- En diversas obras suyas y conferencias ha mostrado usted gran interés en destacar el poder formativo de las diversas actividades culturales: las ciencias, la historia, la literatura, el cine, el arte plástico, la música…
- Sí. Es necesario descubrir nuevas fuentes de formación, porque todo es poco actualmente para entusiasmar a niños y jóvenes con los valores. De no hacerlo, quedarán sin desarrollarse en ellos mil posibilidades, y esa inmadurez les producirá frustración e infelicidad. Las personas podrían ser mucho más útiles a los demás, irradiar felicidad en su entorno y ser felices ellas mismas si, a su tiempo, se hubieran abierto a las diversas posibilidades creativas que existen. Recuerdo que, de niño, ansiaba introducirme en la música. El día en que pude poner las manos en un magnífico armonio -de una renombrada firma francesa- me sentí feliz, porque intuí que me introducía en un mundo nuevo, rebosante de posibilidades insospechadas. Recuerdo con emoción que las primeras armonías que hice salir de aquel delicioso instrumento procedían del gran Palestrina –Giovanni Perluigi da Palestrina-. Esa impresión me inspiró luego multitud de estudios y conferencias sobre la Polifonía romana clásica, que cuajaron, recientemente, en mi obra El poder formativo de la música. Estética musical.
- Ese empeño le llevó a estudiar el poder formativo de todas las áreas de conocimiento
- En efecto, quise mostrar que cada área de conocimiento tiene un gran poder formativo. Sin salirse de su área, todo profesor puede ser un formador de la personalidad de los alumnos, no sólo un informador de la materia que le compete enseñar. Lo vemos de manera impresionante si pensamos en un alumno que curse matemáticas, física, arte griego y música con un profesor que procure destacar la importancia de la relación en estas áreas de conocimiento.
- Veámoslo, primero, en las ciencias matemáticas y en las físicas
- Las ciencias matemáticas crean estructuras, y el profesor debe enseñar a operar con ellas. Pero, al mismo tiempo, ha de hacer ver a los alumnos el poderío de las mismas, por ejemplo el de unas fórmulas, que son modos de interrelación y constituyen una fuente de conocimiento y de belleza, debido a su interna armonía. El alumno sale de la clase admirando el poder de las relaciones, que juegan un papel muy superior al de un mero accidente de una sustancia. Conviene tener muy en cuenta la creciente importancia que está adquiriendo el concepto de relación en la ciencia y en la filosofía contemporáneas.
Acude el alumno a la clase de ciencias físicas y oye al profesor destacar que lo último de la realidad material no son trozos infinitivamente pequeños de materia sino “energías estructuradas”, “informadas”, es decir, dotadas de forma y, por tanto, interrelacionadas. Su asombro ante el poder de la relación va en aumento.
- Entremos ahora en el mundo del arte, que parece ser tan distinto
- Lo parece, pero presenta una gran afinidad. Para iniciar a los alumnos en la estética del arte occidental, el profesor suele subrayar que los antiguos griegos descubrieron que la belleza surge como fruto de la armonía. Subes a la Acrópolis de Atenas, y te ves sorprendido por la majestuosidad del Partenón, su serenidad clásica y su bellísimo equilibrio. Y recuerdas que esas cualidades responden al hecho de que está armónicamente configurado. Pero la armonía surge cuando hay proporción -entre las distintas partes de la obra- y medida, es decir: una relación ajustada entre el conjunto del edificio y la figura humana. La imponente belleza de este templo se debe, en definitiva, a dos interrelaciones. Y algo semejante sucede con la esbelta figura de la Venus de Milo, configurada conforme a las relaciones sugeridas por la llamada “Sección aurea” o “Número de Oro”.
El alumno sale de la clase pensando qué enigmático poder alberga la relación, pues no sólo se halla en el origen de la realidad y permite que la mente humana elabore estructuras que sirven para penetrar en el secreto de la realidad material, sino que da razón, además, de esa otra forma de realidad, la artística, que eleva nuestros sentidos y los transfigura.
