1. En busca de una metodología filosófica precisa
Una vez terminados -en la Universidad Complutense de Madrid- los estudios de licenciatura en filosofía, me trasladé a Alemania para elaborar una tesis doctoral sobre Antropología filosófica, especialmente la fenomenológica y la dialógica. Comencé mi labor investigando el alcance que tiene la defensa de las realidades "inobjetivas" (ungegenständliche, Jaspers) por parte de los pensadores existenciales (Karl Jaspers, Gabriel Marcel, Martin Heidegger) y de las realidades "dialógicas" por parte de los pensadores dialógicos o personalistas (sobre todo, Ferdinand Ebner, Martin Buber, Romano Guardini). (Cf. Metodología de lo suprasensible; El triángulo hermenéutico; Cinco grandes tareas de la filosofía actual; El poder del diálogo y del encuentro).
El cultivo del pensamiento relacional
El pensamiento existencial destacó el carácter abierto y creativo de las realidades "inobjetivas", frente a la condición estática e incomprometida de las realidades "objetivas". El hombre ha de ser concebido como un ser inserto activamente en el entorno mundano. Es un “Sein in der Welt”, un “être au monde”, entendidas las preposiciones espaciales “in” y “au” en sentido dinámico interactivo.
El pensamiento dialógico subrayó la necesidad de considerar el yo como una realidad abierta al tú, y descubrir que ambos se constituyen en tales en el campo de relación que se abre entre ellos cuando se relacionan de forma creativa y se encuentran, en sentido riguroso. Esa apertura del yo al tú constituye una forma elevada de unidad que hace posible un modo de pensamiento relacional o "en suspensión" (Jaspers), mediante la aplicación del esquema "yo-tú", no del esquema "yo-ello" (Ebner, Buber).
Una vez analizados cuidadosamente los conceptos de “realidad abierta” -o “ámbito”- y “pensamiento relacional”, llegué a la conclusión de que la fecundidad del pensamiento existencial y el dialógico se acrecentará notablemente si encauzamos nuestro estudio del hombre mediante el esquema "yo-ámbito", que incluye el esquema "yo-tú" y abarca, además, la relación del hombre con multitud de realidades que no son ni objetos ni sujetos, sino “ámbitos de realidad” o, sencillamente, “ámbitos”. Lo que significan exactamente los “ámbitos” y el papel que están llamados a jugar en nuestro proceso de crecimiento personal hemos de descubrirlo próximamente, a lo largo de las experiencias que vamos a realizar.
Al descubrir los ámbitos y el pensamiento relacional, se me abrieron amplias posibilidades para asumir los mejores logros de la antropología filosófica del fecundo período de entreguerras (1918-1939) y sacar pleno partido de ellos. Pero un contratiempo frenó mi marcha investigadora. Al iniciar la redacción de la tesis, observé que el sentido de los vocablos se difractaba cuando hincaba la atención en él para precisarlo debidamente y daba lugar a diversos sentidos. Esto me obligó a explicar en notas el sentido preciso de cada término básico que usaba: objetivo, inobjetivo, relación, relacional, estar en, ser con, participar, intuición intelectual… Las notas se ampliaron y hube de pasarlas a apéndices. Los apéndices se incrementaron y acabaron fagocitando el texto. De este modo, la tesis de antropología acabó siendo de metodología, no por una determinación mía sino por exigencias de la realidad estudiada.
Necesidad de una mayor precisión en el lenguaje
Al analizar detenidamente diversos escritos de autores contemporáneos advertí que, a menudo, carecen de finura y precisión en el uso del lenguaje.
• Se habla de “la” libertad, cuando es obvio que existen modos diversos de libertad.
• Se alude profusamente a “la” presencia, dejando de lado que existen modos distintos de presencia.
• Se escribe una y otra vez acerca de “lo” objetivo, a pesar de que el término “objetividad”, sin variar su significado básico, presenta toda una gama de sentidos distintos, a poco que ejercitemos una inteligencia madura, dotada de largo alcance, amplitud y profundidad.
• Se da por hecho que los vocablos inmediatez y distancia significan siempre lo mismo. Con sólo afinar un poco el análisis, pude distinguir hasta dieciséis modos diferentes de distancia e inmediatez, y, por consiguiente, de presencia. Al vincular estos modos distintos de inmediatez, distancia y presencia, surgen dieciséis tipos distintos de “triángulos hermenéuticos”. (Cf. El triángulo hermenéutico, Editora Nacional, Madrid 1971, págs. 59-115).
Esta falta de precisión impide superar ciertas aparentes oposiciones y paradojas. Así, se afirma que la libertad y las normas se oponen siempre, olvidando el hecho decisivo de que en el nivel 2 se complementan y enriquecen. A diario advertía, por ejemplo, que en la experiencia artística de interpretación musical no sólo no se oponen libertad y normas sino que, a mayor obediencia a las normas, más libre se siente el buen intérprete. (Libre con libertad creativa, propia del nivel 2, no con libertad de maniobra, perteneciente al nivel 1). Y me sentía interiormente incómodo al no poder aceptar que se diera por consabido algo que nos empobrece gravemente como personas.
Esto explica que, al redactar libros y preparar cursos y conferencias, mi empeño fuera realizar análisis aquilatados, finos, a ser posible orfebrescos, frente a una extendida forma de pensar imprecisa, gruesa, basta. Estas formas de pensamiento poco evolucionadas en el sentido metodológico me sugerían siempre la imagen de un hacha de leñador. Con este utensilio se pueden hacer muchas cosas, por ejemplo abatir un árbol en el bosque; pero ni el mejor relojero podría arreglar con ella un reloj. Procuré, por ello, en todo momento distinguir el significado de cada término y sus diversos sentidos. Desde el principio, el término “objetivo” y sus derivados se mostró especialmente plurisignificativo, proteico, y hube de someterlo en la tesis a cuidadosos análisis.
