Crisis de refugiados. Amenaza e inseguridad global


El problema migratorio es actualmente uno de los más importantes del mundo global y, sobre todo, del futuro próximo. La situación refleja no solo las consecuencias de los conflictos armados que vivimos, sino también de las condiciones precarias que sufren en origen los refugiados, así como las exclusiones religiosas, culturales y políticas, además de las crisis, crecientemente preocupantes, derivadas del cambio climático. Todo ello presenta una vertiente de intervención a doble foco (seguridad humana vs seguridad global) y demanda un nuevo paradigma, inclusivo y exclusivo, para el tratamiento de un problema plural y delicado.


07/03/2016

MANUEL SANCHEZ GÓMEZ-MERELO

Sin duda, estamos viviendo una crisis migratoria de dimensiones crecientes, cuyas víctimas, especialmente refugiados que huyen de los conflictos armados en sus países de origen y, sobre todo, de la guerra Siria, no tienen ningún temor en arriesgar sus propias vidas –que en muchos casos es lo único que tienen- viajando en precario, en embarcaciones inseguras y sin garantías de llegar a ese espejismo de “mundo salvador” que sienten que es Europa.

Una crisis migratoria que está golpeando el orden internacional europeo hasta el punto de generar la necesidad de arbitrajes sobre la seguridad global, nacional e internacional, cuya amenaza refleja la debilidad y complejidad de las grandes contradicciones de la Unión Europea en cuanto a la seguridad se refiere.

La desesperación generada por conflictos como el de Siria, con cientos de miles de desplazados en flujo constante (y que no presenta unas expectativas de cambio a corto plazo), así como la llegada del invierno y la falta de una política europea clara y común de cara al asilo y a las ayudas e intervenciones en origen, explican la trágica situación actual que viven los millones de refugiados detenidos o ubicados de manera precaria en los países del entorno y los cientos de miles que están en camino desde el otro lado del Mediterráneo.
 



La realidad es que el foco más grave, la guerra Siria (aunque también hay flujo de personas de Pakistán y Afganistán), ha entrado en su quinto año, y hablar de violencia en Siria es hablar de un país donde aún los homosexuales son arrojados al vacío, las mujeres públicamente maltratadas y los extranjeros decapitados. Un conflicto político-religioso donde más de cuatro millones de sirios han huido de la guerra y malviven como refugiados en Líbano, Egipto, Jordania o Turquía, países que ya están saturados y han comenzado a imponer restricciones a las nuevas acogidas. Países también desde donde emprenden una segunda huída jugándose la vida para llegar a Europa.

Todos ellos enfrentan con valor una odisea que puede durar meses o incluso años y huyen del sinvivir en el que les han sumido las guerras y conflictos que han destruido sus familias, sus hogares, y hasta sus medios de vida y subsistencia. Suman al miedo el dolor por la pérdida de los familiares y amigos que han sucumbido en los propios conflictos, en el camino o en las frías aguas del Mediterráneo, que, en vez de transportarlos hacia la esperanza, les acoge en su útero salino en una especie de maternidad eterna.

Sin embargo, a los que esperan, ese trágico fin parece darles menos miedo que la cruel realidad que enfrentan en sus países, y el conocimiento de los peligros de esa iniciativa no disuade a otros, que no han salido todavía porque no tienen siquiera la fuerza, la salud o el dinero suficiente para movilizarse.

Las múltiples imágenes de desesperación de los refugiados circulan en los medios de comunicación de forma masiva, pero están sacudiendo la conciencia y la solidaridad de los europeos de manera muy irregular. Unos europeos que no podemos dar la espalda a quienes huyen en busca de la paz y la libertad, y que precisan de una especial ayuda y apoyo internacional para mantener sus vulnerados derechos humanos.

Lo cierto es que ahora estamos hablando de cientos de miles de refugiados huyendo hacia Europa pero, en breve plazo, estaremos hablando de millones, y esto no tiene fin, según ha advertido ACNUR, que calcula que ya han entrado más de 700.000 emigrantes o refugiados.
 