- Sí. Es necesario descubrir nuevas fuentes de formación, porque todo es poco actualmente para entusiasmar a niños y jóvenes con los valores. De no hacerlo, quedarán sin desarrollarse en ellos mil posibilidades, y esa inmadurez les producirá frustración e infelicidad. Las personas podrían ser mucho más útiles a los demás, irradiar felicidad en su entorno y ser felices ellas mismas si, a su tiempo, se hubieran abierto a las diversas posibilidades creativas que existen. Recuerdo que, de niño, ansiaba introducirme en la música. El día en que pude poner las manos en un magnífico armonio -de una renombrada firma francesa- me sentí feliz, porque intuí que me introducía en un mundo nuevo, rebosante de posibilidades insospechadas. Recuerdo con emoción que las primeras armonías que hice salir de aquel delicioso instrumento procedían del gran Palestrina –Giovanni Perluigi da Palestrina-. Esa impresión me inspiró luego multitud de estudios y conferencias sobre la Polifonía romana clásica, que cuajaron, recientemente, en mi obra El poder formativo de la música. Estética musical.
- Ese empeño le llevó a estudiar el poder formativo de todas las áreas de conocimiento
- En efecto, quise mostrar que cada área de conocimiento tiene un gran poder formativo. Sin salirse de su área, todo profesor puede ser un formador de la personalidad de los alumnos, no sólo un informador de la materia que le compete enseñar. Lo vemos de manera impresionante si pensamos en un alumno que curse matemáticas, física, arte griego y música con un profesor que procure destacar la importancia de la relación en estas áreas de conocimiento.
- Veámoslo, primero, en las ciencias matemáticas y en las físicas
- Las ciencias matemáticas crean estructuras, y el profesor debe enseñar a operar con ellas. Pero, al mismo tiempo, ha de hacer ver a los alumnos el poderío de las mismas, por ejemplo el de unas fórmulas, que son modos de interrelación y constituyen una fuente de conocimiento y de belleza, debido a su interna armonía. El alumno sale de la clase admirando el poder de las relaciones, que juegan un papel muy superior al de un mero accidente de una sustancia. Conviene tener muy en cuenta la creciente importancia que está adquiriendo el concepto de relación en la ciencia y en la filosofía contemporáneas.
Acude el alumno a la clase de ciencias físicas y oye al profesor destacar que lo último de la realidad material no son trozos infinitivamente pequeños de materia sino “energías estructuradas”, “informadas”, es decir, dotadas de forma y, por tanto, interrelacionadas. Su asombro ante el poder de la relación va en aumento.
- Entremos ahora en el mundo del arte, que parece ser tan distinto
- Lo parece, pero presenta una gran afinidad. Para iniciar a los alumnos en la estética del arte occidental, el profesor suele subrayar que los antiguos griegos descubrieron que la belleza surge como fruto de la armonía. Subes a la Acrópolis de Atenas, y te ves sorprendido por la majestuosidad del Partenón, su serenidad clásica y su bellísimo equilibrio. Y recuerdas que esas cualidades responden al hecho de que está armónicamente configurado. Pero la armonía surge cuando hay proporción -entre las distintas partes de la obra- y medida, es decir: una relación ajustada entre el conjunto del edificio y la figura humana. La imponente belleza de este templo se debe, en definitiva, a dos interrelaciones. Y algo semejante sucede con la esbelta figura de la Venus de Milo, configurada conforme a las relaciones sugeridas por la llamada “Sección aurea” o “Número de Oro”.
El alumno sale de la clase pensando qué enigmático poder alberga la relación, pues no sólo se halla en el origen de la realidad y permite que la mente humana elabore estructuras que sirven para penetrar en el secreto de la realidad material, sino que da razón, además, de esa otra forma de realidad, la artística, que eleva nuestros sentidos y los transfigura.
- Dentro del campo del arte, juega la música un papel formativo singular. Ciertamente, lo que nos enseña la ciencia actual sobre el papel decisivo de las interrelaciones halla en la música una confirmación inmediata, vivaz e impresionante. La música empieza con la relación y crea sus espléndidos edificios sonoros a base de interrelaciones. Todo en ella es relación: el ritmo, la melodía, la armonía, incluso el timbre. En la música se da máxima importancia a cada sonido, pero a cada sonido vinculado con otros. Por eso, la base de la música no son las notas sino los intervalos, es decir, el impulso que nos lleva de una nota a otra. Por este carácter relacional, la música nos insta a no quedarnos en los valores inmediatos, sino a trascenderlos hacia las realidades a que remiten. Aprendemos, así, a dar a nuestra inteligencia las tres condiciones de la madurez: largo alcance, comprehensión o amplitud y profundidad.