La intuición intelectual inmediata-indirecta
Aparte de los conceptos de lo objetivo, la presencia y la libertad, debí aquilatar con sumo cuidado la idea de la intuición intelectual, y concluí que podemos admitir la existencia de tal intuición con tal de entenderla como inmediata e indirecta a la vez. Esta solución me vino facilitada por el análisis de los fenómenos expresivos, que nos enseñan a integrar diversos niveles de realidad. Aquí me prestó gran ayuda la experiencia estética. Cada obra de arte bien lograda presenta al menos ocho niveles de realidad. Para contemplar dicha obra, hemos de integrar todos estos niveles de abajo arriba y de arriba abajo. Sólo así nos adentramos en el mundo expresivo de la obra. El sentido preciso del concepto de “integrar” habremos de precisarlo cuidadosamente. (Cf. La experiencia estética y su poder expresivo, Universidad de Deusto, Bilbao 32010, págs. 233-279).
Cuando entramos en contacto con una realidad expresiva, nos unimos inmediatamente con la realidad que se expresa, por ejemplo el Concierto para clarinete de Mozart; pero lo hacemos de modo indirecto, en el medio expresivo de lo sensible. No digo “a través” de los medios sensibles sonoros, sino “en” ellos, pues la realidad que se expresa no se halla “por detrás” o “más allá” de la realidad expresiva. Se hace presente en ella, por cuanto la configura, la estructura, le da vida. En virtud de esto, el hecho de ser indirecta la intuición no le impide ser inmediata, pues no la distiende en el tiempo. Desde el principio y en todo momento me siento unido profundamente con dicho Concierto, pero lo estoy en el cuerpo sensible de los sonidos y las formas, que me ponen -discursivamente- en presencia inmediata de tal realidad artística. Si no estuviera presente desde el principio y en todo momento a dicha realidad -con lo que tiene de carácter singular y único, de poder de iniciativa y capacidad expresiva-, no podría llegar a conocerla, le sería siempre externo, me quedaría fuera de su recinto interior; no establecería nunca una relación de intimidad con ella.
NOTA. El tema de la intuición lo amplío un tanto en el trabajo ofrecido en la sección “Conferencias y artículos”, con el título: “Intuición intelectual inmediata-indirecta”.
II. Descubrimiento de las doce fases del desarrollo humano
Nos hemos propuesto aprender a pensar con rigor, de forma ajustada a cada tipo de realidad. Ahora vamos a realizar ese aprendizaje por vía de experiencia, recorriendo las doce fases de nuestro proceso de desarrollo. Procederemos de modo sencillo y realista, a base de experiencias basadas en evidencias de la vida cotidiana. Articularemos cuidadosamente las experiencias que hagamos, para dejar patente la ordenación interna de nuestra vida personal. De cuando en cuando tomaremos nota de los logros que vayamos consiguiendo en orden a pensar de modo aquilatado y realizarnos como personas. El que colabore en esta actividad se introducirá de lleno en el ámbito de un pensamiento dinámico y comprometido, de cuya fecundidad seremos inmediatamente testigos de primera mano.
Las etapas de esta múltiple experiencia pueden visualizarse en el gráfico siguiente, que debe leerse de abajo arriba. Hasta el descubrimiento quinto, ponemos las bases de la formación. Una vez que descubramos el ideal de la unidad, realizaremos de forma rápida y profunda los siete últimos descubrimientos de nuestro proceso de desarrollo personal. Esto nos permitirá descubrir la razón profunda de la importancia que, según la psicología actual, presentan el encuentro y el ideal de la unidad en nuestra formación ética.
Una vez terminados -en la Universidad Complutense de Madrid- los estudios de licenciatura en filosofía, me trasladé a Alemania para elaborar una tesis doctoral sobre Antropología filosófica, especialmente la fenomenológica y la dialógica. Comencé mi labor investigando el alcance que tiene la defensa de las realidades "inobjetivas" (ungegenständliche, Jaspers) por parte de los pensadores existenciales (Karl Jaspers, Gabriel Marcel, Martin Heidegger) y de las realidades "dialógicas" por parte de los pensadores dialógicos o personalistas (sobre todo, Ferdinand Ebner, Martin Buber, Romano Guardini). (Cf. Metodología de lo suprasensible; El triángulo hermenéutico; Cinco grandes tareas de la filosofía actual; El poder del diálogo y del encuentro).
El cultivo del pensamiento relacional
El pensamiento existencial destacó el carácter abierto y creativo de las realidades "inobjetivas", frente a la condición estática e incomprometida de las realidades "objetivas". El hombre ha de ser concebido como un ser inserto activamente en el entorno mundano. Es un “Sein in der Welt”, un “être au monde”, entendidas las preposiciones espaciales “in” y “au” en sentido dinámico interactivo.
El pensamiento dialógico subrayó la necesidad de considerar el yo como una realidad abierta al tú, y descubrir que ambos se constituyen en tales en el campo de relación que se abre entre ellos cuando se relacionan de forma creativa y se encuentran, en sentido riguroso. Esa apertura del yo al tú constituye una forma elevada de unidad que hace posible un modo de pensamiento relacional o "en suspensión" (Jaspers), mediante la aplicación del esquema "yo-tú", no del esquema "yo-ello" (Ebner, Buber).
Una vez analizados cuidadosamente los conceptos de “realidad abierta” -o “ámbito”- y “pensamiento relacional”, llegué a la conclusión de que la fecundidad del pensamiento existencial y el dialógico se acrecentará notablemente si encauzamos nuestro estudio del hombre mediante el esquema "yo-ámbito", que incluye el esquema "yo-tú" y abarca, además, la relación del hombre con multitud de realidades que no son ni objetos ni sujetos, sino “ámbitos de realidad” o, sencillamente, “ámbitos”. Lo que significan exactamente los “ámbitos” y el papel que están llamados a jugar en nuestro proceso de crecimiento personal hemos de descubrirlo próximamente, a lo largo de las experiencias que vamos a realizar.