Además de estos refugiados sirios, de triste actualidad, están entrando jóvenes de menos de treinta años procedentes de diversos países africanos que llaman a nuestras puertas principalmente por causa de conflictos armados que masacran a sus poblaciones y destruyen un patrimonio milenario del que todos nos sentimos orgullosos, y al que tampoco estamos protegiendo especialmente.

Pero hay tres desafíos que enfrentar y saber encauzar porque, una cosa es atender inicialmente prestando ayuda humanitaria a todo el que llega, y otra muy diferente solucionar sus necesidades de ubicación, subsistencia y provisión de medios para una vida digna, que van a ser muchas y continuas, además de combatir las amenazas y los peligros políticos que ya están en el ambiente por la interesada confusión diferencial de algunos, camuflados entre migrantes y refugiados y cuyo descontrol ya ha permitido su participación en los primeros ataques terroristas como el de París y Ankara.

Unión Europea. Descoordinación e inseguridad

 Como estamos viendo y sufriendo, los refugiados están poniendo a prueba los cimientos de la Unión Europea y no sólo por la crisis humanitaria, sino porque los intentos de acuerdo para su resolución hacen aflorar otras crisis políticas y de valores que permanecían larvadas en nuestra desunida Unión.

Así, la falta de una política común de asilo y de sus canales legales para dar cobertura a los refugiados por vías ordinarias, impide la entrada ordenada y controlada y produce exageradas llegadas en avalancha, como las que se registran actualmente.

A esta falta de orden y control se suma la falta de un sistema coordinado para absorber a los refugiados, pues la Europa de los 28, con sus malos modos de acogida, ni siquiera ha sido capaz de repartirlos por cuotas por países, además de dejarlos sufrir el mercadeo de viajar ilegalmente, controlado por mafias y explotadores.

En este sentido, la UE no debe afrontar tan solo la situación con medidas contra las mafias, sino haciendo frente a las causas profundas del movimiento que impulsa a los refugiados a tan brutal cambio de vida, no volviendo la cabeza frente a las circunstancias que les acompañan y garantizando el acceso a los procedimientos legales que les faciliten un registro y control en su viaje y acogida en Europa.
 



En este orden de cosas, recientemente la UE ha acordado poner a disposición de Turquía 3.000 millones de euros para que controle los flujos migratorios y mejore la calidad de vida de los más de 2 millones de refugiados sirios que están en el país, además de comprometerse a la liberalización de los visados para los ciudadanos turcos y la apertura de nuevos capítulos para favorecer la adhesión a la UE.

Por otro lado, también la UE ha comprometido 9.000 millones de euros para Siria en su ayuda humanitaria para los ciudadanos. Llama especialmente la atención que los árabes de los países ricos ni participan ni acogen a sus “hermanos” musulmanes.

Todo ello está muy bien para paliar las consecuencias de la situación de los refugiados pero, hay que atacar el problema de raíz y acabar con la guerra y con las causas profundas de la guerra y, en este sentido, recientemente se han sumado Reino Unido y Francia a la coalición que lidera Estados Unidos para bombardear los objetivos del Estado Islámico (ISIS o DAESH) en Siria.

Lo cierto es que la guerra y la descoordinación europea alientan al movimiento de refugiados y provoca mayor incremento en el descontrol.

Seguridad e Inteligencia. Control y seguimiento

Obviamente, en esta crisis de refugiados y caos que vivimos, peligran principios elementales de la UE, como la libre circulación de personas. Así, hay que recordar que, desde principios de 2015, después de una crisis menor que la actual, el Consejo Europeo aprobó la posibilidad de suspender temporalmente el Tratado de Schengen, ante circunstancias excepcionales, como una crisis migratoria.