- Y para coronar el circuito educativo, llegamos a la Ética y la Religión. Veamos, primero, la relación de las áreas antedichas con la Ética.
- Acabamos de ver que las diferentes áreas destacan, de una forma u otra, la importancia y la valía de la relación. Ello impresiona al alumno. Pero conviene que éste saque el máximo provecho de tal asombro para su formación como persona. Eso sucederá si en el centro escolar se imparte una asignatura -titulada, por ejemplo, Ética o bien Formación humana- que explique en pormenor el papel de la relación en el proceso del desarrollo humano. Cuando un alumno, tras descubrir lo que significa la relación en la ciencia y el arte, oiga decir al profesor de Ética que los seres humanos somos “seres de encuentro” y, consiguientemente, el “ideal de nuestra vida es fundar modos valiosos de unidad, es decir, de encuentro”, dirá para sí : ¿Cómo iba a ser de otro modo si todo el universo está fundado en la relación y nuestras obras culturales más excelsas son tramas de relaciones?”
Al oír que, para crecer como personas, debemos vincular libertad y normas, libertad y estructuras, independencia y solidaridad..., el alumno no se dejará llevar por la tendencia actual a considerar las estructuras y las normas como una camisa de fuerza impuesta a la espontaneidad de la conducta humana. Sabrá entender esos pares de conceptos como contrastes, no como dilemas, pues aprendió en diversas clases que la estructura, bien entendida, es principio de vida, y la norma -si es juiciosa y fecunda- ofrece un cauce a la libertad humana para subir al nivel 2, adquirir la condición de libertad creativa y desarrollar sus mejores posibilidades.
Ahora vemos con claridad que los distintos profesores, sin hablar directamente de ética o de axiología, han preparado al alumno para penetrar a fondo en el núcleo de la doctrina ética. Además de transmitir unas enseñanzas, han situado al alumno en la perspectiva adecuada para penetrar en el reducto último de la existencia, que es la relación. Esa perspectiva es la propia del pensamiento relacional. A partir de ella es posible levantar todo el edificio de la formación humana.
- Nos queda, por último, la Religión
- Efectivamente. A través de las distintas asignaturas, el alumno ha ido viendo el poderío, la significación excepcional de la relación en el universo y en la vida humana. Figurémonos la impresión que recibirá al oír proclamar en la clase de religión que el Dios Creador de cielo y tierra se define como amor. Frente a quienes ven al Creador como un ser todopoderoso alejado del mundo y de los hombres, el alumno descubre, a la luz del concepto de relación, que el amor no alude sólo a un dulce lazo de amistad, sino que vincula la omnipotencia del Creador, la existencia del cosmos y la intimidad de las personas.
Con este método, se ve todo el universo en su raíz, y se capta el sentido último de cuanto existe. Pensemos, por ejemplo, en dos jóvenes que se casan y crean una forma eminente de unidad personal. Por sencilla que sea la boda, viven la importancia enigmática de la unidad y se convierten en portavoces del universo. El astro, al recorrer su órbita, da gloria al Creador pero no lo sabe. Lo mismo la flor, al expandir su perfume y exhibir sus bellas formas y permanecer así en unidad ecológica con el universo. Quien lo sabe y debe quererlo es el ser humano. Todo ser humano nace en unidad con el conjunto del cosmos; está sometido a diversos tipos de campos: gravitatorios, electromagnéticos, etc. Luego debe hacerse cargo de que tiene el privilegio no sólo de vivir en unidad sino de crear nuevas formas de unidad. Al hacerlo, participa en la gran tarea de la creación y, de alguna forma, la culmina. De ahí la alegría desbordante de las bodas, de la emisión de los votos religiosos, de todos los momentos en los que se crean formas eminentes de unidad entre los hombres. Según el gran Henri Bergson, “la alegría anuncia siempre que la vida ha triunfado” (1). No hay mayor triunfo que crear formas elevadas de unidad. Por el contrario, no hay mayor tristeza que romper la unidad, pues quien lo hace actúa a contrapelo de la obra creadora y la desdora gravemente.