Al descubrir los ámbitos y el pensamiento relacional, se me abrieron amplias posibilidades para asumir los mejores logros de la antropología filosófica del fecundo período de entreguerras (1918-1939) y sacar pleno partido de ellos. Pero un contratiempo frenó mi marcha investigadora. Al iniciar la redacción de la tesis, observé que el sentido de los vocablos se difractaba cuando hincaba la atención en él para precisarlo debidamente y daba lugar a diversos sentidos. Esto me obligó a explicar en notas el sentido preciso de cada término básico que usaba: objetivo, inobjetivo, relación, relacional, estar en, ser con, participar, intuición intelectual… Las notas se ampliaron y hube de pasarlas a apéndices. Los apéndices se incrementaron y acabaron fagocitando el texto. De este modo, la tesis de antropología acabó siendo de metodología, no por una determinación mía sino por exigencias de la realidad estudiada.
Necesidad de una mayor precisión en el lenguaje
Al analizar detenidamente diversos escritos de autores contemporáneos advertí que, a menudo, carecen de finura y precisión en el uso del lenguaje.
• Se habla de “la” libertad, cuando es obvio que existen modos diversos de libertad.
• Se alude profusamente a “la” presencia, dejando de lado que existen modos distintos de presencia.
• Se escribe una y otra vez acerca de “lo” objetivo, a pesar de que el término “objetividad”, sin variar su significado básico, presenta toda una gama de sentidos distintos, a poco que ejercitemos una inteligencia madura, dotada de largo alcance, amplitud y profundidad.
• Se da por hecho que los vocablos inmediatez y distancia significan siempre lo mismo. Con sólo afinar un poco el análisis, pude distinguir hasta dieciséis modos diferentes de distancia e inmediatez, y, por consiguiente, de presencia. Al vincular estos modos distintos de inmediatez, distancia y presencia, surgen dieciséis tipos distintos de “triángulos hermenéuticos”. (Cf. El triángulo hermenéutico, Editora Nacional, Madrid 1971, págs. 59-115).
Esta falta de precisión impide superar ciertas aparentes oposiciones y paradojas. Así, se afirma que la libertad y las normas se oponen siempre, olvidando el hecho decisivo de que en el nivel 2 se complementan y enriquecen. A diario advertía, por ejemplo, que en la experiencia artística de interpretación musical no sólo no se oponen libertad y normas sino que, a mayor obediencia a las normas, más libre se siente el buen intérprete. (Libre con libertad creativa, propia del nivel 2, no con libertad de maniobra, perteneciente al nivel 1). Y me sentía interiormente incómodo al no poder aceptar que se diera por consabido algo que nos empobrece gravemente como personas.
Esto explica que, al redactar libros y preparar cursos y conferencias, mi empeño fuera realizar análisis aquilatados, finos, a ser posible orfebrescos, frente a una extendida forma de pensar imprecisa, gruesa, basta. Estas formas de pensamiento poco evolucionadas en el sentido metodológico me sugerían siempre la imagen de un hacha de leñador. Con este utensilio se pueden hacer muchas cosas, por ejemplo abatir un árbol en el bosque; pero ni el mejor relojero podría arreglar con ella un reloj. Procuré, por ello, en todo momento distinguir el significado de cada término y sus diversos sentidos. Desde el principio, el término “objetivo” y sus derivados se mostró especialmente plurisignificativo, proteico, y hube de someterlo en la tesis a cuidadosos análisis.
La intuición intelectual inmediata-indirecta
Aparte de los conceptos de lo objetivo, la presencia y la libertad, debí aquilatar con sumo cuidado la idea de la intuición intelectual, y concluí que podemos admitir la existencia de tal intuición con tal de entenderla como inmediata e indirecta a la vez. Esta solución me vino facilitada por el análisis de los fenómenos expresivos, que nos enseñan a integrar diversos niveles de realidad. Aquí me prestó gran ayuda la experiencia estética. Cada obra de arte bien lograda presenta al menos ocho niveles de realidad. Para contemplar dicha obra, hemos de integrar todos estos niveles de abajo arriba y de arriba abajo. Sólo así nos adentramos en el mundo expresivo de la obra. El sentido preciso del concepto de “integrar” habremos de precisarlo cuidadosamente. (Cf. La experiencia estética y su poder expresivo, Universidad de Deusto, Bilbao 32010, págs. 233-279).
Cuando entramos en contacto con una realidad expresiva, nos unimos inmediatamente con la realidad que se expresa, por ejemplo el Concierto para clarinete de Mozart; pero lo hacemos de modo indirecto, en el medio expresivo de lo sensible. No digo “a través” de los medios sensibles sonoros, sino “en” ellos, pues la realidad que se expresa no se halla “por detrás” o “más allá” de la realidad expresiva. Se hace presente en ella, por cuanto la configura, la estructura, le da vida. En virtud de esto, el hecho de ser indirecta la intuición no le impide ser inmediata, pues no la distiende en el tiempo. Desde el principio y en todo momento me siento unido profundamente con dicho Concierto, pero lo estoy en el cuerpo sensible de los sonidos y las formas, que me ponen -discursivamente- en presencia inmediata de tal realidad artística. Si no estuviera presente desde el principio y en todo momento a dicha realidad -con lo que tiene de carácter singular y único, de poder de iniciativa y capacidad expresiva-, no podría llegar a conocerla, le sería siempre externo, me quedaría fuera de su recinto interior; no establecería nunca una relación de intimidad con ella.
NOTA. El tema de la intuición lo amplío un tanto en el trabajo ofrecido en la sección “Conferencias y artículos”, con el título: “Intuición intelectual inmediata-indirecta”.
II. Descubrimiento de las doce fases del desarrollo humano
Nos hemos propuesto aprender a pensar con rigor, de forma ajustada a cada tipo de realidad. Ahora vamos a realizar ese aprendizaje por vía de experiencia, recorriendo las doce fases de nuestro proceso de desarrollo. Procederemos de modo sencillo y realista, a base de experiencias basadas en evidencias de la vida cotidiana. Articularemos cuidadosamente las experiencias que hagamos, para dejar patente la ordenación interna de nuestra vida personal. De cuando en cuando tomaremos nota de los logros que vayamos consiguiendo en orden a pensar de modo aquilatado y realizarnos como personas. El que colabore en esta actividad se introducirá de lleno en el ámbito de un pensamiento dinámico y comprometido, de cuya fecundidad seremos inmediatamente testigos de primera mano.
