En nuestro trabajo de facilitar y dinamizar procesos participativos y proyectos, frecuentemente nos encontramos con dos partes enfrentadas, cada una con su propia visión de la solución que conviene. El mero hecho de abrirse a la participación no garantiza un resultado que satisfaga a todas las partes.
En ocasiones se producen enfrentamientos, bloqueos, cuando una parte o ambas, («el personal técnico», «la clase política», «el pueblo»), de forma más o menos consciente, busca imponer su visión, porque es «la buena».
Son situaciones en las que cada cual busca «ganar», porque llegar a un acuerdo diferente a «su opción» se considera una pérdida o derrota.
¿Cómo te enfrentas tú a estas situaciones?
¿Ves el acuerdo o el consenso como una derrota, o en el mejor de los casos, como un mal menor para seguir avanzando?
Bajo nuestro enfoque pensamos que esta manera de ver las cosas es muy incapacitante pues encierra en sí misma una mirada de escasez . Una mirada que implícitamente encierra un juego de poder para ver quién, finalmente, arrima mejor el ascua a su sardina. O gana la otra parte, o gano yo,... o llegamos a una situación intermedia (donde necesariamente todas las partes renuncian a algo).
Nuestro modelo trabaja para integrar de forma creativa las diferentes visiones y llegar a una solución que finalmente sea mejor para el bien común que cada una de las propuestas de partida. Buscamos una solución donde todas las partes ganen.
A nuestro modo de ver, no hay victoria posible que no sea para todos.
Cuando el objetivo solo es ganar, entendiendo por esto imponer la propia visión, al final todas las partes pierden.
Nuestra visión del poder
Desde nuestra mirada buscamos enfocar el fenómeno de la lucha de poder desde una visión más amplia. Una visión que nos permita generar miradas diferentes, más maduras y finalmente más productivas para todas las partes y para la sostenibilidad.
La relación del ser humano con el poder es una historia muy vieja. Un camino de aprendizaje en el que ejerciendo el poder, sufriéndolo, enfrentándonos a él o conquistándolo, avanzamos —a veces sin darnos cuenta— en el conocimiento de quiénes somos.
Podemos ejercerlo con autoritarismo, sin miramientos, con decisión; con mayor o menor criterio. Podemos evitarlo, criticar a quienes lo ejercen, quejarnos de lo mal que lo hacen.
Podemos ansiarlo, pelearlo, recharzarlo, enfrentarnos a él. Y mientras nos extraviemos en su juego, el poder irá y vendrá, cambiará de manos, a veces ganaremos y otras, tarde o temprano, seguro perderemos.
Porque, finalmente, en el juego del poder, este siempre va y viene: no hay ningún imperio que haya durado eternamente. Lo estamos viviendo día a día en el mundo.
Bajo nuestra perspectiva, para no acabar perdidos en este juego, convertidos en Gollum, masacrados como los Stark o acorralados como los Lannister mientras las hordas de orcos de Sauron o el Rey de la Noche y su ejército de hielo vienen a por nosotros, necesitamos trascenderlo. ¿Cómo? Entendiendo que el sentido del poder es estar al servicio de la Vida.
No podemos alcanzar nuestra Sostenibilidad en este planeta peleando por el poder.
De hecho, solo podremos alcanzar la Sostenibilidad poniendo el poder al servicio de la Sostenibilidad.
Y para ello hemos de entender que poner el poder al servicio de la Vida pasa por abrazar la diversidad, encontrar puntos en común, visiones integradoras y celebrar la diferencia.
Al igual que ocurre en las sagas literarias y cinematográficas, o nos juntamos o pereceremos. Necesitamos entregar el anillo del poder a la montaña del Destino.
¿Significa esto que no hay que ejercer el poder?
Rotundamente, no. Todos y todas, cada persona desde su lugar, debe ejercer su poder.
La pregunta más bien es: ¿cómo gestiona cada cual su poder?
¿Somos capaces de desprendernos del protagonismo y gestionarlo con madurez? ¿Estamos dispuestos a asumir las consecuencias de ejercerlo?
¿Seremos consecuentes con la responsabilidad que subyace ostentarlo?
Es muy probable que no estamos preparados para hacerlo siempre de la forma correcta. Es condición del ser humano lidiar siempre con el poder y madurar la relación con él constantemente. La buena noticia es que podemos aprender.
Para ello, es necesario despertar del juego, trascenderlo y no perdernos en el poder como fin en sí mismo. No pretender «ganar», sino generar propuestas en las que todas las partes ganen, incluida la Naturaleza.
Entendemos que poner el poder al servicio del bien común conecta con el sentido de lo que la vida nos está pidiendo en ese momento.
Esto plantea una dinámica diferente, inclusiva, que respeta al otro y abraza la diferencia.
Es en esta forma de plantear un proceso participativo o la gestión de un proyecto donde vemos que nuestro potencial se multiplica. Como ya escribimos en un post anterior : «Cuando somos capaces de abrirnos a los otros, a integrar diferentes puntos de vista, nuestra perspectiva se amplía y se enriquece».
El valor del poder
Dicho todo esto, concluimos que el poder por sí mismo nos hace menos sostenibles o, mejor dicho, el poder excluyente nos hace menos sostenibles.
Pero justificar esta idea nos ocuparía otro post completo. Así que lo dejamos aquí y os emplazamos a leer el próximo artículo, donde reflexionaremos sobre los valores que influyen en nuestros comportamientos, orientan nuestras acciones y conforman nuestra visión del mundo.
Entre tanto, te invitamos a reflexionar: ¿sigues pensando que cualquier opción distinta de la tuya te lleva a perder? Cuéntanoslo en los comentarios.
¡Feliz verano!
Foto: Antoine Skipper @Flickr