- Impresiona descubrir las perspectivas que se nos abren cuando vemos las cosas así
- Por eso da pena observar que, bajo pretexto de hacer más felices a las gentes, la vida es banalizada a diario por corrientes y modas que llevan a los jóvenes a dejarse seducir por goces elementales, primitivos, como la embriaguez del alcohol, de la velocidad, del sexo mercantilizado (nivel 1), que se halla muy alejada de las fuentes de la verdadera felicidad (niveles 2, 3 y 4). Por esta profunda razón, una de las claves más lúcidas de una verdadera formación consiste en descubrir que hay, en nuestra vida, formas de gozo profundo que no sólo no nos destruyen sino que nos elevan a lo mejor de nosotros mismos…
- Aparte de las áreas a que antes aludió, ¿puede decirse que otras áreas, por ejemplo la literatura y el cine, presentan también un gran valor formativo?
- Indudablemente. La mayoría de las obras literarias y cinematográficas de gran calidad nos presentan de forma impresionante los dos grandes procesos que podemos seguir en la vida: los de vértigo y los de éxtasis. El que conoce bien la estructura de estos procesos - ampliamente analizados en la Escuela de Pensamiento y Creatividad-, puede penetrar hasta el núcleo de tales obras. Al hacerlo, se afirma en la convicción de que a través de los procesos de éxtasis o encuentro nos construimos, y a través del proceso de vértigo o fascinación nos destruimos y hundimos en la amargura. Obras geniales como El burlador de Sevilla de Tirso de Molina y el Don Giovanni de Mozart podemos comprenderlas a fondo si las vemos a esta luz. La fecunda lección de ética que con ello recibimos se nos graba de forma indeleble en nuestro interior.
- Todo lo dicho nos permite concluir que hay una forma eficaz de superar la “emergencia educativa”.
- Sin la menor duda. Lo urgente ahora es no perder tiempo en diagnosticar el mal que nos acosa, sino de poner en juego los métodos de formación que se muestren verdaderamente eficaces. Por mi parte, pongo uno a disposición de quienes deseen pasar del lamento a una labor de reestructuración eficaz de los procesos formativos (2).
(1) Cf. L´énergíe spirituelle, PUF, París 1944, 32 ed., p. 23.
(2) Las ideas expuestas en esta entrevista son ampliamente explanadas en mi obra: Enseñanza escolar y formación humana, vol. V de la Biblioteca del Educador, Puerto de Palos, Buenos Aires, 2005; obra reeditada en 2011 por la editorial Corinter de México.
- Y para coronar el circuito educativo, llegamos a la Ética y la Religión. Veamos, primero, la relación de las áreas antedichas con la Ética.
- Acabamos de ver que las diferentes áreas destacan, de una forma u otra, la importancia y la valía de la relación. Ello impresiona al alumno. Pero conviene que éste saque el máximo provecho de tal asombro para su formación como persona. Eso sucederá si en el centro escolar se imparte una asignatura -titulada, por ejemplo, Ética o bien Formación humana- que explique en pormenor el papel de la relación en el proceso del desarrollo humano. Cuando un alumno, tras descubrir lo que significa la relación en la ciencia y el arte, oiga decir al profesor de Ética que los seres humanos somos “seres de encuentro” y, consiguientemente, el “ideal de nuestra vida es fundar modos valiosos de unidad, es decir, de encuentro”, dirá para sí : ¿Cómo iba a ser de otro modo si todo el universo está fundado en la relación y nuestras obras culturales más excelsas son tramas de relaciones?”
Al oír que, para crecer como personas, debemos vincular libertad y normas, libertad y estructuras, independencia y solidaridad..., el alumno no se dejará llevar por la tendencia actual a considerar las estructuras y las normas como una camisa de fuerza impuesta a la espontaneidad de la conducta humana. Sabrá entender esos pares de conceptos como contrastes, no como dilemas, pues aprendió en diversas clases que la estructura, bien entendida, es principio de vida, y la norma -si es juiciosa y fecunda- ofrece un cauce a la libertad humana para subir al nivel 2, adquirir la condición de libertad creativa y desarrollar sus mejores posibilidades.
Ahora vemos con claridad que los distintos profesores, sin hablar directamente de ética o de axiología, han preparado al alumno para penetrar a fondo en el núcleo de la doctrina ética. Además de transmitir unas enseñanzas, han situado al alumno en la perspectiva adecuada para penetrar en el reducto último de la existencia, que es la relación. Esa perspectiva es la propia del pensamiento relacional. A partir de ella es posible levantar todo el edificio de la formación humana.