Las etapas de esta múltiple experiencia pueden visualizarse en el gráfico siguiente, que debe leerse de abajo arriba. Hasta el descubrimiento quinto, ponemos las bases de la formación. Una vez que descubramos el ideal de la unidad, realizaremos de forma rápida y profunda los siete últimos descubrimientos de nuestro proceso de desarrollo personal. Esto nos permitirá descubrir la razón profunda de la importancia que, según la psicología actual, presentan el encuentro y el ideal de la unidad en nuestra formación ética.
Primera fase: Descubrimiento de las realidades abiertas o “ámbitos”
La primera tarea que debemos realizar en nuestro recorrido hacia la madurez personal consiste en aprender a mirar a nuestro alrededor. Si procedemos con cuidado, observamos que hay realidades cerradas y realidades abiertas. Realidad cerrada es la que está ahí sin tener relación alguna conmigo; por ejemplo, una tabla cuadrada que conservo en el desván. En este momento no me ofrece posibilidad alguna para realizar la actividad que tengo entre manos. La veo, por tanto, como un mero «objeto», una realidad cerrada. (Recordemos que el término «objeto» procede del verbo latino «objacere» -estar ahí enfrente-, que se convierte en «objicere», del que procede el participio «objectum»).
Pero figurémonos que pinto en la tabla unos cuadraditos en blanco y negro. Con esta sencilla operación la convierto en tablero de juego. He aquí la primera transformación. La tabla se ha convertido en realidad abierta, porque ahora, como tablero, es capaz de ofrecernos posibilidades para jugar en ella al ajedrez o a las damas. Es una realidad que se abre a nosotros para permitirnos hacer juego, crear jugadas, tender a una meta, ejercitar la imaginación... Por ser una realidad abierta y abarcar cierto campo, vamos a llamarle ámbito de realidad, o sencillamente ámbito (1). Como tal, tiene un rango superior a la tabla vista como objeto.
He transformado la realidad; o mejor: la he transfigurado, por elevarla a un nivel más alto. Ahora debo transfigurar también mi actitud respecto a ella. Con la tabla puedo hacer lo que quiera: venderla, canjearla, manejarla a mi gusto, porque para mí es sencillamente un objeto: una realidad delimitable, pesable, agarrable, situable en un lugar o en otro. Dispongo, respecto a ella, de libertad de maniobra, libertad para manejarla a mi arbitrio. En cambio, con el tablero en cuanto tal -es decir, en cuanto estoy jugando en él un determinado juego-, no me es lícito actuar arbitrariamente; he de respetar las normas que dicta el reglamento respecto a la forma de moverse cada ficha sobre el tablero. Mi actitud no ha de ser de dominio, manejo y disfrute -como sucede con la tabla-, sino de respeto, estima y colaboración.
Adquiero, así, una forma superior de libertad, la libertad creativa, libertad para crear un determinado juego, no para hacer sencillamente lo que me guste. Si convenimos en que la tabla como objeto y mi actitud respecto a ella pertenecen al nivel 1, el tablero -como campo de juego-, mi actitud de colaboración respetuosa y mi libertad creativa para asumir el reglamento del juego y darle vida presentan una categoría superior; son propias del nivel 2.
Subrayemos la riqueza interna de la actividad que acabamos de realizar:
• Hemos descubierto dos tipos de realidades -las realidades cerradas y las abiertas, los objetos y los ámbitos- y dos actitudes distintas respecto a ellas: la actitud de simple manejo y la de colaboración respetuosa.
• Hemos vivido dos transfiguraciones y dos ascensos de nivel.
• Al ascender del nivel 1 al nivel 2, nos liberamos del apego a las realidades dominables -que siempre se hallan fuera de nosotros- y ganamos un modo superior de libertad, la libertad creativa.
• Con ello adquirimos la posibilidad de unirnos de forma más estrecha con las realidades del entorno. La relación que puedo tener con un tablero de juego es más intensa que con la tabla, ya que jugar es crear relaciones entrañables de colaboración.
Del ejercicio de este cuádruple poder transfigurador arranca toda nuestra vida ética, es decir, cuanto hacemos para configurar nuestro modo de ser, esa especie de segunda naturaleza o êthos que vamos modelando a través de los actos que realizamos y los hábitos que adquirimos (2). Notemos, desde el principio, que esta labor de modelación y configuración depende, en buena medida, del incremento de la calidad de las formas de unión que podemos crear con los seres del entorno. De ahí la importancia de ver cómo, a medida que aumentamos nuestro conocimiento de tales seres y vivimos las transfiguraciones que ellos suscitan, vamos adquiriendo la posibilidad de unirnos a ellos con tipos de unidad superiores. Crear estas formas de unidad es la meta de la cultura, bien entendida (3).
Hemos empezado a descubrir los distintos niveles de realidad y de conducta en que podemos movernos. No podemos imaginarnos la fecundidad que tendrá este descubrimiento para conocer a fondo el sentido y el alcance de nuestra vida, en sus distintas vertientes: la actividad cultural, la experiencia amorosa, la tensión simbólica hacia realidades de alta calidad...
Segunda fase: Descubrimiento de las experiencias reversibles
Demos un paso adelante en nuestro camino de transfiguraciones. De modo semejante a la tabla, un fajo de papel pautado que se halla en una papelería es un objeto. Si escribo en él una composición musical, transformo el fajo de papel en una partitura, y lo elevo del nivel 1 al nivel 2. El fajo de papel es mío, lo poseo, puedo utilizarlo para cualquier fin: escribir en él, abanicarme, encender una estufa... Lo trato con actitud de dominio y lo manejo a mi arbitrio como un medio para mis fines. Pertenece al nivel 1. Pero, si ese fajo de papel se convierte en partitura, y tomo ésta como guía para interpretar la obra que se expresa en ella, debo respetarla al máximo, colaborar con ella, serle fiel, ajustar mi acción a las normas que ella me da. Estamos en el nivel 2.
• Otra vez hemos transfigurado una realidad y nuestra actitud respecto a ella.
• Con ello, hemos vivido una liberación interior; hemos convertido la libertad de maniobra -la capacidad de actuar a nuestro arbitrio- en libertad creativa, libertad para crear una realidad valiosa, la obra interpretada.