El descontrol o falta de procedimientos comunes, permite que islamistas radicales y yihadistas pasen camuflados entre ellos. Así ha sido, en el caso del último atentado suicida en Ankara: Salih Necar entró como refugiado sirio en Turquía en julio de 2015 con un pasaporte legal con datos falsos. La investigación lo relaciona con el movimiento kurdo, caso que tiene coincidencias importantes con dos de los suicidas de noviembre de 2015 en París, en el atentado suicida a las afueras del campo de fútbol.
 



La realidad es que, según grupos antiunión y xenófobos, esto es una invasión en toda regla y esto nos recuerda lo dicho por Huari Bumedian, ex Presidente de Argelia, en un famoso discurso pronunciado en 1974 ante la Asamblea de la ONU:

“Un día, millones de hombres abandonarán el hemisferio sur para irrumpir en el hemisferio norte. Y no lo harán precisamente como amigos. Porque irrumpirán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria. Al igual que los bárbaros acabaron con el Imperio Romano desde dentro, así los hijos del Islam, utilizando el vientre de sus mujeres, colonizarán y someterán a toda Europa”.

Discursos aparte, la realidad hoy es que hay que atajar la crisis y emergencia diaria de cada jornada pero pensando en el medio plazo y garantizando la sostenibilidad de los procedimientos de acogida y no en el cierre, aunque sea temporal, de las fronteras.

Hay que atajar la crisis de los refugiados con firmeza pero con profundidad democrática y solidaridad, garantizando siempre la implementación de las seguridades oportunas para evitar seguir teniendo más fracasos como el del control de fronteras, la política de cuotas y acogidas, etc.

Necesitamos un cambio de paradigmas en la seguridad, hemos de pensar en global y actuar en local y aunque la respuesta inmediata podría ser cerrar fronteras, los líderes europeos están convencidos de que solo la cooperación con Turquía puede contener los flujos migratorios. Así lo indica un reciente texto que menciona que este es el principal incentivo que quiere emplear Europa para seducir a sus vecinos turcos. Se trata de un nuevo mecanismo de acogida -voluntario, al contrario que el reparto de los refugiados- para trasladar un número por definir de demandantes de asilo desde Turquía a países europeos.

Los riesgos que más asustan en el Foro de Davos

No obstante, al mundo global ya le preocupa más -y especialmente- la falta de respuestas eficaces al cambio climático que las armas de destrucción masiva. Esta es la principal conclusión del Informe de Riesgos Globales 2016 que ha elaborado el World Economic Forum y que ha sido uno de los asuntos de la reciente cita en Davos, que se ha celebrado el pasado mes de enero.

En este sentido, algunos de los principales 29 riesgos globales, clasificados por categorías, son los siguientes: Sociales, Migraciones involuntarias a gran escala; Crisis alimentarias; Profunda inestabilidad social. Geopolíticos, Conflictos entre estados con consecuencias regionales; Fracaso de gobiernos nacionales; Ataques terroristas a gran escala; Colapso de Estados o graves crisis internas; Armas de destrucción masiva. Económicos, Fallos o escasez en infraestructuras críticas. Tecnológicos, Ataques cibernéticos a gran escala; Fraude masivo de datos; Colapso o fallo grave de una infraestructura o red de información crítica; Medioambientales, Episodios meteorológicos severos; Fallo en la mitigación o adaptación al cambio climático.

A la constatación de la creciente amenaza de carácter medioambiental se unen en la edición de este año los riesgos derivados de los movimientos migratorios masivos y de la inestabilidad social. «Los riesgos globales se materializan de formas nuevas e inesperadas y están siendo más inminentes en su afección a personas, instituciones y economías», ha asegurado Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro de Davos, en el prefacio del informe.
 



En resumen, la mayoría de los riesgos globales y, en especial, el tema de la actual crisis de los refugiados, requiere de un nuevo planteamiento de seguridad global, basado en la libertad, solidaridad y sostenibilidad ante un amplio catálogo de amenazas en desarrollo permanente.