garantizar la seguridad de los profesionales es sinónimo de proteger la de los usuarios, por lo que la prevención de riesgos laborales es uno de los pilares sobre los que debe asentarse el trabajo desempeñado en los centros asistenciales y hospitalarios.
 

Consolidar una cultura de la seguridad y un enfoque centrado en el paciente y mejorar y garantizar la seguridad requieren, igualmente, la creación de un liderazgo sólido, con enfoques sistémicos y sistemáticos, recursos humanos y de tecnologías adecuadas y el intercambio de prácticas óptimas y confianza mutua, según proceda, mediante la cooperación y la colaboración profesional público-privada.
 

Igualmente, hemos de reconocer que la mayoría de los eventos adversos pueden evitarse con estrategias y prácticas eficaces de prevención y mitigación, según corresponda, con políticas bien elaboradas, sistemas de datos, procesos de atención rediseñados para mejorar el ejercicio profesional, sistemas de regulación y control eficaces y estrategias de comunicación adecuadas, con soluciones de valor, especialmente en el campo de la prevención, para tratar de que los riesgos sean los mínimos y, en el caso de que se materialicen, los sistemas estén preparados para poder disminuir el impacto o el daño.
 

El planteamiento de presente y de futuro de las instalaciones sanitarias, exige de: una gestión integral e integrada de las seguridades (industrial, física, lógica, pública y privada); una gestión integral y centralizada de la vigilancia y la comunicación; una organización y gestión de la autoprotección, y una alineación de los objetivos de sanidad y seguridad con una normalización y homogeneización de la gestión integral.
 

Además, hemos de hacer notable la importancia de la seguridad desde el diseño y la arquitectura actual que trabaja en lo que se denomina “diseño basado en evidencias”, cuyo objetivo es establecer un vínculo directo entre las estrategias de diseño y los resultados médicos. Uno de los resultados obtenidos con los trabajos actuales es una herramienta que permite identificar posibles actuaciones de mejora, y ordenarlas según su coste, lo que puede resultar de gran utilidad para los centros sanitarios.
 

Retos y oportunidades. Asignaturas pendientes
 

En un mundo que evoluciona rápidamente y en el que convergen salud, seguridad y tecnología, una asistencia sanitaria sostenible ya no solo se limita a los retos sociales y medioambientales relevantes a los que nos enfrentamos actualmente. Hemos de proporcionar herramientas y soluciones optimizadas que mejoren la sostenibilidad financiera y la eficiencia de las organizaciones sanitarias, mejorando la seguridad para proteger, tanto a pacientes como al personal sanitario, ampliando el acceso a una atención de calidad y proporcionando a los profesionales de la salud una seguridad y un apoyo personalizado y oportuno a lo largo de todo el proceso del paciente.
 


Hemos de innovar en el presente y para el futuro, y eso pasa por preocuparnos por la falta de progresos generales en la mejora de la seguridad de la atención de la salud y un buen comienzo es darnos cuenta de la mejora significativa que las medidas de seguridad han tenido durante la pandemia de la COVID-19, con un impacto variable y una eficacia efímera dado que, en muchos casos, no han sido adaptadas para su aplicación fructífera permanente.
 

Hemos de reconocer la importancia de una medición sólida de la seguridad del paciente para promover sistemas de salud más resilientes, una labor preventiva mejorada y más específica, fomentando la seguridad y la concienciación sobre los riesgos y su eficiente tratamiento. La transparencia en el análisis de datos de incidentes, junto con la capacitación y el desarrollo profesional continuo ha de crear y mantener una plantilla de personal sanitario y de seguridad, competente y comprometido, que trabaje en un entorno favorable para poder garantizar la seguridad en la ejecución de la atención sanitaria de los pacientes y sus familias. Esencial será para ello, hacerlos partícipes en esa mejora de la seguridad de la atención que consiga los resultados sanitarios deseados.
 

Sin embargo, no podemos olvidar que, para mejorar y garantizar todo eso, es necesario subsanar los déficits en materia de conocimientos, políticas, diseño, prestación y comunicación a todos los niveles y con todas las seguridades.
 

Capítulo aparte merece el planteamiento de una formación especializada y continuada, con el entrenamiento y actualización a lo largo de toda la vida profesional como uno de los ejes de la seguridad del paciente y de un funcionamiento seguro.
 

Renovar la cultura de seguridad implica aplicar un modelo de valor compartido por todos los profesionales e individuos implicados en cualquier organización (y más las sanitarias) que han de trabajar de forma coordinada, colaborativa y participativa dentro de unas organizaciones tan plurales y complejas, que precisan llevar como bandera un conjunto de valores y normas que posicionan a la seguridad, la reducción del riesgo de daño y la mejora continua como el objetivo común a perseguir de cara a una asistencia sanitaria de calidad y una seguridad del paciente impecable.
 


 

Celebremos el “Día Mundial de la Seguridad del Paciente” y trabajemos por esa seguridad global, integral e integrada, pública y privada.