• Hemos ganado, así, un modo más valioso de relación con dos realidades del entorno: la partitura y la obra musical expresada en ella. La tabla está siempre fuera de mí. El tablero, cuando sirve de base al juego que realizo, deja de estar fuera de mí pues me ofrece posibilidades de juego que yo asumo como propias. En un nivel superior, la partitura -en cuanto expresión viva de una obra- puedo asumirla como el impulso interior de mi acción interpretativa y la convierto en algo íntimo a mí.
Una experiencia semejante a la de la partitura podemos realizarla con un libro. Alguien me habla de un poema que figura en él. Es para mí algo que está ahí. Sé que es una obra literaria, pero no me preocupo de asumir las posibilidades que me ofrece y darle vida; la tomo como una realidad más de mi entorno, y queda situada en mi mente al lado de las mesas, las plumas, el ordenador, los libros... El poema lo considero, en este momento, casi como un objeto, una realidad que se halla en mi entorno pero no se relaciona conmigo activamente, ni yo con él. Está a mi lado físicamente, pero alejado espiritualmente, al modo de las realidades cerradas u objetos. Mas un día abro el libro y aprendo el poema de memoria, es decir, «de corazón» -«par coeur», «by heart», como dicen expresivamente los franceses e ingleses-; asumo las posibilidades estéticas que alberga y lo declamo creativamente, dándole el tipo de vida que el autor quiso otorgarle. En ese momento, el poema actúa sobre mí, me nutre espiritualmente, y yo configuro el poema, lo doto de un cuerpo sonoro, le doy el ritmo debido, le otorgo vibración humana. Esa experiencia de declamación no es meramente lineal, pues no actúo yo solo en ella. Es una experiencia reversible, bidireccional, porque ambos nos influimos mutuamente: El poema influye sobre mí y yo sobre el poema.
Subrayemos los cambios realizados:
• Cambió el poema -y, con él, el libro que lo ofrece-: pasó de ser algo ajeno a mí a constituirse en principio interno de mi actuación;
• cambió mi actitud respecto a él: pasó de ser pasiva a ser colaboradora;
• cambió el tipo de experiencia realizada; pasó de ser lineal, dominadora, unidireccional, -como es la que tengo con un libro cuando lo considero como algo material que puedo manejar a mi arbitrio desde fuera- a ser reversible, bidireccional, respetuosa;
• surgió una forma nueva, maravillosa, de unión con el poema -y con el libro, visto como obra cultural, que se dirige a mí y me apela-: la unión de intimidad. Antes de entrar en relación con el poema, éste era distinto de mí, distante, externo, extraño, ajeno. Al asumir sus posibilidades estéticas y declamarlo, se me vuelve íntimo, sin dejar de ser distinto, pues nada nos es más íntimo que aquello que nos impulsa a actuar y da sentido a nuestra actividad. De esta forma, el poema deja de estar fuera de mí, en un lugar exterior a mí. Él y yo formamos un mismo campo de juego. En eso consiste ser íntimos. La unión de intimidad sólo es posible en el nivel 2, el de la creatividad y las experiencias reversibles, bidireccionales, en las que dos realidades abiertas se influyen mutuamente en nivel de igualdad. El poema influye en el declamador, ofreciéndole ciertas posibilidades expresivas y un mensaje personal; el declamador influye sobre el poema otorgándole ritmo, sonoridad, vibración humana. Se trata de un influjo mutuo, el propio de las relaciones creativas.
• Esta transfiguración de lo externo, extraño y ajeno en íntimo da lugar a una forma [eminentede unión]i. Ningún tipo de unión con un objeto alcanza el carácter entrañable que adquirimos al formar un campo de juego con una realidad abierta, que nos ofrece posibilidades creativas. Es una forma de participación creativa, por cuanto en ella damos vida a obras culturales y nos hacemos contemporáneos de sus autores.
Al asumir fielmente las posibilidades que me ofrece un poema, me atengo a él, le soy fiel, lo tomo como una norma que me guía, y justamente entonces me siento inmensamente libre, libre para crearlo de nuevo, darle vida, llevarlo a su máximo grado de expresividad. Fijémonos en el modo de transfiguración y liberación que se opera aquí: los términos libertad y norma son entendidos de modo tan profundo que dejan de oponerse entre sí y pasan a complementarse. En el nivel 2, la libertad que cuenta es la libertad creativa. La norma que nos interesa es la que procede de alguien que tiene autoridad, es decir, capacidad de promocionar nuestra vida en algún aspecto (4). Un declamador literario, un intérprete musical, un actor de teatro... se sienten tanto más libres cuanto más fieles son a los textos literarios y a las partituras musicales. No se trata de una paradoja, sino de algo perfectamente lógico en el nivel 2, el nivel de la creatividad y las experiencias reversibles, de doble dirección.
Cuando actuamos creativamente (es decir, cuando asumimos de forma activa las posibilidades que nos da una obra -literaria, musical, coreográfica, teatral...-), convertimos el dilema «libertad-norma» en un contraste enriquecedor. La relación sumisa de la libertad con la norma se transforma, en el nivel 2, en una relación de liberación y enriquecimiento: la norma, asumida como una fuente fecunda de posibilidades, me libera del apego a mi capricho, a mi afán de hacer lo que me apetezca. Amengua, con ello, mi libertad de maniobra, pero incrementa mi libertad creativa -o libertad interior-, libertad para crecer como persona asumiendo normas enriquecedoras. No olvidemos este dato: toda transfiguración va vinculada con una liberación y una forma superior de unidad.
Esto sucede ya al convertir una tabla en tablero. Se perfecciona al realizar las experiencias reversibles de interpretar una obra musical o declamar un poema. El modo más alto lo experimentaremos al realizar la experiencia en la que dos personas entrelazan sus ámbitos de vida para enriquecerse al dar lugar a una realidad nueva: el nosotros.
El descubrimiento de las experiencias reversibles es sumamente prometedor porque nos abre inmensas posibilidades de relación con las realidades más valiosas de nuestro entorno y hace posible el acontecimiento más importante de nuestra vida: el encuentro. Estamos abriéndonos, con asombro, al apasionante mundo de las relaciones. Este descubrimiento ensanchará notablemente nuestros espacios interiores, nuestra visión de la vida y nuestras posibilidades de crecimiento personal.