- Nos queda, por último, la Religión
- Efectivamente. A través de las distintas asignaturas, el alumno ha ido viendo el poderío, la significación excepcional de la relación en el universo y en la vida humana. Figurémonos la impresión que recibirá al oír proclamar en la clase de religión que el Dios Creador de cielo y tierra se define como amor. Frente a quienes ven al Creador como un ser todopoderoso alejado del mundo y de los hombres, el alumno descubre, a la luz del concepto de relación, que el amor no alude sólo a un dulce lazo de amistad, sino que vincula la omnipotencia del Creador, la existencia del cosmos y la intimidad de las personas.
Con este método, se ve todo el universo en su raíz, y se capta el sentido último de cuanto existe. Pensemos, por ejemplo, en dos jóvenes que se casan y crean una forma eminente de unidad personal. Por sencilla que sea la boda, viven la importancia enigmática de la unidad y se convierten en portavoces del universo. El astro, al recorrer su órbita, da gloria al Creador pero no lo sabe. Lo mismo la flor, al expandir su perfume y exhibir sus bellas formas y permanecer así en unidad ecológica con el universo. Quien lo sabe y debe quererlo es el ser humano. Todo ser humano nace en unidad con el conjunto del cosmos; está sometido a diversos tipos de campos: gravitatorios, electromagnéticos, etc. Luego debe hacerse cargo de que tiene el privilegio no sólo de vivir en unidad sino de crear nuevas formas de unidad. Al hacerlo, participa en la gran tarea de la creación y, de alguna forma, la culmina. De ahí la alegría desbordante de las bodas, de la emisión de los votos religiosos, de todos los momentos en los que se crean formas eminentes de unidad entre los hombres. Según el gran Henri Bergson, “la alegría anuncia siempre que la vida ha triunfado” (1). No hay mayor triunfo que crear formas elevadas de unidad. Por el contrario, no hay mayor tristeza que romper la unidad, pues quien lo hace actúa a contrapelo de la obra creadora y la desdora gravemente.
- Impresiona descubrir las perspectivas que se nos abren cuando vemos las cosas así
- Por eso da pena observar que, bajo pretexto de hacer más felices a las gentes, la vida es banalizada a diario por corrientes y modas que llevan a los jóvenes a dejarse seducir por goces elementales, primitivos, como la embriaguez del alcohol, de la velocidad, del sexo mercantilizado (nivel 1), que se halla muy alejada de las fuentes de la verdadera felicidad (niveles 2, 3 y 4). Por esta profunda razón, una de las claves más lúcidas de una verdadera formación consiste en descubrir que hay, en nuestra vida, formas de gozo profundo que no sólo no nos destruyen sino que nos elevan a lo mejor de nosotros mismos…
- Aparte de las áreas a que antes aludió, ¿puede decirse que otras áreas, por ejemplo la literatura y el cine, presentan también un gran valor formativo?
- Indudablemente. La mayoría de las obras literarias y cinematográficas de gran calidad nos presentan de forma impresionante los dos grandes procesos que podemos seguir en la vida: los de vértigo y los de éxtasis. El que conoce bien la estructura de estos procesos - ampliamente analizados en la Escuela de Pensamiento y Creatividad-, puede penetrar hasta el núcleo de tales obras. Al hacerlo, se afirma en la convicción de que a través de los procesos de éxtasis o encuentro nos construimos, y a través del proceso de vértigo o fascinación nos destruimos y hundimos en la amargura. Obras geniales como El burlador de Sevilla de Tirso de Molina y el Don Giovanni de Mozart podemos comprenderlas a fondo si las vemos a esta luz. La fecunda lección de ética que con ello recibimos se nos graba de forma indeleble en nuestro interior.
- Todo lo dicho nos permite concluir que hay una forma eficaz de superar la “emergencia educativa”.
- Sin la menor duda. Lo urgente ahora es no perder tiempo en diagnosticar el mal que nos acosa, sino de poner en juego los métodos de formación que se muestren verdaderamente eficaces. Por mi parte, pongo uno a disposición de quienes deseen pasar del lamento a una labor de reestructuración eficaz de los procesos formativos (2).
(1) Cf. L´énergíe spirituelle, PUF, París 1944, 32 ed., p. 23.
(2) Las ideas expuestas en esta entrevista son ampliamente explanadas en mi obra: Enseñanza escolar y formación humana, vol. V de la Biblioteca del Educador, Puerto de Palos, Buenos Aires, 2005; obra reeditada en 2011 por la editorial Corinter de México.