Ahora empezamos a comprender por dentro el método de búsqueda que estamos siguiendo. No queremos sencillamente aprender algo que se nos comunica. Deseamos descubrirlo nosotros. Para que los lectores descubran conmigo el encuentro, he tenido que invitarles antes a descubrir la diferencia entre objetos y ámbitos, así como la fecundidad de las experiencias reversibles: la declamación de un poema, la interpretación de una obra musical... En estas experiencias hemos descubierto la posibilidad de asumir algo externo como propio, y convertirlo en principio interno de actuación. Con ello, esa realidad distinta, distante, externa, extraña y ajena se convierte en íntima. Al descubrir este nuevo tipo de unión, estamos preparados para comprender, en su génesis, lo que es e implica el encuentro humano: cuáles son sus condiciones, qué frutos reporta, a qué alturas nos eleva.
En los dos primeros descubrimientos que hemos realizado queda patente el nexo entre el aumento de conocimientos y el incremento de las transfiguraciones. Al transformar el papel en partitura, nos vemos instados a transformar nuestra actitud de dominio y manejo interesado en una actitud de respeto, estima y colaboración. Esta actitud nos permite luego convertir el trato interesado con las personas (nivel 1) en relaciones de auténtico encuentro (nivel 2). El encuentro, al otorgarnos sus espléndidos frutos, nos dispone el ánimo para descubrir el ideal de la unidad y optar por él, lo que supone un salto decisivo hacia la madurez personal. Es decisivo porque lleva a perfección el nexo que creamos con las realidades del entorno cuando subimos al nivel 2.
Todo esto hemos de descubrirlo por sus pasos en la aportación siguiente.
(1) El concepto de ámbito es desarrollado en varias de mis obras, sobre todo en Inteligencia creativa y La tolerancia y la manipulación, Rialp, Madrid 2008, 2ª ed. , así como en los tres cursos on line que ofrece la Escuela de Pensamiento y Creatividad. (Información en la web www.escueladepensamientoycreatividad.org
(2) La Ética, como disciplina académica, analiza el ideal que debe presidir el desarrollo del hombre, las leyes que lo rigen, el papel positivo que juegan en él los valores y las virtudes, y el negativo que desempeñan los antivalores o vicios. No ha de estudiar sólo si las costumbres humanas son buenas o malas –es decir, promotoras de crecimiento o provocadoras de decadencia-, como se piensa al interpretar la ética como “moral”, término derivado del vocablo latino “mos” (costumbre), con el que se tradujo la palabra griega “éthos”, con e breve. La Ética –procedente del término griego êthos , con e larga- debe analizar el tipo de “segunda naturaleza” -o modo de ser- que adquirimos a través de nuestro comportamiento, es decir, de nuestra forma de intercambiar posibilidades de todo orden con los seres del entorno.
(3)Sobre este sugestivo tema puede verse mi obra La cultura y el sentido de la vida, Rialp, Madrid 2003, 2ª ed.
(4) Como sabemos, el vocablo «autoridad» procede del verbo latino «augere», que significa promocionar, enriquecer. De él proceden los términos «auctor» (autor) y «auctoritas» (autoridad).
La primera tarea que debemos realizar en nuestro recorrido hacia la madurez personal consiste en aprender a mirar a nuestro alrededor. Si procedemos con cuidado, observamos que hay realidades cerradas y realidades abiertas. Realidad cerrada es la que está ahí sin tener relación alguna conmigo; por ejemplo, una tabla cuadrada que conservo en el desván. En este momento no me ofrece posibilidad alguna para realizar la actividad que tengo entre manos. La veo, por tanto, como un mero «objeto», una realidad cerrada. (Recordemos que el término «objeto» procede del verbo latino «objacere» -estar ahí enfrente-, que se convierte en «objicere», del que procede el participio «objectum»).
Pero figurémonos que pinto en la tabla unos cuadraditos en blanco y negro. Con esta sencilla operación la convierto en tablero de juego. He aquí la primera transformación. La tabla se ha convertido en realidad abierta, porque ahora, como tablero, es capaz de ofrecernos posibilidades para jugar en ella al ajedrez o a las damas. Es una realidad que se abre a nosotros para permitirnos hacer juego, crear jugadas, tender a una meta, ejercitar la imaginación... Por ser una realidad abierta y abarcar cierto campo, vamos a llamarle ámbito de realidad, o sencillamente ámbito (1). Como tal, tiene un rango superior a la tabla vista como objeto.
He transformado la realidad; o mejor: la he transfigurado, por elevarla a un nivel más alto. Ahora debo transfigurar también mi actitud respecto a ella. Con la tabla puedo hacer lo que quiera: venderla, canjearla, manejarla a mi gusto, porque para mí es sencillamente un objeto: una realidad delimitable, pesable, agarrable, situable en un lugar o en otro. Dispongo, respecto a ella, de libertad de maniobra, libertad para manejarla a mi arbitrio. En cambio, con el tablero en cuanto tal -es decir, en cuanto estoy jugando en él un determinado juego-, no me es lícito actuar arbitrariamente; he de respetar las normas que dicta el reglamento respecto a la forma de moverse cada ficha sobre el tablero. Mi actitud no ha de ser de dominio, manejo y disfrute -como sucede con la tabla-, sino de respeto, estima y colaboración.
Adquiero, así, una forma superior de libertad, la libertad creativa, libertad para crear un determinado juego, no para hacer sencillamente lo que me guste. Si convenimos en que la tabla como objeto y mi actitud respecto a ella pertenecen al nivel 1, el tablero -como campo de juego-, mi actitud de colaboración respetuosa y mi libertad creativa para asumir el reglamento del juego y darle vida presentan una categoría superior; son propias del nivel 2.
Subrayemos la riqueza interna de la actividad que acabamos de realizar:
• Hemos descubierto dos tipos de realidades -las realidades cerradas y las abiertas, los objetos y los ámbitos- y dos actitudes distintas respecto a ellas: la actitud de simple manejo y la de colaboración respetuosa.
• Hemos vivido dos transfiguraciones y dos ascensos de nivel.
• Al ascender del nivel 1 al nivel 2, nos liberamos del apego a las realidades dominables -que siempre se hallan fuera de nosotros- y ganamos un modo superior de libertad, la libertad creativa.
• Con ello adquirimos la posibilidad de unirnos de forma más estrecha con las realidades del entorno. La relación que puedo tener con un tablero de juego es más intensa que con la tabla, ya que jugar es crear relaciones entrañables de colaboración.
Del ejercicio de este cuádruple poder transfigurador arranca toda nuestra vida ética, es decir, cuanto hacemos para configurar nuestro modo de ser, esa especie de segunda naturaleza o êthos que vamos modelando a través de los actos que realizamos y los hábitos que adquirimos (2). Notemos, desde el principio, que esta labor de modelación y configuración depende, en buena medida, del incremento de la calidad de las formas de unión que podemos crear con los seres del entorno. De ahí la importancia de ver cómo, a medida que aumentamos nuestro conocimiento de tales seres y vivimos las transfiguraciones que ellos suscitan, vamos adquiriendo la posibilidad de unirnos a ellos con tipos de unidad superiores. Crear estas formas de unidad es la meta de la cultura, bien entendida (3).
Hemos empezado a descubrir los distintos niveles de realidad y de conducta en que podemos movernos. No podemos imaginarnos la fecundidad que tendrá este descubrimiento para conocer a fondo el sentido y el alcance de nuestra vida, en sus distintas vertientes: la actividad cultural, la experiencia amorosa, la tensión simbólica hacia realidades de alta calidad...
Segunda fase: Descubrimiento de las experiencias reversibles
Demos un paso adelante en nuestro camino de transfiguraciones. De modo semejante a la tabla, un fajo de papel pautado que se halla en una papelería es un objeto. Si escribo en él una composición musical, transformo el fajo de papel en una partitura, y lo elevo del nivel 1 al nivel 2. El fajo de papel es mío, lo poseo, puedo utilizarlo para cualquier fin: escribir en él, abanicarme, encender una estufa... Lo trato con actitud de dominio y lo manejo a mi arbitrio como un medio para mis fines. Pertenece al nivel 1. Pero, si ese fajo de papel se convierte en partitura, y tomo ésta como guía para interpretar la obra que se expresa en ella, debo respetarla al máximo, colaborar con ella, serle fiel, ajustar mi acción a las normas que ella me da. Estamos en el nivel 2.
• Otra vez hemos transfigurado una realidad y nuestra actitud respecto a ella.
• Con ello, hemos vivido una liberación interior; hemos convertido la libertad de maniobra -la capacidad de actuar a nuestro arbitrio- en libertad creativa, libertad para crear una realidad valiosa, la obra interpretada.
• Hemos ganado, así, un modo más valioso de relación con dos realidades del entorno: la partitura y la obra musical expresada en ella. La tabla está siempre fuera de mí. El tablero, cuando sirve de base al juego que realizo, deja de estar fuera de mí pues me ofrece posibilidades de juego que yo asumo como propias. En un nivel superior, la partitura -en cuanto expresión viva de una obra- puedo asumirla como el impulso interior de mi acción interpretativa y la convierto en algo íntimo a mí.
Una experiencia semejante a la de la partitura podemos realizarla con un libro. Alguien me habla de un poema que figura en él. Es para mí algo que está ahí. Sé que es una obra literaria, pero no me preocupo de asumir las posibilidades que me ofrece y darle vida; la tomo como una realidad más de mi entorno, y queda situada en mi mente al lado de las mesas, las plumas, el ordenador, los libros... El poema lo considero, en este momento, casi como un objeto, una realidad que se halla en mi entorno pero no se relaciona conmigo activamente, ni yo con él. Está a mi lado físicamente, pero alejado espiritualmente, al modo de las realidades cerradas u objetos. Mas un día abro el libro y aprendo el poema de memoria, es decir, «de corazón» -«par coeur», «by heart», como dicen expresivamente los franceses e ingleses-; asumo las posibilidades estéticas que alberga y lo declamo creativamente, dándole el tipo de vida que el autor quiso otorgarle. En ese momento, el poema actúa sobre mí, me nutre espiritualmente, y yo configuro el poema, lo doto de un cuerpo sonoro, le doy el ritmo debido, le otorgo vibración humana. Esa experiencia de declamación no es meramente lineal, pues no actúo yo solo en ella. Es una experiencia reversible, bidireccional, porque ambos nos influimos mutuamente: El poema influye sobre mí y yo sobre el poema.
Subrayemos los cambios realizados:
• Cambió el poema -y, con él, el libro que lo ofrece-: pasó de ser algo ajeno a mí a constituirse en principio interno de mi actuación;
• cambió mi actitud respecto a él: pasó de ser pasiva a ser colaboradora;
• cambió el tipo de experiencia realizada; pasó de ser lineal, dominadora, unidireccional, -como es la que tengo con un libro cuando lo considero como algo material que puedo manejar a mi arbitrio desde fuera- a ser reversible, bidireccional, respetuosa;
• surgió una forma nueva, maravillosa, de unión con el poema -y con el libro, visto como obra cultural, que se dirige a mí y me apela-: la unión de intimidad. Antes de entrar en relación con el poema, éste era distinto de mí, distante, externo, extraño, ajeno. Al asumir sus posibilidades estéticas y declamarlo, se me vuelve íntimo, sin dejar de ser distinto, pues nada nos es más íntimo que aquello que nos impulsa a actuar y da sentido a nuestra actividad. De esta forma, el poema deja de estar fuera de mí, en un lugar exterior a mí. Él y yo formamos un mismo campo de juego. En eso consiste ser íntimos. La unión de intimidad sólo es posible en el nivel 2, el de la creatividad y las experiencias reversibles, bidireccionales, en las que dos realidades abiertas se influyen mutuamente en nivel de igualdad. El poema influye en el declamador, ofreciéndole ciertas posibilidades expresivas y un mensaje personal; el declamador influye sobre el poema otorgándole ritmo, sonoridad, vibración humana. Se trata de un influjo mutuo, el propio de las relaciones creativas.
• Esta transfiguración de lo externo, extraño y ajeno en íntimo da lugar a una forma [eminentede unión]i. Ningún tipo de unión con un objeto alcanza el carácter entrañable que adquirimos al formar un campo de juego con una realidad abierta, que nos ofrece posibilidades creativas. Es una forma de participación creativa, por cuanto en ella damos vida a obras culturales y nos hacemos contemporáneos de sus autores.
Al asumir fielmente las posibilidades que me ofrece un poema, me atengo a él, le soy fiel, lo tomo como una norma que me guía, y justamente entonces me siento inmensamente libre, libre para crearlo de nuevo, darle vida, llevarlo a su máximo grado de expresividad. Fijémonos en el modo de transfiguración y liberación que se opera aquí: los términos libertad y norma son entendidos de modo tan profundo que dejan de oponerse entre sí y pasan a complementarse. En el nivel 2, la libertad que cuenta es la libertad creativa. La norma que nos interesa es la que procede de alguien que tiene autoridad, es decir, capacidad de promocionar nuestra vida en algún aspecto (4). Un declamador literario, un intérprete musical, un actor de teatro... se sienten tanto más libres cuanto más fieles son a los textos literarios y a las partituras musicales. No se trata de una paradoja, sino de algo perfectamente lógico en el nivel 2, el nivel de la creatividad y las experiencias reversibles, de doble dirección.
Cuando actuamos creativamente (es decir, cuando asumimos de forma activa las posibilidades que nos da una obra -literaria, musical, coreográfica, teatral...-), convertimos el dilema «libertad-norma» en un contraste enriquecedor. La relación sumisa de la libertad con la norma se transforma, en el nivel 2, en una relación de liberación y enriquecimiento: la norma, asumida como una fuente fecunda de posibilidades, me libera del apego a mi capricho, a mi afán de hacer lo que me apetezca. Amengua, con ello, mi libertad de maniobra, pero incrementa mi libertad creativa -o libertad interior-, libertad para crecer como persona asumiendo normas enriquecedoras. No olvidemos este dato: toda transfiguración va vinculada con una liberación y una forma superior de unidad.
Esto sucede ya al convertir una tabla en tablero. Se perfecciona al realizar las experiencias reversibles de interpretar una obra musical o declamar un poema. El modo más alto lo experimentaremos al realizar la experiencia en la que dos personas entrelazan sus ámbitos de vida para enriquecerse al dar lugar a una realidad nueva: el nosotros.
El descubrimiento de las experiencias reversibles es sumamente prometedor porque nos abre inmensas posibilidades de relación con las realidades más valiosas de nuestro entorno y hace posible el acontecimiento más importante de nuestra vida: el encuentro. Estamos abriéndonos, con asombro, al apasionante mundo de las relaciones. Este descubrimiento ensanchará notablemente nuestros espacios interiores, nuestra visión de la vida y nuestras posibilidades de crecimiento personal.
Ahora empezamos a comprender por dentro el método de búsqueda que estamos siguiendo. No queremos sencillamente aprender algo que se nos comunica. Deseamos descubrirlo nosotros. Para que los lectores descubran conmigo el encuentro, he tenido que invitarles antes a descubrir la diferencia entre objetos y ámbitos, así como la fecundidad de las experiencias reversibles: la declamación de un poema, la interpretación de una obra musical... En estas experiencias hemos descubierto la posibilidad de asumir algo externo como propio, y convertirlo en principio interno de actuación. Con ello, esa realidad distinta, distante, externa, extraña y ajena se convierte en íntima. Al descubrir este nuevo tipo de unión, estamos preparados para comprender, en su génesis, lo que es e implica el encuentro humano: cuáles son sus condiciones, qué frutos reporta, a qué alturas nos eleva.
En los dos primeros descubrimientos que hemos realizado queda patente el nexo entre el aumento de conocimientos y el incremento de las transfiguraciones. Al transformar el papel en partitura, nos vemos instados a transformar nuestra actitud de dominio y manejo interesado en una actitud de respeto, estima y colaboración. Esta actitud nos permite luego convertir el trato interesado con las personas (nivel 1) en relaciones de auténtico encuentro (nivel 2). El encuentro, al otorgarnos sus espléndidos frutos, nos dispone el ánimo para descubrir el ideal de la unidad y optar por él, lo que supone un salto decisivo hacia la madurez personal. Es decisivo porque lleva a perfección el nexo que creamos con las realidades del entorno cuando subimos al nivel 2.
Todo esto hemos de descubrirlo por sus pasos en la aportación siguiente.
(1) El concepto de ámbito es desarrollado en varias de mis obras, sobre todo en Inteligencia creativa y La tolerancia y la manipulación, Rialp, Madrid 2008, 2ª ed. , así como en los tres cursos on line que ofrece la Escuela de Pensamiento y Creatividad. (Información en la web www.escueladepensamientoycreatividad.org
(2) La Ética, como disciplina académica, analiza el ideal que debe presidir el desarrollo del hombre, las leyes que lo rigen, el papel positivo que juegan en él los valores y las virtudes, y el negativo que desempeñan los antivalores o vicios. No ha de estudiar sólo si las costumbres humanas son buenas o malas –es decir, promotoras de crecimiento o provocadoras de decadencia-, como se piensa al interpretar la ética como “moral”, término derivado del vocablo latino “mos” (costumbre), con el que se tradujo la palabra griega “éthos”, con e breve. La Ética –procedente del término griego êthos , con e larga- debe analizar el tipo de “segunda naturaleza” -o modo de ser- que adquirimos a través de nuestro comportamiento, es decir, de nuestra forma de intercambiar posibilidades de todo orden con los seres del entorno.
(3)Sobre este sugestivo tema puede verse mi obra La cultura y el sentido de la vida, Rialp, Madrid 2003, 2ª ed.
(4) Como sabemos, el vocablo «autoridad» procede del verbo latino «augere», que significa promocionar, enriquecer. De él proceden los términos «auctor» (autor) y «auctoritas» (autoridad).